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Hugo Campagnaro: bien de abajo

Fue “che pibe” en Sólo Fútbol: llamaba por teléfono, era cronista y compraba las facturas. En Morón se cambió debajo de los árboles. Un día lo tocó la varita y saltó de la B Metro a la Serie A. Con 32 años, y tras 11 en Italia, este defensor de usos múltiples debutó en la Selección y hoy la Juve se lo quiere soplar al Napoli. De película.

Por Redacción EG ·

10 de noviembre de 2012
 Nota publicada en la edición de noviembre de 2012 de El Gráfico

Imagen LA RECOLETA, la Facultad de Derecho, una linda vista desde el hotel donde se aloja en Buenos Aires.
LA RECOLETA, la Facultad de Derecho, una linda vista desde el hotel donde se aloja en Buenos Aires.
El fútbol suele nutrirse de historias atrapantes. De vivencias cinceladas por esfuerzo, sacrificio, sudor y lágrimas. Suena a lugar común pero ya mismo veremos que no. Ya mismo descubriremos que no hay exageración con Hugo Armando Campagnaro, a quien debemos presentar a los 32 años porque a esa “temprana” edad le ha llegado su hora en la Selección Nacional y el gran público futbolero no tiene idea de dónde salió.

Si algún día se hace una película de su vida, sobran los comienzos posibles.

El primero, quizás, se detendría en la silueta de un chico de 15 años, huérfano de padre desde los 12, destacándose en los potreros de Coronel Baigorria, un pueblo de mil habitantes cercano a Río Cuarto, y una madre orgullosa y preocupada a la vez porque el rubiecito la descose no sólo en las canchitas sino también en las pistas de baile. Y se la verá a mamá Margarita, entonces, levantando el teléfono y repasando la lista de sus contactos para encontrar una prueba en la gran ciudad que contenga el ímpetu de uno de sus tres hijos y le brinde un marco de obligaciones.

Otro arranque, tal vez, haría foco en un campo embarrado de González Catán, durante una práctica de juveniles de Deportivo Morón. Marzo del 97 se leería en una placa. Un lunes de tormenta feroz en el que no es aconsejable hacer ninguna práctica pero como hay que ver a un muchachito que ha venido especialmente y es el último día porque el sábado arranca el campeonato, se hace. A un costado, dos hombres refugiados bajo un paraguas siguiendo las acciones: Sergio Castillo, secretario de Redacción de Sólo Fútbol y conocido de la familia Campagnaro –o sea, el nexo– y Angel “Tony” D’Andrea, director general de las inferiores del Gallito, impulsor de la prueba. El zoom nos muestra al rubiecito embarrado después de la práctica, con su rostro teñido por la decepción y explicando algo a los dos testigos. Y enseguida se ve a D’Andrea salir disparado y trenzarse en una discusión con Daniel Figueredo, el entrenador de la Sexta. Se escucha el diálogo.

-Juega bien, pero tengo un montón de marcadores de punta.
-No importa, a los que juegan bien hay que tenerlos, después ves dónde lo ponés. Yo tengo que cuidar el patrimonio del club, así que lo fichamos bajo mi responsabilidad.

-Hacé como quieras, pero yo no lo voy a poner.

Imagen CON LA CAMISETA del Deportivo Morón, el primer jugador del club transferido a Europa.
CON LA CAMISETA del Deportivo Morón, el primer jugador del club transferido a Europa.
Una tercera toma, que podría ser la primera, es la del joven de 16 años entrenándose toda la semana y no yendo ni al banco los sábados. O cambiándose con sus compañeros debajo de un árbol en la base aérea de Morón porque el equipo no tiene predio propio para los jóvenes y en el destacamento militar no hay vestuarios. O duchándose con agua fría en González Catán, porque la caliente te la debo, perdoname.
Un comienzo impactante en la película de Campagnaro podría mostrar a dos italianos trajeados como si fueran al Colón preguntándose, mientras ojean el diario: “¿Qué partido hay hoy para ver?”. Está el dueño de la fábrica -que tiene sucursal en Argentina– y también es propietario de un equipo de Serie A (Piacenza), y el otro, un contacto local. Ese miércoles 5 de junio de 2002 sólo se juega Morón-Estudiantes de Caseros, cuartos de final del Reducido de Primera B Metropolitana. Allí van los dos tanos empilchados hasta las medias a ver si encuentran un carrilero por derecha. Y resulta que esa misma tarde, el entrenador de Morón le pide al muchachito de la película que abandone su puesto de defensor para jugar como carrilero por derecha porque se le lesionó el que tenía y cree que es el único que puede cumplirle la función. Ventajas de la polifuncionalidad.

Ni el técnico ni el muchachito saben que dos tanos del Piacenza están buscando allí mismo, en ese preciso instante, un carrilero por derecha. El protagonista se enterará apenas finalizado el triunfo por 3-1 que lo mostrará como figura del partido. Y por supuesto no confesará su verdadera posición cuando lo inviten, al día siguiente, a sumarse a la pretemporada en Italia, a prueba.

Hay más variantes. El rubiecito ganándose unos pesos en la redacción de Sólo Fútbol llamando a los corresponsales y anotando resultados y goleadores del Argentino A. O cubriendo un partido de la B como cronista. O yendo a comprar las facturas para los compañeros. O acompañando al secretario de redacción, a esta altura un tío postizo que además le brinda alojamiento en su casa, a las prácticas de la Selección en Ezeiza. Foto con Zanetti, foto con Almeyda, los ídolos. ¡Qué comienzo, por Dios!

Imagen APRENDIO a tocar la guitarra por su propia cuenta. Acá en cancha de Morón.
APRENDIO a tocar la guitarra por su propia cuenta. Acá en cancha de Morón.
Huguito saliendo campeón de la Sexta División de Morón en su primer torneo como titular. O recibiendo de manos de José Pekerman el premio como juvenil más valioso de la B Nacional en la fiesta anual de la AFA. Promovido a la Primera por el ojo clínico del viejo Juan Manuel Guerra y puesto a debutar por Ricardo Zielinski.

Huguito pegando el portazo y volviendo a su pueblo a la hora de firmar el primer contrato después de unos cuantos partidos en Primera porque le ofrecen el mínimo, 329 pesos en la mano. Y un presidente de apellido Capriciuolo que al día siguiente llama desesperado a Castillo para juntarse en la pizzería de la estación de Castelar: “¡Mañana mismo, por favor, arreglemos que si no los hinchas me linchan!”. Pucha, si tiene para elegir el director.

Dos escenas más para utilizar como arranque prometedor de esta historia. Huguito pensando que eso de los tanos es una jodita para Tinelli y a los dos días, gracias a la colecta de los amigos del barrio, yéndose a comprar un traje para aterrizar allá como les gusta a los tanos. Y casi un año más tarde, la cámara se acerca y registra la orden del entrenador a su futbolista argentino, el único extracomunitario, que está a préstamo y sabe que en cualquier momento definirán su futuro:

-Vos seguilo a Míccoli por toda la cancha. Anulalo. Quiero que no juegue porque es la gran figura de los contrarios. Pero eso sí: cuando ataquemos, desmarcarte. Porque vos lo vas a correr a él, pero él no te va a correr a vos.

Claro, Fabricio Míccoli, crack de la Juventus cedido a préstamo a Perugia, ¡qué va a tener ganas de correr! Y ahora sí, la imagen muestra a Hugo Campagnaro gritando como descosido su primer gol. Y luego el segundo. Victoria por 3-1, pulgar arriba del presidente, 80 mil euros por el pase definitivo, martillazo, ¡se compra! lunes de gloria, notas con Víctor Hugo, también con Varsky y Matías Martín.

La remó, este muchacho la remó de verdad. Vale el lugar común. La película no es de ficción, sino cruda realidad.

-Me acuerdo de aquellos días como cronista –evoca hoy, en el hotel Etoile de Recoleta, el sitio en donde para cuando viene a jugar para la Selección– atendía los teléfonos, compraba las facturas, daba una mano donde podía. Y los domingos me ocupaba del cierre de los torneos del interior, llamando por teléfono a los corresponsales. Era muy joven y lo disfrutaba, me daba mucha curiosidad. En esa época ni siquiera sabía si iba a llegar a jugar en la Primera de Morón, en una de esas hubiera tenido que vivir del periodismo, aunque siempre me gustó más el fútbol que el periodismo. El primer partido que cubrí fue San Miguel-Chacarita. En esa época jugaba los domingos a la mañana en inferiores y los sábados podía ver partidos de ascenso.

-¿Te gusta el periodismo actual?
-No me siento capacitado para hacer juicios de valor sobre los periodistas. Y menos de los argentinos porque no conozco casi a ninguno. En Nápoles hay de todo, algunos son muy fanáticos. De todos modos, trato de no fijarme mucho lo que se dice, prefiero estar aislado de toda esa movida.

Imagen SOLDADO para la guerra. Lleva seis años de stopper fajándose con delanteros rudos. En el Napoli ganó la Copa Italia.
SOLDADO para la guerra. Lleva seis años de stopper fajándose con delanteros rudos. En el Napoli ganó la Copa Italia.
-¿Te da bronca que muchos periodistas acá ni te conozcan y pidan que te proyectes, cuando no es tu característica?
-Que no me conozcan es entendible porque me fui muy joven a Italia, y no jugué nunca en Serie A de Argentina. Y es obvio que cuando no conocés a alguien, corrés el riesgo de dar opiniones equivocadas; pero bronca, no. De repente ven que me convocan a la Selección y muchos no lo entienden. Contra eso no puedo hacer nada. No puedo pedirle a todo el mundo que me conozca, sé que mi convocatoria sorprendió a muchos. Lo que tengo que hacer es tratar de aprovechar cada chance porque jugar con esta camiseta no se compara con nada.

-¿Cuál es tu posición preferida?
-En Italia todos saben que hace seis años juego con un entrenador que utiliza línea de tres, tanto en Sampdoria como en Napoli, y siempre fui stopper, la mayoría de las veces por derecha, y en algunas por izquierda. Mazzarri sólo pasa a defensa de cuatro cuando vamos perdiendo, o cuando quedamos con uno menos, y en esos casos, yo voy de defensor central, no me pone de 4, pero obviamente que desde mi humilde lugar en la Selección trato de cumplir con las premisas que me marca el entrenador. Y tampoco me gusta usar esta cuestión como una excusa porque eso no va conmigo, pero no te puedo mentir: en los 11 años que llevo en Italia casi nunca jugué de 4. De todos modos, yo juego de defensor, mi función es defender, y tengo que hacerlo de la mejor manera, más allá de si hay línea de tres, de cuatro o de cinco.

-¿Te molesta cuando se dice que Argentina tiene a los mejores del mundo arriba y atrás es flojita?
-No, no me jode, con los jugadores que hay adelante se hace muy difícil no pensar así. Después, yo sé lo que puedo aportar, creo que el entrenador también lo sabe y está en mí dar lo mejor cada vez que me toque. El año pasado vino Gugnali a Nápoles, vio partidos y entrenamientos durante todo un mes. Charlamos, me dijo que me estaban siguiendo, que me querían conocer mejor pero que no me garantizaban nada. Y para mí eso ya era un orgullo enorme. Me sentí valorado luego de remarla durante tanto tiempo allá.

Remarla, la vida es remo. La palada que pegó fue de película (con muchos comienzos posibles). En dos meses saltó de la B Metro a la Serie A de Italia. En su cuarto partido, ante el Inter, se colocó en la barrera al lado de Almeyda, le agarró la camiseta y le dijo “Esta es mía, ¡eh!”. Matías sonrió, ni se acordó que ese mismo rubiecito le había pedido una foto dos años atrás, y al terminar el partido se la dio. Campagnaro va por su 11ª. temporada en el calcio, las 9 últimas como titular, fajándose todos los fines de semana con delanteros mañosos y duros.

En Nápoles, los tifosi lo aman. Lleva tres años y medio y siempre peleó arriba en la tabla. En la temporada pasada clasificó a la Champions después de 21 años y ganó la Copa Italia, primer título después de Maradona. Walter Mazzari lo tuvo dos años en la Sampdoria y fue el primer refuerzo que pidió apenas pasó al Napoli. Y Giuseppe Marotta, el director deportivo de la Juventus, quien lo vio de cerca cuando ocupaba ese mismo cargo en la Sampdoria, ya lo tiene en la mira y aspira a sumarlo a la Juve al finalizar esta temporada, porque caduca su contrato con el Napoli. Mientras tanto, Sabella lo hizo debutar este año con la Selección. Y el estreno oficial fue en Córdoba, nada menos, contra Paraguay. Compró 42 entradas. Hinchada propia, claro.

“¡Vamos Campagnaro, carajo!”, “¡Grande, Hugo!”; “Aguante el Gallito”. Ninguna de esas frases de aliento se escuchan en los 20 minutos que dura la producción fotográfica en Recoleta. Ni un hola, ni un autógrafo, nada.

Imagen TIFOSI DE LA Sampdoria lo pidieron para la selección Italiana.
TIFOSI DE LA Sampdoria lo pidieron para la selección Italiana.
-¿Cuándo les dijiste a los del Piacenza que no eras carrilero?
-Nunca, porque no me lo preguntaron. Fui allá y después de unas prácticas ya me pusieron de defensor. Para mí era todo una fábula. Imaginate que te digan que vas a ir de la B Metro a la Serie A de Italia, no te lo creés. Aparte yo no tenía pasaporte. Nunca había ido a Europa, no hablaba el idioma, y sabía que llevaba más las de perder que las de ganar. Pero en Piacenza me recibieron bárbaro, al toque se me acercó Darío Hubner, que era el ídolo del equipo, me hicieron un montón de tests físicos que dieron bien, y me llevaron a la pretemporada. Al tercer amistoso, el técnico reunió al plantel y les comunicó que habían decidido dejarme un año a préstamo. Así comenzó mi carrera. Después vinieron cuatro años en Serie B, y tuve el honor de ser uno de los pocos capitanes extranjeros en la historia del Piacenza.

-¿El fútbol italiano te enseña a marcar, es Harvard para los defensores?
-Para el defensor es fundamental la disciplina táctica y la fortaleza para marcar. Acá los técnicos insisten mucho con eso y yo trato de cumplir. Aprendí muchas cosas: que si no estás al cien por ciento físicamente no podés competir, por ejemplo. Después, la disciplina táctica. El respeto y el nivel con que se analiza a los rivales antes de enfrentarlos; cuando entrás a la cancha, sabés todo de ellos. Y el profesionalismo de los médicos, que están en todos los detalles y no dejan nada librado al azar.

-¿Qué te sorprendió de Nápoles?
-Acá, nombrás a Diego y las puertas se abren solas, es increíble lo que ha logrado en la gente. Lo siguen amando como si todavía jugara. Por suerte son pocos los que recuerdan que me llamo Armando, debe ser por eso que casi nadie me relaciona con Maradona. Menos mal (risas).

-¿Qué fue lo que más te conmovió de la Copa Italia que ganaron?
-La fiesta que nos esperó en Nápoles cuando regresamos. La gente se quedó toda la noche en las calles festejando. No imaginé que pudiera llegar a tanto pero se entiende... eran más de 20 años sin ganar nada.

-¿Sentís que tienen chances de ser campeones este año?
-Desde que estoy en el Napoli todos los años peleamos por algo. No somos candidatos, pero vamos a dar pelea hasta el final. Hoy vamos arriba con la Juve, palo y palo.

-¿Pensaste en algún momento jugar en la Selección Italiana?
-Nunca lo hablaron directamente conmigo, pero siempre estuvo dando vueltas el rumor en la stampa (le sale un italianismo), tanto con Lippi como con Prandelli, pero nunca llegué a evaluarlo porque no hubo nada oficial. Cuando jugaba en la Sampdoría le preguntaron al director deportivo, en una charla informal, si yo podría jugar de terzino destro, o sea de 4. A los pocos días me lesioné y ya no se volvió a hablar del tema.

Imagen DEBUT en un partido oficial de Selección: ante Paraguay, en Córdoba, por las eliminatorias. Más no podía pedir.
DEBUT en un partido oficial de Selección: ante Paraguay, en Córdoba, por las eliminatorias. Más no podía pedir.
-¿Sorprendió que te convocaran a la Selección a esta altura o mantenías la ilusión?
-No te voy a mentir, un poco había perdido las ilusiones. Yo veía que pasaban los técnicos, pasaban los años, y la chance no llegaba. Sabía que debía remarla bien de abajo, sobre todo por haberme ido tan joven, por no haber jugado nunca en la Serie A de Argentina, por no ser muy conocido para la prensa ni para la gente. Cuando me llegó el primer llamado disfruté como un chico con su primer juguete. Le agradezco muchísimo a este cuerpo técnico por haber confiado en mí, por haber tenido la audacia de convocar a alguien que en Argentina es prácticamente un desconocido.

-Y encima, el primer partido oficial lo jugaste en tu provincia…
-En Córdoba nunca había jugado profesionalmente, porque yo fui directo de mi pueblo a Morón, la verdad que no podía haber sido mejor mi debut por Eliminatorias, a 200 kilómetros de mi pueblo. Una locura. Fue muy emocionante, además ganamos bien, la cancha fue una fiesta y me pudo ver en vivo toda mi familia.

-Se te vio tranquilo, como si no te pesara el debut, ¿no te pusiste nervioso?
-Es imposible no ponerse nervioso con esta camiseta, pero trato de tomarme las cosas con naturalidad porque al fin de cuentas sólo se trata de jugar al fútbol, y si estás ahí es porque confían en vos. Llevo muchos años en Europa jugando contra grandes delanteros, en los estadios más complicados, y eso te ayuda para resolver situaciones complejas. Nada se compara con defender los colores de tu país, pero es indudable que la experiencia ayuda. Trato de disfrutar mucho cada convocatoria, todo me costó mucho, tanto en el fútbol como en la vida. Y lo disfruto más con 32 años que si me hubieran convocado siendo más joven.

-Para la gente que no te conoce, entonces, ¿cuál es tu punto fuerte y cuál el débil?
-No me gusta hablar de mí, pero creo que lo que más me ayudó a salir adelante fue la fortaleza mental. La personalidad y la perseverancia para luchar siempre y no claudicar jamás. “Non mollare mai”, como dicen en Italia: nunca te rindas. Y puntos débiles debo tener un montón, pero prefiero que los descubran los demás.

Ahi esta el final. El rubiecito, ya maduro y con dos hijas, se saca el byte (esa especie de protector bucal de color azul) que utiliza en la boca por prescripción médica porque al morder mal sufría lesiones musculares, y le habla a la cámara, en perfecto italiano, muy lentamente, separando las sílabas con claridad y apuntando con el dedo: “Non mollare mai”. Fin. Créditos y aplausos.

AUTODIDACTA
Desde chico, Hugo se destacó por sus inquietudes y su carácter de autodidacta. Hijo de una directora de escuela y con una hermana licenciada en historia, seguramente mamó en su hogar ese espíritu docente. Al abandonar su pueblo le quedó pendiente el último año de la secundaria. Lo rindió libre en su primer año en Morón. Pidió los programas, estudió por su cuenta y aprobó 12 de las 16 materias en su primer intento en diciembre. En marzo se sacó las otras cuatro de encima. También aprendió a tocar la guitarra por su cuenta (foto en la cancha de Morón), jamás tomó clases. “Aprendí solo, bajando acordes de internet, practicando mucho. Toco más o menos bien la guitarra, me le animo al bajo, y tengo un violín y una batería, aunque ahora toco poco porque tengo todos los dedos torcidos por los golpes. A veces nos juntábamos a tocar con algunos compañeros del Napoli cuando estaba Denis”, asegura este amante del rock, admirador de Héroes del Silencio y de Los Redondos, y que bautizó Morrison a uno de sus perros, como homenaje al líder de The Doors. También es aficionado a la lectura. García Márquez, Mario Benedetti y Pablo Neruda están entre sus preferidos.

Por Diego Borinsky. Fotos: Emiliano Lasalvia, Alejandro del Bosco, familia Campagnaro y AFP