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Rodrigo Archubi: "En mi control pasó algo raro"

River lo colgó luego de un caso de doping y tuvo que exiliarse en Kuwait para seguir ejerciendo su profesión de futbolista. Sabe la verdad, pero no quiere "ensuciar a ningún compañero". Sin una pizca de arrepentimiento por haber defendido lo suyo, se muere de ganas por volver al país, aunque sea a un club de Primera D.

Por Redacción EG ·

10 de febrero de 2012
Nota publicada en la edición enero 2012 de la Revista El Gráfico

Imagen CON LA camiseta del Kazma logró la continuidad, pero ahora desea volver a su lugar natural.
CON LA camiseta del Kazma logró la continuidad, pero ahora desea volver a su lugar natural.
A Rodrigo Archubi no se la contaron. Se anotó en el club de su barrio, hizo Infantiles e Inferiores, debutó en Primera, llegó a la Selección, fue campeón mundial, pasó por Europa, estuvo en River, marcó goles importantes, dio vueltas olímpicas y hasta inscribió su nombre en la memorabilia popular arruinando (con un tanto suyo) la fiesta que el Boca de La Volpe había planeado en la última fecha de aquel frustrado Apertura 06. Su carrera parecía escrita por la pluma del más generoso guionista, ese que talla los sueños perfectos en las almas de quienes fantasean con escribir su nombre en los bronces del fútbol.

Y a Archubi, decíamos, no se la contaron: junto a Agustín Pelletieri, Sebastián Leto y Diego Valeri fue parte de la fértil camada que luego le daría a Lanús su primer título (participando del subcampeonato en el Clausura 06, temporada que le daría al club su primer acceso a la Copa Libertadores); en simultáneo, se consagró campeón Sub 20 en el mismo Mundial de 2005 que instaló a Lionel Messi en el firmamento futbolero, hizo su experiencia europea con el Olympiakos griego participando incluso en Champions League y fue adquirido por el River de Simeone que ganó el Clausura 08.

A los 24 años no estaba entre los planes de su currículum envidiable aquel 2009 infausto, que estrenó con el último puesto que River había cosechado en el torneo anterior y que cerró con el doping positivo (hasta la fecha, el último en Primera) tras un partido contra Gimnasia de La Plata, el 27 de septiembre. “Sé que hubo algo raro, pero lo voy a contar el día que me retire porque no quiero ensuciar a ningún compañero. Ya demasiado me ensuciaron a mí”, dice Archubi por teléfono, océano mediante, a más de 13 mil kilómetros. Una red de casualidades, causalidades y fatalidades lo fueron marginando de ese sueño que parecía tallado a su medida y que, de golpe, se transformó en un calvario signado por la indiferencia del club y de su propio representante durante dos largos años. “A él lo conocía desde que tenía 15 años, pero desde el doping no me llamó nunca más. Yo sabía que podía pasar: si no producís más plata, estos tipos no te dan pelota, y yo era un jugador sancionado y suspendido”, recuerda con resignación desde Kuwait, el destino que la vida le tenía guardado para reencontrarse con el fútbol rentado al cabo de largo tiempo sumido en el ostracismo de la inactividad.

Es que a los tres meses de suspensión (el análisis arrojó THC, una de las sustancias prohibidas de menor sanción) le siguió un año y medio de reclusión forzada. En tal vez una de sus primeras disposiciones institucionales como flamante presidente (y sin sopesar que River había pagado por él seis meses antes la friolera de 3 millones de euros para hacerse con su pase), Daniel Passarella convino marginarlo junto a Martín Galmarini y Facundo Quiroga. A diferencia de sus dos compañeros, quienes cedieron a la medida y rescindieron su vínculo abdicando al sueldo que les correspondía por contrato, Archubi hizo resistencia de su soledad y viajó ida y vuelta durante 18 meses seguidos desde Lomas de Zamora hasta Núñez para hacer la misma rutina: calzarse los botines, ponerse a las órdenes del preparador físico que el club le había designado exclusivamente a él, cumplir con los ejercicios (a veces, ridículamente, en una cancha de baby fútbol) y volver a su casa en el sur del Gran Buenos Aires sin haberle visto jamás la cara a ninguno de los compañeros que entrenaban bajo la tutela de Angel Cappa o Juan José López.

Sin ningún guiño de parte del club por reincorporarlo al plantel profesional, el zurdo tuvo la posibilidad de recomponer su actividad en el Juventude, un modesto equipo de la Segunda División de Brasil al que fue invitado por un primo de Ronaldinho. “Firmé un precontrato y cuando volví a River para rescindir, no me querían pagar una deuda que tenían conmigo. Entonces me tuve que quedar seis meses más, parado, para terminar mi contrato. Fui a entrenar hasta el último día y me pagaron todo lo que me debían, que era lo que correspondía, ya que yo había laburado. Bajo sus condiciones, pero yo había laburado”, sentencia Archubi, a quien, luego, le hicieron sondeos de Godoy Cruz, Quilmes, Universitario de Perú y Aurora de Bolivia. Sin embargo, desde donde llegó la oferta que se le figuró más tentadora fue del exótico futbol kuwaití : “Me llamaron el mismo día que me habían contactado de Unión de Santa Fe. Llevaba casi dos años sin jugar y quería agarrar ritmo, sumar minutos y sentirme importante otra vez. El técnico, que es de Moldavia, había visto videos míos y me quería de carrilero por izquierda o de doble cinco, mis puestos naturales. Haber venido fue la mejor decisión que tomé”, reconoce, luego de haber jugado un semestre para el Kazma, uno de los equipos más fuertes de toda la zona del Golfo Pérsico.

Imagen EN RIVER solo pudo sonreír al principio. La administración de Passarella lo marginó.
EN RIVER solo pudo sonreír al principio. La administración de Passarella lo marginó.
-¿De qué modo te adaptaste a esa transición tan drástica entre no jugar por casi dos años en tu país y ser titular en un país remoto del Medio Oriente?
-Por suerte acá me tratan de primera, y en ese contexto todo resulta más fácil. La gente es muy tranquila y, por supuesto, la vida es muy diferente. Por ejemplo, está prohibido el alcohol. También la prostitución, mucho más la falopa. Es gente muy seria y estricta: hacés una macana y te mandan de vuelta para tu casa. Es así. Cuando llegué, me dijeron “Jugá para vos, gambeteá, pegale al arco, así te mostrás y te vas a otro lado”, pero yo prefiero jugar en el equipo.

-¿Cómo es el fútbol en Kuwait?
-Por reglamentación, solo puede haber cuatro profesionales por plantel. Los demás son amateurs. Los jugadores trabajan de día y van al club de noche. El entrenamiento es, básicamente, el mismo que en la Argentina, y hay muy buenos jugadores, aunque no se crea. Los clubes no tienen nada que envidiarle a River, por ejemplo. Donde juego yo, el estadio es gigante y el campo está bárbaro. Todo eso es muy moderno, hay mucha plata y no escatiman en nada. Eso sí, a la táctica no le dan mucha bola. ¡En los primeros partidos me calentaba y me ponía nervioso porque quería que entendieran cosas que nunca les explicaron! En los partidos, quizás hay 50 personas. Va poca gente a la cancha; a lo sumo lo miran en la casa. Fue medio chocante salir a jugar sin mucho público. Yo estoy acostumbrado a las canchas llenas.

-¿Tenés ganas de volverte a la Argentina o probarías en alguna otra liga exótica si se te presenta la oportunidad?
-No me molestaría. Es más, lo aprovecharía porque me gusta viajar y conocer culturas y gente. Pero extraño a mi hija, a mi familia y los amigos. Preferí venir a Kuwait y ponerme bien, pero me encantaría volver. A pesar de todo lo que me pasó, quiero estar ahí. Tal vez suene medio vendehumo, pero quiero volver a salir del túnel y escuchar los cantitos y los gritos de la gente. Hace mucho que no lo hago. Obviamente que quiero jugar en la A porque me siento jugador de Primera, pero si tengo que hacerlo en la D no me importaría. Quiero jugar al fútbol porque me gusta ganar partidos y sentirme bien cuando rindo.

-¿Alguna vez pensaste en retirarte?
-Al principio, sí, pero luego me di cuenta de que estaría dándoles la razón a estos tipos, que además se iban a quedar con mi plata y con mi trabajo. Me llamaron varios abogados para hacerle juicio a River y sacarle un montón de plata por haberme dejado parado tanto tiempo e impedirme trabajar. La opción que me daban era irme y dejar la plata, que nunca se sabe adónde va a parar. Yo me la banqué con Diego Guacci, el profe que me pusieron, un tipo muy recto y entrenador de fútbol femenino campeón durante tres años, al que luego terminaron echando.

-¿Por qué creés que te colgaron? ¿Por tu doping o por otros motivos?
-No sé… Hay cosas que no se pueden decir. Yo duermo tranquilo. El problema es de ellos, que se portaron mal y así les terminó yendo, no por culpa de los jugadores, sino por miles de cosas que pasan ahí adentro. En Lanús tuve un conflicto similar: fui al Mundial Sub 20, salí campeón, y a la vuelta me quisieron hacer un contrato de mil pesos por mes. No se lo firmé y me colgaron, junto a (Agustín) Pelletieri y (Javier) Almirón, hasta que vino Pipo (Gorosito) y nos metió de vuelta en el plantel. Es algo normal en el fútbol: cuando sos chico, si no firmás el contrato que el club quiere, te cuelgan sin importarles que te están arruinando la carrera.

-¿Cómo es tu relación afectiva con Lanús? Ahí surgiste, pero también te fuiste mal…
-Me quedo con un momento de momentos increíbles, excompañeros y gente del club. Fue el equipo que me enseñó todo. Me dio la posibilidad de jugar en la Selección y ser campeón del mundo, conocer jugadores extraordinarios y ser parte de esa camada increíble. Ahí tuve mi mejor nivel y estoy muy agradecido con la gente, pese a que la última vez que fui, con River, me trataron muy mal y me sentí dolido porque ellos no saben bien lo que me pasó. Yo defendí lo mío y banqué la parada que me querían ocupar. No me va que me falten el respeto, me maltraten, o que piensen que soy un boludo. Yo estoy contento con lo que hice y no me arrepiento en absoluto, yo soy así y estoy orgulloso de haber defendido lo mío.

-¿Viste a muchos compañeros hacer las concesiones que vos no aceptaste?
-Los temas de plata en fútbol se hablan personalmente y nadie devela nada. Si lo supiera tampoco lo diría, porque no me corresponde; pero todos sabemos lo que pasa. Que nadie quiera verlo o creerlo, es otra cosa, va en la inteligencia de los que consumen noticias. Siempre nos comemos cualquier bolazo. La gran mayoría se fuma lo que le venden, así pasa con los noticieros y sus noticias también.

-¿A qué le temerías más, en el caso de volver a la Argentina? ¿A quedar como un conflictivo por tus diferendos con Lanús y River o a que te griten cosas en la cancha a raíz de tu doping?
-A ninguna de las dos cosas. Yo defiendo mi dignidad, porque tengo mis principios y valores. A veces te tratan de boludo cuando hablás de eso, pero a mí no me caben esas cosas. Tengo mil defectos, pero no creo ser un tipo capaz de cagar a alguien. De la misma manera, tampoco me gusta que me caguen. Respecto a lo otro, no me molesta porque es parte del folclore, como que te escupan, puteen a tu vieja o te griten “Cornudo“. Lo que no me banco es el caretaje de que por fumarte un porro te tilden de falopero. De hecho, no fumo, pero sé cómo es la marihuana porque leo, tengo amigos… Sé que pasó algo raro en mi control antidoping pero, y lo repito: lo voy a contar el día que me retire porque no quiero ensuciar a ningún compañero.


Por Juan Ignacio Provéndola / Foto: Photogamma