¡Habla memoria!

El Gráfico le salvó la vida

Las redes sociales sirvieron de puente para rememorar un hecho estremecedor, el que vivió Juan Domingo De la Cruz –basquetbolista argentino nacionalizado español– con el periodista Guillermo Blanco en la oscuridad de la dictadura.

Por Redacción EG ·

24 de marzo de 2022

Como por un río subterráneo, lejos de la superficie donde los medios masivos lo anestesiaban todo por una irracional orden superior, buena parte de la vida cotidiana de los argentinos sangraba por esas venas abiertas sobre las que alguna vez había escrito Eduardo Galeano ampliándolas a la trágica historia latinoamericana. Y, como parte de una estrategia asesina, iban cayendo bajo las garras de la dictadura cívico-militar miles y miles de hijos de este suelo, algunos de ellos deportistas. Hasta ahora y gracias a una investigación del periodista Gustavo Veiga, se cuentan unos cincuenta, muchos de ellos rugbiers de La Plata, pero también hubo integrantes del mundo del fútbol, del hockey, del atletismo y de la natación, entre otros.

Y hubo quien pudo gambetear la muerte gracias al deporte, como el bahiense Angel Cappa, quien militando en el peronismo de base fue detenido en un operativo cuando llevaba en el baúl del auto panfletos partidarios. Eran sabidos los métodos sanguinarios de la Marina, que pesaba tanto también en el sur bonaerense, como para prever un final cantado. Pero el fútbol llegó como un rayo de luz, cuando uno de los encargados de la “tarea” lo reconoció al entonces jugador de Villa Mitre, y lo dejó pasar sin revisarlo.

Otros no tuvieron la misma suerte y la palabra “desaparecido” muy pronto los envolvió con su manto de impotencia y espanto. Incluso pudo ocurrirle al protagonista de esta historia real quien, por el simple hecho de ser sospechoso, podría haber terminado quién sabe dónde. Y otra vez el deporte apareció, esta vez reflejado en una nota de El Gráfico, para que el basquetbolista Juan De la Cruz y un par de colegas zafaran cuando las escopetas les apuntaban a la sien.

Imagen De La Cruz, hoy, sosteniendo la nota de El Gráfico publicada el 2/9/1980, que le salvó la vida. Nacido en la Argentina, jugó 12 años por la selección española. Hoy sigue allí con el básquet.
De La Cruz, hoy, sosteniendo la nota de El Gráfico publicada el 2/9/1980, que le salvó la vida. Nacido en la Argentina, jugó 12 años por la selección española. Hoy sigue allí con el básquet.

Un mes antes de que ocurriera esta historia –que el propio protagonista central recuerda desde Barcelona casi 34 años más tarde–, quien esto escribe había realizado junto al reportero gráfico Humberto Speranza una producción periodística en la capital catalana con dos argentinos que actuaban en el club culé, el basquetbolista Juan De la Cruz (quien llegó a jugar en la selección española) y el futbolista Rafael Toro Zuviría (lo hizo en el Barça de Cruyff). El primero volvió a Buenos Aires dos semanas después y fue entonces cuando ocurrió lo que él mismo narra, hoy, al abrigo de la distancia:

“Guillermo, te cuento más detallado lo que nos pasó allá en el 79 en nuestra Argentina. ¿Te acordás de Gustavo Aguirre? Jugó en Obras y en la Selección. Con él y su hermano Fito, compañero mío en San Lorenzo, fuimos a jugar un partidito y al terminar de cenar, en un coche que nos dejó un amigo, nos fuimos por Libertador y quisimos tomar el desvío para subir a la General Paz. Pero nos equivocamos y fuimos a desembocar a una garita que hay a la derecha”.

“Cuando nos pusimos justo al lado, nos salieron cuatro policías con itacas y metralletas, dos apuntándonos a la cara desde adelante, y dos detrás. Nos gritaban ‘¡Bajeenn!’, y ahora me sigue dando pánico recordar la cara desencajada del que me apuntaba a mí, repitiendo a los alaridos: ‘¡¡Bajá, bajá o te mato!!’”.

“Nuestro coche era un Ford Falcon ex taxi, con la rodilla pude abrir la puerta ya que si bajaba las manos, que las tenía en alto y pegadas al vidrio, me mataban seguro. A todo esto yo también le gritaba que se tranquilizara, que no tirara. Y cuando pude salir, me metió la itaca en la espalda mientras escuchábamos cómo se acercaban las sirenas de muchos patrulleros que iban apareciendo por todos lados.En mis pensamientos me veía muerto y tirado en el río. Todo pasaba muy rápido. En eso vemos que van llegando los patrulleros. Yo conté cinco, pero la fila daba la vuelta, quiere decir que había más”.

“Con paso firme se acercó un policía con galones y con uniforme diferente. Era el jefe, no sé qué mando tenía, y nos hizo abrir el baúl. Me miró de arriba abajo y me dijo: ‘¡Qué alto sos!’. Se fijó más en mí que en Fito. En mi bolso daba la casualidad que llevaba una camiseta del Barça y un buzo de la Selección Argentina. Se lo abrí todo para que lo viera y eso a él le llamó mucho la atención. Se quedó mirándome y me preguntó: ‘¿Vos no saliste en El Gráfico esta semana? ¿Sos el que está jugando en España? A mi pibe le gusta mucho el básquet’. Enmudecí. Fue como ver el cielo. Pensé que era una llave para seguir con vida. Me vino a la memoria la fresca nota que vos habías hecho para El Gráfico en el Camp Nou, cuando nos juntaste con el Torito Zuviría, yo jugando al básquet y él al fútbol, ambos en el Barcelona”.

Imagen Imagen de la nota salvadora, en el gimnasio del Barsa. Con Rafael Zuviría, delantero que jugó en Unión, Argentinos y Racing de Santander antes de ponerse la Blaugrana junto a Cruyff. De la cruz se nacionalizó español y fue medalla de plata en Los Angeles.
Imagen de la nota salvadora, en el gimnasio del Barsa. Con Rafael Zuviría, delantero que jugó en Unión, Argentinos y Racing de Santander antes de ponerse la Blaugrana junto a Cruyff. De la cruz se nacionalizó español y fue medalla de plata en Los Angeles.


“A partir de ese momento todo se fue calmando. El cana me dijo si le regalaba algo de la ropa, y se lo di todo. ¡¡Hasta las vendas!! Por primera vez desde que había comenzado ese suplicio, Fito y yo nos miramos. Estábamos recagados de miedo. Hablaban entre ellos a un lado, volvió uno y nos dijo que nos podíamos ir, que debíamos tener más cuidado, ni los documentos nos pidieron”.

“Nos subimos al auto, encaramos por Libertador hacia la provincia y a los 500 metros frenamos, paramos, Fito no podía ni manejar de cómo seguía temblando, nos sentamos en el cordón de la vereda todos despatarrados y estuvimos así una hora. Hasta se nos caían las lágrimas. Había sido todo de terror, estuvimos a un segundo de que nos hicieran desaparecer. Fue muy fuerte, pasamos mucho miedo y viendo lo que ocurría en esos tiempos nos tocó la lotería. Salió cara, ¿pero a cuántos les salió cruz? ¡¡Nos salvó la vida El Gráfico!!”
 

 

Por Guillermo Blanco (2013).

Fotos: Archivo El Gráfico.