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Ritmo de cuarteto

El ciclo de Sabella cumplió su primer año y las señales son alentadoras. Entendió que esta Selección debe armarse al contrario de la lógica (de adelante hacia atrás) y armonizó la presentación de los cuatro genios de la ofensiva, que sintonizan la misma onda y se llevan bien tanto dentro como fuera de la cancha. Además erigió a Messi en capitán y logró que rindiera al máximo de su potencial. Ahora le falta consolidar la estructura defensiva.

Por Redacción EG ·

07 de octubre de 2012
 Nota publicada en la edición de octubre de 2012 de El Gráfico 

Imagen LA SELECCION entra al Mario Kempes, de Córdoba, ante una multitud enfervorizada. Gran acierto.
LA SELECCION entra al Mario Kempes, de Córdoba, ante una multitud enfervorizada. Gran acierto.
En un año pasan muchas cosas. Y en un año futbolero, cada vez más.

Será por la locura y la pasión con que se vive este deporte o por la obsesión resultadista que transforma en prehistórico lo que pasó hace un día, lo cierto es que el calendario que gira en torno a la pelota se aleja cada vez más del que idearon los mayas. Viaja a velocidad supersónica.

En septiembre, por caso, se cumplió un año del debut de Alejandro Sabella como entrenador de la Selección Nacional y seguramente muy poquitos recordarán que en las prácticas iniciales de su ciclo, Juan Román Riquelme tiró paredes con Juan Sebastián Verón aunque ninguno de los dos llegó a disputar un partido oficial bajo su tutela y hoy se encuentran retirados, o que el juvenil velezano Héctor Canteros (luego bajó el nivel; en la actualidad en el Villarreal) se puso la 10 y fue la figura de un Argentina-Brasil que obligó a un tal Ronaldinho a declarar: “El 10 de Argentina organiza muy bien el juego”.

Pasa todo muy rápido, por eso hemos decidido aprovechar la fecha de este primer aniversario de Sabella al frente de la Selección para trazar un balance de su gestión y proyectar el próximo, que nos puede depositar en Brasil 2014.

LOS MERITOs DEL ENTRENADOR
Por empezar, Sabella cumplió a la perfección el protocolo que les exige a los técnicos del conjunto nacional ser cada vez más seleccionadores y menos entrenadores, por la imposibilidad de tener a disposición a los futbolistas durante un par de semanas al menos. Se lo vio en todas las canchas argentinas en diferentes partidos y categorías, también se acercó a seguir encuentros de Reserva en horarios inusuales y campos auxiliares. Habló con los técnicos domésticos para interiorizarse de la actualidad de los jugadores y viajó a Europa para conocer a los del extranjero, hacer más fluido el vínculo y evitar cortocircuitos a futuro. Además, para interiorizarse del día a día que llevan allí. Bien.

Sabella es de la escuela de Estudiantes en ese sentido, no la estigmatizada por sus malas artes, sino la del esfuerzo, la dedicación y el trabajo, la atención minuciosa a todos los detalles. En ese rubro, supera claramente a sus tres antecesores en el cargo (Batista, Maradona y Basile). Además de arremangarse y no quedarse en la comodidad del complejo de Ezeiza tomando café, no afrontó los duelos ante Brasil con la Selección local como un simple compromiso con afán recaudatorio, sino que aprovechó la oportunidad y se involucró para rescatar valores que luego pudiera utilizar en los compromisos por los puntos. Rodrigo Braña, Leandro Desábato, Augusto Fernández y en especial el Cholo Guiñazú supieron usufructuar la ocasión y saltaron el escalón para compartir equipo con Messi y compañía. Seguramente habrá más.

Y no solo eso, sino que también Sabella llevó a la práctica lo que tanto se les criticó a otros entrenadores: mirar a todos, incluyendo a ligas de segundo orden y apellidos con poco glamour. ¿Faltan marcadores de punta? Convocó a Matías Rodríguez, de la U de Chile, y también a Cristian Ansaldi, de Rusia. ¿Hernán Barcos y Walter Montillo la están rompiendo en Brasil? Que vengan, así los observo de cerca en un par de prácticas e incluso también en cancha contra uno de los máximos rivales, que no es un detalle menor. Sobre todo para medir respuestas anímicas, además de futbolísticas.

Estar informado de todo sirve, por ejemplo, para convocar a Hugo Campagnaro –desconocido para la gran mayoría del público futbolero a sus 32 años, de buen presente en el Napoli– y encontrarse con un defensor firme, que sabe marcar al hombre y muestra un gran temple, justo en un puesto en el que faltan postulantes. Porque está claro, a Dany Alves y a Maicon, no los tenemos.

Este año sirvió, al mismo tiempo, para corroborar que pese a su aparente mediavoz, quizás heredada de su prolongada etapa como segundo a la sombra de Passarella, a Sabella no le tiembla el pulso para tomar decisiones. Demichelis no estuvo en su nivel y ante la parada decisiva contra Colombia, lo sacó del equipo, como tampoco tuvo complejos para sacar del arco a Andújar, un viejo conocido suyo de Estudiantes –titular en los dos primeros partidos–, y poner a Romero, o no volver a convocar a Otamendi (autor del primer gol en su era) o para determinar el final del ciclo, en principio, de Heinze, Zanetti y Cambiasso, entre otros. Hay que sumarle otro mérito: el manejo que tuvo del tema Tevez. No lo convocó, pero tampoco se enfrentó con él públicamente y es muy probable que, si el Apache mantiene el nivel y la figura física de este arranque de temporada, terminará teniendo su oportunidad, pero la conducción del caso fue correcta y prudente a la vez.

Sabella también habló poco, apenas lo justo y necesario, para no desgastar su imagen y para evitar, a la vez, polémicas estériles. Cuanto menos se hable, menos probabilidades de conflicto, y si no recordemos los cruces de Maradona con Riquelme, entre otros.

Para terminar con el listado de aciertos, vale sumar otros dos porotos. Uno es el de los resultados: 66% de eficacia, con 9 victorias y apenas 3 derrotas en 15 presentaciones y, lo más importante, el liderazgo en las Eliminatorias, con una Selección que el año anterior, en la Copa América de Argentina, apenas había conseguido un triunfo en 4 partidos (ante un Sub 23 de Costa Rica). Nada sería más dramático que quedar afuera de un Mundial. Para los jugadores, para los dirigentes, para los medios, para la competencia interna, para la AFA, para todos, así que el objetivo de clasificar es, sin duda, el prioritario. No se debe perder eso de vista a la hora del análisis. Y más si recordamos que el visado a Sudáfrica 2010 pendió de un hilo hasta la última jornada.

El otro gran acierto de Sabella es haberle confiado la capitanía a Lionel Messi. Aunque había llevado la cinta en algún cotejo ocasional, en el futuro se recordará a Sabella como el DT que le dio la máxima responsabilidad al genio. Como supo hacer Bilardo con Maradona en 1983, cuando Diego tenía 22 años (Leo la recibió con 24 recién cumplidos).

Imagen LOS CHIQUITOS son mayoría; por eso, Garay, Fernández, Rojo, y Campagnaro en menor medida, le da altura al equipo para defenderse.
LOS CHIQUITOS son mayoría; por eso, Garay, Fernández, Rojo, y Campagnaro en menor medida, le da altura al equipo para defenderse.
EQUIPO EN POSITIVO
La primera gran noticia es que Messi tomó la responsabilidad de la capitanía con entusiasmo y sin presiones. Hace un año y monedas se iba silbado de la cancha de Colón de Santa Fe por su propia gente y se ponían en duda sus deseos de seguir vistiendo la Celeste y Blanca. Se temía que en cualquier momento se hartara y pegara el portazo. Hoy se lo ve feliz con la gente, cuidado y agradecido por los mimos, retribuyendo el afecto sin poses ni demagogias, con esa sonrisa genuina que se le dibuja cuando está por decir algo. En Córdoba, ante Paraguay, el estadio le cantó 10 veces durante el partido el “Olé, olé, olé / Messí, Messí”: cuando sacaba un conejo de la galera, después de estrellar un tiro libre en el palo y también cuando corría 40 metros en función defensiva para ir al piso y sacarla al lateral. Y hasta el público se animó hacia el final del 3-1 sobre los guaraníes, a los que no vencíamos como local por Eliminatorias desde 1973, a entonar el clásico “Vení, vení / cantá conmigo/ que un amigo vas a encontrar / que de la mano / de Leo Messi / todos la vuelta vamos a dar”. Incluso, finalizado el partido y luego de subir al micro, mientras esperaba a los últimos rezagados, agradeció con pulgar arriba a los 200 fanáticos que desde abajo lo seguían vivando y retratando con sus celulares. Es un ida y vuelta que emociona, porque el mejor del mundo es bien nuestro. Y el chico lo lleva con orgullo.

La cinta, a la vez, le pulverizó la timidez a Lionel. En Córdoba se lo vio saludar uno por uno a cada compañero antes de iniciar el partido y al finalizarlo (con Higuain, a pesar de la rivalidad entre clubes, con más efusividad que el resto). También los ordena durante el juego y hasta se tomó a pecho la atribución de hablar con el árbitro. Gracias al seguimiento que le hizo el programa Líbero con una cámara exclusiva en el duro combate contra Perú, se observó cómo en repetidas ocasiones Lionel les daba indicaciones a los suyos para corregir situaciones, siempre con la manito tapándose la boca, viejo pillo, y al árbitro para que tomara medidas disciplinarias ante la rudeza de sus marcadores. Eso, antes, Lionel no lo hacía. No lo sentía. Le pesaba. Hoy, es una muestra de su liderazgo ya establecido. El futbolístico ya lo tenía, ahora también ostenta el otro.

Otra de las gratas conclusiones de este año es que detrás del “mejor del mundo y quizás de la historia”, como se arriesgó a definirlo Sabella, hay otros tres futbolistas de elite, de esos que brillan en los clubes más importantes del mundo, que sintonizan la misma frecuencia, se entienden y hasta tienen una gran afinidad afuera. Son todos de la misma generación y además de andar con los bolsillos llenos de goles (Agüero metió 30 la temporada pasada; e Higuain, 26, que parecen poquitos al lado de los 73 de Messi pero que son un montón), tiran paredes a la velocidad de la luz. El cuarto hombre es Angel Di María, otro irreverente con el sello de potrero argentino en la frente, capaz de tirarte tres caños en una misma jugada. Y lo suficientemente versátil para moverse por izquierda como en sus orígenes, por derecha como lo utiliza Mourinho en el Madrid, o como doble cinco. Angelito ocupó todas esas posiciones en los últimos compromisos eliminatorios, y además tiene gol y muy buen pelotazo a la distancia para habilitar a sus compañeros que llegan por la derecha. Electrifica cada acción en conjunto.

En los últimos dos encuentros, ante la lesión del Kun, el “cuarto hombre” fue Lavezzi, otro que evidencia gran conexión con los tres monstruos. Tiene desequilibrio, velocidad, pero está un pasito detrás del Kun, evidentemente. El punto máximo de rendimiento del cuarteto en este año se vio contra Ecuador, al que aplastó con acciones colectivas de una precisión en velocidad espeluznantes. Y el más bajo, sin duda, contra Perú, aunque aquí no estaba el Kun: Argentina fue superada, casi no generó situaciones de gol y mereció perder. Pasado en limpio: la Selección debe armarse al revés de la lógica, de adelante para atrás. Aunque Sabella muestra cierto reparo de acuerdo con el poderío de los rivales, tanto Messi como Higuain y el Kun han manifestado públicamente sus deseos de tener a los otros tres fantásticos como compañeros en cancha. Y según lo visto, también quedó claro que con los 4 se puede ser ultraofensivo y dañino (Ecuador, Paraguay, Alemania) pero también inofensivo y timorato (Perú). La cuestión pasa, evidentemente, por cómo sostener y nutrir a los genios de arriba.

Imagen EL REMATE de Higuain viaja hacia la red. Golazo a Paraguay.
EL REMATE de Higuain viaja hacia la red. Golazo a Paraguay.
LAS DUDAS
Así como del medio para adelante tenemos a los mejores del mundo, poniendo la lupa sobre los defensores comprenderemos que ninguno de los hombres del fondo alcanzó méritos para ser titular en los mejores equipos de Europa. Sabella buscó una renovación en ese sector al que la cátedra viene considerando como el talón de Aquiles desde hace 25 años y apostó, básicamente, a sumar altura y buen cabezazo en el área propia. Está claro que la pelota parada ha adquirido desde hace bastante tiempo una importancia vital en la definición de los partidos (sobre todo si no sos España). Argentina tiene medio equipo de baja estatura o que no cabecea: Messi, Agüero, Di María, Mascherano y Gago. Higuain es el único de los de arriba que va más o menos bien arriba y por eso retrocede en los corners en contra; por ese motivo el DT buscó antes que nada presencia en el juego aéreo a la hora de pensar el entramado defensivo, y por eso Marcos Rojo (originariamente central; 1,87) es una fija como lateral y las dos torres, Fede Fernández y Ezequiel Garay (ambos de 1,89), ocupan el centro de la defensa. Nico Burdisso y Fabricio Coloccini, dos muy buenos cabeceadores, seguramente tendrán otra chance en las próximas citaciones.

La cuestión es que con esos hombres, Sabella gana altura y pierde salida clara desde el fondo porque todos estos defensores, incluyendo a Hugo Campagnaro, no tienen la destreza ni la vocación ofensiva de los laterales brasileños por citar un caso y les cuesta armar la jugada, por eso enseguida buscan a Gago para iniciar el circuito de juego. Pero bueno, la posibilidad de poner en cancha a los 4 cracks también tiene un costo. Todo no se puede (a menos que seas el Barcelona o España, repetimos).

El gran desafío del entrenador, sin duda, es conseguir el equilibrio, que la transición de defensa a ataque se logre sin tanto pelotazo y que exista un recorrido alternativo el día en que a Messi le redoblen la marca y lo raspen por encima del reglamento, como han hecho los peruanos ante la pasividad de árbitros cada vez más localistas. No hay casos de equipos construidos con 11 estrellas; también hacen falta los obreros, aquellos que lucen por su orden colectivo y valor complementario.

Argentina, también, cuenta con dos valores muy poco utilizados en este ciclo que le pueden brindar variantes de calidad en momentos críticos: Carlos Tevez y Javier Pastore. Sumarlos sin modificar la armonía grupal (sobre todo a Tevez) es una tarea primordial de Sabella.

La Selección va por el buen camino. El único antecedente de eliminatoria sudamericana disputada por nueve países tuvo a Alejandro Sabella sentado en el banco de suplentes como ayudante de Daniel Passarella. En aquella oportunidad, en el camino hacia Francia 98, a esta misma altura del recorrido (faltando una jornada para el cierre de la primera rueda), Argentina sumaba 10 puntos. Terminó en la primera ubicación con 30 y el 4° clasificado (Chile), llegó a 25. Hoy, Argentina tiene 14 y si vence a Uruguay en el cierre de la rueda inicial ya estaría en 17, con lo que con 8 unidades (3 triunfos sobre 8 partidos) llegaría al Mundial. Es fundamental esa tranquilidad para ir dándole forma al equipo, sobre todo después de un arranque complicado.

“Estamos bien, crecimos, somos un equipo vertical. Me gustaría tener un poco más de posesión”, analizó Sabella en la previa de los últimos dos cruces. Y de aquí se desprende otra de las muy buenas noticias de este primer año: el DT argentino tiene los pies bien apoyados sobre la tierra y la mirada crítica en foco. Y desde ese lugar se construye con firmeza.

Por Diego Borinsky. Fotos: Alejandro del Bosco