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¿Qué piensa Bianchi?

Transcurridos tres meses de su tercer ciclo en Boca, el equipo está estancado en un nivel alarmante. Al DT lo preocupan las reiteradas derrotas y el mal desempeño de muchos de sus dirigidos. Un análisis para intentar responder la pregunta del título.

Por Redacción EG ·

16 de abril de 2013
Imagen PENSATIVO EL VIRREY: Gonza Rodríguez, autor del dibujo, se adelantó al tiempo. Esa caricatura, publicada en la edición de enero de El Gráfico, bien podría servir como imagen actual.
PENSATIVO EL VIRREY: Gonza Rodríguez, autor del dibujo, se adelantó al tiempo. Esa caricatura, publicada en la edición de enero de El Gráfico, bien podría servir como imagen actual.
¿Qué piensa Carlos Bianchi en relación a su Boca? A este Boca, afiebrado y débil, que abona partido tras partido la teoría de su propio mal. Cada vez que habla con la prensa, el DT descubre los bordes de esos pensamientos. Transitar sus declaraciones es un método adecuado para intentar dar con una respuesta. Hurgar sus reales posturas en el interlineado de cada frase, un atajo. ¿Qué dijo Bianchi, entonces, desde que volvió a ocupar el banco de Boca? Su frase de cabecera tras cada partido: “Sabemos que tenemos que mejorar”. Habló mucho de estilos: dejó en claro que pretende imponer uno diferente al que el equipo había asumido con el entrenador anterior, y sugirió la presencia en el plantel de algunos futbolistas cuyos estilos no concuerdan con el de Boca. Priorizó la tarea de sus defensores, obligados a adelantarse y asumir riesgos presionando más arriba...

Boca- al menos lo que exhibió el equipo en lo que va del semestre- es inocente para defender y apático para atacar. Cuando las críticas llovían exclusivamente sobre la defensa, saltó Riquelme y tradujo. Dijo que una defensa tan expuesta como la de este Boca revela las flaquezas del mediocampo y la delantera. También Riquelme fue el que descubrió, a su regreso, cuando se adueñó de inmediato del timonel del equipo, el mal nivel de muchos de sus compañeros. Esa entrega casi desesperada a las virtudes de un solo futbolista, que volvía de un retiro sietemesino, cuyo socorro se sostenía por promesas del pasado, fue un alivio y una alarma. Alivio porque su presencia modifica, por ahora levemente, los rasgos del equipo. Su concepto estilista para jugar a la pelota pule tosquedades y disciplina al resto. No es casual que las mejores versiones de la defensa, y del resto del equipo en general, se hayan visto con Riquelme en cancha (Ambos partidos con Nacional y con Lanús). Sus riesgos de ausencia, entonces, son una alarma.

¿Será que el entrenador está mostrando los argumentos, sus argumentos, para pasar la escoba a mitad de año y reorganizar el plantel? El mismo se los dijo a sus dirigidos: ninguno de los que emigren después de esta temporada podrá quejarse por falta de oportunidades. Varios de los que abandonarán el club, hoy son parte activa del equipo. Sus presencias desdibujadas justifican desde ahora las decisiones que, se presume, tomará Bianchi dentro de algunos meses.

¿Se lamentará por ese Boca que tenía en mente y que no pudo concretar? Hay un argumento ideal para los bianchistas: la defensa actual no es la que proyectaba el entrenador cuando asumió en el verano. A Rolando Schiavi, sabía Bianchi, había que buscarle un reemplazante que estuviera a su altura, un cacique con nivel copero y sólidas credenciales. El primer intento fue repatriar al Cata Díaz, ganador de la Libertadores 2007 en el recordado equipo de Miguel Russo. Cuando la ilusión crecía, cuando su representante había manifestado el deseo del futbolista de volver al país, por pedido del Cholo Simeone, entrenador del Atlético, la operación fue abortada. Asomó el nombre de Paulo Da Silva, central paraguayo de largo recorrido con su selección: duro, tiempista, cabeceador, el arquetipo del defensor xeneize. También el jugador se postuló para vestir los colores de Boca, también hubo un DT, en este caso el de Pachuca, en concordancia con la dirigencia del club mexicano, que lo declaró intransferible.

¿Confiará en que el mal tiempo sea simplemente una tormenta pasajera? Nada más paradójico que el fútbol. Leandro Paredes y Guillermo Fernández, junto a Cristian Erbes, fueron los reflejos más saludables del equipo durante la agonía del ciclo de Falcioni. A contramano de los vaticinios populares, en estos primeros meses del tercer virreinato se estancaron como mosca en agua vieja. Ni el técnico más exitoso de la historia del club, especialista en capitalizar lo mejor de cada futbolista, sobre todo los jóvenes, ni la presencia de Riquelme resultaron combustible para las joyitas de inferiores. En fútbol, en el fútbol argentino al menos, casi siempre que no sale lo planeado queda la alternativa de entregarse a los pibes, tal como lo hizo Falcioni en el Torneo Inicial desde el empate 2 a 2 frente a River en adelante. Difícil postular hoy esa misma salida. Excepto Erbes, casi ninguno de los más jóvenes se presenta como solución, de acuerdo al objetivo continental que emprende el equipo y que requiere de experiencia.

Improvisar un cuestionario para Bianchi quizá resulte una tarea innecesaria. Al DT le llueven preguntas partido a partido. Y las referencias de su equipo casi siempre son hacia abajo. Después de la derrota 6 a 1 frente a San Martín de San Juan, otra vez Riquelme, se repitió la esperanzadora autocrítica del peor que esto no podemos jugar. A la brújula de Boca le falta el opuesto del infierno; ¿acaso hay un partido que sirva como ejemplo de aspiraciones?

Hay algo que distingue a Bianchi, y que resalta en estos tiempos de euforia y dramatismo: su aparente calma. Es como si todos sus años de ganador le hubieran suavizado el temple. Porque más allá de algún entredicho con la prensa, más allá de que su crédito incuestionable facilita la tranquilidad, mostró siempre ese carácter sosegado de viejo sabio, ese fuego de callada perseverancia, como si supiera que más temprano que tarde el panorama cambiará. Acaso Bianchi esté pensando en ese tiempo por venir.