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Vélez 93: cambiaron la historia

Se cumplen dos décadas de un título bisagra en la vida del club. Hasta el Clausura 93, Vélez sólo había ganado 1 y desde aquel campeonato liderado por el recién llegado Bianchi se agregaron 13 estrellas. Cuatro futbolistas de aquella gesta lo evocan entre emociones y nostalgias.

Por Redacción EG ·

13 de mayo de 2013
 Nota publicada en la edición de mayo de 2013 de El Gráfico

Imagen ALMANDOZ, Flores, Asad y Gomez en la Villa Olímpica, a puro recuerdo y emoción.
ALMANDOZ, Flores, Asad y Gomez en la Villa Olímpica, a puro recuerdo y emoción.
“¡Hablaba en francés al principio! ja, ja”, recuerda Omar Asad, el Turco. “Aquel era un grupo respetuoso, pero atrevido. Y, sí, alguna risita nos salía al escucharlo hablar”, complementa Héctor Almandoz, el Coio. Entre risas y complicidades que asemejan a veinteañeros, ambos recuerdan al Carlos Bianchi de 1993. Recién llegado de Francia, había asumido la dirección técnica de Vélez. Junto al Turco y el Coio también ríen Marcelo Gómez y el Turu Flores. Todos integraban aquel plantel que fue campeón del Clausura de ese año y que marcó el camino para que el equipo de Liniers se convirtiera, desde entonces y hasta hoy, en permanente protagonista de cada torneo disputado. Aquel Clausura 93 fue un punto de quiebre en su historia: hasta entonces sólo había obtenido un torneo local, el Nacional 68; a partir de allí sumó 13 títulos (8 locales y 5 internacionales). Pequeña diferencia.

Veinte años después de aquel instante bisagra, reunidos por El Gráfico, van a rememorar esa campaña. La charla es en la Villa Olímpica que el club tiene en Ituzaingó, fruto visible de esta era dorada. De ellos, tres siguen ligados de manera directa a la institución: el Turu como ayudante de campo de Gareca; Almandoz como entrenador de la Reserva; y Gómez, como su colaborador (Bassedas, además, es el manager). Asad acumuló experiencia dirigiendo a Godoy Cruz, San Lorenzo y Emelec, luego de formar como entrenador de las inferiores de Vélez. Pero su corazón sigue ligado al Fortín. Por eso esta mañana vino especialmente a sumarse al recuerdo de aquellos tiempos. Tiene el contagioso buen humor de siempre. No para de reírse ni de hacer chistes. Sus ex compañeros lo siguen. Cuando posan detrás de una imagen de aquel plantel campeón, lo primero que hacen es compararse. Al Turco lo cargan por sus kilos de más, pero a él no le importa. Al Turu le apuntan por el mismo lado, aunque se le nota que la observación no le cae tan bien. Los otros se jactan de cómo se mantienen. Hoy todos pasaron la barrera de los 40.

“Éramos muy chicos entonces. Yo tendría 21 o 22 años. Se consiguió un título, algo que se le negaba a Vélez hacía mucho. Porque siempre armaba grandes equipos y generaba expectativas al comienzo de los torneos, pero le costaba concretar. Ese fue el primero de todo lo que vino después”, rememora el Turu, uno de los emblemas de aquel conjunto cuya formación titular hoy se dice de memoria: Chilavert; Almandoz, Trotta, Sotomayor y Cardozo; Basualdo, Gómez, Bassedas y Pico; Flores y Asad. El plantel lo completaban Armentano, Bidevich, Camps, Compagnucci, Docabo, Galeano, Claudio Husaín, Pellegrino, Posse, el Gallego González, Leonardo Ramos, Fabián Vázquez y Sergio Zárate.
Continúa Flores: “Para el comienzo del campeonato se habían ido un par de jugadores y no vinieron muchos en su lugar. Llegó un cuerpo técnico nuevo, lo que renovó las ganas, la motivación. Ahí conseguimos la unión del grupo, que tiremos todos para adelante. Y, después, los resultados se fueron dando. Uno veía que a medida que pasaban los partidos y ganábamos, nos fortalecíamos cada vez más. Eso nos llevó a lograr el título”.

En 1993 Vélez tenía fresco el recuerdo del subcampeonato en el Clausura 92, cuando terminó a 2 puntos de Newell’s, y de un 6° puesto en el anterior Apertura, que fue para Boca. Bianchi, en cambio, era una incógnita. Idolo y máximo goleador histórico del club con 206 tantos, regresaba al país tras haber jugado y dirigido en Francia. Había entrenado al Reims, al Olympique y al París Saint Germain. De ahí ese afrancesamiento en el modo de hablar, que hoy se recuerda con humor, pero que por entonces se vivía con interrogantes.

“Estaban (Carlos) Ischia y (Julio) Santella comos sus laderos. Ellos conocían al plantel. Eso fue muy valioso. Carlos era muy medido, estaba seguro de convencernos, de tener bien al grupo. Fue buscando al equipo en cada práctica, hasta que pudo definir a los titulares. Una vez me probó como marcador central y como lateral derecho, donde no me sentía muy bien. Pero él me fue convenciendo de que tenía que encontrar un equilibrio y que ese equilibrio lo conseguía en mí como lateral. Me convenció. Tenía un convencimiento muy importante con el jugador”, explica Almandoz. “Era el hijo pródigo del club por todo lo que había hecho antes, pero en ese entonces no lo conocíamos”, agrega Asad. “Sabíamos que había hecho muchos goles, pero no más”, reafirma Gómez. “Lo que le faltaba a Carlos de conocimiento del fútbol argentino lo tenían Ischia y Santella. Y con ese convencimiento que decía el Coio pudimos fortalecernos. De ahí venía todo”, completa el Turco.

Imagen LA VUELTA EN LINIERS, antes de jugar el último partido. Desde la izquierda, Basualdo, Cardozo, Almandoz, Gómez, Asad, Chilavert, Trotta, Sotomayor, González, Pico y Bassedas.
LA VUELTA EN LINIERS, antes de jugar el último partido. Desde la izquierda, Basualdo, Cardozo, Almandoz, Gómez, Asad, Chilavert, Trotta, Sotomayor, González, Pico y Bassedas.
EL COMIENZO
“En la semana previa al inicio de ese Clausura jugamos un amistoso con Estudiantes, en La Plata, un sábado a la mañana. Tuvimos un nivel genial. Tanto que el profe Santella nos dijo que si jugábamos así, éramos campeones. Se quedó sorprendido de cómo jugamos. Pero para nosotros el grupo todavía se estaba armando, así que no pensábamos en ser campeones. O sea, había poca expectativa”, cuenta Gómez. En la misma línea, Almandoz continúa: “No se nos pasaba por la cabeza llegar al título, pero sí teníamos muchas ganas, porque hacía tiempo que Vélez peleaba y se caía antes del final de cada campeonato. Eso potenció más al grupo. Nos convencimos de que ganar dependía de nuestro crecimiento. Eramos jóvenes y para nosotros salir campeones significaba una chance de marcar un camino, una historia. Era lo que necesitaba el club y lo que queríamos. Todos se preparan para ser campeones, pero uno sólo lo es”. Y arremete Flores: “Estábamos con las mejores expectativas, pero de ahí a conseguir tantos logros durante muchos años consecutivos… la verdad es que no pensábamos que íbamos a conseguir tanto. Uno siempre se renueva y sueña cosas nuevas en cada inicio, ¡¿pero tanto?! La verdad que no”.

Tras aquel amistoso con el Pincha, la racha continuó de manera oficial. En la primera fecha, Vélez le ganó como visitante a Deportivo Español, en la segunda se impuso a San Martín de Tucumán y posteriormente igualó contra Belgrano y Boca; después venció a Huracán y empató con Ferro. A pesar de una caída ante River en la séptima, el equipo ya estaba armado, sólido. Aún Chilavert no era el ídolo que fue después ni el arquero goleador que se forjaría con los años. Pero ya se perfilaba para eso. Cada uno de los integrantes se afirmaría en el corazón del hincha con el correr de los partidos. En tanto la confianza crecía, también mejoraba el humor. Las concentraciones tenían cierta rigidez impuesta por Bianchi, ese desconocido que poco a poco dejaba de serlo. Sin embargo, un grupo de chicos jóvenes también se mandaba algunas travesuras por atrás.

Con una sonrisa, el Turu recuerda: “La orden de Carlos era que en las comidas sólo se tomara agua o soda. Yo siempre comía con el Turco y como nos hicimos amigos del mozo de la concentración, le pedimos que en la botella de agua mineral nos pusiera Sprite. Y así nos tomábamos dos litros cada uno. Hasta que un día Bianchi llegó tarde y cuando fue a su mesa no había agua. Entonces le pidió el vaso a Omar y le dijo ‘le tomo un poquito de agua’. Y cuando probó, era gaseosa. Entonces empezó a lo gritos, llamó al mozo, nos retó. Desde entonces, todo el año se comió con agua. Nos ligamos un buen reto, pero al final nos terminamos riendo”.

El Turco se prende: “La del mozo, Osvaldo se llamaba, con la Seven Up, fue genial. ¡Le dio Seven Up en vez de agua!”, repite la anécdota, aunque con alguna variante, y a los gritos, mientras no deja de reír.
Después vendrá el recuerdo de Gómez y aquella cábala que repetía con Chilavert antes de cada partido: “Previo al inicio del campeonato, con Chila nos pedimos espaguetis. Cuando me los sirven, los corto y Chila, que todavía no me conocía mucho, se sacó, empezó a los gritos porque los corté. Y no entendía qué le pasaba. Pero ganamos. Y desde entonces, cada vez que comía fideos yo tenía que cortarlos y él cagarme a pedos”. Locuras de futbolistas. “Hasta las entradas en calor repetíamos. Uno se aferra a esas cosas a medida que pasan las fechas; no queríamos modificar nada”, acota Almandoz.

Tras aquella caída contra River, se volvió a la buena senda. Victorias seguidas ante Newell’s, Gimnasia, Racing y Platense. Empate ante Deportivo Mandiyú y de nuevo triunfo y goleada a Talleres de Córdoba. Luego igualdades ante Lanús y San Lorenzo y otra vez victoria frente a Argentinos. En la antepenúltima, caída ante Central (con lesión de Asad incluida), en Liniers. Quedaban entonces dos partidos: ante Estudiantes, en La Plata, y en el Amalfitani frente a Independiente, el que daba pelea.

Ahí se da el siguiente diálogo:

-Cuando le ganamos a Platense, 2 a 1, empezamos a convencernos de que podíamos ser campeones. Después, con Argentinos y Central, tuvimos una gran actuación (Asad).

-Intimamente sabía que íbamos a sufrir. Y la historia aquella de caerse sobre el final, como le solía pasar a Vélez, volvió a tener su peso cuando perdimos contra Central (Gómez).

-Lo bueno fue que el grupo nunca se cayó. Estaba convencido de que se podía (Almandoz).

-Había señales (Asad).

-¡Estaba el celular (de Dios) a full! Ja, ja (Gómez).

-La virtud fue que nunca, jamás, bajamos los brazos (Almandoz).

-Ese Vélez tenía un don especial. A veces las cosas no se dan, pero en este caso, al ir consiguiendo triunfos, uno se fortalecía y el grupo lo notaba. Al principio se decía que íbamos a durar tres partidos, seis fechas… pero ganábamos y nos dábamos cuenta de que estábamos fuertes y que se podía dar. Bianchi dio ese plus de mentalidad ganadora que necesitaba el grupo (Flores).

Imagen EL GOL que valió un título y el primero de Chilavert con la camiseta de Vélez: de penal, a Estudiantes, con Yerno yendo al otro lado.
EL GOL que valió un título y el primero de Chilavert con la camiseta de Vélez: de penal, a Estudiantes, con Yerno yendo al otro lado.
EL MARTES DEL TiTULO
La fría noche del martes 8 de junio de 1993 fue la de la consagración. Faltaban dos fechas. Vélez visitaba a la tarde a Estudiantes y después el escolta, Independiente, recibía a Belgrano. Había que esperar este resultado; además, en la última jornada se enfrentaban los dos aspirantes el título. En La Plata los de Liniers terminaron 1-1. Era la primera vez que Chilavert hacía un gol con la camiseta velezana. Fue de penal, con un zurdazo cruzado a Yorno a los 30 minutos del segundo tiempo. Significaba la victoria momentánea y la ilusión del campeonato. Diez minutos después, París anotaría la igualdad. Esa vez los titulares fueron Chilavert; Almandoz, Pellegrino, Sotomayor, Cardozo (lesionado, lo reemplazó Ramos a los 44 minutos del segundo tiempo); Basualdo, Gómez, Bassedas, Pico (luego ingresó Compagnucci); Flores y Esteban González.

“Aquel día lo recuerdo perfectamente. No lo olvido más. Fue una de las tardes más frías de aquel año. Empatamos el partido y teníamos que esperar el resultado de Independiente, que jugaba más tarde. Cuando nos empató Estudiantes y terminó, ya festejábamos como si fuésemos campeones, aún sabiendo que todavía faltaba ese partido”, evoca el Turu. Y enseguida se prende el diálogo cargado de nostalgia.
-Yo estuve internado por una lesión. Pasé adentro las noches del sábado y del domingo, después de jugar contra Central (Asad).

-Llegamos amargados porque nos había empatado Estudiantes y fuimos a sufrir con la radio al hotel Conquistador (Gómez).

-Tenía una fe tremenda en que íbamos a ser campeones antes del final. Era algo muy interno. Recuerdo que caminaba por el hotel y llegaba cada vez más gente (Almandoz).

-No sé por qué festejamos entre nosotros por anticipado. Creo que la fe pudo más que la certeza. Hoy, si lo analizás, tenés que tener cautela, pero… (Flores).

-Aparte, Belgrano venía dando algún batacazo. Entonces podía ganarle a Independiente (Asad).

-Nos merecíamos ese título. Esa noche fue inolvidable (Almandoz).

-Cuando fuimos campeones nos preguntábamos “¿qué hacemos ahora?”: no estábamos acostumbrados a festejar. Después aprendimos ja, ja (Gómez).

-Salí del hotel sin saber cómo había terminado el partido y ya empezaban a llegar algunos hinchas… (Asad).

-De ahí nos fuimos al Obelisco y estábamos casi solos (Gómez).

-Dábamos la vuelta solos, hasta que empezó a llegar más gente. Y nos fuimos para la cancha (Almandoz).

-¡El frío que nos comimos esa noche! (Gómez).

Luego del empate del Rojo, llegó el merecido festejo. Y con la celebración consumada y los ánimos más calmos, llegaría el tiempo del balance. Pasarían los años, quedarían los recuerdos.

-Carlos dejó una enseñanza importante: apostar por los jugadores del club, no pedir refuerzos y jugarse por nosotros. Fue un cambio de mentalidad el que impuso (Gómez).

-Y todo lo que decía en las prácticas se daba luego en los partidos. Entonces se veían los resultados. Hoy entendemos que es fundamental convencer al jugador. Bianchi era un tipo simple, de pocas palabras, pero con claridad. Aquel Clausura fue el campeonato más importante, más allá de los títulos internacionales, porque le quitó una presión al club y marcó un camino (Almandoz).

-Nos decía que tratemos de imitar al Milan, que ganaba todo. Nosotros pensábamos que era una locura (Asad).

-Desde entonces el club empezó a ser reconocido internacionalmente. Sin ese primer torneo no se hubiese logrado lo que vino después (Almandoz).

-Claro: fue el punto de partida (Gómez).

-Fue la piedra fundamental (Almandoz).

-Hoy vas al interior y ves chicos con la camiseta de Vélez. Antes eso era impensado (Gómez).

-¿Recuerdan qué les dijo Bianchi tras haberse consagrado campeones?

-Que el desafío era mantenernos. Que no nos aburguesemos (Gómez).

-Pero nos hamburguesamos ja, ja –bromea, cuándo no, el Turco, entre carcajadas, mientras acaricia su prominente abdomen. A su lado, los demás le celebran la ocurrencia.

Y claro, si pasaron apenas veinte años.


Llegué de casualidad
Por José Luis Chilavert*

Mi llegada a Vélez se dio un poco de casualidad. Yo me había cruzado al profe Weber cuando jugaba en Zaragoza y quedamos en que nos íbamos a ver cuando pasara por Buenos Aires. Eso hice y, como no existían los celulares y no tenía su teléfono, se me ocurrió llamar a Vélez, porque el profe estaba trabajando ahí. Justo me atendió Raúl Gámez, que era dirigente del club con Ricardo Petracca. Fue el destino, porque ahí mismo Gámez me invitó a que me sumara al club. Yo le contesté que al otro día me iba a Paraguay y que tenía varias ofertas. “¿Dónde estás? Bueno, en una hora vamos para allá y nos tomamos un café”, la siguió y me dejó sin palabras. Me convencieron para jugar por 6 meses y yo puse una opción. Y al final me quedé por nueve años. Cuando llegué, en 1992, declaré que lo hacía para salir campeón. Se me mataban de risa. Claro, Vélez sólo había ganado un campeonato en su historia y siempre se caía al final en los torneos. Después vieron que no mentía.

Mi primer gol con esta camiseta terminó valiendo un campeonato, el Clausura 93. Fue contra Estudiantes, en su vieja cancha, de penal. El campo de juego estaba muy embarrado, así que ni lo dudé: le pegué el zurdazo fuerte y cruzado, Yorno se tiró para el otro lado y entró. Los tiros libres los empecé a patear al año siguiente. Si le preguntan a cualquier arquero, te va a decir que le encantaría convertir. Es lo máximo. Los arqueros estamos podridos de que nos metan goles, meter uno es como un desahogo. Además, muchas veces me puse en la mente de un arquero que tiene enfrente a un colega que sabe pegarle bien al balón. Se siente incómodo, piensa: “Este hijo de su madre me va a cargar si mete el gol”. En esos tiempos yo volvía a mi casa a las dos de la tarde y mi señora me preguntaba si había estado de joda. Yo le contestaba que me quedaba una hora practicando tiros libres. No sé si me creía pero mi mejor defensa era lo que hacía el domingo en la cancha. Bianchi me veía practicando siempre después de los entrenamientos y por eso tomó la decisión de mandarme a patear. Es el ejemplo para los jóvenes: con trabajo todo se puede. La verdad, llegué de casualidad y tuve mucha suerte, porque Vélez es una institución modelo, es como la Casa Blanca.

*Arquero de Vélez en 1992-2000 y 2004.

Por Alejandro Duchini. Fotos: Jorge Dominelli y Archivo El Gráfico