Las Entrevistas de El Gráfico

Gabriel Peñalba, bonus de confesiones

El hombre que superó el síndrome Guillain-Barré goza de su profesión como nunca en Tigre. A sus 28 años, habla sobre sus inicios, su posición en la cancha, su espíritu, su incertidumbre al afrontar la enfermedad y temas salpicados que involucran al fútbol.

Por Darío Gurevich ·

26 de marzo de 2013
La nota original salió publicada en la edición de marzo de 2013 de El Gráfico. A continuación, un complemento exclusivo para nuestros lectores web.
Imagen EN ARGENTINA JUGO en Quilmes, Argentinos, Estudiantes y Tigre.
EN ARGENTINA JUGO en Quilmes, Argentinos, Estudiantes y Tigre.

ARRANQUE A jugar en Parque, seguí en Lomas del Mirador y continué en Jorge Newbery, club al que iba antes de mi partido para ver a D’ Alessandro. Andrés ya era el mejor desde aquella época. El baby fútbol me empezó a formar como jugador. La técnica es innata, pero ahí la perfeccionás. A los 10 u 11 años, era hábil, más bajito y hasta más rápido. En ese momento ya comenzaba a definirme como futbolista.

EN CANCHA GRANDE, estuve en Argentinos, San Lorenzo, Morón, Boca y Quilmes. ¿Muchos clubes, no? Las infantiles las hice en Argentinos. Prenovena, Novena (terminó siendo el goleador) y Octava, en San Lorenzo. Pero me fui al terminar el año en Octava porque sólo entraba 25 minutos. Después de tironear bastante, me dieron el pase. Caí en Morón debido a que conocía al entrenador que me había dirigido en Newbery. Más allá de haber jugado un año en el Gallito, no quería ir más por momentos. Gracias a intentar superarme, me probé en Boca y llegué hasta Cuarta. “No te queremos dejar libre, pero sabé que hay cuatro jugadores delante tuyo”, me avisó Jorge Griffa. Y probé suerte en Quilmes, donde al toque debuté en Primera, en marzo de 2005.

¿CENTRAL O ARQUERO? No, volante. Mi altura (1,93 metros) confunde a todos aquellos que no me conocen y se piensan cualquier cosa sobre mi posición en la cancha (risas). Me paré de nueve en la Novena de San Lorenzo y luego el técnico me tiró de enganche en la Octava, porque todos crecían menos yo. ¡Era una ratita! Pegué el estirón a los 17 años, un estirón increíble. No sabés cómo me dolían los huesos.

COMPETITIVO. Eso lo fui siempre en cualquier deporte. Si perdía, me quedaba a practicar un rato más para encontrarle la vuelta. No era una luz en el estudio, al contrario: me considero un vago. De todas maneras, terminé la secundaria.

DEVASTADO. Así estaba mentalmente cuando afronté la enfermedad (el síndrome de Guillain-Barré, trastorno grave que ocurre cuando el sistema inmunitario ataca parte del sistema nervioso por error). Se me vinieron mil cosas a la cabeza. Nunca había tenido nada grave y de golpe, a los 27 años, atravesé una etapa muy complicada. Por suerte, logré salir.
LOS CAMBIOS te pegan en el aspecto mental y viví muchos, junto a mi mujer y a mis hijos, en los últimos siete años. Lo más bravo fue la enfermedad, que la empecé a padecer durante el primer semestre del año pasado, cuando estaba en Argentinos.

EN LA VORAGINE. Así vivía. Era muy ansioso. Mientras me recuperaba, aprendí a bajar decibeles y comencé a valorar otras cosas de la vida. Igual, antes de reaparecer en el fútbol, casi vuelvo a caer en esa vorágine porque soñaba con jugar 40 partidos de un saque. ¡Una locura! “Tranquilo, tratá de jugar uno bien”, me dije. Y, por suerte, así fue.

VOLVI A DEBUTAR, cuando reaparecí en el fútbol en noviembre del año pasado, ante Belgrano en Córdoba. Carlos Mayor, que estaba como entrenador interino en Argentinos, tenía un poco de temor porque no sabía cómo iba a responder. Pero yo estaba con ganas y sin miedos. Por eso, entré y anduve bien.

TATUAJE PRECIADO. Tengo varios, pero éste me gusta mucho. Dice: “La única psicóloga para un futbolista es la redonda Nº 5”. Genial, porque ésa es la realidad.

Imagen EN EL EXTRANJERO JUGO en el FC Lorient, de Francia.
EN EL EXTRANJERO JUGO en el FC Lorient, de Francia.
LA IDENTIDAD DE JUEGO no es fácil de lograr. En Tigre, intentamos atacar jugando bien. Si lo conseguís, todo resultará más fácil.

EL CAÑO PRODUCTIVO. Se produce dentro de una cierta circunstancia, que involucra determinados movimientos. No se trata de pararla, esperar que venga el rival y tirárselo por tirar. Por eso, ya no es una canchereada, sino un recurso del juego.

PASAPORTE COMUNITARIO. Eso es lo que tengo, pero no pienso en irme al exterior. Sólo quiero pelear los campeonatos que nos tocan jugar con Tigre para intentar ganar alguno.

ESA CUOTA AMATEUR conserva el fútbol en las concentraciones. Uno está distendido entre compañeros y la pasa bien al jugar al truco, por ejemplo. Cuando terminamos de entrenarnos, también hay buena onda. Lo importante es trabajar en serio para luego relajarse un rato. Este ambiente es así de lindo. Y si al equipo le va bien, te divertís mucho más, en especial en el fútbol argentino.

GRACIAS AL FUTBOL no sólo viví en Francia y en Italia, sino que también incorporé dos idiomas, como el francés y el italiano. Si los tuviera que estudiar en un instituto, no habría ido.

ESTE DEPORTE es sacrificado. No me fui de viaje de egresados porque tenía que entrenarme. Y de esas, me perdí muchas: cumpleaños de 15 y salidas en general. Mientras mis amigos trasnochaban los fines de semana durante mi adolescencia, yo dormía en casa.

EL FUTBOLISTA se angustia, sufre. Si no estás bien desde lo psicológico, no podés jugar. Si a nosotros nos va mal, nos reprochan el entrenador, los dirigentes, los hinchas y hasta el tipo de la estación de servicio de la esquina, que también es fanático. Entonces, vivís dentro de una mala onda constante y es complicado escaparte. Capaz que en otro trabajo, uno se va a la casa y, por más que le vaya mal, se libera de los problemas de una manera más fácil.

SI TE DEDICAS al fútbol, las cosas saldrán, aunque sea a la larga. Podés jugar bien, regular o mal, y eso es normal, está dentro de los planes. Pero no se puede fallar en dos cuestiones: prepararse correctamente para ser competitivo.

La entrevista completa a Gabriel Peñalba para la sección Confieso que he aprendido aparece en la edición de marzo de 2013 de El Gráfico, que está en todos los kioscos de diarios y revistas.

Darío Gurevich
Twitter: @dariogurevich