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Ultraciclismo: Julián Sanz

Es vasco, tiene 39 años y participa de una nueva modalidad de ciclismo que incluye pedalear 22 horas por día durante 10 jornadas atravesando Estados Unidos de costa a costa. A diferencia del Tour de France, estas carreras no son por etapas y la bici se transforma en cocina, habitación y baño. En todo.

Por Redacción EG ·

14 de febrero de 2013
 Nota publicada en la edición de febrero de 2013 de El Gráfico

Imagen JULIAN SANZ y su bicicleta, que es algo así como su casilla rodante.
JULIAN SANZ y su bicicleta, que es algo así como su casilla rodante.
Pedalear 20 horas o más por día durante 10 días. Recorrer arriba de la bicicleta casi 800 kilómetros en 24 horas en el autódromo mítico de Le Mans. Estas y otras proezas son las que realiza el vasco Julián Sanz, ex triatleta que hoy se destaca en una disciplina con escasa difusión en el mundo y prácticamente desconocida en la Argentina: el ultraciclismo.

Nacido en Ugao (Vizcaya) hace 39 años, Sanz cambió en 2006 el triatlón en distancia de Ironman por su actual especialidad, entrenándose sobre ruedas. “Tenían en común que competían en larga distancia”, comenta Sanz desde Luyando (Alava), el pueblo cercano a Ugao, donde vive. “No era una faceta competitiva, pero sí me atrajo mucho el hecho de recorrer 600 kilómetros en grupo. Era más aventura que competición”, rememora.

A partir de allí, abandonó la disciplina de los tres deportes para abocarse de lleno al ciclismo de largo aliento. En su devenir, cosechó éxitos como el primer puesto en Le Tour Ultime, en Francia, en 2007, considerado el campeonato del mundo de la especialidad. Llegó primero a la meta tras pedalear 4180 kilómetros en 11 días y 17 horas.

Hoy lo obsesiona la Race Across America (RAAM), la carrera ciclística más larga del mundo, con “apenas” 4800 kilómetros. Va de costa a costa de los Estados Unidos. Comienza en Oceanside, entre Los Ángeles y San Diego, y termina en Annapolis, cerca de Washington DC. Sanz ya disputó la RAAM cuatro veces y en 2012 fue 4°, su mejor ubicación. “En este último año hemos conseguido unir la intensidad y ser competitivos para estar un poco más arriba. De hecho, pudimos rebajarle 24 horas al primer año (2008) y 20 horas al mejor tiempo”, comenta quien empleó 10 días, 4 horas y 39 minutos en cumplir la travesía en 2012.

Imagen MANTENERSE despierto en rutas desiertas es un auténtico desafío para la mente.
MANTENERSE despierto en rutas desiertas es un auténtico desafío para la mente.
Hay cuatro grandes categorías en la RAAM: conjuntos de ocho, de cuatro, de dos y corredores individuales. Sanz participa siempre en soledad, aunque cada competidor cuenta con un grupo asistente que lo respalda. “A veces, aunque cuentes con un equipo detrás, pasas por muchos momentos de soledad, aunque tengas la furgoneta justo al lado. Muchos momentos de soledad, de dolor. De mucha dureza en cuanto al recorrido. A mí, que estoy acostumbrado a un recorrido montañoso en el norte de España, atravesar el estado de Kansas, que es muy llano y caluroso, me resulta durísimo psicológicamente. Es muy monótono y además se trata de la mitad de la carrera, entonces es más duro todavía”, confiesa.
Para marcar un buen tiempo en la prueba de América del Norte, el vasco debió ¡pedalear 22 horas y dormir sólo dos! Esos 120 minutos son cruciales en la carrera. En la parte trasera de la camioneta se improvisa una cama para el atleta. Relajarse para descansar tras 22 horas ininterrumpidas arriba de una bici no es nada fácil. “Cuando uno se decide a dormir, ya es difícil conseguir parar todo lo que pasa por tu cabeza. Porque esto es una competición y al final, después de 22 horas, terminar de golpe para dormir es complicado. También uno sabe que si aprovecha esas dos horas, el equipo lo va a despertar. Y va a tener que, o decirles que no ha conseguido dormir y perder otras dos horas, o decir, ‘bueno, he agotado esas dos horas, no he conseguido dormir. Pues venga, adelante y hay que seguir’”, asegura. Julián Sanz afirma que a su cuerpo le lleva tres días pasar de ocho a dos horas de descanso. “En los tres primeros días, el cuerpo no se ha hecho a ese ritmo de sueño y es doloroso. Es un cambio muy grande, pero al cuarto día parece que el cuerpo se adapta”, explica.

Este esfuerzo bestial repercute en distintas partes del cuerpo. “Lo que más duelen son las manos y los pies, las partes que más se inflaman. En la carrera de 2012 hemos insistido mucho en el masaje justo antes de la parada para dormir y así conseguimos que las piernas fueran a mejor muscularmente –explica–. En la boca salen llagas, los labios se queman con el sol y no conseguimos evitar eso. Al final de la carrera, todos los corredores estamos con la boca bastante mal. Y eso también impide que desde la mitad de carrera hasta el final podamos comer bien porque todo lo que nos metemos en la boca nos hace doler”, agrega.

¿Y cuál es el límite de Julián Sanz? “El límite existe, está ahí y uno siempre se quiere acercar al propio. Hay un punto en que ya no se puede más. Y la pregunta es: ¿por qué no he podido más? ¿por qué aquí me entró el sueño? ¿y por qué en Kansas no consigo mental o físicamente mantener un ritmo bueno en esas rectas? Pues entonces durante el año igual tengo que irme a Almería a las rectas para cuando llegue a Kansas tenerlo más presente”, se pregunta y luego se contesta.

Imagen PRUEBAS no aptas para flojos de espíritu.
PRUEBAS no aptas para flojos de espíritu.
Por otra parte, la alimentación es clave en este tipo de gestas. La dieta se basa en el consumo realizado en cada sección del evento. Las comidas son sencillas, como pastelitos para proveer de hidratos o carnes para las proteínas. Como complemento, siempre hay dos comidas que son purés de verduras. La ingesta se produce sin dejar de pedalear. “El 90 por ciento de todo lo que comí fue encima de la bici. Y aprovechamos, justo antes o después de la parada para dormir, una comida sentado con pasta o algo así. Las otras comidas me las dieron en bolsitas, como un arroz con leche o pasta. Yo rompía una esquina y me lo comía”, asegura.

Sanz también se destacó en las 24 Horas de Le Mans en bicicleta. En el circuito legendario francés fue subcampeón, al recorrer 799,58 kilómetros en un día. La estrategia fue ser muy regular y hacer muy pocas paradas. “Al principio de la prueba, la gente corría bastante más rápido que yo, porque mantuve esa regularidad. A mitad de prueba no paré y los corredores que empezaron muy fuerte empezaron a parar. Al final funcionó esa estrategia de ser regulares. En esas 24 horas hicimos tres paradas de cinco minutos que al final fue lo que nos hizo conseguir el segundo puesto”, comenta.

El Camino de Santiago tampoco se le resistió. Lo comenzó en Roncesvalles (Navarra) para llegar a la ciudad gallega tras 745 kilómetros en 27 horas en 2008. Sin embargo, su máximo desafío sigue siendo la RAAM. “Estoy en una edad buena para continuar. Yo tengo al menos todavía tres o cuatro años para seguir intentando la meta, que es conseguir bajar de nueve días en la Race Across America”, afirma. Oceanside lo espera en junio próximo. Allí buscará superarse a sí mismo otra vez. Aunque parezca que ya no hay más margen, aunque parezca que es imposible, aunque el cuerpo le grite desesperado “no más”.

Por Hernán Alvarez. Fotos: Gentileza Rick Boethling (RAAM)