(sin categoría)

Ignacio Scocco: En puntas de pie

Así volvió a Newell's, tras 6 años en el exterior, silbando bajito detrás de Maxi y Heinze, para convertirse en la carta ganadora del equipo. Así también se mueve este goleador fino, que a contramano de su gremio se va contento si juega bien y no convierte. Y que a los 27 años se queda después de hora perfeccionando la definición.

Por Redacción EG ·

15 de diciembre de 2012
 Nota publicada en la edición de diciembre de 2012 de El Gráfico

Imagen EN BUSCA del balón, con la 32 que adoptó desde su debut en Newell's.
EN BUSCA del balón, con la 32 que adoptó desde su debut en Newell's.
Es un caso particular, para nada frecuente.

Si un médico especializado en goleadores le auscultara el cuerpo y el espíritu a Ignacio Martín Scocco para saber qué rótulo colocarle en la frente, en esta gran tienda del fútbol, se encontraría que allí dentro, más que un asesino serial de arqueros entrenado a conciencia para ajusticiar sin piedad, existe un delantero de calidad, gustoso de moverse por fuera de la zona de exclusión, partidario del pase sutil antes que del disparo a quemarropa. Un delantero capaz de volver a su casa pipón aun sin haber convertido. Y si no, escuchemos su declaración de principios. A confesión de partes, relevo de pruebas, argumentaría un abogado.

-Cuando no convierte, el goleador se siente mal. A mí, en cambio, a veces me toca meter un gol, pero no me voy contento por la forma en que jugué. O viceversa: juego bien, no convierto, pero me voy contento. El delantero tiene rachas y cuando a uno no le toca convertir, tiene que serle útil al equipo. Siempre fui un segundo punta, pero todo depende del esquema. Por suerte el entrenador me da libertad para tirarme atrás o a las bandas, y eso me hace sentir cómodo. Pero sí, debo ser un caso raro como goleador, la mayoría prefiere otra cosa.

Caso raro. Presentemos otro ejemplo que lo avale. A los 27 años, en general una vez por semana, el flacucho que de chico admiraba a Francescoli, se queda después de hora a calibrar la mira. “¿Otra vez?... Bueno, dale, te hago la gamba”, uno imagina que le debe decir, con una sonrisa al paso, Sebastián Peratta, partícipe necesario del curso de perfeccionamiento nuestro de cada día.

-De acuerdo con cómo venimos con la intensidad de las prácticas, elijo un día por semana y me quedo a patear un rato. Arreglo con un arquero, en general con el Flaco Peratta, que tiene muy buena onda, y con algún ayudante de campo para tirar una pared. Siempre me gustó perfeccionarme, lo hice desde que debuté. Yo pienso que aún después de los 30 años se puede aprender. Así que hago remates con pelota en movimiento desde afuera del área, tiros libres, trabajos de definición, un poco de cada cosa.

Aquí está Nacho Scocco, entonces, responsable casi en exclusividad de terminar en la red las maniobras muy pacientemente elaboradas por el sorprendente Newell’s de Martino, a pesar de que no se trata de un goleador de raza.

Llegó en puntas de pie desde un campeonato tan rico y tan pobre como el de Emiratos (te llena de plata, te vacía de ganas), como el nombre menos rimbombante de este ejército entusiasta que vino al rescate de Newell’s, detrás de Maxi Rodríguez y Gabriel Heinze. Vino tan en puntas de pie, que para acondicionar el físico debió faltar a las dos primeras fechas e ir al banco en las tres siguientes. Comenzó a jugar desde el inicio recién en la fecha 6 y se despachó con un doblete ante River. Sin embargo, a pesar del changüí, allí está Nacho, al frente de la tabla de artilleros, sin ser un goleador nato, con la ilusión de adueñarse de un galardón que jamás pudo lucir hasta aquí: ser el máximo anotador de un campeonato. Con el 32 en la espalda, el mismo dorsal de su debut, que no dejó de usar, salvo en Los Pumas de México, porque allí reservaban los números altos para los juveniles de las fuerzas básicas. Allí pidió el 10 y no el 9, como para que no queden dudas de sus gustos.

-¿Cómo encontraste el fútbol argentino con relación a cuando te fuiste, en 2006? ¿Lo ves tan feo como nosotros?
-Lo veo un poco más fuerte y muy exigente. A los entrenadores se les pide resultados inmediatos, y eso influye para que se vean partidos malos. A los técnicos no se los deja trabajar a largo plazo, y como se sienten sin respaldo suficiente, sólo piensan en sacar resultados. No se juega bien, es evidente, el fútbol argentino está muy táctico, muy resultadista: más allá de que todos queremos ganar, a pocos les importa hacerlo jugando bien. Para mí, las dos cosas van de la mano.

-¿A qué te referís con “muy táctico”?
-Se trabaja mucho en cómo doblegar al rival, no se hace hincapié en la importancia del buen juego, en la tenencia de la pelota. Son pocos los equipos que prefieren tener la posesión, presionar, estar cerca del rival, la mayoría pretende estar ordenado tácticamente, esperar el error del rival y salir de contragolpe. El razonamiento sería: “Me ordeno atrás, trato de que no me entren por ningún lado y después veo si puedo hacer un gol”. Hoy, el fútbol argentino está más parecido al italiano que al español. Nosotros intentamos otra cosa.

-¿Qué es lo mejor de Martino?
-Es una persona muy sabia en lo futbolístico. Lo notás en el día a día, en los trabajos, en cómo plantea los partidos y en cómo conoce a cada jugador. Es una persona muy abierta y hace partícipe al jugador. Esa es una virtud. Hablamos en el grupo, pregunta cómo nos sentimos, qué vimos del partido, recibe los comentarios de buen modo, eso no lo tienen todos los entrenadores, al menos casi no lo vi en otros.
-En 11 de 16 partidos mantuvieron la valla invicta, y no son un equipo que se mete atrás, ¿a qué se debe?
-Tenemos un equipo muy sólido, que pocas veces se desordena, y empieza a defender desde arriba. Cuando un equipo presiona y no lo deja jugar tranquilo al rival, y se defiende lo más lejos posible de su arco, es difícil que le lleguen con situaciones claras. Es una virtud grande del equipo.

Imagen LINDA BANDA para facturar a la gorra. Newell's campeón 2004: Capria, Domínguez y Borghello en guitarras, Marino al bombo y Scocco, redoblante.
LINDA BANDA para facturar a la gorra. Newell's campeón 2004: Capria, Domínguez y Borghello en guitarras, Marino al bombo y Scocco, redoblante.
-¿Qué puntos de contacto ves entre este equipo y el campeón del 2004?
-Que formamos un muy buen grupo, mezcla de juventud y experiencia, hay muchos chicos nacidos en el club y que por eso lo conocen bien. Y el resto está totalmente integrado. Hay mucha hambre por ganar cosas, y el manejo del cuerpo técnico es importantísimo.

-¿Con el discurso de “sumar por el promedio” buscan sacarse la presión? ¿En el fondo no se ilusionaron nunca con el título?
-No lo hicimos para sacarnos la presión. A principios de temporada arrancamos muy mal con el promedio y nos propusimos un objetivo: sumar la mayor cantidad de puntos posibles para escapar de esa zona. El objetivo termina en junio del año que viene, y si nos desviamos ahora y el semestre que viene no sumamos, vamos a estar otra vez complicados. Después, si sumamos mucho, una cosa lleva a la otra, y claro que nos entusiasmamos.

-¿A Heinze lo conocías?
-Nunca había hablado con él, y por supuesto que sus palabras, como las de la Fiera o la de Lucas (Bernardi) son importantísimas para el equipo. Viéndolos a ellos, tratamos de aprender.

-Me lo imagino pegándoles un par de gritos a los más pibes...
-Je, je… el Gringo te dice las cosas como son, no se guarda nada y eso es importante. Es de mano dura, sí, a la hora de tomar decisiones. No anda con vueltas. Si en el entretiempo uno necesita despertarse, ahí está él para hacerlo notar.

-¿Por qué se dieron todos estos regresos en cadena a Newell’s?
-Fue una coincidencia, y eso es bueno también, porque salió de cada uno. Newell’s te enseña eso desde chico, te transmite la pasión por los colores, uno se apega mucho al club, se hace hincha, eso está demostrado, por algo todo los que salieron de Newell’s quieren volver. Y por eso, también, la gente se siente identificada con el equipo.

-¿Cómo se dio tu caso?
-Siempre dije que el día que decidiera volver a la Argentina, Newell’s iba a ser mi prioridad, pero no depende sólo de uno, sino del interés de los dirigentes, del cuerpo técnico y hasta de los hinchas. Mi experiencia en Emiratos fue muy desgastante, y cuando no aguanté más, lo primero que hice fue hablar con la gente de Newell’s para ver si estaban interesados. Por suerte, desde el primer momento, Martino dijo que sí, los dirigentes también, y si todos piensan igual se hace más fácil la negociación.

-¿Por qué te desgastó Emiratos?
-En lo futbolístico, cuando uno va a un lugar así, se prepara para encontrar cosas a las que no está acostumbrado: ligas no competitivas, canchas con poca gente, pero lo que nos terminó de desgastar fue el día a día, las costumbres, la cultura. Son demasiado diferentes. Y eso que teníamos a Dubai cerquita. Pero muchísimo calor, la gente vive en los centros comerciales, y nosotros, con mi mujer y mi hijo, hacíamos siempre lo mismo. Por mi forma de ser, a mí me gusta moverme y conocer lugares, y la verdad que allá me aburría, más de un año no iba a aguantar.

No aguantó. Ahora, cada vez que puede, en menos de dos horas está en Hughes, su lugar en el mundo (“Se pronuncia Ugues, ni se te ocurra decir Iucs”), en el sur de la provincia de Santa Fe, para nutrirse de afectos y asados, alimento básico del argentino medio. Hace unos meses, un par de amigos no le dieron la bienvenida, precisamente: estuvieron un día sin hablarle.

-Toda mi familia y la mayoría de mis amigos son hinchas de River. Yo también lo fui, pero a medida que me crié en Newell’s, me hice hincha del club donde jugaba, sin darte cuenta se te va metiendo ese sentimiento, más en un caso como el de Newell’s, con esa escuela. De hecho, cuando me fui a jugar al exterior, terminaba mi partido y enseguida entraba a Internet para ver cómo había salido Newell’s, el resto no me importaba. Hoy te digo que soy hincha de Newell’s, sin dudas, y por eso siempre dije que cuando se diera la oportunidad de regresar, la prioridad la iba a tener Newell’s.

-Está claro: tus dos goles en el 3-3 con River los gritaste con ganas...
-Siempre. Al día siguiente, eso sí, hubo varios amigos que estuvieron sin hablarme. Mi familia sufrió mucho el descenso de River, pero lo que más quiere es que me vaya bien a mí. El día del 3-3, por ejemplo, mi hermano estaba en la platea de River, porque fue lo único que consiguió, y se quedó con ganas de gritar mis goles. Eso le dio bronca, me dijo. O sea que primero es hincha del hermano, muy bien (risas)...

-¿Rosario está imposible de caminar con Central tan hundido y ustedes tan arriba?
-Mirá, yo trato de no hablar de Central, me enfoco en vivir el momento de Newell’s, que es muy importante. Siempre respeté a Central, tengo amigos de Central y, además, extraño el clásico, es la verdad. Aunque para el hincha valen las cargadas, el jugador profesional lo tiene que tomar con calma. Es distinto.

Imagen PRIMER gol de Nacho a Brasil, de penal. Luego convirtió el del 2-1 final y sumó otro penal en la definición. Pateó tres veces al arco y entraron todas.
PRIMER gol de Nacho a Brasil, de penal. Luego convirtió el del 2-1 final y sumó otro penal en la definición. Pateó tres veces al arco y entraron todas.
-¿Vos andás por la calle sin problemas o se te complica?
-No, no, es tranquilo, siempre que puedo salgo a comer con la familia y amigos. La gente de Newell’s te pide fotos y yo lo disfruto. Con los de Central jamás tuve un problema. Ni en la etapa anterior ni ahora viví un momento feo. Nunca. Me parece que tiene mucho que ver con que yo siempre respeté al hincha de Central. Si un jugador habla mal del rival y se burla públicamente, después, si le gritan algo o la pasa mal, no se puede quejar. A mí nunca me tocó.

Asegura que le gusta ver fútbol: “Más que en jugadores, me detengo en jugadas, en cómo definió determinado delantero, qué podría haber hecho, si la paraba de tal manera, esas cosas”. Cuando se le pregunta qué delantero le gusta, responde enseguida con una sonrisa cargada de obviedad: “Messi”. Y mirando para atrás, elige a Zidane, Francescoli y Aimar, lo que marca claramente que no es un 9 de raza. No dice Batistuta ni Eto’o.

Con Lionel estuvo muy cerca de compartir equipo, aquella Selección Sub 20 que se coronó en Holanda 2005 y que alistaba a varios jovencitos que hoy son la base de la Mayor: Zabaleta, Sosa, Garay, Gago, el Kun Agüero y el pequeño genio rosarino.

-Yo estaba en ese grupo hasta que hicimos un amistoso contra Chile en Rosario, unas semanas antes de viajar al Mundial. Me habían dicho que supuestamente estaba en la lista. Pero cometí un error por falta de experiencia: apenas empezó el partido sentí una molestia, pero como era en Rosario, con mi gente, no le di bola y seguí. Me terminé desgarrando. Fue un momento duro, muy difícil, pero como todo golpe me sirvió, me terminó dando fuerza.

-Nacho, para terminar, ¿vos también volviste por un año como Martino o pensás quedarte más tiempo?
-Yo estoy un año a préstamo, el pase es de los árabes. La verdad es que vine para reencontrarme con mis afectos, con mi pueblo, con Newell’s, y estoy disfrutando este momento. En Newell’s soy feliz. Más adelante, veremos, para junio hay tiempo, no me quiero adelantar.

Para qué adelantarse. Si desde allá atrás, manejando los hilos del mediocampo, recostándose en su talento de goleador que no vive obsesionado por el gol, Ignacio Martín Scocco te emboca desde todos los ángulos y mira al resto desde lo más alto de la tabla de artilleros. Eso, ¿para qué adelantarse?
(Agregado de último momento, en el estribo del cierre: Scocco les podrá contar a sus nietos que una noche de primavera, en la Bombonera, se puso la Celeste y Blanca de la Selección y le metió tres goles a Brasil en 20 minutos, pateándole apenas 3 veces al arco. Eficacia del 100 por ciento. Ni Messi lo hace).

El Burrito
Con Ariel Ortega fueron compañeros en el Newell’s que se coronó campeón en el Apertura 04, con el Tolo Gallego de entrenador. Scocco era uno de los pibes recién promovidos (había debutado en abril de ese mismo año), mientras que el Burrito llevaba una colección de títulos en la mochila. “Haber jugado a su lado fue increíble, aprendí muchísimo de Ariel, viéndolo en los partidos, en las prácticas, en el día a día. Igual, lo que más me sorprendió de él no fue lo futbolístico, sino su forma de ser, la humildad que tiene, la clase de persona que es. Hace unas semanas lo llamé y estuvimos charlando un rato largo. Hacía bastante que no hablaba, fue muy lindo, ojalá pueda concretar su partido homenaje, se lo merece”.

El Diego
Puesto a elegir el momento culminante de su experiencia en el Al Ain, de Emiratos, Nacho no se referirá a los 15 goles convertidos en 31 partidos, ni a la alegría que le deparó ver su cuenta bancaria cada fin de mes, sino que recordará con emoción al breve diálogo que mantuvo con el entonces entrenador del Al Wasl, equipo al que estaba por enfrentar: “Haber conocido al Diego personalmente para mí es un tesoro, un sueño hecho realidad, algo de lo que nunca me voy a olvidar. Jugábamos contra ellos y mientras esperábamos para entrar a la cancha, me acerqué a saludarlo. Charlamos un rato y me trató como si me conociera de toda la vida. Yo pensé que ni me conocía, pero me decía ‘Nacho’ de acá y de allá. Fue un instante grandioso, no me lo voy a olvidar nunca más, un instante único, imborrable”

Imagen GOLAZO de chilena en el 2-1 a Arsenal. De chico admiraba a Francescoli y seguramente algo influyó la chilena a Polonia.
GOLAZO de chilena en el 2-1 a Arsenal. De chico admiraba a Francescoli y seguramente algo influyó la chilena a Polonia.
El Enzo
Hay futbolistas que trascienden no sólo por los goles y campeonatos, por la calidad y el carisma, sino por el legado. Sin proponérselo, actúan de espejo. Los hermanos Ignacio y Pablo Scocco compartían de chiquitos la misma habitación y el amor por River. En la pared sobresalía un poster: el de Enzo Francescoli levantando la Copa Libertadores 96. Y así como Hernán Crespo, a los 10 años, tenía la suerte de ver todos los días de cerca en las prácticas al Príncipe, de quien luego fue compañero, y lo imitó con un gol de chilena, Nacho también se sacó las ganas en este torneo frente a Arsenal. “Enzo fue mi ídolo, el jugador al que más admiré y traté de copiar, al que miraba todos los días en el poster de mi pieza –se sincera, antes de pisar violentamente el freno cuando se le busca un punto de contacto–, pero nooooo, no se puede comparar su gol de chilena con el mío: él la paró de pecho, giró y encima estaba muy lejos del arco. Nooooo, por favor”. Para cerrar, comenta que le encantaría conocerlo personalmente.

Por Diego Borinsky. Fotos: Archivo El Gráfico