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Santiago Silva: "Mi sueño es llegar al póster como el que tenía de niño en mi cuarto"

Aunque vino para meter goles y su cosecha es escasa, se ganó el respeto y la admiración del hincha de Boca por entrega, despliegue y calidad.

Por Redacción EG ·

16 de mayo de 2012
Nota publicada en la edición de mayo de 2012 de El Gráfico

Imagen EL TANQUE, en los pasillos de la Bombonera, donde aspira a quedar retratado en el mañana.
EL TANQUE, en los pasillos de la Bombonera, donde aspira a quedar retratado en el mañana.
Si uno no conoce personalmente a Santiago Silva, si nunca ha mantenido un mínimo diálogo con él y debe entrevistarlo, llega a la cita con un par de preconceptos.

Bastan unos flashes de su andar en la cancha para suponer que en minutos se hará presente un loco lindo, el de los festejos raros, capaz de cortar por un instante la nota, agarrar con una mano el grabador de un periodista, la libreta del otro, tomar de la cintura al fotógrafo e improvisar un trencito de la alegría pepepepepepé que recorra la sala de conferencias del segundo piso de la Bombonera, con una subidita por la mesada desde la que se han hecho anuncios trascendentales en la vida del club.
O también, la otra opción que uno entrevé con cierto temor es la del loco feo, el ogro que ante la pregunta que no le cae simpática se saca la camisa, hace la del increíble Hulk, te lanza un aliento de fuego en la cara como le hizo hace poco a Pablo Lunati y te manduca de un solo bocado.

Pero no. No y no. Por suerte a Santiago Silva ya lo conocíamos personalmente y entonces los preconceptos no juegan. No hay loco lindo ni loco feo. Hay un loco normal, usando un uruguayismo que parece contradictorio en su enunciación misma, la tercera variante de esta clasificación que le calza perfecto al Silva que se mueve fuera de los campos de juego. Un flaco que se toma unos segundos para pensar las preguntas, que responde en tono medio, que no se mata de risa ni te clava miradas caníbales. Un Silva intermedio que se presta sin quejas a la producción fotográfica con apenas una aclaración necesaria (“No me pidan hacer nada raro”), que no reclama la hora, que responde todas las preguntas sin enojarse ni elevar el tono, incluidas las derivadas de esos nudillos aún colorados por las piñas que repartió a la salida de la cancha de Tigre (andá a saber cómo quedó el otro) y que se despide, bajando por las escaleras que suelen utilizar los hinchas, con otro signo distintivo de su nacionalidad: “Que pasen bien”.

-¡Justo vos pedís que no te hagamos hacer nada raro! Tenés un catálogo completo de festejos raros...
-Como siempre lo explico, preparo esos festejos como una manera de motivarme y por suerte salió siempre bien desde que lo hice en los equipos. Fuimos campeones en los dos. Esperemos repetir.

-Pero hay dos Silva distintos, quizás.
-Sí, puede ser, porque cuando meto un gol, primero lo grito con el alma, después me relajo también, porque es algo bueno para el equipo. Entonces me tomo un tiempo para respirar y también viene un poco de alegría por la conquista. Pero sí, por momentos tengo dos personalidades. Al entrenarme me río todo el tiempo y trato de divertirme pero adentro de la cancha intento estar lo más concentrado posible. Vivo los partidos con mucha intensidad y a veces se me sale la chaveta y me pongo un poco loco, pero afuera soy una persona normal que se ríe como todos. Por ahí hay gente que no se me acerca ni me habla porque tengo cara de loco y tal vez parezco mala onda, pero no, para nada, no soy así.

-¿Fuiste al psicólogo para analizar eso?
-Fui, sí, pero no por este tema sino por otros motivos particulares.

Imagen CONVERSANDO con los periodistas de El Gràfico, a pesar del silencio a que se había llamado tras los incidentes en Tigre.
CONVERSANDO con los periodistas de El Gràfico, a pesar del silencio a que se había llamado tras los incidentes en Tigre.
PARTICULAR
Así se muestra hoy el presente de Santiago Silva. Goleador reconocido por los hinchas de todos los equipos por su capacidad para convertir de distintos modos y distancias, admirada por su búsqueda incesante y su garra, fue adquirido por Boca justamente por su poder goleador. Dos distinciones como máximo anotador del campeonato argentino en 2009 y 2010, con camisetas diferentes además, lo avalaban. Sin embargo, en este Boca que apunta alto hacia el final del semestre, el Tanque 19 –como rubrica sus autógrafos- no ha podido aún destacarse en su rol principal, el de goleador. Su primer grito demoró en llegar. Y no hubo más. Hasta el partido con Belgrano inclusive, celebró una sola vez en 13 partidos casi completos.

Sin embargo, su aporte al juego colectivo es sustancioso y efectivo: recupera, pivotea, la aguanta, te la devuelve redonda, genera espacios y hasta asiste con destellos de Riquelme. De hecho, la Bombonera lo ha reconocido con aplausos y gritos de aliento. El Tanque, hasta aquí, no sabe lo que es un murmullo inquieto de reprobación que baja como veredicto incipiente, a pesar de esta racha maldita. Sí lo ha escuchado este año, por citar un caso, Pablo Mouche, a pesar de haber metido más goles en medio torneo que en todos sus campeonatos anteriores completos. Silva no la emboca pero nadie lo pone en duda, porque está jugando bien, muy pocas veces se equivoca.

-¿Te agarró ansiedad por no convertir?
-Sinceramente no, estaba pasando por un buen momento y me sentía tranquilo. Primero, porque la gente me lo transmitía, mis compañeros también, y creo que eso es lo más importante: no enloquecerse, estar tranquilo para cuando tuviera la oportunidad de anotar.

-Pero después no pudiste meterla más, ¿tuviste rachas así en tu carrera?
-¿Cómo esta? No, jamás, nunca me pasó.

-La gente igual te alienta, quizás porque te tenía solo como un goleador y ahora te ve asistiendo, armando jugadas.
-En Vélez me ha tocado tanto convertir como asistir. En Boca, si bien al principio tuve muchas oportunidades de convertir, ahora no son tantas y lo cierto es que he asistido a mis compañeros, como también me ha tocado pelear en el medio o dejar espacios o hacer el trabajo sucio para que conviertan otros. Se está dando así, pero como les decía, no es algo nuevo, en Vélez también generaba los espacios para los demás, pero como convertía seguido quizás no se resaltaba tanto eso.

-¿Te considerás un jugador de rol?
-Me considero un jugador de una segunda opción. No soy un Riquelme pero me considero una persona que puede aportar; si no convierto, no dejo al equipo con 10.

-Si te dan para elegir un partido como el de Arsenal con dos asistencias y ningún gol o un gol y cero asistencia.
-No, no, a mí dame el gol, a mí dame el gol.

El gol, claro. Su primer y demorado festejo con Boca fue, tal vez, el más convencional de su inventario. Era tan grande el deseo contenido, que metió la media vuelta en el área de Estudiantes, salió corriendo con cara de loco malo y levantando un dedito, como diciendo “Uno, uno, al fin uno” y del embale que tenía saltó los carteles de publicidad y lo gritó con la gente. Si le ponían pelo y otra camiseta, imposible distinguir a Silva en ese celebrador vulgar y corriente.

Imagen CON PELO, una promesa cumplida después de salir campeón con Banfield.
CON PELO, una promesa cumplida después de salir campeón con Banfield.
El Tanque 19 todavía no detonó en la Bombonera pero fantaseando un poquito, por cómo vibra ese cemento y por el temperamento especial de nuestro personaje, uno puede verlo fulminando esa sequía contra el arco de La Doce, trepando al alambrado hasta la cumbre, como alguna vez lo hizo Manteca Martínez al embocar a River en el 92, y luego bajando del otro lado y abrazándose con la muchachada.

Silva atraviesa un momento de plenitud espiritual. Siempre tuvo en su cabeza ponerse la azul y oro porque siente que su estilo encaja perfecto con los requisitos indispensables que exige el hincha boquense. Y así lo manifestó hace más de un año en El Gráfico (ver recuadro). Pero los clubes argentinos jamás quisieron venderlo a Boca. El Tanque vislumbraba terminar su carrera en Vélez, pero a los 30 años llegó inesperadamente la propuesta de Fiorentina, luego el hastío, su intención de volver a Liniers, las puertas cerradas por una cuestión económica, según sus palabras, y finalmente el cielo tan deseado: Boca Juniors.

-¿Tenés algún recuerdo de Boca, de tu infancia?
-Cuando era chico una vez cruzamos con mi familia para la Argentina, a las aguas termales, y nos compramos unas cosas y me traje un poster de Boca. Lo tenía en mi cuarto, pegadito en la pared, arriba de la cama. También me acuerdo de esa época lo que era ver los partidos del fútbol argentino. Un marco impresionante, con muchas figuras.

-¿Lo mirabas y pensabas “Algún día voy a jugar ahí”?
-Y... en ese momento no se pensaba, uno iba subiendo cada escaloncito y obviamente, quería ser jugador de fútbol, pero llegar tan lejos y a un objetivo tan importante era difícil de imaginar, sinceramente.

-Y tan tarde en tu carrera, porque diste vuelta por todos lados y Boca te llegó a los 31...
-Es cierto, también pasó que los clubes en los que he jugado en la Argentina no querían venderme ni darme a préstamo a Boca, entonces se hacía más difícil todo.

-¿No dudaste cuando te dijeron que venías sólo para la Copa?
-No dudé ni un segundo porque quería venir para acá, había estado 6 meses en Italia, extrañaba a mi hija, no estaba nada bien en la Fiorentina. Sabía que eran seis meses extraños, pero me la tenía que jugar.

-¿Qué cosas diferentes tiene Boca a lo que viste en otros clubes?
-Las cosas que se viven acá no se viven en ningún lado, no hay duda. Es difícil explicarlo con palabras, les hablo del entorno, la trascendencia, lo que se ve en cada cancha a la que vamos, en los viajes por el país y afuera. Hoy estoy viviendo cosas únicas y las disfruto al máximo. Una pasión que no es habitual en ningún otro equipo. Boca tiene algo especial. Es más de lo que imaginé.

-¿Qué te daba envidia de Boca cuando lo enfrentabas como rival?
-Envidia no, uno siempre se motivaba por jugar contra un grande, ni te digo de hacerlo en la Bombonera, poder demostrar ahí, son los partidos que se ven mucho más.

-¿Sentías algo distinto en la Bombonera?
-Es hermoso, hermoso, porque está siempre llena y está La Doce constantemente alentando, eso también es una motivación extra para el local.

-¿Algún partido en especial?
-La única vez que me quise ir de una cancha porque me mataron fue en la Bombonera. Fui con Newell’s y me agarraron entre el Flaco Schiavi y el Cata Díaz y antes de los 15 minutos me dieron una patada cada uno que me dejaron herido. Nunca me había pasado algo así. Y eso que no le esquivo al roce, pero ese día me inutilizaron a los 15.

-¿Lo recordaste ahora con el Flaco?
-Sí, claro, y se reía. Con el Flaco también nos expulsaron en un Vélez-Newell’s. Tuvimos una discusión, obviamente somos los dos muy temperamentales y nos empezamos a putear y nos mandaron a las duchas.

-¿Qué te dijo Riquelme cuando llegaste?
-Bien, muy bien, llegué a Tandil y nos pusimos a tomar mate juntos, a hablar de la familia, Román cebó unos mates y me preguntó si me sentía bien, cómo había llegado y tal, perfecto, sin ningún problema.

-¿Qué cosas que hacías antes, ahora no podés hacer?
-Todo más o menos parecido, sigo yendo al supermercado, como antes, por ejemplo.

-Tardás más en llegar a la línea de cajas.
-Sí, sí, uno está expuesto, así que no hay problemas. Me meto una gorrita, anteojos, porque no es por ser un ogro pero uno preferiría no ser reconocido porque siempre aparece algún problemita por cosas que te dicen.

-¿Podés salir a pasear con tu hijita?
-Trato de ir a un horario acorde para estar tranquilo y disfrutar, lo normal de una familia. Mi hija vive en Uruguay y viene cada tanto, pero cuando está acá, salimos sin problemas. También tengo a mi hijo del corazón, el hijo de mi novia, y vamos tranquilos.

-¿Te imaginás el recibimiento de la gente de Vélez cuando vayas a Liniers?
-No me imagino nada, porque hoy está todo muy al revés. He escuchado silbidos de gente de Banfield cuando les metí un gol con Vélez, después de ganar el único título de su historia, entonces ¡qué puedo esperar! Me siento muy tranquilo, estoy en Boca, yo sabía muy bien que el único cuadro en el que podía jugar acá era Vélez y por eso me saqué la duda con el presidente de Vélez.

-¿Qué duda?
-Yo llegué al país para arreglar con Vélez, el único equipo en que podía jugar, y hoy estoy muy agradecido de jugar acá. Mirá cómo son las cosas.

-¿En Vélez te dijeron que no te querían?
-Que no tenían plata.

INTERNACIONAL
Imagen LEVANTANDO una copa (Apertura 09) en la Bombonera con la camiseta de Banfield. Ahora espera repetir con la de Boca.
LEVANTANDO una copa (Apertura 09) en la Bombonera con la camiseta de Banfield. Ahora espera repetir con la de Boca.
El Tanque 19 arquea las cejas acompañando el “Mirá cómo son las cosas” con ojos brillantes, mitad desquite mitad despecho, como si no terminara de creerse el argumento del dinero. Al final llegó adonde quería llegar, después de un segundo intento frustrante en el fútbol italiano.

-¿Por qué jugaste tan poco?
-Llegué, Gilardino era el nueve titular y yo iba al banco. Después se lesionó, me tocó entrar, jugué 3 partidos de titular, no tuve chances de gol, sí la posibilidad de asistir, más tarde vino otro entrenador, Delio Rossi, se hizo todo más difícil. Y al final me cansé. A los 31 años querés jugar, extrañaba a mi hija, y decidí volver aunque tenía 3 años de contrato. Y fijate vos: Boca está peleando arriba; y la Fiorentina, por no descender.

-¿Hay mucha diferencia entre el fútbol argentino y el italiano?
-Sí, mucha, el italiano es un fútbol raro, muy trabado, demasiado táctico, los entrenadores son cerrados, uno no puede hablar con ellos. Lo digo por esta experiencia de ahora y por la que tuve anteriormente con el Chievo. Tácticamente, el fútbol italiano es muy esquemático, todo robotizado, los movimientos de los delanteros tienen que ser calculados, no esperes que salga algo de la galera o una improvisación de alguien.

-¿Físicamente te costó?
-Sí, bajé muchísimo de peso y no estaba bien. Allá son entrenamientos durísimos, a morir. Eso tiene sus cosas buenas y malas. Uno no se divierte tanto dentro de la cancha: va, se entrena, hace un trabajo, se entrena a cara de perro y es todo dividido, fuerte y a otra cosa. A ellos les gusta el jugador sudamericano porque da un plus. Pero les gusta hasta ahí. Hasta ahí, eh.

-¿Por qué?
-Porque son muy limitados, no quieren que hagas cosas raras, no les gusta que te salgas del libreto, son muy tácticos. Por lo menos en Italia.

-Cambiemos de tema. En 2010 declaraste que no habías hablado con Tabárez, ¿pudiste hacerlo desde entonces?
-Tampoco.

-¿Por qué? Cuesta entenderlo.
-No quiero entrar en ese tema de la Selección porque en su momento cuando andaba bien no llamaron, así que...

-¿Estar en Boca te sube las chances?
-Y... no sé, si no me subieron las chances ser campeón y goleador del campeonato, tá, pero sin ningún problema. No me gusta hablar mucho porque la Selección está en un momento ideal, está en el tercer lugar del ranking FIFA, fue semifinalista del Mundial, ganó la Copa América, ¿qué más se puede pedir? Tiene un grupo excepcional. Ojalá en algún momento me toque aportar algo en ese grupo, pero está muy bien, le dio un regalo a la gente, a nosotros también, porque yo también me siento uno de ellos, un uruguayo más en este sentido, es un orgullo para mí lo que logró la Selección.

-¿Sentís que te mandaste alguna macana que te haya impedido estar o que determine que Tabárez ni siquiera te hable?
-No me mando macanas de ese tipo.

-Por ahí declaraste mal y se enojaron...
-Yo digo lo que pienso, y el que se enoja, que se enoje, aunque mi idea nunca fue molestar a nadie y menos a un entrenador de selección.

BOCA
La Selección para Silva debe ser un tema de diván. Es extraño que no haya jugado ni un solo partido. Y realmente insólito que ni siquiera se comunicaran telefónicamente con él. Sí integró las Juveniles. Por aquellos días en que recién arrancaba, Silva era un muchacho con ambición de aprender. Lo reafirmó con un hecho curioso: ya había debutado en Central Español, en la segunda de Uruguay, y Carlos Manta, el entrenador, se comunicó con Pablo Bentancur para soplarle un dato. “Hay un nueve interesante en el equipo, algo tosco con la pelota, pero que puede ser crack si pule ciertas cuestiones”, le comentó. Bentancur lo fue a ver y confirmó la evaluación. Y además de proponerle ser su representante le sugirió ir a la Quinta División de River Plate para mejorar su técnica, a pesar de ya haber debutado en Primera. “A cualquier muchacho le proponés algo así hoy y no va ni loco, pero el Tanque se dio cuenta de que tenía mucho por aprender y demostró que es una persona humilde”, sostiene Bentancur, que continúa siendo el manager de Silva.

-¿En Banfield metías unas arengas tremendas en la manga, no?
-Sí, sí, motivando a mis compañeros.

-¿En Boca no te animaste todavía?
-No, porque ya hay gente que lo hace, hay capitanes, pero siempre existe alguna indicación, doy aliento y tiro para adelante.

-¿Y con las jodas? En Vélez eras de los líderes, con Cubero.
-Al ver mi perfil, mis compañeros al principio piensan que soy muy serio, que no se jode conmigo, pero poco a poco me van conociendo y ya me joden también.

-¿Tenés compinches para armar los festejos, como Papelito Fernández en Banfield o Maxi Moralez en Vélez?
-Con Juan (Insaurralde) y con Pablito (Mouche) intentamos ir armando algo, con Cvitanich también. Vienen varios a nuestro cuarto y nos divertimos mucho.

-¿A qué juega Boca?
-Boca tiene un estilo que trae desde que salió campeón, con todas las líneas muy consolidadas, tal vez no es un juego tan vistoso como el de Vélez en su momento pero sí tiene un esquema fuerte y con mucha presión en todos los sectores. Hablamos mucho entre nosotros para mejorar.

-¿La Copa es una cuenta pendiente?
-Sí, para mí está muy fresco el recuerdo de lo que me pasó en la semifinal de la última que disputé con Vélez: un resbalón nos privó de una final de Libertadores siendo mejores que Peñarol.

-¿Te sentiste culpable?
-Y sí, obviamente, ¡cómo no me voy a sentir culpable si me pasó a mí! Viví una semana difícil; igual, por mi temperamento no iba a bajar los brazos. Ese día salí de la cancha con la cabeza alta, también hubo un reconocimiento de la gente, que bueno... hoy la gente se acuerda y mañana ya no.

-¿Hay algún rival que te preocupe?
-Cualquiera te puede complicar porque en esta etapa el margen de error es mínimo. Sabemos cómo se juega la Copa, hay unos cuantos acá que la jugaron y tienen experiencia. En la Copa hay que estar muy bicho, esa sería la palabra. Bicho en todo sentido, hay que fijarse en los jueces, que a veces son muy localistas, manejar la pelota; a veces apurarse, otras no.

-¿Fijarse en los jueces?
-Hay que tratar de no dejar al equipo con uno menos. Hay que tener cuidado en todo.

-¿Boca es el rival al que nadie quiere ver?
-Sí, claro, la camiseta de Boca pesa.

-¿Sentiste el valor especial que le da el hincha de Boca a la Copa?
-Más vale, Boca la ganó muchas veces en los últimos años. Y cuando te acostumbrás, después cuesta bajar, como pasó en estos tres años. Por eso ahora se ve esta euforia de la gente.

-¿Qué te significaría triunfar en Boca?
-Lo máximo. Uno ve el caso de Román, de Palermo, de jugadores que han sido ídolos y hoy están en cuadros por estos pasillos y decís: la puta madre, marcaron una época. Me encantaría marcar algo acá en Boca, sería un sueño llegar al poster, como yo tenía en mi cuarto de niño, pegado en la pared. Estar en ese poster, decir: “Fui campeón con Boca”.

LESION Y REACCION
Imagen CON LA CASACA de Central Español, de Uruguay, club con el que debutó en Primera.
CON LA CASACA de Central Español, de Uruguay, club con el que debutó en Primera.
Con la mano derecha aún retraída, es el momento de preguntar por el famoso tole-tole en las calles de Victoria. No se puede prolongar más el asunto. Es un loco tranquilo Santiago Silva. Y hay dos periodistas contra un futbolista, pero por las dudas no es recomendable bajar del todo la guardia. Han pasado cinco días de la trifulca y el Tanque 19 aún no se ha pronunciado al respecto.

-¿Cuál fue la lesión exactamente?
-Dos huesitos de acá arriba, no sé cómo se llaman, pero se van a curar solos, supuestamente –responde mientras se acaricia los nudillos colorados.

-¿Dónde pegaste?
-En los nudillos.

-No, no, ¿dónde le pegaste al otro?
-En la cabeza, en la parte de atrás.

-¿Qué es lo que te hizo reaccionar así?
-Primero que nada, empieza todo muy mal por el hecho de salir de una cancha y tener que caminar con la gente en medio. Nosotros no debemos tener roce con nadie, porque no se sabe qué puede pasar. Tanto de un lado como del otro.

-¿No había un cordón?
-Un cordón de 8 policías que no cubre ni media cuadra. Y después de haber ganado un partido como lo habían ganado, se quedaron dos horas a esperar, imaginen las ganas que tenían de provocarnos. Te insultan, te tiran algo, te escupen y llega un momento en que uno es un ser humano y reacciona. No estuvo bien, nosotros debemos dar el ejemplo, pero no somos maquinitas ni estamos programados.

-¿Cómo fue?
-Ya está, no voy a dar detalles. Fue un error haber bajado. Estoy arrepentido, pero no siempre estás programado para que te caiga saliva en la cabeza y digas: “Uy, mirá que bien, está lloviendo”. También digo: tu equipo ya ganó, pasaron dos horas, entonces ¿qué es lo que estás buscando?


-Que reaccionaran.
-Y bueno... ahí está entonces.

HAKA
Ahí está. El tatuaje que nace en el pecho del Tanque 19 y se prolonga en su brazo izquierdo es un elemento insoslayable a primera vista que, además, tiene mucho que ver con su personalidad.

-Es un tatuaje maorí, de los indígenas de Nueva Zelanda. Cuanto más se tatuaban, incluso la cara y el cuerpo, más mando tenían. Leí un par de libros sobre ellos y me llamó mucho la atención.

-¿Te identificás con ese espíritu guerrero de los maoríes?
-Sí, la verdad es que sí, por eso me lo hice. Dentro de la cancha, uno por momentos tiene ese espíritu, mis características de andar corriendo para acá y para allá me motivan. Vos ves un partido de rugby y cuando hacen el haka decís: “Estos te van a matar, te van a matar”. Los rivales también son grandotes pero a los All Blacks los ves y decís: “Estos son enfermos de la cabeza, son animales”. Y lo toman como una motivación. El haka es una locura, parece que te van a comer vivo.

-¿Te gustaría llevarlo al fútbol?
-Y... en algún momento, ¿por qué no?

La sonrisa final marca el cierre de la entrevista. Y mientras, Santiago Silva comienza a bajar las escaleras del templo y se despide con el “Que pasen bien”, uno no puede dejar de imaginar lo que sería este muchacho, mitad loco lindo mitad loco feo, saltando a los gritos en el aire al ritmo de un haka, antes de comenzar un partido.
Mamita. Mejor ni presentarse.

Por Diego Borinsky y Darío Gurevich. Fotos de Emiliano Lasalvia