¡Habla memoria!

Norberto Menéndez, genio rebelde

No sólo jugó para River y Boca, sino que además fue campeón tres veces con cada uno. Entre los finales de los 50 y mediados de los 60 brilló con su talento, pero también hizo ruido con sus rebeldías, porque nunca fue el mejor del colegio.

Por Redacción EG ·

05 de julio de 2012
Nota publicada en la edición de junio de 2012 de El Gráfico  

Imagen CLASICA postura de jugador talentoso. El Beto Menéndez la rompió en River.
CLASICA postura de jugador talentoso. El Beto Menéndez la rompió en River.
 CALLES DE BARRACAS. El empedrado desigual. Las luces en las esquinas. Los almacenes con despacho de bebidas, donde las barajas grasientas van y vienen entre dichos ingeniosos. Por las noches solamente se oyen unos perros lejanos, el talán-talán del tranvía y, traído por el viento, algún tango tristón, silbado por un alma solitaria. Imágenes tangueras, sí, como el barrio: humilde, abierto y de casas bajas. Estamos en los 50, y en esos adoquines, a la hora de la siesta, el piberío juega a la pelota, despreocupado y feliz. Tiempos del vigilante de la esquina, del vendedor de pirulines a la salida del cole, de cielo de barriletes y de trompos rodando en las veredas. Tiempo lindo y pasado, épocas en las que algunas palabras (“estrés”, “colesterol”, “descremado” y “mensaje de texto”) ni siquiera se podían imaginar... Tiempos en que hacerse hombre significaba el pantalón largo, el primer cigarrillo, el paño del billar y como dice el tango: “... el amor, escondido en el portón”. El pibe... ¿cuántos tendría? Ahora, viajando atrás en la máquina del tiempo, lo vemos sosteniendo papeles amarillentos, recorriendo los datos. Se puede ser preciso: apenas unos 17 años.

APARECIO en River, “de casualidad”, como contaba cuando se le daba por contar. “Fuimos cinco a probarnos, pero yo iba de contrapeso. A los quince minutos, el Tano Cesarini, que dirigía la práctica, me hizo salir, y pensé que ahí se terminaba todo. Me fui a vestir puteando por lo bajo, sintiendo que no había podido demostrar nada. Ya estaba por irme cuando apareció un señor y me dijo: 'Vamos, pibe, tenés que firmar ahora mismo'. Así entré en la Novena, y desde ese día respeté a muerte a don Renato. Y eso que yo era bravo, ¿eh? Pero él te enseñaba con palabras y paciencia. Yo era tan inútil con la zurda que, cuando le quería pegar, me caía sentado. Entonces me puso horas y horas frente al frontón y yo, que la iba de rebelde, le obedecía; y más que eso: me esmeraba por aprender”.
El 18 de julio de 1954 se jugó en la Bombonera un Boca-River que no iba a ser, justamente, uno más. Walter Gómez, lesionado. Angel Labruna, velando a su padre. Entonces el técnico José María Minella siguió el consejo de don Renato, que estaba a cargo del semillero: los reemplazó por Norberto Menéndez y Enrique Omar Sívori. El Beto tenía 17; el Cabezón, 18. Jugaron juntos por primera vez, y lo hicieron como si lo hubieran hecho toda la vida. “Yo jugaba en la Sexta y me daban 7 pesos y el sánguche. El miércoles, Cesarini me dijo que me concentrara para jugar en la Primera. No lo podía creer. Y, cuando salí a la cancha, me agarró un tembleque bárbaro. Pero en cuanto me salieron bien un par de jugadas, ahí me agrandé y seguí el consejo del Cabezón: en la cancha hay que hablar. Lo agarramos de punto a Colman (Juan Carlos, alias El Comisario) diciéndole algunas cositas que tenían que ver con su barrio en Rosario. Engranó como loco, mientras nosotros nos divertíamos y lo dejábamos pagando. Ese partido lo ganamos por 1 a 0, con gol de Prado a los 44 minutos y fue inolvidable para mí, porque esa tarde jugué, me divertí, ganamos y me di cuenta de que estaba en Primera...”.

Imagen CON LA CAMISETA de River cercado por cuatro jugadores de Boca.
CON LA CAMISETA de River cercado por cuatro jugadores de Boca.
 LOS DATOS puntuales indican que Norberto Menéndez jugó en River entre 1954 y 1960, y logró tres campeonatos en los años 55, 56 y 57, tras marcar 57 goles en 124 partidos. Que pasó por Huracán en 1961, jugando 16 partidos con 8 goles marcados. Y que, entre 1962 y 1967, pasó a Boca donde no solamente también conquistó tres campeonatos (62, 64 y 65) sino que marcó 21 golpes en 98 partidos. En Boca colaboró en la Copa Libertadores, cuya final perdió frente al Santos de Pelé.
Y que pasó luego a Colón de Santa Fe, en el 68, donde disputó 12 encuentros y marcó un solo gol, por lo que en total, en 250 partidos en los que intervino, marcó 87 goles. Un centrodelantero de los de antes, de fino fútbol y picardía permanente.

Los datos puntuales dicen que también pasó por Defensor de Montevideo y que fue ayudante de su gran amigo Nito Veiga en Argentinos Juniors.

Un cáncer en la garganta, que padeció durante mucho tiempo, se lo llevó a los 57 años. Murió en su barrio de toda la vida, Barracas.

Lo que tal vez no puedan los datos puntales, eso sí, es dar cuenta de una gambeta bien hecha, de un pique corto, de un lujo con la de cuero entre los pies, de la precisión de sus paredes. Por todas esas condiciones fue que lo llamaron El Beethoven del fútbol. Si se divertía y disfrutaba en la cancha, también la vivía a fondo afuera, acompañado de sus aliados: el tabaco y una buena copa siempre lista para el disfrute y el brindis. Bohemio, discutidor, rebelde, pícaro y talentoso, capaz de confesarle a nuestro colega José María Otero, de El Gráfico: “Gané mucha guita con el fútbol. Y gasté mucha guita. Ahora (estamos hablando de los años 70), no tengo efectivo, pero al menos tenemos esta casa y un camioncito con un socio. Hacemos fletes al Interior. Con los últimos mangos del fútbol compré un supermercado que fue la ruina. Quedé en cero. La vida tiene eso, hoy estás arriba, mañana abajo, pero ¿quién me quita lo bailado?”.

SEGUN SUS palabras, el mejor equipo de River con el que jugó fue el Carrizo; Pérez y Vairo; Mantegari, Rossi y Solá; él, Sívori, Walter Gómez, Labruna y Lousteau, aunque “a mí me usaban únicamente para tirar centros y corners”. Cuando vendieron a Walter Gómez en el 55, El Beto Menéndez quedó de titular. Tenía 18 años. “Walter jugaba cuando él quería y a veces se hacía el lesionado para que pudiera entrar yo. Amadeo inventó todo en el arco, un monstruo. Y Félix (Lousteau) era capaz de pedírsela al arquero en su área, gambetearse a los once, ir hasta el fondo y te la ponía atrás, para que solamente tuvieras que empujarla... Para mí, los tres mejores que vi y con los que, además tuve la gran suerte de jugar y de aprender de la vida y el fútbol”.

Cuando dejó River, no todo fue color de rosa, como se decía entonces. Fue una desvinculación bastante traumática; tanto que hasta en la revista River se llegaron a publicar sus sueldos –fue el jugador mejor pagado de 1959- para demostrar que, entre otras cosas, si no había ganado más dinero había sido por sus actos de indisciplina. De hecho, la misma publicación expuso la gran cantidad de partidos que no jugó por suspensiones, incluyendo 15 días sin goce de sueldo en 1958, por llegadas tarde a los entrenamientos y asumir actitudes incorrectas. Se fue con una fama justificada de indisciplinado, díscolo, rebelde... y talentoso.

Sin embargo, el fútbol y la vida lo esperaban con un nuevo desafío.

CUANDO PASO a Huracán fue, en realidad, un trámite para no hacer el pase directo a Boca. “Cuando ganábamos con River festejábamos de smoking. Pero con Boca... ¡Con Boca! Ibamos en pulóver a una cantina, con los dirigentes, y nos mezclábamos con la gente. Yo, de pibe, andaba con el pantalón con remiendos, y por eso me identifiqué tanto con Boca. Nunca me voy a olvidar del penal que Roma le atajó a Delem y con eso salimos campeones. Recuerdo que los dos polacos (Varacka y Cap) fueron a quejarse el réferi Nai Foino, porque el Tano se había adelantado. La gente ya había invadido todo y Nai Foino me dice: 'Estos están locos, quieren que hagar tirar de nuevo el penal... ¡Mire la gente que hay! ¿Qué quieren, que me maten?'. Y tenía razón, fue una fiesta inolvidable, única...".

Cuando pasó a Boca, dijo públicamente que no se podía jugar con cinco kilos de más, y agregó: “Yo quiero ganar siempre, no sé perder y yo pregunto, ¿solamente los defensores pueden pegar? La última vez que me suspendieron en Boca me perdí como 300 mil pesos entre sueldos y premios, y la que sufre es mi familia...”.

De hecho, en una nota realizada por Juvenal para El Gráfico, habló de su afición al cigarrillo: “Yo fumo, pero no me escondo”.

Imagen DEFINIR ante la salida del arquero nunca fue un problema para el gran Beto.
DEFINIR ante la salida del arquero nunca fue un problema para el gran Beto.
 EN BOCA, según él, “gustan más los luchadores que los jugadores. Por eso a Potente le cuesta triunfar, igual que a Benítez. Y seguro que la hinchada no tendrá otro Rojitas” (el tiempo se encargaría de demostrar el error, pues luego vinieron varios talentos, incluyendo el actual de Riquelme). “Valentim jugaba donde tenía que jugar. Era gol. El problema apareció cuando vino Sanfilippo. Los dos querían hacer goles y si les daba mal el pase se la agarraban conmigo. Estaban celosos...”. Y, para entonces, ya tenía participación en dos Mundiales: el del 58 y el del 62. “Lo de Suecia fue tremendo, porque pensábamos que les ganábamos por goleada a todos y así nos fue...”.

EN 1967, volviendo de una cantina de Vicente López en su Impala deportivo de dos puertas, sobrevino la trágica noche. Los tres estaban en el asiento delantero: el Beto, Isidro Cuervo (38 años, casado) y José Pasos (55, casado). En la doble curva que está debajo del Ferrocarril Mitre, en Palermo, sobrevino el choque: el velocímetro quedó clavado en 120, un árbol clavado en el techo. Beto, que entonces tenía 30 años, nunca se recuperó de aquello. “Voy a auxiliar al de atrás y veo que la columna le destrozó la cabeza. Trato de auxiliar al otro y se me muere en los brazos. Me condenaron a dos años de condicional y me inhabilitaron para conducir por seis años, pero la pesadilla me acompañará para siempre. Entonces decidí largar el fútbol, pero por suerte, el Flaco Errea me convenció para jugar en Colón...”.

Nito Veiga lo llevó a trabajar con él y desde el 84 anduvieron por Colón de Santa Fe. Luego en Gimnasia, después en Argentinos, Independiente y hasta el Seleccionado de Bolivia...

Y su leyenda comienza a estirarse en el humo de un imaginario cigarrillo. Y las grises volutas dibujan goles, festejos, paredes y tacos. El Beto Menéndez, el que desplegó talento y bohemia con las camisetas de Boca y de River, sigue vivo en el recuerdo, jugando en alguna cancha, hablando, protestando, deleitando...

 

 

 Por Carlos Irusta. Fotos: Archivo El Gráfico