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Alejandro Migliardi, bonus de confesiones

Hombre nacido hace 40 años en Hurlingham, todavía tiene ganas de revolcarse en el arco de Deportivo Morón, donde es un ilustre, y mantiene intacto su sueño de ascender a la B Nacional. Aquí habla de su cariño al Gallo, de los consejos a los pibes, de sus charlas con Salvador Daniele -actual entrenador de Morón, que además lo hizo debutar en Primera en 1994-, y de sus vivencias en la CAI.

Por Redacción EG ·

12 de septiembre de 2012
La nota original salió publicada en la edición de septiembre de 2012 de El Gráfico. A continuación, un complemento exclusivo para nuestros lectores web.

Imagen UN GUERRERO DE mil batallas. A los 40 años, es uno de los referentes de Deportivo Morón, que sueña con ascender a la B Nacional.
UN GUERRERO DE mil batallas. A los 40 años, es uno de los referentes de Deportivo Morón, que sueña con ascender a la B Nacional.
LOS HINCHAS me quieren y me respetan mucho en Morón. Y yo también los quiero a ellos. Pero no pienso en eso cuando salgo a la cancha. Porque si lo hiciera, me relajaría y no me gustaría que me ocurriera. Si no estás bien o cometés algún error, parecería que no pasa nada. Y no es así.

LOS CONSEJOS que les doy a los pibes son que disfruten del juego, que los errores sirvan para crecer y que se maten entrenando. Sin eso, no se llega a ningún lado. El arquero, por ejemplo, debe practicar muchísimo para responder correctamente cuando se lo necesita. Por eso, el entrenamiento es vital.

EL GATO (Salvador Daniele) no solo me subió de Quinta a Primera en Morón, sino que también me entrenó, me enseñó, me corrigió muchas cosas y habló con los dirigentes porque él pensaba que César Monasterio y yo éramos los arqueros que el club necesitaba. Volver a tener como entrenador al tipo que me hizo debutar en la Primera del club hace 18 años es una alegría grande. Tenemos una buena y respetuosa relación. Si él quiere una opinión, se la daré.

CON EL GATO, hablamos sobre cómo está el equipo, cómo nos paramos en las pelotas paradas; él tiene confianza conmigo y sabe que le voy a dar una opinión totalmente desinteresada. El, en ese sentido, no es celoso de los jugadores. Quiere que al equipo le vaya bien.

TENGO ALGUNAS anécdotas en Comodoro Rivadavia, cuando jugaba para la CAI. La primera: una vuelta hicimos la entrada en calor antes de entrenarnos con un frío tremendo y me avivé de que no tenía los guantes para atajar en la práctica de fútbol. Entonces, les pedí los guantes mágicos, los de lana, al preparador físico (risas). Fue muy divertido.

LA SEGUNDA: hay viento en contra en Comodoro y va para el lado del mar. Cuando ponía la pelota en el área chica para sacar en uno de los arcos de la cancha, me la traía el viento. Hacía un posito y pasaba lo mismo. Entonces, le pedía a un defensor que me la sostuviera con el pie para pegarle. Llegaba un momento en el que nos reíamos, porque no se puede jugar al fútbol así.

Y LA TERCERA: realizábamos las prácticas de fútbol con botines de papi, sin tapones. Increíble. El asunto es que se cuidaba el pasto con rigurosidad, porque era imposible recuperarlo si se levantaba.

Por Darío Gurevich / Twitter: @dariogurevich