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Patricio Loustau: De buena madera

Aunque no eligió el arbitraje por mandato paterno y aspira a evitar las comparaciones, el hijo de Pichi asoma como el mejor exponente de la camada actual. Cómo convive con el insulto en la cancha, el valor de la televisión, el error involuntario del juez y el rol del futbolista; todo en una charla franca y distendida.

Por Redacción EG ·

09 de septiembre de 2012
    Nota publicada en la edición de septiembre de 2012 de El Gráfico  

Imagen ALEGRIA pura. Apenas se entera de su designación, estudia los sistemas tácticos de los equipos para ver por dónde pasará el equipo.
ALEGRIA pura. Apenas se entera de su designación, estudia los sistemas tácticos de los equipos para ver por dónde pasará el equipo.
Está enamorado de su oficio, jamás podrá ocultarlo. Tampoco lo pretende. Se expresa y gesticula con la misma pasión con la que siente el arbitraje. Candela -su esposa- y sus hijas -Amparo y Consuelo- no se ofenden, porque ya lo conocen. Se dedica a la misma actividad que su padre, Juan Carlos -mundialista en Italia 90-, pero no por herencia. De hecho, su nota de presentación en El Gráfico se postergó cuatro años porque pretendía forjar la suya.

“Quiero llegar a Primera A y asentarme; que me conozcan por mi estilo y no por mi viejo. Dejémosla para más adelante”, se sinceraba ante el cronista de turno cuando todavía dirigía en el ascenso. Hoy, Patricio Loustau recuerda la anécdota y se ríe.

“No te imaginás; hice cada cosa para ser árbitro -adelanta, relajado, en el comedor diario de su casa-. Te doy dos ejemplos. El primero: estaba en una reunión laboral de siete u ocho personas, que había empezado a las 12. Como debía dirigir en la cancha de Leandro N. Alem en General Rodríguez a las 16, me levanté después de un tiempo determinado con la excusa de ir al baño y no volví más (risas). Ahí, bajé y agarré el auto que me prestaban en ese momento para llegar al partido. El segundo: dirigía Puerto Nuevo ante Deportivo Paraguayo, ya desafiliado. Pero tenía un viaje laboral a España (trabaja en publicidad). Entonces, cambié el pasaje y elegí perderme de conocer Toledo, solo para pitar en ese encuentro de la D. Entonces, me llevaron desde la cancha, en Campana, hasta Ezeiza para tomarme el avión. Ya en Madrid, me enteré de que jugaba Rayo Vallecano frente a Deportivo de La Coruña y me fui al estadio en vez de irme a pasear en el único día libre que me quedaba. No me arrepiento de nada, porque soy árbitro internacional desde enero del año pasado por haberme tomado la profesión así”.

Nacido en Lomas de Zamora hace 37 años, Patricio reafirma el concepto de la independencia paterna, para transformarse en árbitro de fútbol, y lo desarrolla.

-Nunca pensé en desligarme de mi apellido. Fui criado y educado bajo una columna férrea de principios y valores. Quería tomar mi camino. Mi viejo fue y es un referente, pero mi idea de ser árbitro no tenía que ver con los logros que él alcanzó. Fue una elección personal, con la influencia de verlo disfrutar mucho de la actividad. Esto no se relaciona con una cuestión de superación. Siempre competí conmigo mismo. Anhelo sentirme importante. Estoy orgulloso de la carrera arbitral de mi viejo y me pone feliz, aunque yo voy en busca de mis objetivos.

Imagen OTRO TIEMPO: en un partido de fútbol femenino.
OTRO TIEMPO: en un partido de fútbol femenino.
-¿Por qué ser árbitro, entonces?
-Naturalmente, mi primer juguete fue una pelota. ¿Podría haber sido futbolista? Hubo un intento por ahí que no llegó a buen puerto, por una cuestión de cualidades para el primer nivel. Tuve un paso fugaz por la Novena de Racing. Jugaba de marcador central. Cuando empecé el curso arbitral, en 1994, hacíamos las prácticas y colocaban una terna para dirigir. Yo siempre me ponía atrás, escondido, porque quería jugar. Al principio, me divertía más que dirigir. Pero, cuando pité por primera vez, me encantó y le comencé a tomar el gusto. Hoy, disfruto al ingresar al campo de juego como árbitro y no como futbolista frustrado. Tengo un gran afecto por la actividad, porque me formó, me hizo ser un tipo puntual y respetuoso, más allá de la educación que uno recibió en su casa y en la escuela.

-¿Qué situación produjo un clic en tu cabeza, en la que dijiste con certeza: “Me dedicaré al arbitraje”?
-Mi debut en Primera, en octubre de 2000. Fue en la D, Puerto Nuevo frente a Claypole, en el horario central de las 15.30. Me tomé el tren y un colectivo para llegar a la cancha. Resultó una alegría enorme y fuerte a la vez, porque significaba mi estreno en Primera.

HOMBRE DE perfil bajo, recuerda con cariño sus inicios. Estable en la plantilla de la AFA desde 1998, transitó por Infantiles, fútbol de salón, fútbol femenino, Primera D, C, B Metropolitana y B Nacional hasta desembarcar en la máxima categoría, en el 2-0 de Godoy Cruz ante Gimnasia, en agosto de 2009. “Me designaron y flotaba en el aire -revive-. Era la primera fecha del campeonato y me enteré en el centro de entrenamiento de Quilmes a través de un mensaje de texto; me senté en el banco donde nos cambiábamos y se me caían las lágrimas, por la alegría de dirigir en el primer nivel del fútbol argentino. Los objetivos fueron siempre a corto plazo. Cuando dirigí el primer partido, me quería ganar el segundo. Recibí el apoyo de mi familia y de mis colegas, pero todos deberíamos hacerle un reconocimiento al ascenso, donde me formé. Se trabaja a pulmón, en especial en la D y en la C”.

Imagen LOUSTAU en su estreno en la Primera B.
LOUSTAU en su estreno en la Primera B.
-Debés tener historias en el ascenso...
-Sí, claro. En un retorno de la Primera B, había poca gente en la cancha. De golpe, un hincha que estaba pegado al alambrado le gritó a un jugador excedido de peso: “¿Dónde hiciste la pretemporada? ¿En McDonald´s?”. Y se escuchó . Traté de no reírme, pero el ingenio del tipo fue tremendo.

-¿El insulto hacia el árbitro viene arraigado desde la D?
-Sí, no te perdonan nunca. El hincha argentino es muy pasional. Una de las pocas veces que me fue a ver mi familia, en un partido de Reserva entre El Porvenir y Morón, donde no había más de 20 personas en la cancha, un tipo me puteó por las dudas. Subió ocho o diez escalones con el encuentro empezado y me mandó al demonio. “Y te lo digo porque recién llego y quiero que lo sepas”, me gritó. No había pasado nada en esos cinco minutos.

-¿Ya les explicás a tus hijas la frase: “A papá lo putean en la cancha, pero es un buen tipo”?
-Ellas se dan cuenta de que soy un buen tipo (risas). Me insultaron en estadios, pero nunca en la calle. Las nenas tienen 5 y 2 años, y me ven por la televisión. Amparo, la más grande, reconoce al árbitro, porque se viste con colores diferentes a los dos equipos. Pero lo toma como que papá está en la tele, como un juego. Consuelito es más bebé. Estimo que se lo tendré que explicar en un tiempo.

-Ustedes también salen a jugar, como los futbolistas. ¿Cuándo empezás a palpitar el partido que te corresponde?
-Durante la semana, después de las designaciones que son los martes. Ahí me interesa ver cómo son los sistemas tácticos de los equipos que dirijo, cómo forman, con qué jugadores. Observo si tienen un mediocampo aguerrido o de juego, si son equipos veloces o no, si son fuertes en el juego aéreo. Es una manera de ver por dónde pasará el partido.

-¿La televisión es un amigo o un enemigo?
-La televisión nos ayuda a crecer y a ser mejores. No nos perjudica. Hay 14 cámaras en un partido importante de Primera A. Yo trato de ver todo, pero no es sencillo igualarlas desde el ojo humano. Es un tema de sentido común. Igual, miro todos los partidos que dirijo para ver si me equivoqué y por qué. Mi intención es aplicar las reglas de juego, que el partido sea fluido, y estar cerca de la jugada con un posicionamiento apropiado.

Imagen SERIO. Así pita el árbitro internacional que debutó en la A en agosto de 2009.
SERIO. Así pita el árbitro internacional que debutó en la A en agosto de 2009.
“PATRICIO LOUSTAU es el abanderado de la nueva generación de árbitros”.
Héctor Baldassi, último réferi mundialista en Sudáfrica 2010, convirtió en mimo una declaración pública. “Es un orgullo enorme que haya dicho eso, porque arbitralmente fue uno de los mejores que vi -afirma-. Cuando empecé a dirigir en la AFA, en el auto para ir a entrenarnos al Bajo Flores nos subíamos Luis Pasturenzi, que manejaba; Baldassi, que se sentaba en el asiento del acompañante y que dirigía en la C; y yo que iba atrás. Héctor ya demostraba excelentes cualidades arbitrales”.

-¿El futbolista es honesto o intenta engañar al árbitro todo el tiempo?
-El jugador argentino es bicho, inteligente; conoce al árbitro, sabe qué decirle, cómo tratarlo, cómo levantar al público. Pero estas cuestiones no se deben criticar, porque la búsqueda es para uno. Como réferi, tenés que poner al jugador de tu lado. El futbolista es el actor principal de este deporte. Si queremos ubicarnos por delante, estamos complicados.

-¿La simulación te incomoda?
-No. Me fastidia no advertirla. Debo ser inteligente para descubrirla. Y encontrarla me hace ser mejor. Pitar en el fútbol argentino, según cuentan los árbitros de experiencia, es como estudiar en una universidad de primerísimo nivel mundial. Se debe estar atento y concentrado; durante el partido no se puede pensar en otra cosa que no sea en el partido mismo. Si esto no ocurre, sonaste, porque este fútbol no te da tiempo; tiene tantos matices que si te dispersaste y no los viste, fuiste.

-¿Nunca te coimearon?
-Jamás. Eso es lo peor que le pueden querer hacer a un árbitro. Mejor que no se les ocurra porque conocerán lo peor de mí. Tengo una manera transparente de ser y de vivir.

-Si bien dirigiste Banfield-Lanús e Independiente-Racing, hubo polémica luego de Boca-River. ¿Cuál es tu análisis?
-Estoy agradecido de haber dirigido ese partido y de los que confiaron en mí. Reemplacé a Baldassi, el mejor árbitro argentino de ese momento. Sé que me criticaron, pero acepto a aquellos que lo hicieron de buena voluntad. Hay otras críticas que no entendés de dónde vienen, porque tal vez se desconocen cuestiones arbitrales. Autoevaluarse es íntimo. Uno puede tener una percepción hacia eso. Igual, la actuación de uno no puede juzgarse por un partido puntual, porque hay una historia que se construye.

-Por más historia, igual debe ser difícil convivir con la tolerancia cero del público...
-Uno trabaja para no equivocarse. Esa es la base. La gente le tiene más tolerancia a un futbolista que falla sobre la línea que a un árbitro que le pifió al cobrar. No pretendo que se cambie, sino que se entienda que el réferi puede errar entre tanta toma de decisiones. ¿Cómo lograr que se comprenda? Es un gran desafío para la sociedad futbolística.

-¿Te molesta cuando los protagonistas intentan descomprimir una derrota culpando al árbitro?
-No acepto que futbolistas y entrenadores, tan capacitados como los que hay en el fútbol argentino, digan que se perdió porque el árbitro cobró o no un penal, expulsó bien o mal a un jugador. Porque los jugadores y los técnicos también pifian, pero casi nunca se escucha eso. Y si pasa, o sea que el árbitro se equivoque, los jugadores deben estar preparados para dar vuelta la historia. Si podés jugar ante 50 mil personas, estás capacitado para revertir un resultado por un error del árbitro. Hay que entender que un día, un equipo puede perder por un penal que no fue, supongamos, y que el error del réferi, siempre involuntario, forma parte del juego.

SU CASA está revolucionada por la visita de El Gráfico, revista que su abuelo y su padre se devoraban. Patricio Loustau asume que es divertido, aunque sus expresiones adustas adentro de la cancha parecen indicar lo contrario. Es un apasionado por su oficio y en el final regala una frase que sintetiza su filosofía: “En el futuro me gustaría que me recordaran como alguien que ejerció el referato con felicidad, que dejó algo para el arbitraje argentino y los réferis más jóvenes, que es un agradecido a los que lo ayudaron, y que podrá mirar a todo el mundo a la cara al retirarse”.

EN SINTONIA CON JUAN CARLOS
“Nos paramos en líneas similares con mi viejo (Juan Carlos), que hoy es instructor de la Confederación Sudamericana de fútbol. El juego tuvo una evolución y hasta enmiendas en las reglas. Por ejemplo, cuando él dirigía, el arquero podía tomar la pelota con sus manos si se la pasaba un compañero con el pie. De hecho, quienes saben de otras épocas del fútbol argentino, cuentan que se juega con otra vorágine y a una velocidad altísima. Pero la interpretación y el espíritu sobre el reglamento, el intento de un arbitraje argentino histórico en la fineza del entendimiento del juego, de sentir y de saber qué es falta y qué no, es el mismo. El árbitro nacional se destacó históricamente por tener riqueza técnica. Y yo no tengo dudas: me siento identificado con esa línea”, asegura Patricio. Así como él, hay otros hijos de árbitros en vigencia en el plantel arbitral de la AFA. Anoten: Mauro y Paulo Vigliano, Nicolás Lamolina, Hernán Mastrángelo, Julio Barraza y Ariel Scime (árbitro asistente).

Por Darío Gurevich. Fotos: Emiliano Lasalvia y Archivo El Gráfico