Memoria emotiva

Ramón 20/13

Imágenes e historias de la vida del entrenador de River. El fanatismo por la Banda heredado del padre. El nombre Angel, homenaje a Labruna. La decisión de quedarse en Buenos Aires. Chagas maldito. Goleador se hace cuando el 10 es Maradona. La particular relación con Passarella y con Bianchi. El auto prestado a Almeyda. Dormir con el enemigo.

Por Redacción EG ·

21 de enero de 2013

Nota publicada en la edición de enero de 2013 de El Gráfico

Imagen EL PELADO, en un mateo paseando por las calles de La Rioja, llevado por El Gráfico tras ganar el Juvenil 79.
EL PELADO, en un mateo paseando por las calles de La Rioja, llevado por El Gráfico tras ganar el Juvenil 79.
EL DESTINO ESTABA ESCRITO DESDE LA CUNA
Pocos lo saben, pero Ramón ya tenía impreso el ADN gallina en el documento antes de nacer. Su padre era tan fana de River que decidió ponerle Angel de segundo nombre por la admiración que sentía por Labruna. Lo confirmó el mismo Ramón Angel en una nota con El Gráfico. El tiempo se encargaría de unir los destinos de ambos de manera increíble. Angelito fue el entrenador de Ramón apenas asomó en la Primera. Lo llevaba de a poco en un plantel repleto de figuras. Lo metía en los segundos tiempos, y el Pelado definía los partidos por su pique demoledor. Aunque era bastante dócil, a Ramón una noche le saltó la térmica. Fue contra Independiente, en Mar del Plata: entró en el complemento y en la primera que tocó, la mandó a guardar. Fue a gritárselo a Labruna en la cara. “Mocoso, ¿cómo me va a hacer esto a mí?”, lo retó en el vestuario. Tras obtener el Clausura 97, Ramón afirmó: “Quiero ganar todos los títulos que ganó Angelito. Después, cierro la persiana y me retiro”. No cumplió: al conquistar el Clausura 2002 llegó a 7 y superó al Viejo Maestro, que tenía 6 (como Minella). Se transformó así en el DT más ganador de la historia de River. Si se le suman los 5 que consiguió como futbolista, llega a 12 y se ubica 2° en el podio, le faltan 3 para alcanzar a Labruna (9 como jugador, 6 como técnico, 15 en total) y así sí mirar a todos desde lo más alto del pedestal.

EL MAL DE CHAGAS OBLIGA A TOMAR LA GRAN DECISION
Alguna vez le preguntaron a Ramón cuál había sido el dolor más grande de su vida, y no dudó: “El fallecimiento de mi padre, murió muy joven. El jugaba en un equipo del pueblo, tenía su buena panza, pero le pegaba bien a la pelota. Me decía que el fútbol era difícil, que iba a tener que luchar mucho”. Ramón Bartolo Díaz nació en La Rioja, era azulejista y debió venir a la gran ciudad cuando comenzó a escasear el trabajo, en 1960. El niño Ramón tenía apenas un año, y se instalaron en Grand Bourg. En 1973 le detectaron asma y mal de Chagas. Los médicos le recomendaron que volviera a su tierra porque allí el aire era más puro. Ramón tenía 14 años y ya estaba en las inferiores de River. Mamá Nélida pensaba llevarse a su hijo más chico, el hermano menor del Gringo y la Nelly, pero Ramón tenía otros planes. “Yo quería traerme al Pelado conmigo, pero Don Raúl, el utilero, me convenció de que tenía futuro. También había unos dirigentes que se ofrecieron a tenerlo; al final se quedó con mi hermana Blanca y su esposo, Alfredo. Lo dejé, pero asustada”, confesó la madre. Al año de volverse a La Rioja, papá Bartolo murió. Ni siquiera pudo ver a su hijo debutar en la Primera de River. La vida se hizo demasiado dura. Antonio Caddeo, padrino de Ramón, abrió sus recuerdos en 1997: “Bartolo escuchaba los partidos por la radio en la época de La Máquina, era fanático de River, pero fanático en serio, ¿eh?”. Cuestión de sangre.

DE PELADO A PELADO: TE PRESTO EL AUTO, DEVOLVEME EL EQUIPO
Una semana después de empezar su carrera de entrenador en River, al DT sin diploma le preguntaron qué jugador lo había sorprendido. “Almeyda. Me impresionó por la actitud, las ganas, el temperamento y la tranquilidad que ha adquirido”, respondió. El Pelado de La Rioja ya conocía al Pelado de Azul porque habían sido compañeros. Un mes después de aquel elogio, Matías le daría la primera gran desilusión al errar el único penal en la semifinal de la Libertadores 95 ante Nacional de Medellín. Eliminación y primer traspié de Ramón como DT. Al año siguiente, el mismo Matías clavaría un gol para clasificar a River a la final de la Libertadores que terminaría ganando. Fue el primer título de Ramón. Ahí levantó el pagaré. Pero hay una historia poco conocida, que Matías recordó en su autobiografía. Ocurrió en enero del 92, cuando se iniciaba en una pretemporada junto a Ortega, Luigi Villalba y Rojitas, en Mar del Plata. En la primera noche libre, Ramón se acercó al más serio de los 7 juveniles y le preguntó si sabía manejar. Matías contestó que sí. “Bueno, te voy a prestar mi auto para que salgan, pero te lo doy con el tanque lleno y me lo devolvés con el tanque lleno, ¿estamos?”. Matías sonrió, subió a sus compañeros al Renault 18, vació el tanque andando, luego lo llenó y se lo devolvió al dueño. Veinte años después, hasta le dio la licencia. La licencia para conducir otra vez a River.

Imagen EN ROMA, clásico vestuario italiano. Después de un año pésimo en el Nápoles en el que solo metió 3 goles, levantó en el Avelino.
EN ROMA, clásico vestuario italiano. Después de un año pésimo en el Nápoles en el que solo metió 3 goles, levantó en el Avelino.
BIANCHI LE DA LA BIENVENIDA Y TAMBIÉN LE ABRE LA PUERTA DE SALIDA
Los técnicos de River y de Boca tienen unas cuantas características en común: los dos fueron delanteros y goleadores, los dos tuvieron desencuentros con la Selección para la categoría que los distinguía (Díaz jugó un Mundial; Bianchi, ninguno), son los técnicos más ganadores en la historia de cada club (Bianchi lo es, además, del fútbol argentino) y ambos afrontan su tercer ciclo. Ramón siempre respetó mucho a Bianchi. De hecho, en el 100 x 100 de El Gráfico realizado en octubre de 1996, a la pregunta de quién era el mejor técnico actual, su respuesta fue: “Carlos Bianchi”. Curiosamente, Bianchi le dio la bienvenida en la profesión y también le abrió la puerta de salida a su primer ciclo. El debut de Ramón fue contra el Vélez del Virrey, por cuartos de final de la Libertadores 95: empataron 1-1 en el Monumental. Una semana después, igualaron 0-0, y River se impuso por penales 5-3 (fue la única vez que Bianchi no llegó a la final de la Libertadores). El 10/2/2000, en Mar del Plata, un Boca repleto de pibes desconocidos (Méndez, Marchesini, Imboden, Bahamonde, Bonvín, Ruiz, Rey) le dio vuelta el partido a los titulares de River por 2-1, y al día siguiente, Ramón renunció. En cruces oficiales, el River de Ramón y el Boca de Bianchi están parejos: un triunfo por lado y dos empates (3 de esos 4 se jugaron en Núñez). Eso sí: mientras Ramón fue DT de River, Boca no pudo ganar ningún título internacional.

AL RIOJANITO DE GRAN FUTURO HAY QUE ENCERRARLO EN UN SUPERMERCADO
El Pelado tenía en su cabeza ser futbolista. “No sé qué hubiera sido si no era jugador; no sabía hacer otra cosa”, se confesaría de grande. “En el barrio, los padres se juntaban y nos organizaban partidos contra escuelas y clubes. Un día vino la prenovena de River y les ganamos 7-0. Yo metí cinco goles. Miguel Santillán, un señor de ahí, nos agarró a todos y nos llevó a River”, contó en 1991. Hizo las divisiones inferiores completas, pero jugar en la Primera en esa época era muy difícil. River aportó 4 titulares a la Selección campeona de 1978. Tras el Mundial, el River A salió de gira a Europa, el campeonato continuó y River presentó un equipo B durante 6 fechas. El técnico era Pacha Yácono. Ramón jugó los 6 partidos con la 10, haciendo dupla con el misionero Héctor Ramón Sosa, el 9. Debutó el 13/8/78 contra Colón con un triunfo por 1-0. Su estreno en la red fue en su 5ª presentación, el 30/8, un zurdazo desde el borde del área para empatarle 1-1 a Quilmes. Dos semanas después, apareció su primera nota en El Gráfico, junto a Sosa. “Estos pibes contagian alegría”, era el título. “Nos gustaría jugarle con este River al otro, no nos van a ganar así nomás”, declaraba un atrevido Ramón. “De los dos, Díaz es el de más futuro, pero hay que encerrarlo en un supermercado una semana para que se coma todo”, describía Talamonti, ayudante de Labruna, al flacucho riojano.

Imagen CON WALTER GOMEZ, gloria riverplatense. El Gráfico los juntó por la similitud en el juego entre los dos goleadores eléctricos y letales.
CON WALTER GOMEZ, gloria riverplatense. El Gráfico los juntó por la similitud en el juego entre los dos goleadores eléctricos y letales.
UNA SORPRENDENTE CAPACIDAD DE ADAPTACION
Una de las grandes virtudes de Ramón es su capacidad de adaptación. Charles Darwin lo hubiera utilizado como modelo para explicar su teoría. El mejor ejemplo es su transformación como líder de grupo: en el 95 lo mandaron a la jaula de los leones, y cambió para sobrevivir. En su primera charla técnica anunció que si había un penal, lo pateaba Ortega. Se escuchó un carraspeo, hasta que algún jugador le sopló el dato de que el encargado era un tal Enzo. “Bueno, está bien, entonces que lo patee Francescoli, manéjenlo ustedes”, la arregló. Como futbolista también supo adaptarse a las circunstancias. Originariamente era 10: un volante ofensivo, zurdo, con gol y buena pegada. Su ídolo era el Beto Alonso. Debutó en River como 10, pero en la Selección Juvenil que ganaría el Mundial en Japón 79, había un problema: el 10 era Maradona. “Menotti me preparó cuatro meses para jugar de 9. Me habló mucho, me explicó que tenía condiciones para ser 9 y que me faltaba una cosa muy importante para ser 10, la pausa. Si no me cambiaba, no hubiera hecho tantos goles en mi carrera. Siempre se lo agradeceré”, explicó. ¿Resultado? Ramón se llevó el botín de oro por ser el goleador del Mundial 79 y el balón de bronce por ser el tercer mejor jugador. Y se cansó de gritar en todo el mundo, siempre asistido por cracks de la talla de Maradona, Alonso, Antognoni, Matthaus, Carrasco y Baggio, el que mejor lo entendió.

PEDIDOS Y PROMESAS AL ANGELITO MILAGROSO
Ramón heredó de su madre un profundo sentimiento religioso. Es un hombre de fe. Esa cualidad es fácil de percibir si uno revisa sus declaraciones. Nadie salvo él podía imaginar que ganaría la Copa Libertadores apenas arrancada su carrera. La Juani iba seguido a la Iglesia de San Francisco Solano a pedir por su hijo menor. “El día que jugó su primer partido –recordó–, presentía que iba a entrar y andaba diciendo a todos los vecinos que el Pelado iba a debutar. Fui a la iglesia a pedir por él y a la tarde, cuando prendí mi radiecita y escuché el nombre Díaz, pegué un grito que retumbó en toda La Rioja”. Ramón, por su parte, cada vez que va a su ciudad natal se hace una escapada a Villa Unión, un pueblo ubicado 300 kilómetros al oeste de La Rioja capital, a rendirle tributo al niño Miguel Gaitán, el Angelito Milagroso. La historia cuenta que allí murió un niño que aún no había cumplido un año, que fue enterrado y al poco tiempo apareció la tumba descubierta. Se la volvió a tapar y otra vez quedó el cuerpo a la intemperie. Allí están los restos del niño totalmente intactos. Se transformó en un ser milagroso y van fieles de todo el país a dejarle obsequios y pedirle deseos. Ramón lo hizo en momentos críticos de su etapa como entrenador, ¡y vaya si funcionó! Regresa en cada ocasión a cumplir con la ofrenda: una camiseta de River firmada por todo el plantel. Otra que el celular de Dios.

Imagen DUPLA LETAL. Con Maradona hicieron estragos en el Mundial Juvenil, luchaban por ser el goleador (ganó Ramón). También fueron amigos. Aquí tras ganar la semifinal frente a Uruguay.
DUPLA LETAL. Con Maradona hicieron estragos en el Mundial Juvenil, luchaban por ser el goleador (ganó Ramón). También fueron amigos. Aquí tras ganar la semifinal frente a Uruguay.
"YO VOY A SER JUGADOR DE FUTBOL Y TODOS VAMOS A VIVIR BIEN"
A Nélida Molina de Díaz todos la conocen por “la Juani”. El apodo se lo puso su hermano, Julio César –el mismo que bautizó a Ramón como Peladito porque no le crecía el pelo– ya que en una telenovela, la protagonista, Juanita, trabajaba todo el día. Ergo: la madre de Ramón era una laburante de la primera hora. Llevar adelante un hogar sin la presencia paterna, en tiempos en que sólo aportaba el hombre, fue una tarea titánica. Ramón siempre se jactó de no haber tenido que trabajar nunca, para algo estaban los hermanos mayores (en viveza es difícil ganarle); lo que sí hizo, apenas cobró sus primeros dineros, fue plantarse frente a su madre, que ayudaba en un hospital, y ordenarle: “Usted no trabaja más, ya bastante hizo por nosotros”. Desde entonces, y para aliviar también el dolor de ausencias, mamá Juani acompañó a Ramón a todas partes del mundo: Italia, Mónaco, Japón, San Isidro. “Para mí, la madre es muy importante, por suerte siempre estuvo de acuerdo con mi señora, si no la convivencia sería imposible”, explicó Ramón. Y completó la Juani: “Yo tengo una cosa grabada en la cabeza que me decía el Pelado, cuando ya había fallecido mi esposo y todavía era un pibe: ‘Mire Juani, usted no se haga problemas. Yo voy a ser jugador de fútbol y todos vamos a vivir bien, ya va a ver’”. Ramón estudió en la escuela N° 1 de Los Polvorines, pero no terminó el secundario. Audacia e intuición las aprobó con 10.

PASSARELLA LO INICIA COMO DT AUNQUE RAMON PRETENDE SEGUIR JUGANDO
Podría haber salido, caminado 50 metros y tocado la puerta, pero usó el teléfono. Passarella de un lado; Mirta de Díaz, del otro. “Decile a Ramón que se lo recomendé a Davicce para que agarre como técnico de River”, arrancó el Kaiser. “Le digo, pero Ramón quiere seguir jugando, tenemos un año más en Japón”, le contestó. “Decile que se deje de joder, que ya no está para jugar y el tren no pasa todos los días”, le recomendó Passarella, antes de cortar. Mirta y Daniel ya se conocían. Cuando el Pelado recién subió a la Primera, el Gran Capitán lo puso bajo su ala. Lo mismo en la Selección. “Con Ramón fuimos muy amigos, lo llevaba a la Avenida Centenario para que le hiciera el novio a Mirta. Ella trabajaba ahí y yo lo esperaba afuera con el auto –destacó Passarella, en 2006, en plena guerra fría-. Cuando me fui a Italia, hablé con los dirigentes de la Fiorentina para que lo llevaran. Después hice lo mismo con los del Inter. En el 91 lo fui a buscar a Mónaco para que jugara otra vez en River. Por eso digo: en la vida hay que ser agradecido”. A Ramón le molestó que su amigo le convocara jugadores a mansalva a la Selección, para no usarlos. En especial, a Marcelo Escudero (hoy, su ayudante). Passarella no toleró que echara a gente cercana que estaba en River pero también lo superaron los celos por los títulos ganados por Ramón. Estuvieron casi 15 años sin hablarse y hoy se reencontraron para sacar a River del pozo.

Imagen PRIMERA nota en El Gráfico, unas semanas después de su debut. Con Héctor Ramón Sosa, el 9 con el que hacía dupla. Postal de los 70 en Palermo.
PRIMERA nota en El Gráfico, unas semanas después de su debut. Con Héctor Ramón Sosa, el 9 con el que hacía dupla. Postal de los 70 en Palermo.
EL COLMO DE LOS COLMOS: CASADO CON UNA HINCHA DE BOCA
Mirta es la única persona a la que Ramón de verdad escucha para tomar decisiones. Se casaron en 1982 y muy pocas veces se la ve en público. Lo más curioso es que Mirta es hincha de Boca. De hecho, cuando compraron la casa de San Isidro, los canteros del jardín y la cocina estaban pintados de azul y amarillo, porque el dueño era boquense. Mirta quería conservarlos, pero chocaron con la férrea postura de los tres varones de la casa, gallinas medulares; lo primero que hicieron antes de habitar la casa fue pintar la cocina y los canteros de rojo y blanco. Mirta, al igual que la Juani, le dice “Pelado” a nuestro protagonista. Los dos hijos son italianos. Ramón Emiliano, el mayor, nació en Nápoles; y Michael Ramón, en Avellino. El más chico es muy parecido a la madre y aunque jugó al fútbol, casi no se lo ve. Emiliano tiene los rasgos del padre y ya solía mostrarse en las entrevistas que daba Ramón. Cuando el DT supo que Aguilar no le renovaría el contrato en 2002, se dio el gran gusto de hacer debutar a Emiliano en la Primera de River. Fue el día de las cabelleras multicoloridas en Rosario. En 2007 lo llevó a San Lorenzo, luego lo sumó a su cuerpo técnico en Independiente y hoy es su colaborador más directo, se sienta a su lado en el banco de suplentes. Y será quien, por su facilidad para relacionarse con los jóvenes, oficiará de nexo y filtro de papá Ramón con el plantel.

Imagen REMAR, remar ... No le resultó fácil la vida al Pelado. Aquí entre Nery Pumpido y Daniel Valencia, en una pausa durante el Mundial 82.
REMAR, remar ... No le resultó fácil la vida al Pelado. Aquí entre Nery Pumpido y Daniel Valencia, en una pausa durante el Mundial 82.
JUGAR DE BOQUILLA, UNA COSTUMBRE APRENDIDA EN ITALIA
La costumbre de calentar la previa con declaraciones picantes fue una de las innovaciones que introdujo Ramón, en un ambiente no habituado a ese tipo de actitudes, tras sus 9 años en Europa. Lo aprendió de los italianos, especialistas en llenar estadios por el “trabajo (mediático) de la semana”. El 26 de abril de 1992, River empató con Huracán con un gol de Ramón sobre la hora y quedó a dos puntos del líder, Boca. El técnico de River era Passarella, y nadie en el plantel se animaba a alzar la voz. El Kaiser ya había cortado un par de cabezas, y el equipo era un dócil rebaño de juveniles que le preguntaban al DT hasta si podían ir al baño. Por eso sorprendió que en los vestuarios del Ducó, y de cara al clásico del domingo siguiente, el Pelado se despachara: “A Boca le ganamos fácil, tenemos más equipo”. El encuentro finalizó 2-2, pero ahí dejó una señal. Ya como técnico, al finalizar un primer semestre que lo tuvo al borde del despido, tras el 0-0 con un Boca que se encaminaba al título, tiró su primera bomba como DT: “Querían venir acá a dar la vuelta olímpica con Caniggia, Maradona y toda esa banda, pero no pudieron; que se cuiden porque por ahí ni siquiera la dan en su cancha”. Profecía cumplida: el Vélez de Bianchi le descontó 7 puntos al Boca de Marzolini y fue el campeón. “Hay que tener personalidad para hablar antes de los partidos, porque después, como hace Nimo, es muy fácil”, sostuvo en 1996 l

DECLARACION DE PRINCIPIOS: "QUIERO QUE SEPAN QUE YO NO TENGO AMIGOS"
“Quiero que sepan que yo no tengo amigos; tengo compañeros de trabajo y socios en los negocios”. Ramón soltó la frase con naturalidad, no se le chispoteó, ni pidió retractación, porque la sentencia es uno de los postulados básicos de su declaración de principios. Ocurrió en enero del 2007, el día que iniciaba su ciclo en San Lorenzo de Almagro, ocasión en que se enfrentaba por primera vez a nuevos integrantes del cuerpo técnico y colaboradores acercados por el flamante club. Para reafirmarlo, unos meses después, cuando el encargado de prensa del plantel le comentó que uno de sus amigos lo esperaba afuera, Ramón le refrescó la memoria: “Ya te lo dije, yo no tengo amigos”. No fue el único que volvió a escucharla. Esa máxima nace de su carácter y vivencias. Ramón debió instalarse en la gran ciudad sin madre y sin padre, era muy tímido, callado, apocado, venido del interior y desconfiaba hasta de su sombra. Seguramente por eso no ha hecho amigos en el fútbol. Ni siquiera aquellos muchachos con los que compartió sus andanzas iniciales en la profesión, en River y en la Selección Juvenil, que son los que dejan una huella para siempre. Con Omar Labruna, el más cercano de todos, cortó la relación hace varios años por un problema de dinero. Y la lista de aquellos ex compañeros, dirigidos, colaboradores del cuerpo técnico, dirigentes, utileros, periodistas y hasta encargados de seguridad con los que se ha peleado es larguísima. Ya entendemos por qué.

UN NUMERO QUE ES YETA PARA TODOS (MENOS PARA EL)
Ramón ya arregló el premio por salir campeón. Sabe que no tiene el plantel multiestelar del 96-97, ni siquiera el de las jóvenes promesas del 99 ni el muy eficiente del 2002. No se le escapa que River apenas ganó un campeonato de Primera en los últimos 8 años, pero tiene a favor que viene con el deseo acumulado durante una década fuera de su querida segunda casa. Y además, hay un dato singular que el DT de River seguramente no pasó por alto, cabulero como es: el 2013 es un año terminado en 13, y el 13, para un ser tan particular como Ramón, no es sinónimo de “yeta”, sino todo lo contrario. El 13 es su número de la suerte. Lo confesó al pasar con su auto frente al Casino de la Rioja con este cronista, en la entrevista realizada allí en agosto de 1997: “Es mi número de la suerte, no te olvides de que yo debuté en River el 13 de agosto de 1978 y después se dieron muchas coincidencias más con ese número. Contra Newell’s, los otros días, cuando nos jugábamos el destino del Clausura y entró Trotta, le vi el 13 en la espalda y no lo dudé. Me acerqué a Labruna y le dije: ‘este va a meter un gol’. Cuando lo hizo, el pobre de Omar no entendía nada”. Después, Trotta fue corriendo a gritarle el gol en la cara, pero sus compañeros lo frenaron a tiempo. Esa, igual, Ramón ya la conocía de vivirla con Labruna, con los roles cambiados. El final de este recorrido "Ramón 2013" no podía finalizar de otro modo que con su número de la suerte.

Por Diego Borinsky. Fotos: Archivo El Gráfico