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El otro Pichot

Enrique es el entrenador del CASI y un apasionado del rugby, tanto o más que Agustín. Su etapa de jugador. El crecimiento como coach. Las perspectivas en el torneo de la URBA. La satisfacción de ser el hermano mayor del jugador que revolucionó el rugby nacional.

Por Redacción EG ·

05 de agosto de 2013
  Nota publicada en la edición de agosto de 2013 de El Gráfico

Imagen "ENTRENAR AL CASI es un orgullo que uno lleva adentro, un honor", dice Kike Pichot
"ENTRENAR AL CASI es un orgullo que uno lleva adentro, un honor", dice Kike Pichot
Hace frío en la Boya del CASI, la sede que el Club Atlético San Isidro tiene a dos cuadras del Río de la Plata. Como todos los lunes, martes y jueves de ocho a diez, está entrenando la Primera. El ejercicio consiste en detener al equipo que intenta avanzar con un combo de jugadas preparadas: “¡Dale! ¡Dale!”, gritan los backs apenas empieza la acción: la pelota vuela, pasa de mano en mano a toda velocidad y es indescifrable saber adónde va a parar. Al final, cruza el fullback, acuna la ovalada, se escapa y deja perplejo al rival, que queda derrotado una vez más… Al final, los jugadores se acercan a su entrenador, que les repite con vehemencia: “Aprendan a leer la jugada, aprendan a leer la jugada…”.

El que habla es Enrique Pichot. Hermano mayor del ex Puma, Agustín, a quien de chico le enseñó los gajes de este deporte cuando jugaban al minirugby “hasta sangrar las rodillas” en su casa de Martínez. Luego, a los 17 años, Kike ya estaba jugando en la Primera del CASI y, aunque era una pieza fundamental, “indiscutido” –según cuenta su tío Horacio, ex referí de la URBA y actual asesor reglamentario del plantel– al cabo de unos años decidió dar un paso al costado para que el Ficha tuviera su oportunidad. Años después, con el ex capitán ya consagrado, hasta ofició de agente de prensa cuando los medios se le abalanzaban tras la heroica actuación de Los Pumas en el Mundial de Gales 99. Este es el otro Pichot. El de bajo perfil. El que se negó rotundamente a hacer una pose cuando el fotógrafo de esta nota se lo pidió: “¡Olvidate! –tiró medio en serio, medio broma– ...yo no soy Agustín”. El que abrió la puerta de su casa a los medios televisivos que querían mostrar cómo se vivía el Mundial de Francia 2007 desde lo de un Pichot. El que vive en Tigre con Ana, su mujer, y sus hijos Jazmín, Isidro, Celina y Julieta. El que al comienzo de la entrevista se enojó cuando se le preguntó por qué era el jugador más odiado por sus rivales durante su época de jugador: “¡Si van a ser preguntar amarillistas, me paro y me voy, eh!”, amenazó, aunque más adelante accedió a responder. Impredecible él. Como cuando sacaba la pelota del scrum y nadie sabía para dónde iba a arrancar. Por acá o por allá. Volvía loco a los contrarios.

Enrique Pichot, el hombre que decidió hacerse cargo de la Primera de un club que no gana un título desde 2005 y no llega a una semifinal desde 2009, pero tiene la presión de representarlo bien porque al ser el que más títulos (33) ganó en la Argentina, se lo pide la historia. Y lo está logrando: la Cebra fue invicta en la primera ronda, se clasificó con cinco fechas de anticipación al Top 14 y lo hizo venciendo al SIC, su eterno rival, al que, hace diez años, no le ganaba en La Catedral.

-Ya es tu tercer año y finalmente les está yendo bien. ¿A qué se debe?
-Los años anteriores no fueron buenos en cuanto a resultados porque era el comienzo de una etapa que, después de trabajar dos años de la misma forma y con la propuesta que teníamos como juego, empezó a dar sus frutos. Esa era la idea que decidimos con Tati (Phelan, actual entrenador de Los Pumas) y, por sobre todas las cosas, con Agustín (su hermano). Con ellos dos delimitamos qué era lo mejor para el CASI, y yo, junto a mi cuerpo técnico (compuesto por Sebastián Báncora, Jorge Sánchez Landa, Lucas Calatayud, Facundo Rodríguez, Gonzalo Moreno, Marcos Garicoche, Pedro Rodríguez, Patricio Fuselli, Gonzalo Beccar Varela, Roque Lagarde, Federico Werner, Horacio Pichot, Sergio Olaechea, Juan Carlos Mendivil y Matías Lasalle), llevamos adelante ese plan de trabajar en un mismo sistema de juego.

-¿Entonces no hubo que revertir una situación con respecto a los años anteriores?
-Se fue dando una evolución en los jugadores que, mediante el sistema de juego basado en la repetición de lo que veníamos haciendo año tras año, gracias al gimnasio, a la parte de nutrición y al control que se estableció en cada uno de ellos, se pudo lograr un plantel ordenado, más homogéneo y con menos lesiones. Como consecuencia, al no lastimarse los jugadores de los Pre, Inter y Primera, los planteles no se desintegran y hace que jueguen los mismos más tiempo. Hay mucho compromiso. Por eso los jugadores lograron atravesar la primera etapa, aunque todavía no significa que se haya conseguido lo que estamos buscando.

-¿...El título?
-Eso no me preocupa todavía. Me voy a poner contento si el CASI gana lo que tiene ganar y llegar adonde tiene que llegar. No me importa si pierde el campeonato, es lo que menos me preocupa. Entrenar al CASI estando en el Grupo II o estando primeros es un orgullo que uno lleva adentro, un honor. Y es un premio para toda la vida.

-¿Pero aspiran a salir campeones esta vez?
-Sí, claro. Esto es un deporte y se gana o se pierde. Lo único que sé es que hay un grupo de jugadores y de entrenadores que de lunes a sábado vienen acá y trabajan de forma seria, ordenada y humilde, poniendo todos su esfuerzo, que eso es lo más importante. A la larga lo más importante es que vivamos el club y tengamos el grupo de amigos que tenemos y, como consecuencia de eso, si viene un campeonato, mejor.

-Se comenta por las tribuna del CASI que este equipo es más ofensivo y mejor que el último campeón en 2005…
-No importa, esto es el CASI y no importa qué equipo fue mejor. En el 2005 fueron campeones y ahora hay que tratar de llegar a eso o jugar de la mejor forma posible. No veo que este equipo sea más ofensivo, son estilos diferentes, no me parece comparativo.

Imagen EN TIEMPOS DE jugador como medio-scrum del CASI.
EN TIEMPOS DE jugador como medio-scrum del CASI.
-¿Cuáles son los rivales más difíciles para el CASI?
-No hay uno específico. Todos los equipos vienen a jugar contra nosotros de una determinada forma, y eso lo sabe la historia. Vienen a jugar contra el club más grande y eso a cada jugador de otro club le despierta un sentido de competencia y de concentración mucho más grande que ir a jugar contra otro club.

-El 25 de agosto vuelven a enfrentar al SIC. Juegan en Boulogne, pero ya no hay racha negativa por cortar…
-No me importa hace cuánto no se le ganaba, ni dónde. Ganarle al SIC es ganarle al SIC, y eso ya me pone contento porque es parte de la historia del club, de lo que somos nosotros. En esos partidos no me importa quién va primero, ni segundo, quién clasificó o no.

-Desde 1990 a 2004 jugaste muchos clásicos y ahora lo ves desde afuera. ¿Cómo es eso?
-Es muy distinto. Desde afuera trabajás mucho la parte emocional y la parte estratégica para con tu equipo. Lo vivís muy intensamente, pero no es lo mismo que estar en la cancha. Jugarlo en Primera División es algo muy personal. Lo vas preparando interiormente durante la semana previa. Te imaginás cómo vas a jugar, las cosas que vas a hacer durante el juego. A mí, como medio scrum, me gustaba pensar en la estrategia del partido y había un montón de ítems que trabajaba en mi cabeza.

-¿Con qué jugadores tuviste más duelos?
-Un rival que jugaba muy bien y a quien admiré mucho era Guillermo Holmgren (ex Olivos). Yo todavía era muy chico, y él ya era jugador de Los Pumas; otro buen rival fue Juan Sascaro y también Bruno Vitale del SIC, a quien yo respetaba muchísimo. Tenía mucha rivalidad con todos los de mi puesto.

-¿Qué les decías a los rivales… les hablabas para ponerlos nerviosos?
-Y… en esa época se hablaba y evidentemente a mí me venían a buscar bastante. Muchas veces me venían a golpear cuando ya había pasado la pelota, entonces se llevaban algún que otro comentario o algo por el estilo. Nada más que eso. Yo reaccionaba a la acción que me hacían los rivales.

Imagen CON SU HERMANO Agustín en un estudio de televisión.
CON SU HERMANO Agustín en un estudio de televisión.
-En esa época te sacrificaste por tu hermano Agustín…
-No me sacrifiqué, él era mejor y los entrenadores consideraron que tenía que jugar él. Lo que yo hice fue ayudarlo o alentarlo a que sea cada vez mejor. Para mí no era un sacrificio, sino ayudar a mi hermano a que le vaya bien, y eso para mí era lo más importante. Después, cuando él volvió de Inglaterra, jugamos todo el año 96 juntos, él de medio scrum y yo de apertura.

-El dijo varias veces que todo lo que él aprendió fue gracias a vos y a tu padre…
-Yo no le enseñé, él evidentemente captó mis cosas buenas cuando nos íbamos formando juntos, y también debe haber descartado las cosas mala de mí. Armó su propia forma de ser desde lo que vio de mí como hermano mayor. No creo que yo le haya enseñado. Simplemente convivíamos y éramos los dos de una determinada forma. Eramos muy unidos, y lo seguimos siendo, y tanto a él como a mí nos llevó a ser de determinada forma.

-¿Por qué te parece que Agustín recibió algunas críticas a lo largo de su carrera?
-Al que hace siempre le van a pegar, y él es un tipo que siempre hace y va a seguir haciendo. Es un tipo extremadamente generoso. Nunca le voy a criticar ni voy a decir qué hizo bien o mal. Si logró ser quién es, fue porque siempre hizo algo, por querer cambiar las cosas. Me parece que hay que aprender de tipos como él. El que quiere cambiar algo tiene que hacer, y no quedarse en su casa criticando.

-¿Quién es el mejor jugador de la historia del rugby argentino?
-Mi hermano.

-¿Qué le aportó al rugby?
-Lo último importante que hizo es haber sido la punta de lanza de nuestra inclusión en el Rugby Championship. El fue el creador, el mentor. La persona que fue en contra de las reglas, en contra de todo para poder lograr lo que él sentía, que era poder competir contra los mejores. Su ilusión y su meta siempre fue ser el mejor. Arrancó todo solo y después se le fueron uniendo los demás.

-¿Es necesaria esa rebeldía para conseguir las cosas?
-Fue necesaria, y extraordinaria la visión de Agustín para llegar a este nivel. Creo que nadie más que él lo pudo haber logrado.

-Vos, por hablar, te quedaste afuera de Los Pumas. ¿Te hubiera gustado jugar?
-Sí, ¿a quién no? Me hubiese encantado jugar en Los Pumas y más si hubiera jugado con mi hermano, pero bueno, no era algo que me preocupara tanto. Ya verlo jugar con mi viejo desde la tribuna, era como si estuviéramos adentro de la cancha con él. Con eso nos sobraba y nos llenaba de forma exuberante. Eso suplía todo tipo de situación de no haber jugado en Los Pumas.

-Podrías llegar a dirigirlo. En su momento Santiago Phelan dirigió al CASI…
-Tati jugó en Los Pumas y yo no. No me da la capacidad ni llego a atarle los cordones a Phelan.

-Dicen que tu hijo Isidro pinta para crack…
-Juega en M-10 y recién ahora están empezando a tener posiciones. Le gusta jugar de full back, de apertura o de medio scrum, pero todavía no tiene una posición definida. A mí lo único que me importa es que se divierta con sus amigos de la misma forma en que me divertí yo, que hice mis amigos en el club. El día de mañana se verá si le divierte, si se engancha y si le gusta competir.

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MI REFERENTE
Por Agustín Pichot
Lo que siento por Enrique es algo muy profundo. Además de ser mi hermano, con todo lo que eso significa y representa por el lazo de sangre, Enrique es mi mejor amigo. Es un referente para mí y un auténtico ejemplo de solidaridad en el rugby. Yo siempre lo admiré, intenté seguir sus pasos y sus consejos. A los 17 años ya estaba en la Primera del CASI, pero la prueba más categórica de lo que es como persona, la dio en 1994, cuando me promovieron de la Menores de 19 al plantel superior. Kike era el medio scrum titular. Sin embargo, decidió dejarme su lugar: “Yo doy un paso al costado para que mi hermano juegue en Primera”. Así fue como Kike bajó a la Intermedia y yo pude jugar en el primer equipo. Con ese gesto me demostró que es lo máximo. Lo que soy, mucho o poco, se lo debo a él. Enrique fue quien me incentivó para tratar de ser el mejor.

Su dedicación es admirable. Las horas, los días que destinó para entrenar a los juveniles y ahora a la Primera son incalculables. Me contagia todo el tiempo el amor por el club, por sus hijos (Isidro, Jazmín, Celina y Julieta), las ganas de enseñarles a los más chicos… Da la vida por el club, y eso es algo que me conmueve, algo único. Y en todo momento su foco está puesto en hacer las cosas por el otro, dejando de lado sus propias necesidades.

Mi hermano es un ejemplo, para mí y para toda la familia. Disfrutamos juntos de un montón de cosas, y en especial, disfruto del respeto que se ha ganado entre los jugadores. De eso se trata nuestro deporte y nuestra familia.

Por Pablo Elías. Fotos: Emiliano Lasalvia