Las Entrevistas de El Gráfico

Nacho González, en primera persona

Jugó en Racing, Newell's, Las Palmas, Pachuca, Estudiantes, Nueva Chicago, Arsenal y la Selección. Hoy entrena arqueros.

Por Martín Estévez ·

12 de mayo de 2013
  Nota publicada en la edición de mayo de 2013 de El Gráfico

Imagen NACHO con el Cilindro de fondo. En Racing, donde jugó 154 partidos e hizo ocho goles de penal, hoy es entrenador de arqueros.
NACHO con el Cilindro de fondo. En Racing, donde jugó 154 partidos e hizo ocho goles de penal, hoy es entrenador de arqueros.
SOY ARQUERO porque me convencieron. De chico iba a ver a Arsenal, donde jugué al baby como delantero desde los 10 años, pero me insistieron para probarme como arquero en cancha de 11 y quedé. Cuando terminé 7° grado dejé Arsenal. A mediados de 2° año apareció la posibilidad de probarme en Racing. Vine un lunes, pero sólo hacían entrenamiento físico. “Vení mañana”, me dijeron. Fui el martes y llovió. “Vení mañana”, me dijeron de nuevo. El miércoles me quedé sentado en una tribunita y no me animé a preguntar adónde tenía que ir. Me vieron cuando terminó la práctica. “Vení mañana”, me dijeron. Fui el jueves, hicimos fútbol, me pelotearon y quedé.

MI PRIMER VIAJE EN AVION fue increíble. Había quedado en Racing y dos meses después hicieron una preselección para que 30 chicos viajaran a un torneo en Francia. Y lo emboqué. Hay fotos de mi cara en el aeropuerto, era una emoción que no podía explicar. De la categoría 71 llegaron a Primera Alejandro Allegue, Juan José Distéfano y el Negro Jorge Alfonso, con el que soy amigo desde aquellos años. Nosotros jugábamos verdaderamente por el sándwich de mortadela y la coca que nos daban después del partido. Ahora hay jugadores de Novena División que ya tienen contrato, se desvirtuó todo. No es por caerle a los chicos, pero no le dan valor a tener una pensión, una buena cama, un psicólogo.

DORMI UN AÑO CON DIOS. Eso era Goycochea un mes después del Mundial 90, cuando llegó a Racing y compartimos habitación. Antes habíamos hecho una gira larguísima por Africa, una locura. Lechuga Roa se contagió paludismo y quedé como segundo arquero. Cuando me cruzo con Goyco recordamos siempre esa época.

MI DEBUT EN PRIMERA FUE ESPANTOSO. Era tercer o cuarto arquero, mi único entrenamiento en la semana era un poco de peloteo. Fue contra Mandiyú, en Avellaneda. El primer gol de ellos es un pelotazo a espaldas de Reinoso. Salgo afuera del área, no sé a qué, choco con él, la pelota queda sola, viene uno y la empuja. Perdimos 3-2 y recuerdo dos cosas. Una, ir a buscar la pelota adentro del arco y escuchar: “¡Arquero pelotudo! ¿Para qué salís?”. La otra, irme del vestuario sin que nadie me reconociera pero atrás de Roa, que era el titular. A él le gritaban: “¡Lechuga, que no te echen más, si no tiene que atajar este boludo!”. Subí al auto, donde me esperaban mis viejos, y les dije que no quería atajar más. Cuatro días después jugamos contra River, otra vez de locales. Fui al banco y, a los 10 minutos, Roa se saca el codo. No me olvido más la imagen: Cacho Borelli mirando al banco y haciendo la seña del cambio. Yo sentado, sin los guantes puestos, diciendo que no iba a entrar. “¡Dale, Nacho, dejate de hinchar las pelotas!”, me gritaba el Flaco Zaccanti. “¡No, yo no quiero entrar!”, le decía. Me pusieron los guantes a la fuerza. ¡Unos monstruos! Entré muerto de miedo, pero descolgué el primer centro y agarré confianza.

Imagen EN UN PRODUCCION de El Gráfico, con su pelo largo.
EN UN PRODUCCION de El Gráfico, con su pelo largo.
MI PADRE FUTBOLISTICO fue Della Pica. Desde el 91 estuve sin jugar, y en el 93 ni fui a la pretemporada. Rodolfo, que trabajaba en Reserva, me dijo que tenía que cambiar la imagen, confiar en mí. Cuando tuvo un interinato, me puso de titular en la última fecha del Clausura 93. Yo tenía el pelo largo y la imagen de que no me importaba nada. Una semana después debutábamos en el Torneo Centenario: llegué a la concentración con un corte como el de Pablito Ruiz. Ese fue mi despegue, y mi forma de devolverle a Della Pica su confianza. Otro padre futbolístico fue Carlos Babington. Me puso en un momento clave del Apertura 93 contra Lanús. Un partido después, perdimos 6-0 contra Boca y me dijo: “Quedate tranquilo que mientras esté en Racing, el arquero vas a ser vos”.

CUMPLI MI SUEÑO. A los 15, 16 años, soñaba con atajar un penal sobre la hora. Y me pasó contra Boca, ganando 1-0 con gol de mi amigo el Piojo López, que se despedía, y atajándole el penal a Maradona. Cuando Diego era técnico de Racing, jamás le había atajado ni un tiro libre. A Boca ya le habíamos ganado 6-4, en el partido más importante que jugué; y otro emocionante fue contra Independiente, en el Apertura 95. Me sentía derrotado, perdíamos 2-0, y en el último segundo del descuento, empatamos con golazo del Chelo Delgado. ¡Me puse a llorar de la emoción! El que festejó ese gol no era el arquero de Racing: era un hincha más.

COMETI DOS ERRORES IMPORTANTES. Primero, el cabezazo a un jugador boliviano durante las Eliminatorias para Francia 98. El temperamento me traicionó y lo pagué: por eso no jugué el Mundial. Y, Enzo Noce segundo, entrar en conflicto con la dirigencia de Racing. No cobrábamos nunca, ni los sueldos. Era el capitán y tenía que pelearme todo el tiempo, era desgastante. Dije que pensaba en una transferencia, algunos hinchas lo tomaron mal y me tuve que ir por la ventana.

¡USE LA 10 DE LA SELECCION! Fue un 0-0 contra Ecuador por la Copa América 97. En ese momento, la 10 generaba conflicto y Passarella vio que, por orden alfabético, la 10 le quedaba a un arquero. Eso era ideal para responderles a todos. Daniel se portó bien, porque después de mi error en Bolivia, volvió a convocarme.

Imagen DESCOLGANDO un centro contra River en 1991, el día que no quería entrar a jugar.
DESCOLGANDO un centro contra River en 1991, el día que no quería entrar a jugar.
ME SALVO LA HUMILDAD. De Racing pasé a Newell’s, y de ahí a Las Palmas, pero no me ponían ni de suplente. Hasta jugué un amistoso en una cancha de tierra. En serio: tierra con piedritas. Volvía en el micro y se me caían las lágrimas. Hacía un año jugaba las Eliminatorias y ahora, en cancha de tierra. De España fui a México y estuve un año en Pachuca, que salió campeón por primera vez. Retorné a Las Palmas y nadie me quería. Volví a ser el Nacho que llegó con el bolsito por primera vez a Racing. Me propuse luchar por un lugar en el plantel y lo logré. El DT, que era croata, me dio la titularidad a las pocas fechas y hasta me pidió que pateara los penales en un partido clave para no descender: hice dos en un 3-3 contra Osasuna.

ME PELEE CON UN COMPAÑERO. Contra Celta de Vigo, salgo jugando con el croata Jarni, que se da vuelta, y casi nos hacen un gol. Nos puteamos durante el primer tiempo y la seguimos en el vestuario. Se mete Vinny Samways, un volante inglés, le digo “vos callate” y se me viene encima. Cobró él, cobró el croata y hasta el ayudante de campo. El técnico nos sacó a los dos para el segundo tiempo. Afuera el 5 y el arquero; la gente no entendía nada.

MI CARRERA TERMINO, pero seguí jugando. Surgió un problema con mi pasaporte y tuve que irme de Europa. Ahí, entre comillas, se terminó mi carrera. Volví a los 31 años en Estudiantes, pero no pude asimilarlo. Veía fútbol español por televisión y me hacía mal. Pasé por Nueva Chicago, en 2004 no jugué, en 2005 me fui a Unión Española de Chile, donde le pegué una trompada a un árbitro y tuve que volverme. Pensaba retirarme en Arsenal, en 2006, pero después de eso me llamó el presidente de Las Palmas para pedirme que me retirara ahí.

DISFRUTO DE MI NUEVA FUNCION. En 2010 volví a la Argentina y llevé a mi hijo Alan, que ataja, a probarse a Lanús. Estaba Enzo Noce como entrenador de arqueros de inferiores, y me preguntó si no quería reemplazarlo, porque iba a sumarse al cuerpo técnico de Luis Zubeldía. Estuve todo el 2011 en Lanús, terminó el contrato y me fui de vacaciones. Un día vi en el diario que en Racing iba a asumir Basile y que yo iba a ser el entrenador de arqueros. ¡Y con el Coco hacía mil años que no hablaba! Y acá estoy, en el lugar que quiero. Cada tanto pongo un video con mis atajadas y mis hijos se quejan: “¡Otra vez lo mismo!”, me dicen. Pero, aunque como jugador tenga que vivir de los recuerdos, hoy puedo decir que soy feliz.

Por Martín Estévez. Foto: Hernán Pepe