Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: Ilusión de barrio, Arsenal campeón

Esta es la historia de un club que nació hace 55 años para atenuar un dolor. El berretín de unos muchachos que amaban jugar a la pelota y ya no querían terminar a las piñas en los desafíos barriales. Es la historia del nuevo campeón.

Por Elías Perugino ·

22 de julio de 2012
   Nota publicada en la edición de julio de 2012 de El Gráfico 
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Humberto nació en 1898, frente al Frigorífico La Negra, a pasos de la estación de Avellaneda. Fue el cuarto de los cinco hijos que tuvieron Ernesto Grondona y Ana María de Saboya, casados en Italia y rápidamente exiliados a tierras sudamericanas porque los padres del consorte lo desheredaron por no haber contraído matrimonio con la mujer que le habían elegido, una práctica más que usual en aquellos tiempos aristocráticos.
Humberto, entonces, era de Avellaneda y futbolero, futbolero y de Independiente. Tan de Independiente que hasta se hizo amigo de una figura legendaria como la Chancha Seoane[1]. Para ganarse el mango, se asoció con su amigo Emilio Lombardi y fundó, allá por 1924, Lombardi-Grondona SRL, un corralón de materiales mal definido como “ferretería”, pero más que entrañable para la barriada humilde que empezaba a construir sus casitas dignas en esos terrenos bajos y desolados en lo que hoy es Sarandí. Las casas, la iglesia, los galpones, todo se edificó con los materiales de ese negocio, donde el acuerdo y la confiabilidad se sellaban cara a cara y con un apretón de manos.
Humberto se casó con Julia Solari y tuvieron seis hijos, dos varones y cuatro mujeres. El mayor fue Julio Humberto, hoy presidente de la AFA y vicepresidente de la FIFA, cargos de una responsabilidad máxima, aunque difícilmente más que la que debió asumir en 1956, cuando falleció papá Humberto y debió timonear la familia con apenas 24 años. Por entonces cursaba el tercer año de Ingeniería en la Universidad de La Plata y no dudó en archivar los libros para ponerse al frente del corralón con status de ferretería.
Aunque suene contradictorio, el dolor de una muerte a veces es la vitamina para un renacer. “Era tanto el dolor y la obsesión por la muerte de mi viejo, que necesitaba algo para suplir el pensamiento permanente hacia él”, le contó a El Gráfico hace exactamente diez años. Y ese renacer se llamó Arsenal.
No está mal escrito “renacer”. Porque Arsenal existía, se esfumó y resucitó luego del dolor por la muerte de Humberto. Resulta que en 1943, a la sombra de un árbol de la esquina de Salta y Soler, los muchachones del barrio querían armar un club para desafiar a los poblados vecinos. Querían, pero dudaban y peleaban por el nombre: que Defensores de Soler, que Defensores de Salta… hasta que el tartamudo Samuel propuso llamarlo Arsenal y todos se quedaron mirándolo. Casi ninguno sabía que el Arsenal era una gran potencia del fútbol inglés en esos años. Sabían, sí, que ellos eran mitad de Racing y mitad de Independiente, así que eligieron un color de cada uno –celeste y rojo- para la camiseta. Pero ese Arsenal fue una pompa de jabón. Se desmanteló luego de algunos desafíos esporádicos y volvió a escena en 1954, en partidos “de hacha y tiza”[2] por las ligas de Avellaneda y Campagnale. El presidente de la AFA y su hermano Héctor, que luego sería el goleador histórico del club, formaban la delantera de aquel equipo, cuyo número cuatro era un tal Roberto Perfumo[3]. El único problema es que muchos de esos partidos terminaban a las corridas y a las piñas. “El fin de semana nos dábamos como en la guerra y el lunes debía atender del otro lado del mostrador a un tipo con el que había andado a las trompadas”, suele recordar Julio. En eso andaba cuando el destino se llevó a su padre y el club se transformó en el atajo para gambetear el dolor.
El camino para neutralizar las piñas era afiliarse a la AFA y jugar en Aficionados, la actual Primera D. La condición para afiliarse era tener una sede. ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Con qué dinero si entre todos les costaba juntar los 20 pesos para jugar los desafíos en los potreros? Eran las dudas que se les planteaban a los muchachos que estiraban la noche en el bar “FFF”. Al final, consiguieron un terreno baldío de un amigo de don Humberto. Y el Negro Martín, guitarrero de alma, puso la piedra fundamental: un adoquín que encontró en la avenida Mitre, que estaba en proceso de repavimentación. Entonces, el 11 de enero de 1957 nació por segunda y definitiva vez el Arsenal Fútbol Club, que además de sede necesitaba escudo. “Acá tenemos que hacer cultura y deporte”, dijo uno. Y allí aparecieron la pelota y la torre de ajedrez en el blasón inicial.
El debut fue en 1961, en el 1-1 contra Piraña, y Héctor Grondona metió el primero de los 171 goles que lo erigen en el máximo artillero histórico. Como la cancha recién pudieron levantarla en 1964, jugaban de local en Ateneo de Sarandí, un predio que Perón le había otorgado a Delfo Cabrera[4]. Alambraron, marcaron la cancha y pusieron focos. No para jugar, sino para entrenar, ya que todo el plantel se componía de laburantes y solo podían practicar al anochecer. Conseguir lugar para la cancha propia también fue una odisea. Los Grondona tenían vistos los terrenos actuales, que pertenecían a la Administración de Puertos. Las primeras gestiones fueron estériles, hasta que intercedió Alberto De Stéfano, el hermano de Juan[5], y se las dieron a préstamo con tal de que no construyeran “nada fijo”. ¿Nada fijo? Levantaron las tribunas y ni Dios las movió jamás.  
De allí en más, solo fue cuestión de crecer. Aquella canchita de tablones cachuzos se transformó en un estadio prolijo, coqueto y bien iluminado.  Más allá del insoslayable sello familiar[6], el barrio todo se encolumnó detrás de la causa. Es verdad: nunca fueron muchos, tal vez jamás lo serán[7]. Pero esa condición de aparente debilidad no hace más que dimensionar el valor de los hitos deportivos de su joven historia[8]. 
Desde hace diez años, Arsenal compite en Primera y hasta pisó con firmeza en el terreno internacional. ¿Quién no lo pensó alguna vez: “Y qué querés, si es el equipo de Grondona"? Seamos sinceros, nobleza obliga: Arsenal se ha mantenido sin aditivos, por méritos deportivos, por el esfuerzo de los jugadores y la sabiduría de sus técnicos, por el equilibrio y la sagacidad que han sabido manejar sus dirigentes. ¿Que alguna vez lo benefició un fallo arbitral? Tanto como han beneficiado a Boca, a Racing, a Newell’s… Ni más, ni menos. Aferrarse a los malos pensamientos, algo a lo que somos tan proclives los argentinos, es la chicana más burda para ningunear a los exitosos. Nos encanta escribirnos, leernos y creernos ese cuento. El mensaje de Arsenal es otro: con orden, trabajo, disciplina y una identidad de juego, hasta el más humilde puede desfilar luciendo la corona del campeón. Hasta ese club de barrio que nació de un dolor .
Por Elías Perugino

TEXTOS AL PIE

1- Manuel Seoane fue un fantástico delantero del Rojo. Brilló entre 1922 y 1932. También jugó en El Porvenir e intervino en la famosa Gira del 25 hecha por Boca.
2- Metáfora popular utilizada por los viejos periodistas deportivos para definir a aquellos partidos en los que se metía fuerte en cada pelota.
3- Antes de brillar en Racing, un adolescente Mariscal prestigió la camiseta de Arsenal en los desafíos barriales. Con la Academia fue campeón local, de la Libertadores y la Intercontinental.
4- El gran fondista argentino ganó la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948, y se transformó en un ícono del atletismo nacional.

5- Con el tiempo, Juan De Stéfano fue presidente de Racing y adversario de Grondona, por entonces capo de Independiente y luego de la AFA. El tiempo fue curando esas heridas.

6- Cuatro de los cinco presidentes del club pertenecieron a la familia Grondona. Héctor (hermano de Julio) es el goleador histórico y también fue DT y presidente. Humberto (hijo de Julio) jugó y dirigió. Gustavo (hijo de Héctor) también fue jugador. Y Julito (el otro hijo de Julio) es el actual presidente.

7- En Sarandí viven alrededor de 60.000 personas y Arsenal cuenta con 3.000 socios.

8- Desde su fundación, Arsenal solo descendió una vez (en 1984, de la B a la C). Está en Primera desde 2002 y logró 3 títulos: Copa Sudamericana 2007, Copa Suruga Bank 2008 y Torneo Clausura 2012. Es el primer campeón argentino que jugó en las cinco categorías de AFA.