(sin categoría)

Mariano Echeverría: nunca es tarde

Debutó en la A a los 28 años, después de curtirse en la segunda de Honduras y en el Argentino B. Especie exótica, eligió el estudio cuando lo buscó Independiente y prefirió disputar la Copa con Tigre antes que pasar a San Lorenzo. A fin de año se recibe de técnico aunque intuye que ahora quizás sí se acerca la hora de jugar en un grande.

Por Redacción EG ·

14 de abril de 2013
   Nota publicada en la edición de abril de 2013 de El Gráfico

Imagen CON SU HIJO mayor, Galo, en el jardín de su edificio. También tiene mellizas de dos años. Patas largas para llegar bien alto.
CON SU HIJO mayor, Galo, en el jardín de su edificio. También tiene mellizas de dos años. Patas largas para llegar bien alto.
-Hola, mi amor, hay una sorpresa importante.

-¿Está todo bien?
-Sí, están bien. Las dos están bien.

El futbolista, al menos el que integra la elite, lleva una vida repleta de privilegios. Aunque también le puede pasar que su mujer lo saque con una bomba de la siesta en la concentración del club porque tuvo que ir sola al primer control de embarazo. Y que, entonces, se termine enterando por teléfono de que la cigüeña trae dos y no uno. También le puede pasar que necesite adelantar un día el festejo del cumpleaños de ambas (supersticiosos, abstenerse) porque mañana ya debe estar otra vez encerrado en el hotel con sus compañeros esperando el próximo partido.

Aquí está hoy Mariano Raúl Echeverría, marplatense de casi 32 años, en un barcito de la esquina de su departamento, en Palermo, “una lágrima para mí está bien”, generoso para relatar con lujo de detalles su recorrido inverosímil por el fútbol que lo depositó recién a los 28 años en la máxima categoría, pero un poquito apurado también porque en unas horas llegarán los invitados para el cumple N° 2 de Catalina y Juana, que cumplen mañana pero que festejan hoy, porque la vida del futbolista, a veces, tiene estas cosas.

“Fue un shock enterarme así que venían las melli, pero nos encontró en un buen momento en todo sentido: en lo laboral, en lo familiar, después de viajar por tantos lugares. Si me hubiera agarrado en Honduras o en Mendoza, ponele, cuando la peleaba a pulmón, no sé, habría sido otra cosa. Ahora disfrutamos algo que en otro momento hubiera sido un caos”.

Pelearla a pulmón. Ahí está la clave, el pretexto para empezar a deshojar su bitácora de viaje.

Imagen OTRA VEZ convirtiendo un gol decisivo: ante Millonarios en Bogotá, para conseguir el pasaje histórico a la final de la Sudamericana con Tigre.
OTRA VEZ convirtiendo un gol decisivo: ante Millonarios en Bogotá, para conseguir el pasaje histórico a la final de la Sudamericana con Tigre.
A CONTRAMANO
El Flaco Echeverría es flaco. Muy flaco. Baja de su departamento en bermudas y ojotas, como si anduviera por San Sebastián, en La Perla, su playa de toda la vida. Un sello bien marplatense. Es alto también el Flaco Echeverría. Muy alto. A su mamá le pedían el documento cada vez que jugaba en infantiles porque le sacaba una cabeza al resto.

Mar del Plata fuera de temporada no reluce como en verano. “Lo máximo que sufrimos es el clima, todo se hace con mucho frío, mucho viento, y siempre húmedo por el rocío permanente”, se queja y a la vez destaca las bondades de trabajar un par de meses para tirar el resto del año. Fue repositor de Carrefour, sector juguetería (arriba llegaba de taquito) y cartero. Hacía el reparto en motito.

A los 7 años entró en Independiente de su ciudad, donde fue compañero de Diego Villar, que todavía no usaba barba, y de Facundo Oreja, hoy en Gimnasia. A los 17 terminó el colegio y tuvo la chance de ir a su homónimo de Avellaneda, con el que existía un convenio, junto a tres compañeros. Bochini lo vio y subió el pulgar, pero el Flaco hizo todo lo contrario de lo que hubiera hecho cualquier chico de su edad y privilegió el estudio. Los otros tres se fueron, incluso Juan Santamaría llegaría a ser tercer arquero del Rojo. Rarísimo. “No veía al fútbol como algo profesional, sino como un complemento del estudio”, explica.

Se metió en el profesorado de educación física, pero cuando le faltaba el último de los 4 años, la cabeza le hizo un clic. Una empresa italiana lo seleccionó para pulirlo y potenciarlo. “Me insistieron en que tenía buen nivel para vivir del fútbol y nos ofrecieron ir a jugar a la B de Honduras. No podía quedarme con la duda. La duda nunca me acompañó, y enfilamos para Tegucigalpa con un amigo”, evoca. ¿El club? Municipal Valencia. ¿El sueldo? 500 dólares por mes, más casa y comida. Claro, estamos en 2002 y Argentina no ofrece perspectivas de futuro. ¿Vivencias? Miles.

“Recorrimos el país en micro. Honduras es muy pobre, pero las canchas explotaban; la gente, muy apasionada. De repente te encontrabas con una alcantarilla dentro de la cancha o lo que le pasó a un compañero: se tiró a barrer una pelota al costado y la línea estaba marcada con cal viva. Se quemó todo”.
¿Otra? “En Centroamérica, el agua es un bien incalculable. Me daban 3 horas al mediodía y 3 a la noche, sólo para bañarme o lavar la ropa, no era potable. Después, cortaban. Y yo era un privilegiado, a algunos compañeros les daban agua sólo una vez por semana”.

¿Más? “Bora Milutinovic firmó para la Selección y un día me lo crucé en un shopping. Me invitó a tomar un café. Estaba con Carolina, mi mujer, y no le di opción. Le dije: ‘este es un personaje para conocer’. Estuvimos tres horas. Primero me contó que me había visto y le interesaba nacionalizarme. Después, agarró la bolsita de un CD que había comprado, la rompió en pedacitos y empezó a mostrarme sus movimientos. Bora es un libro de fútbol. Al final se terminó yendo por los cuestionamientos de la prensa y todo quedó en la nada”.

Con Municipal Valencia concretó su primer ascenso (luego vendrían dos más) y su cotización comenzó a subir: “Cada 6 meses me aumentaban el sueldo porque siempre había algún club que me pedía. El último año habré terminado en 1200 dólares”. Tampoco era para ir a festejar al Obelisco.

-¿Es una ciudad complicada Tegucigalpa?
-Nunca en tres años tuve un hecho de inseguridad –responde, antes de entregar un pensamiento muy lúcido–; igual siempre digo lo mismo: para los jugadores va todo atado al rendimiento. Si vas a un lugar horrible y el trabajo te hace crecer, el lugar te va a parecer hermoso y no te importa el clima ni nada. Si vas a París y no jugás, te va a parecer horrible, lo ves de manera negativa.

Imagen CON DEPORTIVO Maipú ascendió al Argentino A y de ahí saltó a Chacarita.
CON DEPORTIVO Maipú ascendió al Argentino A y de ahí saltó a Chacarita.
SUBIR LA VARA
Promediando su tercer año en Honduras, llegó a pensar que su carrera se desarrollaría íntegramente en Centroamérica. Pero le hablaron de Azerbaiyán y hacia allí viajó. Otra vez a orillas del mar (Bakú, sobre el Caspio). Cuando notó que el hijo del técnico llevaba a otros extranjeros en el auto, comprendió que se le iba a complicar quedar dentro del cupo permitido de foráneos. Acertó.

Con casi todos los libros de pases cerrados en la Argentina, firmó por Atlético Villa Atuel, de San Rafael, Mendoza, para no parar seis meses. Argentino B. “Me la jugué a empezar de cero otra vez”, resalta. Una cancha para 5 mil personas y un filtro de 30 partidos para disputar la final. Vivía arriba de un colectivo, había viajes de 20 horas. Llegaron a la final contra Central Norte de Salta y la perdieron.

Continuó en Mendoza. La temporada siguiente jugó en Luján de Cuyo y luego fichó por Deportivo Maipú, un equipo fuerte de la provincia, con el objetivo de subir al Argentino A. Y lo consiguió tras vencer a Alvarado, en la final disputada en el estadio Mundialista de su ciudad, con su familia en las tribunas. De Mar del Plata, viaje directo a Mendoza y distinción como ciudadano ilustre. Todavía hoy, cuando viaja con Tigre a enfrentar a Godoy Cruz, hinchas del Botellero le mandan cajas de vino como agradecimiento, y ya que estamos, para motivarlo con una victoria.

Chacarita no dudó en contratarlo, repitiendo la apuesta que tan buenos resultados le había dado con el Chavo Alustiza, rescatado también del Argentino, donde jugaba para Ramón Santamarina de Tandil. Al debutar en el Nacional B con una camiseta pesada, muchos comenzaron a preguntarse quién era ese “pibe”. Se ríe el Flaco: “Es cómico cuando no te conoce nadie y creen que sos un pibe, pero yo ya tenía 27 años y 300 partidos encima”.

Imaginó que en su estreno iría sumando minutos de a poco, que alternaría, pero Pedro Monzón, que algo de defensores centrales sabía, le dio la pechera titular en la primera práctica y le ordenó: “No me la devuelvas más”. El Flaco, obediente, se lo tomó al pie de la letra: terminó siendo el que más partidos jugó de todo el campeonato, 36 de 38.

-Siempre fui un agradecido a los técnicos que tuve. El Moncho pasaba por al lado y me decía: “Escuchame que estos son conceptos de Selección”. Lo decía en chiste, pero yo me lo tomaba en serio. Me enseñó mucho.

-¿Qué cosas puntuales?
-Te digo una: cuando te desbordan por izquierda y están por tirar un centro, tenía que sacarle una foto al que te pasaba por la derecha. Es una milésima de segundo que relojeás y volvés a la pelota, vos tenés que saber qué pasa a tu espalda, cuál es el mapa, el contexto, no debe ir toda la atención a la pelota. Ese consejo me ayudó a anticiparme muchas veces a la jugada, a tener lectura de juego.

Imagen CON RASTAS, en Honduras.
CON RASTAS, en Honduras.
La yapa de una temporada ideal se cerró con el campeonato, ya con el Ruso Zielinski como entrenador. Encima metió el gol que valió el ascenso. Y en el último minuto. Mejor, imposible. A los 28 años, al fin, Mariano Echeverría supo lo que era jugar un partido en la máxima categoría del fútbol argentino. Nunca es tarde para atrapar sueños lejanos.

-¿Llegaste a pensar que no se te iba a dar nunca?
-¿Sabés qué era lo que me hacía ruido? Que todos los que me cruzaban me decían: “Vos tenés nivel para estar más arriba”, pero la verdad es que nadie me llamaba. Nunca planifiqué las cosas, se fueron dando. Eso sí: en el lugar donde estuviera, siempre me propuse ser el mejor, nunca me gustó ser uno más. En Mar del Plata, en Honduras, en Mendoza, apuntando siempre a estar el año siguiente un escaloncito más arriba del que me encontraba. Y siempre subiendo un poco la vara. ¿Estaré para el Nacional B? ¿Seré capaz de jugar en la A? ¿Tendré condiciones para destacarme a nivel internacional? Esos objetivos actuaron como motivación. Llegar tan grande me dio una lección también: yo cuido mi lugar cada día como si fuese el último. En el fútbol y en la vida.

OBJETIVOS CLAROS
Con la camiseta de Chaca en la A se mostró ante el gran público, aunque no pudo evitar el descenso con un equipo que tenía a Lisandro López, Facundo Parra, el Chavo Alustiza, Cachete Morales y los hermanos Crosa. Su estreno en la red en su primer campeonato en la A fue una obra digna de Messi. Apertura 09, contra Huracán, 24 de octubre: cortó en su área un pase de Bolatti, corrió 70 metros con el balón mientras se sacaba de encima a Eduardo Domínguez con un caño y a otro rival con un pique, antes de definir cruzado arriba, casi al ángulo. Al torneo siguiente le clavó un doblete a Tigre. Y fue Tigre, que no confraterniza con Chaca precisamente, el que lo compró en 2010.

-En un primer momento hubo reticencia. Me ayudó llegar con Cachete Morales, pero igual sabíamos que ante la mala, las primeras puteadas iban a venir para nosotros. Por suerte no se dio.

-Hoy ya se olvidaron.
-Más vale.

-¿En cuál de los dos clubes te sentís más querido?
-En los dos, salvo para los talibanes, claro. Me reconocen lo deportivo. La gente de Chaca, que sufrió tantos años en el ascenso, recuerda que quedé en la historia por meter el gol del ascenso. Me siguen pidiendo que vuelva. En Tigre me respetaron siempre y encontré un club ideal. Por su gente, porque la cancha está puesta en un lugar increíble para que la familia venga a disfrutar, y porque es una institución que respeta a los ídolos. Blengio se fue a Gimnasia, pero antes lo hicieron firmar por dos años y después del préstamo regresa. Galmarini está hace mil años, Islas fue igual, el Chino Luna. El jugador valora estas cosas.

-¿Por qué rechazaste la propuesta de San Lorenzo el año pasado?
-Primero, porque siempre me gustó respetar los contratos, y me quedaba uno en Tigre. Segundo: venía de una campaña histórica, entramos a la Sudamericana y quería disputarla después de tanto sacrificio. Me tomé dos días, lo pensé y decidí privilegiar lo deportivo a lo económico, porque la oferta de San Lorenzo era superior a lo que cobraba.

-¿Es más duro pelear por no bajar que por subir?
-Sin dudas, la lucha porque las cosas no salgan mal es lo más desgastante. Aparte no se disfruta, porque lo lográs y ¿qué te queda? El sabor a que no te fue mal. Cuando salís campeón, te queda la marca, la estrellita. Fue durísimo, un desgaste terrible. Sabíamos que teníamos que hacer algo heorico. Estuvimos 37 fechas en descenso directo y salimos, hasta de la promoción, en la 38. ¿Vos te das cuenta? Era muy difícil trabajar mentalmente el hecho de saber que cada resultado no lo podías valorar ese día, sino recién al final. Había que ser muy obstinado para decir: ganamos, pero no sirve, ganamos, pero no sirve. La noche de la salvación fue la que más descansé en los últimos 10 años.

Imagen MOMENTO que Echeverría guardará por siempre en su corazón: único partido en la Selección, con Maradona de técnico y en Mar del Plata; 2-1 a Jamaica.
MOMENTO que Echeverría guardará por siempre en su corazón: único partido en la Selección, con Maradona de técnico y en Mar del Plata; 2-1 a Jamaica.
-Como cuando jugaste en la Selección...
-Uhhhh, esa fue de película. Fui el 2 titular de la Selección contra Jamaica, con Maradona de técnico y encima en Mar del Plata. Ese partido fue el 10 de febrero del 2010. Pensá que un año y medio atrás yo estaba jugando la final del Argentino B en ese estadio. De una cuarta categoría a la Selección, en un año y medio. Si te lo cuentan, no lo creés. Ese día me desperté decidido a disfrutarlo. Fui el único jugador que bajó a desayunar, estaban Maradona, Bilardo, Grondona, los utileros, el masajista, toda esta gente que acompaña y te hace sentir un jugador de Selección. Traté de mirar como una tercera persona desde afuera.

-¿Y qué viste?
-Tengo la imagen de verme frente al espejo antes de entrar a la cancha como el 2 de la Selección. Diego me dijo: “Flaco, con esta camiseta no hay partidos amistosos, son todas finales del mundo... así que cuando vayas al cruce, a los negritos les tirás en el pecho, ¡eh!”. Son esas frases que te quedan de por vida. ¿Sabés cómo iba a las divididas? En una fui al costado y no se la puse en el pecho, un poquito más abajo nomás, los pies se los dejé.

-Lo pidió Diego.
-Claro, lo pidió Diego, había que cumplirle (risas).
-
¿Tenés todavía alguna esperanza de Selección?
-Todo jugador la tiene hasta el último momento. La Selección se ha hecho mucho más terrenal para los que jugamos acá y en ligas que antes no se le daban valor. Eso es bueno: todos los jugadores ahora saben que hay alguien que los está mirando y al mismo tiempo el que antes estaba relajado hoy tiene una lupa mucho más grande encima.

-¿A mitad de año te vas a un grande?
-Todavía no me lo planteé. En este tiempo se habló de River y Boca, pero no quiero salirme del objetivo. Obvio que la idea de pasar a un grande siempre está, ojalá se pueda dar para seguir creciendo.

Seguir creciendo. El lema del Flaco Echeverría se mantiene a ritmo constante y sostenido. Con sus tiempos. Si recién a los 28 años llegó a Primera, todavía le queda cuerda. Igual, a fin de año termina el curso de entrenador, aspira a hacer lo mismo con el añito que le queda de profesorado de educación física, maneja conceptos de psicología deportiva...

“Y bueno, hay que alimentar a las mellizas”, se despide y se va corriendo a festejar el cumple, que mañana hay que concentrar.

HOJA DE RUTA
1981
Nace en Mar del Plata el 27 de mayo. A los 7 años arranca en Independiente de su ciudad y comparte equipo con Diego Villar. Trabaja de repositor en un supermerado y de cartero con una motito.

1998
A los 17 termina el colegio con buenas notas, Bochini le echa el ojo y lo invita, junto a tres compañeros, a sumarse a Independiente de Avellaneda. Elige quedarse para estudiar el profesorado de educación física.

2002
Se dedica al fútbol y va a Municipal Valencia (segunda de Honduras) por 500 dólares. Asciende y Bora Milutinovic intenta nacionalizarlo para integrar la Selección. Juega un torneo para San Lorenzo de Mar del Plata.

2005
Le consiguen un lugar en el Olympic Bakú, de Azerbaiyán, pero sobre la hora, el técnico lo deja afuera de la lista. Con todos los mercados cerrados, firma para Villa Atuel, de Mendoza, en el Argentino B.

2008
Tras un año en Villa Atuel y otro en Luján de Cuyo, asciende al Argentino A con Deportivo Maipú, tras vencer a Alvarado en el estadio mundialista de su ciudad. Pasa a Chacarita y debuta a los 27 años en el Nacional B.

2009
Le mete un gol a Platense, y Chaca asciende a la A. Es el que más partidos juega entre todos los planteles. Debuta en la A a los 28 años. Mete un golazo a Huracán llevando la pelota 70 metros y un doblete a Tigre.

2010
Debuta en la Selección de Maradona contra Jamaica en Mar del Plata, en el mismo estadio donde un año y medio antes había disputado una final de la cuarta categoría del fútbol argentino. En junio, Caruso lo lleva a Tigre.

2012
Salvan dos veces a Tigre del descenso (la última, milagrosa). En junio lo pide Caruso para San Lorenzo, pero prefiere quedarse para jugar la Sudamericana. Llega a la final y es elegido en el equipo ideal de la Copa.

Por Diego Borinsky. Fotos: Hernán Pepe y Archivo El Gráfico