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Disparador: La máquina de la verdad

Hizo furor en la tv de los 90 y se instaló en la memoria colectiva. El ejército de famosos que la recuerda con una sonrisa, hoy no se animaría a pararse ni a treinta metros de distancia. Y ni hablar de algunos de los protagonistas del fútbol...

Por Redacción EG ·

07 de octubre de 2012
     Nota publicada en la edición de octubre de 2012 de El Gráfico 

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Un día que no recuerdo, en un Canal que debió ser el 9 y en un programa llamado Memoria[1] -justo lo que me falta-, Chiche Gelblung se apareció en el estudio con La Máquina de la Verdad[2]. Al invitado de turno, que debía responder sobre un tema picante que lo involucraba en forma directa e incriminatoria, lo cableaban como si fueran a realizarle un electrocardiograma y, a pocos metros de allí, las agujas que detectaban las sensaciones inconfesables del invitado iban dibujando el jeroglífico que interpretaba no solo un especialista de rostro enjuto y reconcentrado, sino el mismísimo Chiche, un Todólogo[3] como hay pocos. Para Chiche y para su audiencia, el veredicto de La Máquina de la Verdad era científicamente irrefutable, mil veces más confiable que el dictamen de cualquier Oyarbide de turno.

Con el paso del tiempo, La Máquina de la Verdad cayó en desuso. No por el vil accionar de los profetas del odio, que lanzaron infundadas sospechas respecto a que se trataba de un recurso viciado por artilugios de la producción, sino por la certeza de que, en algún momento, casi todos los argentinos que gozan de un alto porcentaje de notoriedad pública mienten lisa, llana y descaradamente. Entonces, ¿qué sentido tenía La Máquina de la Verdad en el país de los mentirosos?

Si se quiere bucear en una versión amplificada de la argentinidad, nada mejor que zambullirse en el ambiente deportivo. Más que una metáfora, nuestra fauna lúdica es un espejo de la vapuleada identidad nacional. Curiosamente, Gelblung nunca sometió a ningún exponente deportivo a la implacable certidumbre de su máquina. Jamás. No quedó claro si esa veda se debió a una voluntad de la producción o a la convicción de que cualquier espécimen que tuviera sobre su epidermis los benditos electrodos sería capaz de quemar e inutilizar el aparato a la tercera o cuarta pregunta.

Imaginemos, por un instante, a Riquelme sosteniendo frente a Chiche que aquel festejo del Topo Gigio[4] lo hizo para agradar a su hija, que se fue de la Selección porque la madre sufría demasiado, que Falcioni no tuvo relación alguna con su imprevista salida de Boca o que nunca se peleó a muerte con Palermo. Imaginemos al propio Martín esgrimiendo el mismo argumento, para luego cometer el desliz imperdonable de no convocarlo a su partido despedida. Pensemos en un Falcioni enarbolando la esperanza de que Riquelme algún día vuelva a entrenar con el plantel, confesando que no mira de reojo a los amigos de Román que aún dirige, aseverando que no le hizo la cruz a Cvitanich luego del incidente de Barinas o, lo que sería más flagrante, diciendo que su Boca juega bien, y a veces hasta muy bien. Incendio asegurado en el estudio de Chiche… Sumemos a un Tolo Gallego que jura y perjura que no piensa en el descenso de Independiente. Incluyamos a Martín Jaite asegurando que con Del Potro está todo bien. Pensemos en un Maravilla Martínez en plena jactancia de que jamás temió quedar nocaut en el último round frente a Chávez Jr. Visualicemos a Daniel Angelici lamentándose porque no conoce lo suficiente como para confeccionar la lista de barrabravas de Boca que le solicitan los organismos de seguridad. Chequeemos mentalmente si en el estudio hay extinguidores y luego consultemos a un José María Aguilar o a un Julio Comparada, el hombre que no se avergonzó de inaugurar un estadio construido por la mitad. Y reprimamos la risa cuando Passarella diga que la continuidad de Astrada está garantizada –roja directa pocos días después- o que “Si alguien piensa que no les vamos a renovar contrato a Cavenaghi y al Chori Domínguez, está loco”[5].

“En el fútbol se miente demasiado”, al menos fue capaz de admitir el Kaiser, defensor impactante, entrenador exitoso y presidente a medio hervir que en cualquiera de los tres estadios se ha caracterizado por ver fantasmas, imaginar conspiraciones y detestar al periodismo, caballito de batalla preferido para escudarse cuando fue abrumado por sus propias limitaciones.
“El 80% de los periodistas de fútbol son una vergüenza para el país”, disparó en charla con Sebastián Vignolo y Marcelo Sottile en Debate Final, instantes después de comparar la problemática que debe surfear en River con las coyunturas que aquejan a presidentes de la talla de Cristina Kirchner y Barak Obama. Siempre a lo grande, Daniel…

Passarella le reclama a la oposición política de River la solidaridad que él no tuvo cuando Bilardo lo bajó de la capitanía de la Selección[6] para ungir a Maradona, en la antesala de México 86. El Passarella que adivina una conspiración político-periodística en su contra es el mismo Passarella que en Francia 98 avaló el boicot del plantel argentino ante la prensa mundial, uno de los más bochornosos episodios que se recuerden en la historia de la Copa del Mundo, aunque no tan bochornoso como el corte en el pómulo de Julio Cruz[7] en La Paz, por las Eliminatorias para ese mismo Mundial, en el vestuario que estaba a su cargo y que pudo haber costado una oprobiosa sanción para el fútbol argentino. Un escándalo comparable al que protagonizó en Italia, cuando en su etapa como jugador del Inter, poseído por la ira que suele arroparlo de tanto en tanto, le aplicó un planchazo a un alcanzapelotas en el partido con Sampdoria (1-3) , en marzo de 1987.

Según la particular visión del Kaiser, el periodismo “no sabe de fútbol (apreciación subjetiva y respetable, aunque no se comparta) y no habla de fútbol” (falacia total, jamás se emitieron más partidos y programas especializados como en la actualidad; se debate como nunca sobre el juego). Y ese magistral operativo pinza –la articulación de la ignorancia ajena con el desinterés por la temática futbolera– sería el detonante principal del tsunami de insultos que le han dedicado por el Monumental y sus adyacencias, en diversos hashtag[8] y foros riverplatenses. No por su política de refuerzos para evitar el descenso (Bordagaray y gracias). No por el descenso. No por el tortuoso pero efectivo camino del regreso. No por el inconsistente andar del equipo en los últimos 50 partidos dirigidos por Almeyda. No por el cachetazo ingrato que les propinó a dos ídolos millonarios como Cavenaghi y el Chori. No por haberse dejado soplar refuerzos como Guillermo Burdisso. No, no y no. La culpa del tsunami, dice Daniel, el jaqueado Daniel, es de los malditos periodistas.

Menos mal, Chiche. Menos mal que ya archivaste La Máquina de la Verdad. Mirá si lo invitabas a Daniel. Mirá si lo invitabas…

Por Elías Perugino

TEXTOS AL PIE

1- El programa se inició a principios de los 90 y se extendió hasta 2003. Aunque de entrada fue muy criticado por la metodología de los informes, luego fue fuente de “inspiración” para muchos…

2- El humorista Freddy Villarreal imitó a Chiche en su programa “La risa es bella”. Y ambos Chiches (el legítimo y la imitación) sometieron a Marcelo Tinelli a un símil de La Máquina en una edición de ShowMatch.

3- Definición popular que incluye a aquellos profesionales de los medios que opinan de todos los temas.

4- En el Clausura 01, tras convertirle a River, Riquelme se plantó frente al palco presidencial de la Bombonera y celebró así. Protestaba contra los dirigentes en plena disputa por dinero adeudado al plantel. Pero al final dijo –mintió– que era para hacer “felí“ a su nena.

5- Al poco tiempo de esa declaración, ambos ídolos fueron eyectados del club. Cavenaghi y Domínguez hoy juegan en Villarreal y Rayo Vallecano, respectivamente.

6- Daniel jamás digirió esa decisión del doctor, clave para el título de México 86. La relación entre los tres se resquebrajó para siempre.

7- El 2/4/1997, cuando Argentina perdió 2-1 con Bolivia, Cruz fue agredido en el pómulo izquierdo, pero cuando salió del vestuario tenía un corte en el derecho. Nunca se aclaró el episodio. Y Argentina caminó por la cornisa de una sanción.

8- Uno de los hashtag más populares es #passarelladebe. Allí los hinchas descargan su bronca contra el presidente millonario, al igual que en #andatepassarella