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Agustín Pelletieri: Manso y tranquilo

Construyó la carrera que soñó porque siempre tuvo lucidez para decidir en los momentos clave. Sus inicios “de grande” en Lanús. El presente dulce en la Academia. Los objetivos futuros. Y una mirada crítica sobre el entorno: “La sociedad eleva al futbolista, nos pone por encima, y eso está mal”.

Por Redacción EG ·

16 de diciembre de 2012
  Nota publicada en la edición de diciembre de 2012 de El Gráfico

Imagen "¿SER TECNICO? No por ahora, pero me encanta, podría hacerlo bien. Quiero otro ritmo de vida, un poco más normal."
"¿SER TECNICO? No por ahora, pero me encanta, podría hacerlo bien. Quiero otro ritmo de vida, un poco más normal."
SUENA A tontería dentro de un contexto democrático, pero no lo es. Todos los futbolistas tienen la capacidad de elegir, aunque pocos la ejercitan. Al ser humano, en realidad, le cuesta tomar posición para resolver, más allá de su profesión. Asumir el liderazgo y construir un recorrido no resulta sencillo, por más que lo parezca.

Agustín Pelletieri, no obstante, integra de manera natural ese grupo reducido de jugadores que se destacan por decidir a través de su propia voluntad sin traicionar su pensamiento. Esa característica tal vez sea producto de lo que mamó desde pequeño: familia de clase media que le brindó contención, amor y libertad. No había imposiciones, al margen de las normas lógicas. Sólo era ley avanzar como corresponde en la escuela para terminarla en tiempo y forma. Su madre, docente de Historia, había bajado línea.

“Mi infancia fue espectacular. No sufrí ninguna necesidad y disfruté mucho con mis amigos: partidos de fútbol, salidas, vacaciones y hasta viaje de egresados. Me relacioné con el fútbol desde chico, pero jamás me presionaron en casa. A mi papá le insistían para probarme, pero nunca hice algo que no quería. Tomé tres decisiones importantes en mi vida y siempre lo hice convencido”, señala.

Su primera determinación trascendente no figura en su podio. Agustín gozó de sus amistades, como cualquier chico de barrio, y no se cargó de obligaciones sin sentido para un joven. “Empecé a patear en El Fogón, un club de baby, a los 4 años. Al mismo tiempo, jugaba en Mármol, un club inglés chiquito que estaba a la vuelta de mi casa. Ahí nació mi grupo íntimo de amigos. Ya a los 14, nos metimos con los chicos en Atlántida, una liga de Monte Grande, y después disputamos la liga vasco-germana. Primero, bajo el nombre de Juventus, y luego como Schalke 04 –afirma–. Yo jugaba seis partidos por fin de semana, porque me apasionaba. Mi sueño era ser futbolista, aunque no sabía si podía lograrlo. Pero tenía otra vida en comparación con los chicos que ya estaban en Inferiores. No quería ir a practicar todos los días. Y eso me resultó positivo cuando llegué, de grande, a Lanús. Mis compañeros estaban podridos porque se entrenaban desde los 9 años y yo tenía un entusiasmo tremendo. A mí me dabas una camiseta de Lanús y representaba un tesoro”.

El rubio ya era polifuncional por instinto. Se plantaba de arranque en el medio, pero pasaba a posición de delantero o de defensor, según la necesidad del equipo. Pelletieri no sólo marcaba la diferencia, sino que también ya aprendía a valorar al conjunto. “Una vez leí que el volante central es el jugador que menos tiene que pensar en él y el que más debe pensar en función del equipo. Y eso es cierto, a mí siempre me quedó grabado", cuenta.

Pero a no adelantarse. A regresar al inicio de su etapa granate. Mientras le ponía candado a su ciclo en la secundaria, se probó en Lanús. “Tuve la suerte de caer en el lugar y en el momento justos. Suponía que Lanús era ordenado, más o menos serio, y además me quedaba cerca (es de Adrogué). Y, por otro lado, mi categoría, la 82, se había consagrado campeona, y muchos jugadores se iban al seleccionado juvenil o subían a Primera. Entonces, se me generaría un hueco –explica–. Miguel Micó –el coordinador– apostó por mí, pese a que había mucha diferencia entre mi físico y el de mis compañeros. Tardé casi dos años en acomodarlo, más allá de que comencé a jugar bastante rápido por esos huecos y porque también rendí”.

-Intuyo que te debe haber costado la primera pretemporada de Inferiores, ¿no?
-Un montón. Entendía que se hacían ejercicios básicos, que jugando sabía todo. Y, en realidad, comprendí que no. Tenía que absorber conceptos como una esponja. Al principio, sentía que era otro deporte. Debí adaptarme.

-¿El estudio nunca lo continuaste?
-Sí, estudié un año y medio de Comunicación Social, mientras jugaba en Quinta, y abandoné cuando ya estaba en Cuarta, porque se venía un año de definiciones. Entonces, prioricé el fútbol y me arriesgué.

Imagen BELLA EPOCA. Festejo del Apertura 2007 con Lanús en la Bombonera. Pelletieri sonríe, abajo a la derecha.
BELLA EPOCA. Festejo del Apertura 2007 con Lanús en la Bombonera. Pelletieri sonríe, abajo a la derecha.
LA APUESTA le salió redonda. El Profe Córdoba lo promocionó al plantel profesional y Chiche Sosa lo presentó en sociedad ante Arsenal a fines de junio de 2003. Sin embargo, el viento no siempre sopló a favor. Aquí apareció la primera decisión vital de Agustín. “Elegí pelearla en el club, pese a que Gorosito no me llevó a la pretemporada en 2005. Tenía seis o siete compañeros adelante y estaba afuera del plantel. Cuando el grupo regresó, seguí entrenándome por separado. Pero Pipo me tuvo en cuenta para la tercera o cuarta fecha del campeonato y empecé a jugar en la sexta. Esto marcó un antes y un después, porque comencé a limitarme a correr, marcar, recuperar la pelota y entregársela a un compañero. Ya no jugaba suelto, como en Inferiores, como con mis amigos. Y, cuando tenía la posibilidad, me animaba a más. El hecho de sentirme afuera, de no tener nada para perder, me llevó a crecer. A partir de ahí, se acabaron las cábalas. Lo importante pasaba por otro lado”, admite.

Ya como campeón en Lanús (Apertura 2007), afianzado como el Pulpo del mediocampo, como un número 5 capaz de sostener la estructura, se marchó del Granate de la noche a la mañana rumbo a AEK. “Fue raro. Me llamaron cuando me iba a concentrar, a un día del cierre del libro de pases. ‘Te podés ir a Grecia mañana. La chance está. ¿Querés?’, me consultaron. Jamás me olvidaré del gesto de Constanza, mi mujer, que aceptó acompañarme y relegó su trabajo y sus estudios. Sufrí los primeros 15 días, me preguntaba ‘qué corno hago acá’, aunque Sebastián Saja, Ignacio Scocco e Ismael Blanco, los argentinos del equipo, me ayudaron un montón. Al toque, estuve bárbaro, como en Adrogué –enfatiza–. La experiencia fue positiva por el lugar, las compañías y porque se trataba de un grande de Grecia. Pero soy familiero y entendía que un año en el exterior era suficiente. Por eso, regresé”.

La segunda decisión fundamental que Pelletieri incluye en su podio pasó por Lanús. Tras la campaña 2008/09 en Europa, rechazó una oferta del América de México y le puso un pleno al Grana para encarar su segunda etapa (jugó 7 temporadas en total). Si bien su carrera siguió en alza, el 5 propone un freno: observa el panorama y analiza el ambiente futbolero. “Como crítica de lo externo, me molesta que cualquiera parece habilitado para opinar con autoridad –argumenta–. Y desde lo interno, la sociedad eleva al futbolista, nos pone por encima, y eso está mal”.

-¿Tuviste a muchos compañeros en esa sintonía?
-A muchos se lo hacen creer. Nos malcrían. Por ejemplo, nosotros llegamos y tenemos la ropa doblada. Terminamos de entrenarnos, dejamos la ropa en el piso, nos cambiamos y nos vamos. Encima, también te hacen sentir así porque se mueven muchas cosas alrededor del fútbol.

-Las alegrías y frustraciones deportivas se maximizan en la sociedad. ¿Cómo se encuentra el equilibrio?
-Difícil. Si gano un partido, me siento muy bien. Y si lo pierdo, todavía creo que soy el peor. Interiormente sabés que no sos así. Por eso, el día de mañana me costará reemplazar el fútbol porque tiene emociones todo el tiempo, para arriba y para abajo.

-¿Se torna complejo desdramatizar el fútbol en la Argentina? Yo lo asocio a un tema cultural, no sé si coincidís.
-Sí, y a una necesidad. Nosotros consumimos la polémica, pero yo también me nutría de eso antes de ser futbolista. Fijate que los programas de televisión arrancan con el equipo grande que perdió; parece que si no hay lío, no vale. Veo difícil que se corte.

Imagen YA EN Racing, hace una de taekwondo frente a Argentinos.
YA EN Racing, hace una de taekwondo frente a Argentinos.
LA DETERMINACION que completa el trébol se llama Racing. Pelletieri recibió un llamado a mediados de 2011, cuando esperaba en el Aeropuerto de Ezeiza para viajar a Francia con el objetivo de sumarse al Mónaco. “Era el Cholo Simeone –entrenador de la Academia– y me garantizó que me quería en el plantel. ¿Por qué me decidí? Racing es un grande y se veía que el club atravesaba un cambio. Si bien me hice la revisación médica en Mónaco, me volví. Mirá cómo son las cosas que le ganamos a Godoy Cruz en la segunda fecha y me citaron otra vez a la Selección –asevera–. Ya estaba contento con mi decisión, pero aquello fue la confirmación de que había elegido bien”.

-Además, tus pies y las manos de Saja se notaron enseguida. Racing encontró solidez defensiva.
-No lo veo así. Se nos dio más mérito a nosotros que al verdadero artífice. El Cholo fue el promotor del cambio estructural. Se notó la influencia del técnico.

-La campaña actual con Luis Zubeldía como entrenador es de buena para arriba. ¿Qué mejoraron y en qué deben ser más pícaros?
-Crecimos en lo defensivo, se está formando una estructura sólida. Somos complicados porque defendemos bien, no nos meten goles de pelota parada, contragolpeamos bien, nos animamos a jugar, tenemos gol en las pelotas detenidas; hay argumentos. Nos falta jugar más adelantados en algún momento y cerrar mejor los partidos.

-¿Cuál es el objetivo?
-Ser parejos en la sumatoria de puntos. Ahora debemos superar los 30 y mantenerlos en los siguientes torneos. Y así estaremos más cerca de consagrarnos y de participar en competencias internacionales. A mí me falta un título con Racing, estuvimos ahí en el subcampeonato del Apertura 2011, con el Cholo, y de la Copa Argentina 2012, con Luis. 

-¿Y a nivel humano, en cuanto al grupo?
-Lo conseguimos: bajar el perfil. La idea fue premeditada: se debe hablar de nuestra producción en la cancha y listo. Los refuerzos que llegaron sabían que necesitábamos eso. Y los chicos del plantel no están en la pavada, al contrario.

-El hincha se encariñó rápido con vos. ¿Te valoran más por el penal que le atajaste a Caprari que por lo bueno de tu rendimiento?
-Me trataron demasiado bien de entrada, porque el equipo rindió y por mis actuaciones. El penal trascendió y alimentó eso. Estuvo muy lindo al principio, pero luego no me empezó a gustar tanto, porque también juego. Nunca pensé que atajaría un penal en Primera. ¡Hasta fue estético! Pero eso no es lo mío.

-“Basta de la mala suerte de Racing”, aseguraste. Buen mensaje…
-Es que a todos nos pasan buenas y malas. Vivimos de las dos, y todas las malas tienen una explicación. Hoy, hacemos todo lo correcto para que las cosas salgan bien. Los ejemplos saltan a la vista. Si Camoranesi o Sand van al banco, no pasa nada; ni una declaración fuera de lugar, ni una cara fea en el vestuario.

LA SELECCION se torna un tema un tanto delicado, porque aún lo sensibiliza. El volante apenas compartió momentos fugaces en el seleccionado local bajo las conducciones de Alfio Basile en 2007 y de Alejandro Sabella en 2011. La ilusión por retornar figura en carpeta. “Integrar la Selección es como volver al amateurismo. En cuanto a lo futbolístico, resulta lo máximo –sostiene–. Jugar ahí es un privilegio”. Agustín Pelletieri no puede elegir su futuro en cuanto a una nueva convocatoria, pero sí podría ayudarlo adentro de la cancha. A eso ya se acostumbró.

A UN TOQUE
-Vos tenés a Juana (2 años) y a José (un mes y medio). ¿Ser padre te modificó la vida?
-No sé si me la cambió tanto. Tenemos, junto a mi mujer, a dos personas más a cargo, que no existían y que de golpe son lo más importante. Es difícil imaginártelos cuando todavía no habían llegado.

-¿De qué no entendés nada?
-Me gusta la música, pero intento no opinar o, si lo hago, desde el desconocimiento. Si agarro una guitarra, tengo una descoordinación total (risas).

-¿Fuiste a terapia en algún momento?
-Sí, me resultó buenísimo. Lo necesitaba antes de quedar libre en Lanús. Ya veía la situación, que no continuaría en el club, e intenté prepararme de cara a la chance de irme. Después, no seguí. Sin embargo, la experiencia fue bárbara. De hecho, mi mujer es psicóloga, pero jamás me insistió. Yo había ido sin prejuicio alguno.

-Pasemos al fútbol. ¿Sos un 5 de jerarquía?
-No, no (risas). Logré todos los objetivos que me propuse. Jugar en Primera y en la Selección era imposible; estar en un equipo grande, también; salir campeón, ni hablar. Me siento un 5 más, y no de jerarquía.

-¿Qué es sentir presión en el fútbol y en la vida?
-Surge la presión en el fútbol cuando tenés miedo a perder algo, por ejemplo si estás cerca de salir campeón. Mientras que en la vida, no sé si la sentí. Nosotros somos privilegiados laboralmente y la parte de ser cabeza de familia está cubierta. Seguro que aquel que deba ser el sostén económico de una familia y no le alcance con su trabajo, se sentirá presionado. Eso sí es jodido.

-¿Qué fue lo más feo que viviste en el fútbol?
-El vestuario después de perder ante Independiente (derrota 4-1 el 14 de abril de este año; día en el que estalló la relación con Teófilo Gutiérrez en la interna del plantel). No es que se pudrió todo, sino que no me gustó. Fue desagradable.

Por Darío Gurevich. Fotos: Hernán Pepe

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