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Cuentos de los 12 pasos, primera parte

Ya sabemos: eso de los 12 pasos no existe, es una licencia periodística. El reglamento dice claramente que el punto penal está a 11 metros. Pero... ¿alguien sabe cuándo se empezó a cobrar el penal y por qué? ¿Y alguien se animaría a contar en rueda de amigos una decena de anécdotas insólitas vinculadas a los penales? Acá va una pequeña ayudita. Pasen y lean.

Por Redacción EG ·

21 de marzo de 2012
Nota publicada en la edición febrero 2012 de la Revista El Gráfico

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Estadio Trent Bridge, Nottingham, Inglaterra, 14 de febrero de 1891. Con un ojo, Lewis Ballham midió la parábola de la pelota que se acercaba a su pie derecho y calculó el remate; con el otro, advirtió que el arquero de Notts County, James Thraves, estaba caído. La situación era inmejorable para Stoke City: Ballham midió la distancia y disparó para igualar el choque de cuartos de final de la Football Association (FA) Cup -el torneo más antiguo del mundo-, que su equipo perdía 1-0. El esférico salió derechito hacia la red, un flamante invento incorporado ese mismo año a los arcos.

Sin embargo, cuando el balón estaba a punto de cruzar la línea de cal, la mano derecha del escocés volador John Hendry, defensor izquierdo de Notts, lo rechazó hacia la línea lateral. Ante la evidente falta cometida por Hendry, los once futbolistas visitantes reclamaron al árbitro que se les otorgara el ansiado gol. Pero, a pesar de las vehementes quejas, el juez, tal como lo ordenaban las reglas, señaló un tiro libre a centímetros de la meta, que fue pan comido para Thraves, arrodillado ante la pelota, y sus diez compañeros, ordenados hombro con hombro bajo el travesaño para cubrir su espalda.

El juego llegó a su fin y el marcador no se modificó. Notts County pasó a la semi –alcanzaría la final, que perdería 3-1 ante Blackburn Rovers en el estadio londinense Kennington Oval- y los dirigentes de Stoke City, derechito a la sede de la FA para quejarse por lo que consideraban una injusticia. Tras analizar la evidente infamia con profundidad, la entidad futbolera determinó que algo había que hacer para evitar que una injusticia semejante se repitiera. A propuesta de un delegado irlandés, William Mc Crum, la FA determinó la creación del “penal”, un tiro libre directo desde una distancia de 12 yardas (10 metros 97 centímetros, luego redondeados en 11 metros) del arco. A partir de ese momento, en el reglamento apareció la “pena máxima” para castigar al equipo que cometiera una de las infracciones que entrañan un tiro libre directo en las inmediaciones de su arco (todavía no existían las “áreas”, que se incorporarían en 1902), mientras el balón esté en juego. Los directivos de Stoke hincharon sus pechos, orgullosos de haber aportado un justo cambio en la normativa del deporte. No sabían, empero, que la labor no había concluido.

El 21 de noviembre de ese mismo año, en Villa Park (legendaria cancha donde Argentina jugó contra España y Alemania en el Mundial de 1966), Stoke City volvió a tropezar con la misma piedra: el novel reglamento. A solo segundos del final, el réferi marcó un penal para Stoke, el primero para el equipo del centro de Inglaterra que caía 2-1 como visitante ante uno de sus clásicos rivales, Aston Villa (el primero de la historia fue ejecutado y convertido por William Heath, de Wolverhampton Wanderers, contra Accrington en el estadio Molineux, el 14 de septiembre). Bahllman disponía de una oportunidad de oro para recuperarse del golpe copero. Pero el arquero local, Jimmy Warner, tomó la pelota y, con un violento zapatazo, la mandó fuera del estadio. Como en Villa Park no había otro balón, el árbitro dio por terminado el duelo –todavía no se había creado la norma que marca que se concederá tiempo adicional para poder ejecutar un tiro penal al final de cada tiempo o en los períodos suplementarios– y Stoke se volvió a casa, otra vez, desahuciado. En un puñadito de meses, el penal, por acción u omisión, le había jugado dos infortunados sinsabores al mismo equipo. Desde entonces, a lo largo de 120 años, el “disparo de los once metros” dio vida a cientos de situaciones insólitas, de las cuales aquí presentamos diez. Quedarán para otra oportunidad las más curiosas definiciones por penales, que sin duda merecen su propio espacio n



Enemigos íIntimos



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Nueva Chicago se perfilaba como uno de los favoritos para ganar el torneo de Primera B de 1946, y la tarde del 27 de abril lo demostraba con el baile que le estaba propinando a Barracas Central. La escuadra de Mataderos, que actuaba en su cancha, ganaba con comodidad 6 a 1 a los 30 del segundo tiempo, cuando el árbitro Carlos Mauri marcó un penal para los dueños de casa. Oscar Meloni colocó la pelota en el punto marcado con cal y tomó distancia para patear, pero antes de iniciar su carrera se interpuso el morrudo zaguero Raúl Cocherari. “Vos ya metiste dos, dejame patear a mí”, le exigió el defensor. Meloni no se achicó y le reclamó a su compañero que se corriera de su camino: “El encargado soy yo”.

La disputa continuó primero con insultos y luego con golpes de puño, lo que obligó al resto de los jugadores del Torito a separar a los contendientes; y a Mauri a expulsarlos por agresión recíproca. La ejecución, entonces, no fue para Meloni ni para Cocherari, sino para Manuel Malachane, quien desde los doce pasos anotó el séptimo de Chicago esa jornada. Con dos de sus titulares suspendidos por el increíble incidente, el club verdinegro perdió el partido siguiente ante Los Andes, quebró su ritmo victorioso y se quedó sin el ascenso de la temporada, que ganó Banfield.



El silbato



Argentinos derrotaba a Quilmes 1-0 la tarde del 12 de mayo de 1929 en su viejo estadio de Avenida San Martín y Punta Arenas, por el torneo de Primera División que, en ese tiempo, era amateur. A pocos segundos del final, el réferi sancionó un penal a favor de los visitantes y Emilio Quadrio asumió la responsabilidad de ejecutarlo. El delantero cervecero tomó carrera y, en cuanto escuchó el silbato, sacó un violento disparo que superó la estirada del portero Domingo Fossatti. Sin embargo, la conquista fue rápidamente anulada por el árbitro, quien le explicó al goleador que había disparado sin que él hubiera dado la orden. El jugador quilmeño, creyendo que el juez trataba de perjudicar a su equipo, volvió a colocar la pelota en el punto marcado con cal y, muy enojado, la mandó, a propósito, a la tribuna.

El encuentro finalizó sin que se modificara su marcador y los protagonistas se retiraron a los vestuarios. Allí, el técnico visitante le indicó a Quadrio que, en efecto, el pitazo había sido emitido por algún vivo de la tribuna local para confundirlo, y que el juez había procedido con corrección. El atacante, semidesnudo y volando de rabia, volvió a la carrera al campo de juego para tratar de dar con el chistoso que lo había engatusado, aunque ya era tarde: todos los ocupantes de la tribuna colorada se habían retirado a festejar su victoria.



Doblete insólito



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Pocas veces se ha visto un blooper semejante en un encuentro oficial como el sucedido el 24 de febrero de 1996, durante el Preolímpico de Mar del Plata. A los 27 minutos del segundo tiempo, con la pizarra 3-2 para Venezuela, el réferi paraguayo Epifanio González dio un penal a Ecuador que le abría al equipo de camiseta amarilla la esperanza de igualar el juego. El defensor Segundo Matamba, a cargo del disparo, colocó la pelota en su lugar, tomó carrera y con un zurdazo cruzado venció al arquero vinotinto Rafael Dudamel. González, en lugar de marcar el centro de la cancha, ordenó la repetición de la “pena máxima” porque, al patear, a Matamba se le salió el botín, que siguió la trayectoria de la pelota hasta el fondo del arco, que en los potreros los chicos bien podrían calificar como un “vale doble”.

Matamba volvió a disparar y, aunque usted no lo crea, el zapato salió otra vez detrás de la pelota, con una pequeña diferencia de trayectoria: el balón rebotó en el travesaño (para escaparse bien lejos de la red) y el calzado, en el poste izquierdo de la valla venezolana. El choque dejó margen para un doblete más, en este caso dos goles en el arco ecuatoriano, que redondeó un notable triunfo por 5 a 2 de la selección de Venezuela.



Un justo castigo al festejo desmedido



Posiblemente ver tantos videos de sus colegas sudamericanos René Higuita y José Luis Chilavert nublaron el empeño del arquero de Bayer Leverkusen, Hans-Jörg Butt. El 17 de abril de 2004, en el Veltins Arena de Gelsenkirchen, Leverkusen vencía al dueño de casa, Schalke 04, por 2 a 1. A los 75 minutos, el réferi Jorg Kessler otorgó un penal a la escuadra visitante y hacia el área rival salió disparado Butt, con la cabeza bien alta, para hacerse cargo de la falta. Con un derechazo alto y cruzado, el arquero doblegó a su colega Christofer Heimeroth y salió eufórico a abrazarse con todos sus compañeros para festejar el 1-3. El “bobi” de Butt no solo perdió mucho tiempo con su celebración, sino que la extendió en su propio terreno, lo que habilitó al delantero local Mike Hanke para sacar un pelotazo directo desde el punto central que se clavó en la desguarnecida red visitante. Lo único que le quedó por festejar al marmota de Butt fue que el encuentro se cerró sin más goles



Los penales más largos del mundo



El inolvidable Osvaldo Soriano soñó y volcó al papel su cuento “El penal más largo del mundo”: un disparo que fue pitado un domingo y rematado una semana después, debido a los violentos incidentes desencadenados por su sanción. En la Argentina, la historia pasó de la fantasía a la realidad al menos en tres oportunidades, siempre postergando el disparo a causa de escándalos en las tribunas. La primera, en Santiago del Estero, el 3 de mayo de 1997, durante un tenso duelo de la liga local entre Estudiantes y Güemes; la segunda, el 5 de abril de 2003, en el partido bonaerense de Ensenada, en medio de un tormentoso Defensores de Cambaceres-Atlanta; el tercero, durante la final de la Primera B Metropolitana de 2007 que enfrentó a Estudiantes de Caseros y a Almirante Brown. Este último fue, quizás, el más incomprensible, porque la suspensión se originó en una bomba de estruendo arrojada por la parcialidad de Almirante, el equipo beneficiado por el penal, que lesionó al arquero Walter Cáceres. Soriano imaginó que el disparo de 11 metros era atajado por el arquero. En la vida real, Estudiantes y Almirante repitieron la historia al pie de la letra. Solo el bohemio Lucas Ferreiro se atrevió a contradecir al genial escritor marplatense fallecido en 1997.

Por Luciano Wernicke / Fotos: Archivo El Gráfico