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Independiente: Un año negro

Lo que para el Rojo pudo ser una temporada soñada se transformó en todo lo contrario: Perdió la Suruga Bank, la Recopa, la Libertadores y la Sudamericana; el Turco Mohamed se fue y Defederico no apareció.

Por Redacción EG ·

11 de enero de 2012
Nota publicada en la edición diciembre 2011 de la Revista El Gráfico

Imagen LOS NUMEROS de Independiente en el pasado cercano son preocupantes. Entre los catorce equipos que disputaron los últimos siete torneos locales (desde el Apertura 2008), el Rojo es uno de los que menos puntos sumó, sólo superado por Tigre.
LOS NUMEROS de Independiente en el pasado cercano son preocupantes. Entre los catorce equipos que disputaron los últimos siete torneos locales (desde el Apertura 2008), el Rojo es uno de los que menos puntos sumó, sólo superado por Tigre.
Independiente fue en 2011 un equipo sin orgullo: se rindió con mansedumbre en las cuatro copas internacionales que jugó y entregó un invicto de seis años en el clásico de Avellaneda. También fue un club tomado por una barra brava que tocó la marcha fúnebre enfrente del vestuario, provocó la renuncia de un director técnico y cruzó toda la cancha para pegarles a los hinchas que cuestionaban su violencia. También fue una dirigencia desgastada que aprobó un pasivo de $ 46.000.000 en los últimos 12 meses y que ya roza los $ 200.000.000. Y también fue un estadio inconcluso, que a dos años de su apertura continúa en etapa de construcción. El 2011 no habrá sido el fin del mundo, pero el cielo nunca quedó más lejos del infierno.

En 2011, Independiente fue, sobre todo, una caricatura de lo que soñó ser. “Tenemos el mejor plantel de Sudamérica”, dijo Carlos Matheu el 4 de enero, cuando el equipo comenzaba la pretemporada en Mar del Plata. Eran días en que a Antonio Mohamed le preguntaron por el horizonte de su equipo en la Copa Libertadores. “Una buena Libertadores para Independiente es ganarla”, apostó el técnico, también grandilocuente. El Rojo intentaba seguir el viento de cola de la vuelta olímpica en la Copa Sudamericana 2010, un título conseguido en paralelo al último puesto en el Apertura. Pero lo que se expandió no fue el título sino la decadencia.

El primer refuerzo del año, el lateral colombiano Iván Vélez, personificó una involuntaria definición de la medianía que signaría al resto de 2011: ese tipo de incorporaciones que les reditúan mejor a los empresarios que participan en los pases que a los intereses deportivos del equipo. Dime cómo te refuerzas y te diré tu futuro: muy pronto los hinchas entendieron que Vélez se diluiría en la intrascendencia general.

Las primeras señales negativas llegarían pronto, en los torneos de verano: todas derrotas. Primero 2-3 con San Lorenzo y después 0-2 contra un Boca remachado de suplentes que atropelló a un Independiente lleno de titulares. Aquel amistoso pretendía ser un tubo de ensayo para el duelo ante Deportivo Quito, por la clasificación para la Copa. “No me preocupa. En el campeonato, los goles los vamos a hacer nosotros”, acentuó Mohamed su costado optimista. A los pocos días, otro ensayo adverso: 0-3 contra Aldosivi, de la Primera B Nacional. Algo andaba mal. Pero lo que importaba era entrar a la Libertadores, e Independiente se clasificó: 2-0 y 0-1 ante los ecuatorianos. Fue, otra vez, una agonía con final feliz, como en la Sudamericana del año pasado y con Hilario Navarro en estado de gracia. El triunfo silenció la autocrítica necesaria: Independiente ya se acostumbraba a glorificar lo positivo y a ningunear lo negativo. En esa miopía institucional y deportiva, a Matías Defederico, que debutó con un gol, se lo bendecía como el libertador. Pero lo que parecía una ilusión sería un espejismo. En el medio, a comienzos de febrero y en un partido pendiente del Apertura 2010, Tigre ganó 1-0 en Avellanada y ratificó un último puesto que Independiente sólo había conocido en el Clausura 2002. “No me asusta el promedio”, respondió Mohamed.

Imagen LEONEL NUÑEZ se agarra la cabeza; D'alessandro, no: El Inter de Porto Alegre se quedó con la Recopa.
LEONEL NUÑEZ se agarra la cabeza; D'alessandro, no: El Inter de Porto Alegre se quedó con la Recopa.
El promedio lo asustó a las pocas semanas. Con las incorporaciones de Leonel Núñez y Jairo Castillo, Independiente picó adelante en la Copa (3-0 a Peñarol, finalmente subcampeón de la Libertadores) y atrás en el Clausura: en la cuarta fecha sumaba un punto. El 0-3 contra Arsenal, en Sarandí, encendió las alarmas: Independiente pasó a tener el mismo promedio que River y los hinchas prepotearon a los jugadores. “El que no salta se va a la B”, se burlaron los de Arsenal. “No somos Racing”, cantaron los de Independiente. Iban ya 13 partidos sin triunfos a nivel local y Mohamed se desentendió de la Copa: el jueves 10 de marzo puso suplentes contra Godoy Cruz, en Avellaneda. Los mendocinos ganaron 3-1 y para el Rojo fue una despedida virtual. Más tarde llegaría a la última fecha con una mínima chance de clasificación: debía ganarle por 8 goles a Peñarol. Los sueños de enero habían sido sueños de verano; Independiente quería ganar su octava Copa y no pasó la primera ronda. Tampoco tenía el mejor plantel de América. Fue la primera caída internacional del año.

El equipo desafió a la cornisa: en la cancha del último, Quilmes, Hilario Navarro evitó la derrota sobre el final. Y contra Gimnasia, también en el descuento, un gol de Cristian Pellerano le dio el triunfo más injusto (y uno de las más necesarios) del año. El azar no jugó a favor, en cambio, en el clásico de Avellaneda: goles de Gabriel Hauche y Teo Gutiérrez para una decepción que Independiente no sufría desde hacía seis años. “El que no salta se va a la B”, cantaron, esta vez, los de Racing. Aunque con disimulo, la gente de Independiente hacía lo que nunca: cálculos, coeficientes, promedios. La Promoción, el descenso, era una posibilidad. Así hasta la 14o fecha, el día de la reivindicación: el 2-1 ante Olimpo en Bahía Blanca coincidió con la mejor victoria del año, la mejor actuación individual (Patricio Rodríguez) y el mejor gol (también del Patito). Fue la noche del despegue definitivo de River en la tabla de promedios: hasta ese momento tenían los mismos puntos.

Por única vez en el año, Independiente fluyó y estuvo en sintonía con lo que esperaba de 2011. De los últimos seis partidos del Clausura, ganó cuatro y trepó hasta el 6º puesto, con 29 puntos. Facundo Parra terminó el torneo con 8 goles, Rodríguez hizo 6, Silvera completó 5 y Núñez aportó 3. El envión del final le permitió renovar esperanzas, e Independiente –su dirigencia, no su gente- apostó a enderezar el año con un partido, la final de la Suruga Bank, una de esas copas ficticias que, al mismo tiempo, son oficiales. Sus orígenes la delatan: en Japón se juegan tres torneos nacionales, la Liga, la Copa del Emperador y la Copa de la Liga. Las dos primeras son clasificatorias a la Copa de Campeones de Asia, pero la tercera, la menos importante, carecía de un premio adicional: los japoneses le propusieron en 2008 a la Conmebol que su ganador se enfrentara al campeón de la Sudamericana. El dinero manda. La televisión ya no sigue al fútbol, sino que el fútbol sigue a la televisión. Y los hinchas de todos los clubes entraron en una carrera para contabilizar títulos, cualquiera sea su nombre. Los 18 de Boca y Milan, contra los 16 de Independiente, actuaron como un anzuelo y el equipo de Mohamed viajó a Shizuoka para jugar contra el Jubilo Iwata como si fuera una cita de honor. Las desventuras de la gira previa por Estados Unidos resultaron otra vez, como en el verano, un mal augurio desatendido: derrota ante los suplentes del anteúltimo de la Major League Soccer, Portland Timbers.

Imagen MATIAS DEFEDERICO no rindió y no fue más que una sombra del que brilló en Huracán.
MATIAS DEFEDERICO no rindió y no fue más que una sombra del que brilló en Huracán.
Japón. La tierra prometida. El recuerdo del gol de José Percudani contra el Liverpool, en 1984 y sobre un césped amarillo. La cuarta visita, después de aquellas de 1995 y 1996 por la Recopa (triunfo ante Vélez y derrota contra Gremio). Pero la Copa Banco Suruga, que parecía la más fácil de las cuatro de 2011, escondía veneno. Independiente perdió por penales. Hilario ya no fue el salvador. Y se lesionó Patricio Rodríguez, quien debía haber sido operado antes pero, en su afán por ser transferido, cometió un error. El descontrol quedó en evidencia: los jugadores se fueron insultados por 37 barrabravas, que pagaron 200 mil dólares por un insólito viaje vía Sudáfrica y Malasia. Sus contactos con la política y los sindicatos nacionales los convirtieron en la hinchada más poderosa del país.

Aquella derrota sin rebeldía, un resumen en 90 minutos de lo que fue el año de Independiente, sucedió el 3 de agosto. Sin embargo, al día siguiente Gabriel Milito firmó su regreso al club. Los jugadores, y los hinchas, encontraban un referente en medio del desierto. El plantel estaría menos huérfano.

El miércoles 10 llegó la final de ida de la Recopa Sudamericana, contra el Inter brasileño. Festejada victoria 2-1 en la cancha y desapercibida derrota institucional en las tres tribunas habilitadas: pocos recordaban que el presidente, Julio Comparada, había prometido jugar ese partido con todo el estadio construido. Pero las palabras incumplidas duelen menos que las finales perdidas, y la revancha, en Porto Alegre, fue la confirmación del 2011 perdido. Tropiezo 1-3, con Milito fuera de ritmo y un Hilario Navarro caído en desgracia. La mística, desteñida.

Lo siguiente fue peor. Mohamed quedó en observación y la barra brava, que insultaba a los jugadores y al cuerpo técnico pero nunca a los dirigentes, le dio el golpe de gracia: le cantó “Andate, Turco, la p... que te parió” y entonó la marcha fúnebre enfrente del vestuario, después de una derrota contra Boca. Milito, en representación de un grupo desprotegido (y al que le debían tres meses de sueldo), increpó a Comparada. Fue el 4 de septiembre, un mes y un día después del fracaso en Japón: el técnico se fue con un currículum de 16 victorias, 19 empates y 16 derrotas. “A mí me echó la barra, ellos mandan en el club”, dijo Mohamed. “Yo no mandé a nadie”, se defendió el presidente.

Cristian Díaz asumió un interinato. Los hinchas se hartaron y, en el partido siguiente, contra San Martín de San Juan, decidieron aislar a los violentos y ocupar la tribuna de enfrente. Les cantaron “Oh, no tenés vergüenza, por la plata no se alienta” y “¿De qué cuadro sos, mercenario?”. Veinte barras cruzaron el estadio y reaccionaron a su modo: los empujaron, los golpearon y los apretaron.

Ramón Díaz debutó el 16 de septiembre. Con una derrota. Como local. 0-1 ante Colón. Enseguida, la Sudamericana se sumó a las eliminaciones internacionales en primera ronda: Independiente perdió por cuarta vez en 11 meses en Quito, 0-2 contra Liga Universitaria, y quedó obligado a una victoria por dos goles que no consiguió en la revancha. Cuarto golpe en el año. El mismo jueves de la derrota en Ecuador, los dirigentes aprobaron el balance con un pasivo de $ 190.676.709 que significaba un incremento de 46.000.000 respecto del ejercicio anterior. Como ya había sucedido en 2010, la barra volvió a mostrarse en la reunión: hubo corridas, insultos, gritos, empujones y algunos golpes a la salida, en la calle. El oficialismo no respondió a las acusaciones de la oposición de haber emitido, desde 2008, quinientos cuarenta y siete cheques sin fondo –por un total de $ 19.254.281– que fueron rechazados por el Banco Central.

Imagen OSMAR FERREYRA, otro de los refuerzos esperados que no dio resultado.
OSMAR FERREYRA, otro de los refuerzos esperados que no dio resultado.
Alrededor de Comparada, en cambio, siguieron obsesionados con las copas internacionales, como si ahí estuviera la salvación. Así como en 2005 intentaron reciclar un partido contra un equipo de Surinam (el SV Transvaal) por la final de la Copa Interamericana que Independiente debería haber jugado 32 años antes, y otro contra un club de Zaire (el AS Vita) por la Copa Transoceánica de 1973, en 2011 iniciaron gestiones para desempolvar lo que sería una nueva Copa Intercontinental contra el ganador de la Liga de Europa (Porto de Portugal), y la Interamericana (no se juega desde 1998) ante el ganador de la Concacaf, Pachuca de México. Lo que pasaba en el césped no despertaba fantasías: muy lejos del puntero Boca, Independiente jugó el Apertura 2011 tratando de sumar puntos para no sufrir con el promedio a partir de junio de 2012, cuando desaparecerán los 68 de la última gran campaña local.

Los últimos meses de Independiente fueron a media luz, en medio de ambivalencias. El golazo de Osmar Ferreyra contra Atlético de Rafaela no ocultó que el club volvió a fallar en las incorporaciones de mitad de año: Marco Pérez y el mismo Malevo fueron menos de lo esperado, como ya había sucedido con Defederico y Jairo Castillo. El futuro está en el pasado: los destacados fueron jugadores surgidos de las Inferiores. Julián Velázquez, Hernán Fredes, el primer semestre del Patito Rodríguez, la recuperación de Fabián Assmann (en enero había vuelto a atajar en Independiente después de 564 días) y los últimos buenos partidos de Gabriel Milito. Todos del club. En cambio no hubo, en todo 2011, una gran aparición desde las Inferiores: Brian Nieva, Iván Pérez, Diego Churín y Lucas Villafáñez (llegado desde la CAI) se mostraron pero no se consolidaron.

La división entre barrabarravas e hinchas se desperdigó hasta los últimos partidos del año, en los que siguió escuchándose el reclamo “Por la plata no se alienta”. Esa reacción fue de lo más sano que le pasó a Independiente, pero también otra muestra de las cicatrices internas de un club que, hasta fines de noviembre, había jugado 35 partidos oficiales a nivel local, con 12 triunfos, 12 empates y 11 derrotas. Esa notable paridad también se trasladó a las competiciones internacionales: 13 encuentros, con 5 triunfos, 3 empates y 5 derrotas. O sea, de 48 partidos oficiales en 2011, Independiente ganó 17, empató 15 y perdió 16. Una medianía que, a la espera del sucesor de Comparada tras las elecciones del 18 de diciembre, no despierta orgullo nacional ni internacional.

Por Andrés Burgo / Fotos: Archivo El Gráfico / Ilustración: Fernando Delmonte