Las Entrevistas de El Gráfico

Marcelo Bravo, en primera persona

A los veinte años, en 2005, debió dejar el fútbol por una miocardiopatía hipertrófica. Actualmente dirige las inferiores de Vélez, su paraíso, como él lo llama. Habla, entre otros temas, de Messi, Bielsa, el periodismo, sus inicios en el fútbol y la dura noticia del retiro.

Por Redacción EG ·

18 de agosto de 2012
 

  Nota publicada en la edición de agosto del 2012 de El Gráfico 
Imagen "ME COSTÓ darme cuenta de que antes que el fútbol había otras prioridades" afirma.
"ME COSTÓ darme cuenta de que antes que el fútbol había otras prioridades" afirma.
 UUUH, ¿QUE HABRE hecho?, me pregunté cuando Miguel Russo se me acercó en el vestuario y me dijo que no me cambiara, que necesitaba hablar conmigo. Era un lunes, el sábado le habíamos ganado a Gimnasia 6 a 0 y había metido un golazo. Cuando entré a la oficina de Miguel y vi a los médicos, me asusté. Me dieron la noticia, me dijeron que tenía que parar al menos por un tiempo y que debía empezar a hacerme los estudios. Pensé que me había puesto nervioso en algún análisis y que en el siguiente se iba a arreglar todo. Lamentablemente, no fue así.

ME COSTO darme cuenta de que antes que el fútbol había otras prioridades. Cuando me detectaron el problema ni imaginaba las consecuencias que podía traer el hecho de seguir jugando. No me importaba nada, estaba confiado en que no iba a pasarme nada. Le pedí a mi viejo que hiciera lo que fuese necesario para que me dejaran estar. “Firmá lo que sea, vos, mamá, yo. Nos hacemos responsables de todo”, le decía. El, claro, para no ver mal al hijo, decía que sí, que no me hiciera drama, que él iba a firmar y así podría seguir jugando. En el fondo, sabía que la mano venía brava.

CADA VEZ QUE ENTRO al consultorio médico pienso: “Hoy va a ocurrir un milagro”, pero ya lo tengo asumido. Repito los análisis cada siete meses como corresponde, fantaseo con que alguna vez pueda desaparecer el problema. Sigo jugando al fútbol de vez en cuando con amigos, pero muy livianito.

VELEZ ES mi paraiso. Nunca se olvidaron de mí. Miguel me dio la chance de sumarme a su cuerpo técnico y después asumí en las Inferiores del club. Dirijo la categoría 2001 y también estoy en Almafuerte de Lomas de Zamora, el lugar donde empecé y jugué al baby fútbol. Siempre les voy a estar agradecido a ambos clubes. Ahí me formé como persona y me apoyaron en mi peor momento. Estoy aprendiendo, todavía me falta mucho, pero quiero llegar a dirigir en Primera. Mi carrera como futbolista duró poco, pero todavía tengo cosas para darle al fútbol.

SIEMPRE HAY que decir la verdad. Cuando descubrieron mi problema, el cuerpo médico de Vélez me sugirió postergar la confirmación de lo que había pasado para evitar rumores. Decían que tal vez lo mejor era esperar otros estudios. Pero decidí que no, que tenía que salir y enfrentar al plantel y al periodismo contando lo que había pasado. Uno nunca sabe cómo pueden terminar estas cosas. Al final, tuve razón yo.

EL PERIODISMO se manejó muy bien con mi caso. Al principio, cuando dije que no quería hablar, respetaron mi decisión. De vez en cuando me llaman para preguntarme cuando pasa algo parecido, cuando muere algún jugador por un problema cardíaco. ¡Cómo si uno fuera médico!

CADA VEZ que un futbolista muere por un problema cardíaco, le agradezco a Dios que me hayan detectado el problema a tiempo. Pensar que eso pudo haberme tocado a mí…

VEO LA HELADERA de la casa de mi vieja y me acuerdo del esfuerzo que hice a lo largo de mi carrera. Ayudar a mi familia siempre fue mi objetivo principal. Una vez entró un hombre al vestuario vestido con sobretodo y con un maletín en la mano. Le habíamos ganado a Banfield de visitante. El tipo empezó a nombrar a uno por uno hasta que mencionó mi apellido. Le tuve que preguntar a Sergio Sena, que se estaba cambiando al lado mío, qué hacía ese hombre en el vestuario. “Es el tesorero, Chelo. Si seguimos consiguiendo resultados vamos a ver buena plata”, me dijo. Me acerqué y me di cuenta de que iba a cobrar mi primer sueldo. Hasta ese momento me movía con un viático y nada más. Ni bien cobré el cheque le compré una heladera a mi vieja. Todavía sigue ahí.

CUANDO ME dieron la noticia de que me iba a concentrar con Primera pensé que era una broma. Carlos Ischia anotaba los nombres de los concentrados en una pizarra. Yo no iba nunca a fijarme, hacía poco tiempo que me entrenaba con ellos. Pero Fernando Escobar, un arquero que también era nuevito e iba siempre a ver si estaba su nombre, me sorprendió un día: “Chelo, andá, mirá, estás citado”. Le dije que con esas cosas no se jodía, pero igual me acerqué a ver si era cierto. Leí: Jonas Gutiérrez, Marcelo Bravo… No lo podía creer.

BIELSA ME dejo en claro que no nací para ser defensor. Nos estábamos entrenando en Ezeiza y Marcelo necesitaba un marcador de punta para un trabajo especial. Su ayudante, Claudio Vivas, me preguntó si me animaba y yo dije que sí. Me tocó marcar a Luciano Figueroa, que en tres jugadas consecutivas me desacomodó y metió tres golazos. “Vivas, ¡¿no se da cuenta de que Bravo no sabe marcar?! ¿Para qué me dijo que Bravo iba a poder hacerlo?”, gritaba Bielsa. Al final del entrenamiento se acercó y me felicitó: “Bravo, quiero decirle que hoy ha crecido mucho como jugador. Estoy muy satisfecho. Pero hágame el favor, no se dedique nunca más a marcar”.

¿A VER QUE TAL ES? El día que conocí a Messi me di cuenta de que no hay que subestimar a nadie Nos estábamos entrenando con la Sub 20, Hugo Tocalli juntó al grupo y nos comunicó que a la tarde se iba a sumar un nuevo compañero. Era un pibe que jugaba en el Barcelona y que venía a entrenarse con nosotros porque desde España lo estaban tentando para que se nacionalizara. Nosotros no teníamos ni idea de quién era ni cómo jugaba. Cuando llegó, armamos un reducido. Era flaquito, dos años más chico que la mayoría del grupo. No me olvido más, Hugo nos puso a jugar en el mismo equipo, un 7 contra 7. La primera pelota que toco, para probarlo y que se integrara al grupo, se la paso. Nunca vi una cosa igual, la agarró en la mitad de la cancha y llegó hasta el otro arco; se pasó a todos. En ese partido hizo cuatro goles.

EL FUTBOL es un deporte muy ingrato. Implica un esfuerzo enorme y la gran mayoría, salvo uno o dos por categoría, se quedan en el camino. Es terrible ver cómo pibes de 20, 21 años quedan libres y se les viene el mundo abajo. Mi hermano fue campeón varias veces en juveniles, siempre jugando como titular, llegó a la Reserva de Vélez pero no pudo pegar el salto. Yo jamás había dado una vuelta olímpica en Inferiores, y a los 19 años estaba festejando con la Primera. También es cierto que cuando empecé a hacerme los estudios no sabía qué iba a hacer si se determinaba que no podía jugar más. No lo había pensado, toda mi vida siempre había sido el fútbol.

Imagen CLASE PURA: Pase de Bravo con los ojos bien abiertos, en un partido contra River.
CLASE PURA: Pase de Bravo con los ojos bien abiertos, en un partido contra River.
 MI PRIMERA concentracion duró solo tres horas. Estábamos en el hotel y nos enteramos de que ese fin de semana paraba el fútbol por una huelga de Agremiados. No se me pudo dar y a los pocos días me lesioné los meniscos. Tuve que parar dos meses, pero nunca me volví loco. Confiaba en mí, sabía que tarde o temprano me iba a llegar la oportunidad. Hay que asumir los golpes con tranquilidad, si no, corrés el riesgo de que un bajón termine afectando tu futuro.

LA TARDE que le ganamos a Estudiantes y salimos campeones del Clausura 2005 fue lo más lindo que me pasó en la vida. Algo increíble. Lo único que quería era volver a mi barrio y festejar con la gente de ahí. Y así fue, salí un rato con los muchachos de Vélez y a las dos horas estaba en Lomas abrazándome con mis amigos.

PUDE HABERME consagrado antes del campeonato que ganamos con Vélez. En aquel famoso partido con Arsenal, íbamos empatando en Liniers y necesitábamos ganar para ir a un desempate con Newell's, que perdía con Independiente. Entré al área, pasé a dos jugadores, pero Limia (arquero de Arsenal) hizo la de Dios y me la sacó. Siempre pienso en esa jugada. Si hubiera hecho ese gol probablemente habría cambiado mi carrera.

CUANDO ESTAS en novena u octava división empezás a pensar de otra manera. Los primeros años no pasan más: tenés que ir a entrenarte todos los días, hacer mucho sacrificio en cuanto a las postergaciones: salidas con amigos, cumpleaños de quince. A medida que fueron pasando los años me fui dando cuenta de que tenía chances de llegar. Cuando estaba a punto de pasar a sexta, ya mi objetivo cambió y mi forma de pensar el fútbol también. Lo bueno es que nunca dejé de disfrutar del fútbol, pero sí empecé a darme cuenta de que existían otros objetivos como ayudar a mi familia o jugar en la Selección argentina.

NO ME ARREPIENTO absolutamente de nada porque sé que a pesar de las obligaciones que uno va sintiendo cuando juega en Primera, nunca dejé de disfrutar del juego. Es cierto que el futbolista lo toma como un trabajo, pero en mi caso nunca perdí esa pasión que traje del barrio. Si volviera el tiempo atrás y alguien me dijera cómo iba a ser mi carrera, más allá de cómo terminó, la habría vuelto a elegir sin dudarlo. El fútbol es lo más lindo que me pasó en la vida. Nací para jugar.

MI CASO FUE MUY EXTRAÑO. ¿Qué jugador se dio el lujo de que el último partido de su carrera fuera el mejor?

Por Alfredo Merlo. Foto: Emiliano Lasalvia y Archivo El Gráfico