¡Habla memoria!

Alberto García Aspe

El mexicano era figura en su país y llegó a Argentina en 1995, para jugar en el River de Ramón Díaz. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados, y tras un puñado de partidos el volante se despidió del fútbol argentino con más pena que gloria.

Por Redacción EG ·

25 de julio de 2013
Imagen MAL PASO. García Aspe se destacaba por ser un volante con mucha llegada al arco rival, sin embargo en River el balance fue frustrante: cinco partidos y ningún gol, además de un bajísimo nivel.
MAL PASO. García Aspe se destacaba por ser un volante con mucha llegada al arco rival, sin embargo en River el balance fue frustrante: cinco partidos y ningún gol, además de un bajísimo nivel.
La historia de Alberto García Aspe en el fútbol argentino empezó mal desde el arranque. Apenas el mediocampista bajó del avión para incorporarse al equipo de River que iba a disputar el Apertura 1995, Ramón Díaz, que por entonces era el entrenador, lo barajó con una fría bienvenida haciendo público en los medios que el jamás lo había pedido. El mexicano era una de las figuras en su país, y venía de disputar el Mundial de Estados Unidos, pero el técnico riojano exigía un delantero, y la dirigencia se retiró del mercado de pases con la llegada del volante.

García Aspe, que venía de destacarse en los Pumas de la UNAM y en Necaxa, pagó los platos rotos por circunstancias propias pero también ajenas. A la poca confianza inicial de Ramón Díaz, se le sumaron un par de flojas actuaciones en los partidos amistosos de pretemporada. Para colmo de males, su debut oficial, por la Copa Libertadores ante Peñarol, no fue para nada auspicioso, y antes de los quince minutos del segundo tiempo ya había sido reemplazado.

Ese Torneo Apertura de 1995 fue olvidable para River, que vio desde el séptimo lugar como se consagraba campeón el Vélez de Carlos Bianchi que arrasaba con todo a su paso. De la ignominia no se salvó tampoco García Aspe, que apenas disputó cinco partidos durante el certamen sin siquiera completar una sola vez los noventa minutos de juego, y sin convertir goles.

Ni bien terminado el torneo, el mexicano dio las gracias en el club, cobró lo que le correspondía y se volvió a su país, para jugar en América y retirarse en Puebla, en el 2002. En el medio acumuló experiencia en tres mundiales, ya que al de 1994 le sumó el de Francia 1998 y el de Corea-Japón 2002. En México es uno de los futbolistas más destacados de los últimos veinte años, en Argentina pocos recuerdan su paso.
 
Matías Rodríguez