¡Habla memoria!

Camerún 1990

El equipo que marcó el despegue del fútbol africano. Fue la primera selección de ese continente en clasificar a cuartos de final de un Mundial.

Por Redacción EG ·

07 de mayo de 2018
Imagen OMAM BIYIK, el verdugo de la Argentina en el partido inaugural. El Camerún del 90 fue el primer equipo africano en clasificar a cuartos de final de un Mundial.
OMAM BIYIK, el verdugo de la Argentina en el partido inaugural. El Camerún del 90 fue el primer equipo africano en clasificar a cuartos de final de un Mundial.
España 1982 había sido un anuncio, breve, de lo que llegaría ocho años más tarde. En su primera participación mundialista, Camerún no logró pasar la fase de grupos: se despidió del Mundial en primera ronda sin haber perdido ningún partido. Aquel equipo liderado por el delantero Roger Milla desplegó un fútbol ofensivo, dinámico, ágil, atrevido. La inexperiencia y la carencia de esa astucia para saber jugar sin la pelota, indispensable para enfrentarse con los mejores del mundo, sellaron su eliminación. Los Leones Indomables tenían materia prima como para ilusionarse con objetivos importantes, pero aún eran inexpertos.

Dos años después de haberse probado por primera vez en un certamen mundial, conquistaron la gloria a nivel continental. A la Copa Africana de Naciones de Costa de Marfil llegó Camerún como uno de los candidatos. La buena actuación del equipo en las Eliminatorias para España 82 lo acreditaba como favorito. Quedó segundo en su grupo detrás de Egipto; le ganó por penales a Argelia en semifinales tras igualar 0 a 0 en los 90 minutos; y venció a Nigeria 3 a 1 en el partido decisivo. Aquel equipo, la base del Mundial, se consolidaba como uno de los más competitivos del continente africano. También en 1984 disputaron por primera vez los Juegos Olímpicos. Pero en Los Angeles ni siquiera clasificaron a la segunda ronda. Y Zambia les quitó el sueño de repetir su participación en la Copa del Mundo.

UN GRUPO COMPLICADO


Pocos veían a Camerún en octavos de final del Mundial Italia 90. La selección africana, que no había podido clasificar para México 1986, cayó en la zona de la Argentina de Diego Maradona, la Unión Soviética, uno de los equipos más duros de Europa, y Rumania. Debutar contra el campeón del mundo en el San Siro de Milan, con todas las miradas puestas en ese partido inaugural, representaba un compromiso exento de riesgo. La única obligación de los cameruneses era jugar, ser parte de esa fiesta, montada para la celebración de alguno de los grandes equipos y sus grandes figuras. Pero ser revelación exige un batacazo, y su técnico, el ruso Valeri Nepomnyashchi. Aquella tarde, los argentinos se quedaron boquiabiertos después de que el árbitro pitara el final del partido. Omam-Biyik, delantero de la Sampdoria, uno de los tres futbolistas del plantel que jugaban fuera de su país, saltó a cabecear en el área rival y decretó el 1 a 0 definitivo. Los Leones fueron oportunos para dar la estocada de muerte a un rival que habían contrarrestado durante todo el partido apelando al juego fuerte. Maradona evoca entre risas el rigor de marcación de los africanos siempre que se lo consulta por el Mundial de Italia. Después, el triunfo 2 a 1 ante Rumania les aseguró una plaza en octavos de final. A pesar de la derrota 4 a 0 ante Unión Soviética en el último partido, los africanos ganaron su grupo y clasificaron por primera vez a la instancia decisiva de un Mundial.

Colombia se cruzó en su camino, con su estilo despreocupado y su pibe Valderrama como director de una orquesta que también ambicionaba la gloria. La Colombia de René Higuita y Freddy Rincón, una camada dorada que con Francisco Maturana del otro lado de la línea de cal, tres años más tarde, haría estallar una bomba en estadio de River con el tristemente recordado 5 a 0. Dos presentes similares coincidieron en el San Paolo de Napoles. Las dos sorpresas del campeonato, por primera vez clasificados a los octavos de final, se disputaron el título de cenicienta. Acaso el temor por rifar el éxito conquistado hizo que el partido fuera cerrado y sin demasiadas emociones en las áreas. En el tiempo adicional, la astucia de Milla para aprovechar un resquicio dentro del área contraria, y la torpeza irresponsable de Higuita (quiso salir jugando y perdió la pelota con Milla que se escapó solo hacia el arco vacío) abortaron la definición por penales. Italia 90 fue el despegue definitivo para Camerún y Colombia. Ambos volverían a dar el presente en los dos siguientes mundiales.

A ORILLAS DE LA GLORIA


La espina seguía encarnada en la piel de los ingleses. El gol de Maradona, la despedida de México 1986, aquella contribución a un recuerdo histórico pero como actores secundarios. La sed de revancha y un equipo amparado en el talento individual de varios de sus nombres, era el combustible de los europeos para ir en busca de su segunda conquista mundial. Camerún ya había ganado su propia Copa del Mundo.

Los Leones Indomables pusieron en riesgo dos veces el arco de Peter Shilton. Pero desaprovecharon las oportunidades e Inglaterra, se sabe, cobra caro los gestos piadosos. David Platt abrió el marcador con un cabezazo y los europeos se fueron al entretiempo con una ventaja injustificada en el desarrollo. En el complemento, Emmanuel Kunde, de penal, y Eugene Ekeke lo dieron vuelta. Camerún superaba a Inglaterra en el marcador y no se conformaba, seguía atacando en busca del tercer gol. Los dirigidos por Bobby Robson no reaccionaban, ni Paul Gascoine ni tampoco Gary Lineker conseguían hacer pie en un escenario dominado por el rival. La asfixia del mediocampo y la verticalidad ofensiva del equipo africano sugerían un resultado para la historia. Omam-Biyik, la figura del partido, pudo liquidar a los ingleses, pero improvisó un taco y desperdició la gran oportunidad. Cuando el partido moría y las tribunas del San Paolo eran invadidas por el lamento de los hooligans, el árbitro le concedió un penal a Inglaterra, que empató el partido por medio de su goleador, Gary Lineker.

Camerún fue víctima de su ingenuidad al momento de tomar recaudos. Se encegueció de tal modo con el arco de enfrente que terminó descuidando el propio. La fortuna le dio la espalda en el área rival, Shilton y la defensa inglesa mantuvieron la calma cuando los de camiseta verde aprovechaban cualquier hueco para lastimar. Pero, lo dicho, la apuesta exclusiva en un sector del campo propensa el desequilibrio. Y Lineker, con espacios, fue determinante.El delantero se escapó en un contraataque, fue derribado en el área y el árbitro cobró penal. El propio Lineker sentenció el 3 a 2.

EL FUTURO ES AFRICA


Roger Milla era un exjugador cuando el entrenador Valeri Nepomnyashchi anunció la lista de convocados. Al hombre ya se le había pasado el cuarto de hora: un estrellato anónimo en la liga de su país y un paso sin gloria por el fútbol de Francia. Pero el destino del delantero de 38 años le tenía preparado un giro que cambiaría su vida y la de su selección. El presidente del país conocía la situación del equipo nacional, y la carencia de roce internacional de sus jugadores. Entonces, a pocos meses del inicio de la Copa del Mundo se reunió con Milla y lo convenció para que viajara a Italia. Promediando el complemento del segundo partido de la zona de grupos, ante Rumania, hizo su debut en el campeonato. Los africanos empataban sin goles ante los europeos. Aquella tarde en Bari, Milla se consagró ante los ojos del mundo: el veterano convirtió los dos goles del triunfo de su selección. La celebración del primero, un divertido bailoteo en la zona del banderín del córner, es una de las imágenes más representativas de Italia 1990. Con los dos goles a Colombia y el pasaje a cuartos de final ratificaría su trascendencia en aquel equipo a pesar de que nunca le tocó ser titular.

A Thomas N'Kono el Mundial también lo encontró dando los últimos pasos de su carrera. El arquero, a diferencia de Milla, llegó a Italia bajo el aura del reconocimiento. Desde hacía ocho años era uno de los extranjeros más destacados de la Liga española por sus actuaciones en el Español de Barcelona, campeón y figura de la Copa Africana y dos veces elegido como el mejor jugador del continente africano. Carismático, ágil y arriesgado, se ganó un lugar en la historia del equipo catalán, sus 241 presencias lo convirtieron en el extranjero que más veces vistió la camiseta de Los Periquitos. Su alargada figura saliendo a descolgar centros con una sola mano es otra de las postales del campeonato. También su manía por los pantalones largos pese al agobiante calor del verano italiano. A Estados Unidos 1994 volverían los dos veteranos pero su selección no repetiría lo hecho cuatro años antes.

Milla y N'Kono merecen un párrafo aparte por su aporte al crecimiento y desarrollo del fútbol de Africa. Durante las décadas del 70 y 80, Europa, el mercado de futbolistas por excelencia, no ponía la lupa más allá de sus fronteras o Sudamérica. Apenas un puñado de africanos por temporada tenían la chance de ser transferidos a distintos clubes de la liga francesa. Pero las actuaciones de los Leones Indomables y en especial la de sus figuras, dieron cuenta de la existencia de talentos más allá de los destinos tradicionales. A partir de las siguientes Copas del Mundo, las luminarias del continente negro invadirían las distintas ligas. Y sus respectivas selecciones se nutrirían de futbolistas consolidados en el nivel de elite.