Las Crónicas de El Gráfico

"El botín" / Más que mil palabras [sobre los albinos en Tanzania]

Un doloroso viaje futbolístico contra la matanza de albinos que estremece al continente africano. Un texto de Martín Mazur.

Por Martín Mazur ·

15 de junio de 2013
 Nota publicada en la edición de junio de 2013 de El Gráfico

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SAID SEREMANI tiene 19 años y es albino. Su bendición es que juega al fútbol sin botines. Su maldición es que el botín es él.

Mientras la FIFA aún intenta encontrarle una solución efectiva al racismo en los estadios europeos, otro tipo de discriminación hace estragos en el corazón de Africa. En Tanzania, el país de Said, los albinos son perseguidos a un nivel demencial.

Según creencias locales, alimentadas por los brujos de las tribus, los albinos traen buena suerte. Pero no vivos, sino por partes. Desmembrados. Trozos de albinos que se mezclan en pócimas. Huesos que se muelen para crear amuletos.

Más de 100 albinos fueron atacados a machetazos en los últimos cinco años. Setenta murieron. Los sobrevivientes sufrieron graves mutilaciones. Hasta las tumbas de albinos son profanadas. Los familiares deben hacer una protección de concreto para evitar a los saqueadores. Ni los sepulcros de albinos tienen paz.

La secretaria de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Navi Pillay, condenó los “crímenes horrorosos” de niños albinos luego del asesinato de uno de 7 años en enero.

Mientras en el mundo se calcula que hay un albino cada 20.000 personas, en Tanzania el número estimado de quienes sufren este trastorno en el pigmento es de uno cada 1400. Y el porcentaje podría ser más alto aún, sólo que no hay censos. Los que no viven en la capital son los que están en peligro permanente. Abandonan a sus familias y forman tribus propias. Se esconden en zonas rurales. Y ruegan por no ser vistos. Viven en la oscuridad, pero no sólo por el terrible daño que les hace el sol. A la mayoría se le hace imposible escaparle al cáncer de piel. Pero también le temen a la oscuridad nocturna. “Cada noche, cuando nos sentamos a comer, tengo miedo de lo que puede pasar”, cuenta un niño albino en el documental La maldición, emitido por Al Jazeera. Su hermano de 8 años aún estaba en el hospital, con la mano cercenada. Su padre y su madrastra, ahora presos, lo habían vendido a un atacante al que primero invitaron a cenar. Y se quedaron sentados en la mesa, mientras al chico lo mutilaban en el fondo.

En el mismo documental, una cámara oculta visita a uno de los brujos de la zona, que recibe al enviado vestido con una camiseta del Barcelona. Le muestra sus pócimas y especias, hechos con niños masacrados.

Con un 35% de la población por debajo de la línea de la pobreza y una mayoría que subsiste con un dólar por día, que se rumoree que una parte de albino se cotiza en 2000 dólares, o que un juego completo de extremidades vale 75.000, aumenta la oferta de mercenarios.





JOHN HAULE jugó al fútbol semiprofesional de Tanzania. Toda su vida parece haber quedado reducida a un solo instante: cuando decidió entrenar a un equipo de fútbol con mayoría de jóvenes albinos. Así, en 2010, nació Albino United.

“Todos creían que estaba loco y que además era muy peligroso”, cuenta en el documental que lleva el mismo nombre, de Marc Hoeferling.

Con camiseta verde y vivos amarillos, Albino United comenzó a competir en la Tercera División del fútbol de Tanzania. Partidos que debían jugarse al atardecer, para evitar el sol incandescente sobre pieles y ojos indefensos. Con tribunas completas que se les reían a carcajadas.

Las derrotas en las primeras fechas contribuyeron a generar el resultado opuesto al buscado: ir a ver a los albinos era como ir a ver un freak show. Un espectáculo circense. “El equipo tenía que mejorar, era necesario que vieran que los albinos podían jugar al fútbol. Que festejaban, que se reían, que llegaban bailando en el micro. Que eran iguales al resto”, apunta el técnico.

El micro de Albino United dejó la capital para jugar partidos en el interior. Los chicos conocieron zonas que jamás habían visto. Sin darse cuenta, estaban llevando un mensaje: eran personas normales.

“Aceptar a los que son distintos es el gran desafío que nos proponemos”, cuenta otro jugador, Said Ndonge. Los albinos dicen que jamás los confundirían con un blanco. Pero tampoco los ven como negros. La discriminación y la ignorancia contribuyeron a que sean vistos como espectros. “Son fantasmas humanos, no son personas reales. Los albinos no mueren, sólo desaparecen”, dice un minero en el documental de Hoeferling. Un pescador agrega que “sin dudas” compraría algún amuleto albino para poner en sus redes.

El mundo del fútbol puede horrorizarse y solidarizarse ante esta situación, pero también debe hacer una autocrítica ante la ignorancia que rige los códigos de vestuario: ¿Cuántos del ambiente creen en los amuletos y las mufas? ¿Cuántos les dedican espacio a las cábalas para luego negarlas y decir que son sólo costumbres? ¿Cuántos, muy en el fondo de su ser, estarían dispuestos a comprar un pequeño amuleto de un brujo de Tanzania si les garantizara llegar a una final del mundo y ganarla?





LOS VIAJES de Albino United a la zona del interior, lejos de la tranquilidad de Dar as Salaam, obligaron a recibir escolta policial en la ruta. Un micro lleno de albinos era como un camión de caudales sin blindar. Muchos de ellos volvían aterrorizados al lugar donde se habían criado. Como el delantero Yasin, quien huyó luego de sobrevivir a un ataque nocturno en el que intentaron cortarle pies y manos. Su hermano no tuvo tanta suerte: fue decapitado y mutilado en los campos en donde crecieron jugando al fútbol.

Albino United ganó los partidos en Mwanza y Shinyanga, dos de las zonas con más matanzas de albinos en Tanzania. Fueron victorias estratégicas para ayudar a correr la voz: los albinos no sólo eran personas; también sabían jugar al fútbol. Se le dio espacio a su causa. Salieron en los diarios. Se habló de ellos en radio y televisión. Y así, se convirtieron en estrellas. Hasta conocieron a Didier Drogba y besaron la Copa del Mundo.

Albino United terminó cuarto en la liga, con 7 victorias en 11 partidos. Ya consiguió un auspiciante local, la bebida Grand Malt. Y los futbolistas fueron recibidos en el parlamento, contra el que jugaron un partido simbólico.

Said Seremani lo jugó descalzo.
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Por Martín Mazur

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  "Albino United, contra los prejuicios y el miedo"