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Ponzio, un hombre de fe

Dejó la elite del fútbol español para ponerle el hombro a River en la B Nacional. Referente por experiencia y capacidad futbolística, analiza la coyuntura millonaria con cierta dosis de realismo y está convencido de que se puede ascender sin resignar el estilo histórico del club.

Por Redacción EG ·

10 de abril de 2012
Nota publicada en la edición marzo 2012 de la Revista El Gráfico

Imagen EL MONUMENTAL de fondo, escenografía inspiradora para Leo Ponzio en su regreso.
EL MONUMENTAL de fondo, escenografía inspiradora para Leo Ponzio en su regreso.
EL SABADO 19 DE NOVIEMBRE de 2011, Leonardo Ponzio formó parte de lo que hoy es el centro del sistema solar del fútbol: el Camp Nou. Cruzó palabras y miradas con Lionel Messi, vio de cerca las indicaciones de Pep Guardiola y, aunque fue víctima, también fue testigo directo de una maquinaria perfecta que, cuando cumpla 30 años más de los 30 que ya tiene, seguirá recordando. El mismo día en que River le ganaba 4 a 1 a Guillermo Brown de Puerto Madryn en el estadio más artesanal de su peregrinación por la Primera B Nacional, su equipo de entonces, el Zaragoza, perdía 4 a 0 con el Barcelona en lo que debe haber sido la goleada en contra menos dolorosa de su carrera. Visto de una manera, ser arrasado por el Barça es casi una jactancia para futuros relatos entre familiares y amigos.

Pero Ponzio no está para eso. No es un hombre de consuelos sino de aventuras, o desventuras, reales. Si perder contra el Barcelona puede ser un triunfo, no ascender con River sería el mayor de los fracasos. Es doble o nada, pero Ponzio aceptó el desafío, a las pocas semanas estaba volando hacia una de las zonas más calientes del mapamundi futbolístico, Núñez, y 77 días después, el 5 de febrero de 2012, cambió el ballet del Camp Nou por los dientes apretados de Isidro Casanova, el fútbol en versión proletaria. En donde algunos podrían ver un retroceso, Ponzio encontró una superación personal: ha llegado la gran pulseada de su carrera, ayudar a River no solo a volver a Primera División sino también, o sobre todo, a volver a ser.

“A mí no se me caen los anillos, yo no me siento más que los jugadores y la gente de Almirante Brown o de cualquier otro equipo de la B, ni tampoco me sentía menos que los del Barcelona, aunque por supuesto fue un orgullo haber enfrentado a Messi y a sus compañeros. Sinceramente, estoy disfrutando como loco mi regreso a River. Es una experiencia nueva, atípica, y es un proceso de seis meses en el que tendremos que hacer las cosas muy bien para volver a la A. Yo me tengo mucha confianza”, dice Ponzio desde un duodécimo piso de Avenida del Libertador, en Núñez, que ofrece una panorámica curiosa: hay que bajar la vista para ver el estadio de River. Es, también, una figura que representa el objetivo de Ponzio en 2012: que el Monumental quede a sus pies.

-¿Por qué volviste?
-Porque sentí que en Zaragoza había cumplido un ciclo. Allá jugué seis años, un tiempo importante. En mi primera etapa (2003-2007) fui dos veces campeón, de la Copa del Rey y de la Supercopa, y en la segunda (2009-2011) conseguí el ascenso a Primera División y después nos mantuvimos en la A. Pero justamente, desde entonces los únicos objetivos eran no descender, y todo el año se hacía muy largo. No éramos un equipo estable. En julio yo quedaba libre y no quería más incertidumbre sino saber dónde iba a continuar. Entonces se abrieron las puertas de River, supe que era una gran oportunidad y no lo dudé.

-¿Y por qué no te importó bajar de categoría, de la Primera de España a la Segunda de Argentina?
-Porque es River. Hoy, que volví a vivir en Buenos Aires, y estoy cerca del Monumental, veo todo este fenómeno y estoy más seguro que nunca de la elección. River es también el hincha, que está por encima de la B Nacional, y las canchas se llenan. Y todo el club también está por encima de la Segunda. Es una etapa que estamos obligados a pasar rápido para después volver a lo que dicta la historia de River, que es jugar las copas internacionales. Y yo veo que la gente siente lo mismo.

-¿Qué es más fuerte? ¿La responsabilidad o el placer de estar en River?
-Yo quiero disfrutar este momento. En mi paso anterior no disfruté todo lo que quise y me hubiese gustado que las cosas fueran de otra manera. Ahora creo que las condiciones están dadas: si se mantiene el grupo podemos dar un gran paso.

A diferencia del comienzo en su primera etapa en River, en 2007, cuando tenía 25 años e iniciaba un ciclo en el que no decepcionó pero tampoco marcó diferencia a favor, Ponzio es ahora un muchacho curtido de 30 años. Eso implica ser un referente. River, es cierto, tiene en Fernando Cavenaghi, Alejandro Domínguez y David Trezeguet un trío con voz de mando dentro del grupo y carisma en las tribunas, pero Ponzio es un contrapeso necesario. No hay grandes equipos sin un faro emocional en mitad de cancha o, incluso, no hay grandes equipos si sus caciques sólo despiertan admiración allá arriba: que los tres líderes mencionados sean delanteros o mediapunta desencadena, a la vez, un sentimiento de orfandad para el resto de la cancha, y allí es donde la experiencia de Ponzio puede apuntalar a Lucas Ocampos (17) y Ezequiel Cirigliano (20). Y no solo a ellos: cuando terminó el partido contra Chacarita, el hombre que dejó Europa por el infierno de la B actuó como un jefe de tribu y reconcilió a Domínguez y Cavenaghi, los amigos que habían tenido un berrinche un puñado de minutos antes.

-Apenas volví a River les dije a mis compañeros que sus primeros seis meses en la temporada habían sido muy buenos. Era difícil comenzar arriba, estar en el lote de los punteros, y ellos lo consiguieron. Ahora hay que liquidarlo, y para eso es clave ganar como local. Afuera, de visitante, puede ser difícil, porque si bien también tenés tu gente, los rivales te la hacen más difícil: te dejan el pasto largo y esas cosas. El Monumental, en cambio, tiene que ser lo que siempre fue. Nos quedan varios partidos como locales y hay que sacar la mayor cantidad de puntos posibles.

Imagen FRENTE a Independiente Rivadavia jugó un gran partido. Ponzio se destacó tanto en la recuperación como en la distribución de la pelota.
FRENTE a Independiente Rivadavia jugó un gran partido. Ponzio se destacó tanto en la recuperación como en la distribución de la pelota.
En su regreso al Monumental, a finales de febrero contra Independiente Rivadavia, Ponzio fue líder con y sin la pelota y desactivó los bufidos que habían soltado algunos hinchas durante sus dos primeros partidos, ante Almirante Brown y Chacarita. Pero frente a los mendocinos, Ponzio jugó como alguien que quiere ser el 5 de River –junto a Cirigliano- por los próximos cinco años: fue un especialista en el trazo grueso del juego, raspándose las rodillas en la zona de trinchera, pero también un detallista en el pase fino, como su asistencia a Domínguez para el segundo gol.

-Debutaste en Primera hace 12 años, cuando tenías 18. ¿Con quién te entendiste mejor de doble cinco?
-El tema es que siempre fui cambiando de compañero en ese lugar de la cancha, así que espero que mi mejor dupla sea Cirigliano. En el Zaragoza había muchos cambios de un año para el otro y se iban cuatro o cinco volantes por temporada y llegaban otros. Así era difícil asentarse junto a un compañero en particular.

Es atípico el caso de Ponzio, el polifuncional: jugó en más puestos que clubes. A la edad en que los futbolistas suelen sumar su quinto o sexto club, Ponzio es un sedentario que apenas vistió tres camisetas: Newell’s, Zaragoza y River. Su veta nómade explota, en cambio, en el campo de juego, donde actuó como lateral derecho o izquierdo, líbero, volante por las bandas y, por supuesto, como volante central único o en doble cinco.

-¿Y qué puesto preferís?
-Yo siempre quiero jugar, a tal punto que nunca dije que no a ninguna posición. Me pudo haber ido mejor o peor, pero siempre me brindé. Ahora, si me dan a elegir, yo prefiero de volante central, solo o acompañado, me da lo mismo, pero en el medio.

-Y sin embargo, tal vez tu mejor actuación en tu primer ciclo en River, o al menos la mejor recordada por los hinchas, fue cuando jugaste de lateral izquierdo contra Boca y anulaste a Rodrigo Palacio, en 2007.
-Sí, es cierto. Passarella (todavía como técnico) me preguntó en la semana previa al clásico si me animaba a jugar ahí. Me dijo que era necesario para el equipo y le respondí que sí pero le aclaré, mitad en serio y mitad en broma, que si me iba mal nos iban a matar a los dos, a él y a mí. Por suerte ganamos, se dio todo bien y Palacio, que venía fenómeno, no la rompió.

Imagen CUANDO se incorporó al plantel, Leo felicitó a sus compañeros: "Era difícil comenzar arriba y ellos lo hicieron. Ahora hay que liquidarlo".
CUANDO se incorporó al plantel, Leo felicitó a sus compañeros: "Era difícil comenzar arriba y ellos lo hicieron. Ahora hay que liquidarlo".
Pero Ponzio no solo alterna como mediocampista o defensor sino que en las Inferiores, además, jugó de delantero: primero en su pueblo natal, Las Rosas (provincia de Santa Fe, a 40 kilómetros del límite con Córdoba), donde hacía goles en un club con nombre de biblioteca, Williams Kemmys, y más tarde en Newell’s. En el medio tuvo un paso fugaz por Almirante Brown de Arrecifes, que por entonces competía en la B Nacional, pero después de una prueba en la que fue aceptado desistió de recorrer todos los días los 200 kilómetros que separan a los dos lugares.

Newell’s, en cambio, era más tentador, así que dos veces por semana su padre –hincha de Independiente, a diferencia de su madre y sus abuelos, todos de River- lo llevaba en auto hasta el cruce de Montes de Oca y desde ahí se subía a una combi que finalmente lo dejaba en Rosario: eran 120 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta cada miércoles y viernes, al comienzo para jugar en el equipo de la liga rosarina y, a partir de un partido contra Lanús en Novena División, en el equipo de AFA. “Ese día no me lo olvido más: a mí siempre me mandaban con los chicos del torneo local, hasta que sin que me lo esperara me mandaron para el otro grupo. Estaba en segundo año del secundario. Recién más adelante, pero todavía en las Inferiores, empecé a jugar de 8, de 5, de líbero y de lo que fuera”, recuerda quien hasta entonces soñaba con clonar los goles de Gabriel Batistuta.

Todo lo demás, lo bueno y lo malo, sucedió rápido. El Sudamericano Sub 17 de 1999 fue su primera amargura: era el número 8 del equipo que, junto a Germán Lux, Oscar Ahumada, Pablo Calandria y Fabricio Coloccini, entre otros chicos, perdió 4-2 ante Uruguay y no se clasificó al Mundial de Nueva Zelanda. Enseguida sería sparring de la Selección de Marcelo Bielsa y en 2000 debutaría en Primera División, por supuesto en Newell’s, donde jugó 90 partidos y convirtió 9 goles hasta 2003, cuando partió a España. Pero antes, en junio de 2001, vivió el mes que más disfrutó en su carrera: fue campeón del mundo Sub 20 con la selección que lideraba, futbolística y éticamente, José Pekerman. En realidad, un guiño inesperado –e indeseado- jugó a su favor: antes del Mundial era suplente de Luis Zubeldía, cuando el 8 de Lanús se lesionó –en una maldición de la que nunca se podría reponer- y Ponzio terminó de titular.

"El otro día me puse a ver los goles de ese torneo y me buscaba a mí en las imágenes para ver cómo los festejaba -cuenta-. Lo que más recuerdo era la crisis que vivía el país y lo que significó ese título: una alegría en medio de las pálidas. También, que toda mi familia venía en caravana desde mis pagos y que, en medio de la vuelta olímpica, vino Lux y me dijo: ‘Mirá lo que conseguimos’. Con Germán nos conocíamos de nuestros pueblos. Él es de Carcarañá, cerca de Las Rosas, y jugó varias veces contra Williams Kemmys".
Entonces se fue a Zaragoza, jugó ocho partidos en la selección mayor y, en 2007, llegó a River, una época en la que, a mediados de la segunda presidencia de José María Aguilar, el club empezaba a desangrarse. La silenciosa génesis del descenso: ser figura en River ya era misión imposible.

-La sensación es que, más allá de aquel recuerdo puntual del partido contra Boca, de tu gol en Chile contra Colo Colo en el debut en la Copa Libertadores, y del título del Clausura 2008, tu primer paso por River quedó a mitad de camino.
-De los tres equipos en los que jugué, donde siento que mejor hice las cosas fue en Zaragoza, donde sí me gané un nombre y me hice valorar. En River, en el primer ciclo, soy consciente de que no conseguí eso, pero ahora siento que sí puedo. Yo asumo que no me voy a destacar individualmente y que no voy a ganar un partido solo, pero sí soy un jugador de equipo.

-¿Qué diferencias encontraste entre este River y el de 2007?
-No muchas. La necesidad de títulos es la de siempre. Entonces sí competíamos en copas internacionales, y tuvimos mala suerte en la Sudamericana. Perdimos por penales en la semifinal contra Arsenal, pero merecimos ganar, y después ellos fueron campeones.

-¿Se puede jugar bien en la B?
-Es el estilo del club y el que, a través de Matías (Almeyda), River está intentando desde el primer partido. Sabemos que no podemos ser el Barcelona porque eso no se consigue de un año para el otro: es un proyecto que nace en las Inferiores, y el River de hoy se armó hace seis meses. Hay compañeros que vienen de la época del descenso, pero en definitiva este es un equipo nuevo.

-¿A River le cuesta más de lo que se pensaba? ¿O sería injusto pedirle que sea puntero con cierta facilidad?
-Es muy difícil el Nacional. Jugar contra River les cambia el año a muchos rivales. Me pasó a mí cuando estaba en Newell’s: te preparás toda la semana y, si dos fechas antes tenés cuatro tarjetas amarillas y corrés riesgo de suspensión, te vas cuidando para no sumar la quinta y no perderte el partido. Hay jugadores que, con todo respeto lo digo, porque por supuesto los entiendo, nunca jugaron contra River, y entonces tienen la chance de ser reconocidos. Por eso nos juegan a muerte.

-Durante la primera rueda, de los 11 equipos que terminaron arriba, River sólo le ganó a uno, a Gimnasia, y cuando atravesaba un mal momento, en los últimos partidos de Osvaldo Ingrao como técnico. Después perdió con Aldosivi, Atlético Tucumán y Boca Unidos, y empató con Instituto, Rosario Central, Quilmes, Almirante Brown, Defensa y Justicia y Ferro. ¿No es un déficit?
-No sé los motivos por los cuales sucedió eso, pero son todos equipos que pelean por ascender. Después, hay casos de rivales que no tienen problemas si tiran la pelota a la segunda bandeja. Nosotros tenemos que jugar con el estilo histórico de River, pero si hay que tirarla para arriba en algún momento, habrá que hacerlo. Después está lo de siempre, que a River se lo mira con más detenimiento: se habla de las pelotas paradas, pero en la primera rueda solo le hicieron cuatro goles así. Eso no es un problema real. Una pelota parada son 10 segundos y podrás practicarlas en la semana, pero en el partido pasan otras cosas.

-Los jugadores, el estilo, las pelotas paradas. ¿Por dónde más se saca diferencia?
-El que está bien físicamente hace la diferencia. Si te sentís bien, es más fácil resolver todas las situaciones. Si no estás a la altura de los más rápidos, te pueden desequilibrar.

YA EN LA MADUREZ de su carrera, Ponzio se reencontró en River con algunos de los muchachos con los que inició su recorrido. Por ejemplo, con Luciano Vella fue compañero en las Inferiores de Newell’s (en donde además coincidió con Maximiliano Rodríguez, Paulo Rosales y Germán Re) y con el Chori Domínguez compartió la selección Sub 20, en el Mundial 2001. Hoy, con 30 años, casado con Silvina y padre de Paula, de 4 años, el sistema solar de Ponzio gira alrededor de River. O viceversa.

Por Andrés Burgo / Fotos: Emiliano Lasalvia

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