Las Entrevistas de El Gráfico

Alejandro Migliardi, en primera persona

Arquero del Deportivo Morón. Vigente en la B Metropolitana a los 40 años. Una carrera de 18 años construida en el Ascenso.

Por Redacción EG ·

09 de septiembre de 2012
            Nota publicada en la edición de septiembre de 2012 de El Gráfico  

Imagen DEDOS de acero. Alejandro Migliardi sueña con ascender el año próximo cuando tenga 41 años.
DEDOS de acero. Alejandro Migliardi sueña con ascender el año próximo cuando tenga 41 años.
NO PASA por la edad, sino por el rendimiento. Si te cuidaste y tuviste la fortuna de no tener lesiones, podés estar vigente y aplicar tu experiencia. Si a los 20 años no rendís, no jugás. Y a los 40, es igual. Conservo la misma mentalidad de siempre: me entreno para andar bien en la cancha. El día que no rinda, no juego más.

TRABAJO A la par del tercer arquero de Morón, que tiene 20 años, y del resto de mis compañeros en lo físico, táctico y técnico. Necesito hacerlo así, porque de lo contrario me quedaría mal. Me gusta entrenarme de esta manera; lo disfruto más de grande que de chico, cuando me costaba acostumbrarme a las exigencias. La clave es estar preparado para competir en el alto rendimiento.

ME SIENTO un veterano cuando algún hincha me lo marca en la cancha. Pero es parte de esto. ¿Qué fue lo más gracioso que escuché? “Gordo, dejá de atajar”, me gritaron. Cuando miré al tipo, pesaba como 130 kilos. “Justo vos me lo decís”, le contesté. Y el tipo se rió también.

“DEJA DE ROBAR”. Ese es el peor insulto, el más hiriente, que le pueden decir a un jugador. Porque las cosas te pueden ir bien o mal, pero jamás vas a robar.

ATAJE UN penal cuando debuté, en 1994. Jugábamos con Morón, ante Atlético Tucumán, en el viejo Nacional B. El arquero era Monasterio, pero se lesionó. Lo reemplacé con el partido 1-1 y nos cobraron un penal en contra al ratito de mi ingreso. Lo atajé y luego lo ganamos. ¿Qué pensé cuando entré? Nada; no tuve ni tiempo. Salté del banco, me puse los guantes y me metí en la cancha sin calentar. No tomé consciencia de que era mi debut.

TUVE UNA ayuda para atajar ese penal. El Gato Daniele, que me hizo debutar y que me dirige hoy en Morón, nos exigía a los arqueros anotar dónde los rivales pateaban los penales en cada partido. Entonces, anotaba en mi agendita en base a lo que salía publicado en los diarios. Supongamos: Fulano le dio a la izquierda a media altura. Era nuestra estadística. El Gato, además, nos pedía la libreta para chequear que lo estuviéramos haciendo. Y yo tenía anotado que Soria, delantero de Atlético Tucumán, la tiraba a la derecha. Y así fue: me revolqué para ahí y lo atajé.

A DIFERENCIA de antes, los chicos tienen muchas posibilidades de jugar. En otras épocas, había una chance y listo. Si yo no hubiera atajado ese penal y cambiado la historia del partido de mi debut, tal vez habría pasado de largo. Por eso, les repito a los jóvenes: entrénense a fondo y aprovechen las oportunidades.

SALVO EN mi primera etapa en Morón (1994/97) y en Los Andes (1997/2001), y en mi segunda en Morón (2009/12), estuve un año o un poquito más o menos en cada club: Banfield, Almirante Brown de Arrecifes, Los Andes -en un segundo paso-, la CAI, Chicago, San Martín de Mendoza, Ferro, Platense y Sarmiento. Fue así por una cuestión de querer superarme. Como dejaba una buena imagen en los clubes, me ofrecían mejores posibilidades de trabajo. Sin embargo, volví a Morón hace cuatro años porque tenía una deuda: jugar más acá. Soy surgido de las Inferiores y toda mi familia es hincha del Gallo. Si bien tuve algunas propuestas a través de buenos rendimientos, no me quise ir del club. No lo cambio por nada. Cuando me retire, será en Morón.

ME ENCARGO de las arengas. Daniele, el entrenador, nos da la charla técnica y yo hablo en la manga o en el túnel. Ahí trato de motivar al grupo, más allá de repasar algún concepto de las marcas y las pelotas paradas. Uno sabe qué representa Morón, la exigencia que existe y qué nos jugamos cada vez que salimos a la cancha. Me pasó de emocionarme en la previa a partidos decisivos. Como teníamos que ganar como fuera, decía cosas desde el corazón para llegarles a los muchachos. Pero hay que intentar no mezclar tanto las emociones, porque quizás a alguno le hace mal.

EXISTE UNA diferencia abismal entre los pibes que surgen del ascenso, con respecto a los que arrancan en la A, porque los chicos del ascenso no están ni cerca de comprarse nada con el sueldo. Por eso, yo les aconsejo que cuiden su lugar, que se entrenen a morir y que no desperdicien chances, porque del fútbol puede resultar el bienestar para sus familias. Son dos mundos distintos: la A, por un lado, y el ascenso, por otro. Si un futbolista que se inició en el ascenso tiene la suerte de triunfar, valorará más al mirar para atrás. Porque en el ascenso, a veces no tenés una cancha en condiciones para entrenarte, agua, ropa, y de golpe te encontrás con todo aquello que te faltaba.

Imagen NACIDO el 6 de marzo de 1972, en Hurlingham, todavía no piensa en el retiro. Renueva su contrato temporada a temporada.
NACIDO el 6 de marzo de 1972, en Hurlingham, todavía no piensa en el retiro. Renueva su contrato temporada a temporada.
MI PASO por primera fue corto (Los Andes y Banfield). Si bien cumplí mi sueño, no lo pude sostener en el tiempo. Pero los jugadores de la A están en otro nivel, tienen otras aspiraciones. Nosotros, los futbolistas del ascenso, nos arreglamos con menos. Esa es la realidad.

UNO DE mis mejores partidos fue mi presentación en la A. Con Los Andes, le ganamos 2-1 a Racing en su estadio. Sufrimos bastante, al margen del triunfo. Saqué varias pelotas importantes; anduve muy bien. Como me destaqué, entonces, me quedé dando notas en el campo de juego. Después, pasé por ese túnel enorme, llegué al vestuario y me felicitaron. En ese momento no te das cuenta de lo que hiciste. Empezás a caer al otro día, al ver los diarios y las revistas (fue tapa de El Gráfico). Ocurrió hace 12 años, pero lo recuerdo con mucho cariño.

MADURE COMO arquero cuando pasé la etapa de jugar en la A. Ahí no estaba preparado mentalmente para el mundo de Primera. Lo supe años después. Si hubiera tenido otra cabeza, la historia habría sido diferente. Me faltó madurez en el puesto para manejar algunas situaciones adentro de la cancha.

ME GUSTA que me exijan. Hace poco vino un compañero de 20 años y me dijo: “Chiche, la tiro larga y te encaro mano a mano”. “Sí, dale”, le respondí. Le gané el duelo y le demostré que no estoy tan grande (risas). Me revuelco todo el día. Soy peor que un chico.

UNO INCORPORA conceptos del juego a través de la experiencia. Promediando mi carrera, cambié mi estilo de atajar. Antes, estaba de moda hacer la de Dios y esperaba más al rival. Pero aprendí a salir a achicar más rápido y me dio resultado. Ahora, de grande, leo mejor el juego y tengo otra tranquilidad durante el partido.

MIS MEJORES momentos fueron en la CAI, cuando perdimos el campeonato en la última fecha por un punto contra Gimnasia de Jujuy, en San Martín de Mendoza y este último tiempo en Morón.

QUE BRAVO estuvo en Comodoro Rivadavia. Vivía en un departamento muy lindo en el piso 10. Pero, como el viento no paraba, se movía el edificio. Era una locura. Un día, agarré las cosas a las 4 de la mañana y le dije a mi señora: “Nos vamos a un hotel, porque no aguanto más”. Tenía miedo; pensaba que se iba a caer.

LA FRUSTRACION deportiva la viví en Ferro. Llegué a un club con historia para afrontar la temporada 2006/07. Si bien pensaba que podíamos pelearla con un equipo joven, terminamos penando por no descender en la Promoción. Había miedo de perder la categoría. Por suerte, pudimos salvarnos.

SUEÑOS DE progreso. Ese es el desafío más grande que tenemos los jugadores del ascenso. Nuestra vida gira en torno a eso. El deseo es llegar a la A. Más allá de que el fútbol sea un deporte, es un trabajo y debés darle lo mejor a tu familia.

TODAVIA TENGO ganas de crecer, de compartir un grupo y de sentir la adrenalina que me genera salir a la cancha. Conservo mi espíritu de superación en lo deportivo. Mi anhelo es ascender con Morón y jugar en la cancha nueva del club el año que viene en la B Nacional. ¿Qué otra motivación puedo tener? Quiero retribuir el cariño del hincha con un título.

CASI QUE no duermo después de los partidos, por lo general. Me cuesta un montón, porque pienso en lo que fue el juego. ¿Qué hago? Miro la televisión, me tomo un té, quizás gaseosa; camino por mi casa, hasta que me canso y me acuesto. Eso se puede dar a las seis de la mañana o más tarde también.

SOY COMPETITIVO, siempre. El futbolista es así. Si juego a la Play, quiero ganar. Si me voy a pescar, debo sacar el más grande. Y hasta que no lo haga, no paro.

AL FUTBOLISTA no lo preparan para el día en que le toca perder. Cuando ocurre, te peleás con tu entorno, por ejemplo; sería bueno poder separar las cosas. De chico, te enseñan a ganar. Asimilar una derrota en el fútbol argentino resulta poco probable.

APRENDI, GRACIAS al fútbol, a manejarme por un camino correcto, a ser compañero, a respetar horarios y normas, y a aceptar una responsabilidad y cumplirla. Me gustaría que me recordaran como una buena persona, que es lo que queda.

Por Darío Gurevich. Fotos: Emiliano Lasalvia