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Guillermo Burdisso y Lisandro López, dos tipos audaces

La dupla central de Arsenal no solo le otorga solidez al equipo, sino también capacidad de gol. Temibles en el juego aéreo y con proyección internacional y de Selección, sueñan con edificar una gran carrera. La historia de dos chicos que empezaron como delanteros y se fueron para el fondo, pero sin perder la memoria...

Por Redacción EG ·

19 de diciembre de 2011
Nota publicada en la edición noviembre 2011 de la Revista El Gráfico

Imagen LISANDRO Y GUILLERMO, en el césped de Sarandí. Un dúo fuerte.
LISANDRO Y GUILLERMO, en el césped de Sarandí. Un dúo fuerte.
Otra vez se cumplió la máxima: no resultaron ser espejo de aquello que aparentaban de chicos. No eran los terrores de las defensas, pero se destacaban en la ofensiva. Aquellos encuentros como atacantes se empezaron a desdibujar con el transcurso del tiempo. Sin embargo, no les importó demasiado. Ambos, sin conocerse en ese entonces, sabían que la meta final era transformarse en futbolistas profesionales, más allá de los retoques. Lisandro López tenía como referencia a Pedro, su padre, un fanático del fútbol que jugó de zaguero central en Mataderos, hoy Parque Sur, nombre de su barrio en Villa Constitución, Santa Fe. Guillermo Burdisso, no obstante, intuía que el camino sería espinado, pero posible al fin. La imagen de su hermano Nicolás, central que luego integró el Boca más ganador de la historia y que se luce en la Roma y en la Selección, acrecentaba su ilusión. De todos modos, encontraba más argumentos al explorar el pasado. Enio, papá Burdisso, también central, compartió plantel junto a Marcelo Bielsa en Instituto de Córdoba en 1977. En definitiva, tuvieron que adaptarse para avanzar.

“Empecé como delantero, enganche. Los técnicos te decían que te muevas por el ataque. Después, fui de cinco. Y cuando pegué el estirón, comencé de defensor. Hasta me pedían de otros pueblos. Siempre era lo mismo: me llamaba el entrenador, armaba el bolso, me pasaban a buscar por la ruta, y a hacerte nuevos amigos arriba del colectivo. Algunos me querían de defensor y otros, en el medio. No me vieron habilidoso, pero sí más fuerte. Se me había terminado la coordinación y ya era un poco más lento. Por mi físico y por seguirlo a Nicolás, me metí atrás”, afirma Guillermo, hombre de Club Social Deportivo y Biblioteca Popular Altos de Chipión, única institución deportiva de su pueblo natal, e n Córdoba. El segundo varón de los Burdisso modificó su posición de los 12 a los 13 años. A esa edad, Licha también varió de ataque a defensa. Rubén Ceremelle, el Mono, fue el responsable en Atlético Empalme. “Tenés que quitar, entregársela al compañero más cercano y hablar mucho. Te va a ir bien”, le aconsejó su entrenador a López. “Si a mí me gusta hacer goles, encarar, ¿cómo es que vengo a defender? Era goleador. Igual, no me resistí. Al principio me entusiasmé, pero no agarré rápido la marca. Me gustaba salir jugando, pasar al ataque. Tampoco podía arriesgar tanto. Luego, fui perfeccionándome para intentar ser un central más completo. Cada día me exigía más, porque de mil que se prueban quizás llegan uno o dos”, reconoce el santafesino.

@ContRelD@Muchachos simples, que prefieren vestirse de remera, jean y zapatillas, tuvieron que remar contra la corriente. Entendieron que no existe aquello servido en bandeja, al menos en sus experiencias. “Me fui a jugar un torneo a Paraguay a los 11 años. Estaba parando en una casa de familia dentro de una villa. El hombre a cargo nos iba a buscar en bicicleta y teníamos que volver con piedras en la mochila, por si alguien se cruzaba. No le iba a tirar a nadie, pero las llevaba. Y caminábamos a su lado, por los pasillos de la villa. Lo hice de inconsciente. Eso me ayudó a crecer, a aprender a comer otras cosas, por ejemplo. Me gustaría que mi hermanito (Mateo) lo supiera porque, si un día quiere hacer el esfuerzo para intentar llegar, se va a cruzar con dificultades”, avisa Burdisso.

Lisandro tampoco se queda al margen. Segundo en la escalera de tres varones, sabe qué es formarse de abajo. “Mi familia era humilde, mis padres se esforzaron siempre. Andábamos con lo justo. No sobraba, ni faltaba. No podíamos darnos un gusto grande. Mis viejos alquilaron toda la vida y les pude regalar la casa propia hace poco, gracias a la ayuda que me dio el fútbol -repasa-. Soy de valorar mucho. Me dedico a lo que me gusta, vivo en un departamento en Palermo Hollywood; pienso en lo que viví de chico y hay diferencia. Quizás antes, aquello que comíamos al mediodía también lo guardábamos para la noche. Y ahora, no. Puedo comer comidas diferentes en distintos momentos del día. Y esto es lo que le marco a mi hermanito (Lucas), que vive conmigo porque juega en la Sexta de Platense. A mí me interesaría que él fuera a pensión y que viviera lo que me tocó a mí”.

El recorrido que atravesaron para meterse en el ambiente futbolero contiene pocos puntos de contacto en común. Ambos se alejaron de sus pueblos de origen y de sus seres queridos para instalarse en pensiones, y se las arreglaron en soledad y como podían dentro de la ciudad de la furia. Aquellos distintos detalles le corresponden a cada historia. López rebotó menos que Burdisso. A Licha lo rescató a los 16 años, gente ligada a Chacarita en uno de los dos encuentros de la serie final entre Academia Ernesto Duchini, su equipo, y Real Arroyo Seco. A partir de ahí, hizo las Inferiores en el Funebrero hasta que Ricardo Zielinski le dio la chance de debutar en Primera. “Fue en 2009, en la última fecha de la B Nacional ante Almagro. Ya estábamos ascendidos. Me emocioné, cumplí mi sueño. Recordé el sacrificio de mi familia, porque ellos me mandaban plata para sostenerme en la pensión cuando las cosas les iban mal. Jugué el primer tiempo de cuatro, que no era mi posición, y el segundo de dos. Y en mi primer partido en la A, frente a Tigre en el Apertura 2009, el Ruso me pone de tres, que tampoco era mi puesto. Se me complicó porque debés saber cuándo cerrar, cuándo abrirte, cuándo salir jugando. Pero tenía unas ganas tremendas. Si me daban los guantes, iba al arco”, cuenta entre carcajadas.

Guille, en cambio, tuvo más de un capítulo para establecerse en el mundillo profesional. Emigró de su pueblo, Altos de Chipión, para probarse en Vélez a los 14 años, aunque Alberto Fanesi lo limpió por “lento” y lo mandó a la Liga Metropolitana. Al año quedó libre y se integró al CEFAR. En plena pretemporada se rompió el tobillo, lo que impidió que se mostrara en algún club. “Coqui Raffo me dio una mano grande. Me metió en El Porvenir sin probarme, por el nombre de mi hermano, Nico, y me aclaró que debía ganarme mi lugar”, sintetiza.

Imagen UNA DUPLA picante. López y Burdisso, en las entrañas del estadio de Arsenal.
UNA DUPLA picante. López y Burdisso, en las entrañas del estadio de Arsenal.
Si bien se entrenaba con el primer equipo, Burdisso no era tenido en cuenta por el entrenador, José Basualdo, hasta que se produjo el hueco, por fuerza mayor. Al igual que López, realizó su estreno en la B Nacional y en un puesto diferente. “Era chico, tenía 16 años. No me habían citado nunca. Nos enfrentábamos ante Rafaela un viernes y tocaban los Rolling Stones la noche anterior. Como me gustaban, saqué tres entradas para el recital, ya que dos amigos venían de Chipión. Pero cuando me voy de la práctica el miércoles, veo que dice Burdisso en el pizarrón. Sabía que iba al banco o quedaba afuera. Me quería morir. Había pagado como 200 pesos la entrada, un dinero importante para mí. Pensé en hacerme el lesionado, aunque decidí no ir a verlos, por más que perdiera la plata. Ya en la concentración, Basualdo me preguntó si me animaba a jugar de cuatro, porque se había enfermado Walter Díaz. Le contesté que sí. El fútbol te quita, pero otorga. Se me cruzaron mil cosas por la cabeza. Fue emocionante”, confiesa.

Sin embargo, Guillermo no sumó muchos más minutos en el conjunto de Gerli y clavó los pies en Central. Pese al salto de categoría, regresó a fojas cero. “Imaginé que iría a Reserva, aunque me bajaron a Cuarta. Sabía que sería más difícil que en El Porve. Fue un golpe duro, porque ya integraba la Selección Sub 20. Igual, aprendí mucho gracias a eso y después logré subir más fuerte”, se sincera. Luego de salir campeón en Cuarta y subcampeón en Tercera, Gustavo Alfaro, el mismo entrenador que lo dirige en Arsenal, le dio la oportunidad de pisar la A hace dos años. “No me lo esperaba. Ni siquiera me habían llamado para Reserva la semana anterior. Pero Gustavo lo sacó a Ribonetto y me puso para enfrentar a Banfield. Me entrené una semana en dupla con Braghieri. Me sentía preparado y había que disfrutar, que es lo que me señala Nico, por más que haya nerviosismo y ansiedad. Son recuerdos que te quedan para el resto de la vida”, agrega.

-Ambos padecieron el desencanto del descenso. Lesiones al margen, ¿es lo peor que le puede suceder a un jugador?

-Sí. Nosotros perdíamos casi todos los partidos. Ya cuando caés seguido, sentís que te vas a equivocar más fácil. El descenso es feo, triste, no se lo recomiendo a nadie. La hinchada de Chacarita no se lo merecía. No les respondimos. Una vez que entrás en el fútbol sabés que no son todas buenas. Pero no pensé que me tocaría la mala tan temprano. Me sirvió de experiencia. En Arsenal, por ejemplo, estamos cerca de la Promoción y yo ya conozco lo que es. (López)

-Coincido. Pensamos que con mi gol en el partido de ida habíamos ganado la Promoción ante All Boys, y no. Tal vez salimos muy tranquilos en la revancha porque el empate nos beneficiaba, y nos pasaron por arriba. Me costó sacármelo de la cabeza. Al principio, cuando estaba en Roma, no lo podía superar. Dormí mal durante varios meses. Recién ahora, que estoy jugando, me lo pude empezar a quitar de mi pensamiento. Igual, miro partidos de Central. La mitad de mi pase le pertenece al club. (Burdisso)

Burdisso acredita una curiosa estadística. Cada vez que debutó en un equipo argentino, convirtió. Le ocurrió en El Porvenir, Central, la Selección y Arsenal, club al que arribó a mitad de año. “Al principio, en El Porve, sentí que era suerte. Me tocó en Central. Y con la Selección, ya todos me decían que iba a convertir. 'Acá me mufan todos', pensé. Y se dio. También se produjo en Arsenal tanto en el campeonato local como en la Copa Sudamericana. Suerte puede existir, pero hay que acompañarla. A lo mejor se debe a la adrenalina que uno tiene por los estrenos, y eso genera ir a buscar al área con mentalidad positiva”, explica. López, su compañero de zaga central que se incorporó al club del Viaducto hace una temporada y media, tampoco es menos. Si bien no mojó cada vez que salió a escena por primera vez con un conjunto nacional, tiene la misma costumbre: anotar seguido. “De mis 10 goles, siete son de cabeza. El más lindo fue el de chilena a Olimpo. Inolvidable. Tiré la pirueta porque la pelota me superó. Es más, no vi cuando entró, porque estoy de espaldas y la pelota salió muy fuerte por el viento que había. Y cuando caigo al piso, escucho: golazo”, se enorgullece.

-¿Ganan en el área por ese pasado como atacantes, porque no los tenían en carpeta?
-Puede ser. Sé ir a buscar la pelota, acomodar el cuerpo, porque fui delantero. Tal vez no me tenían en cuenta al principio, cuando hacía mis primeros goles. Ahí te ponían una marca cualquiera. Después, cuando metí cinco goles en el torneo pasado, me mandaron al mejor cabeceador. Y se nota mucho la diferencia. Hice dos en este campeonato, aunque erré bastante. El secreto es moverse e ir decidido. (López)
-Cuando voy al área, siento que ganaré, sin desmerecer al marcador, por la confianza. Es más, me imagino cómo y adónde cabecear antes de pisar el área. Las pelotas detenidas, las trabajamos en la semana. No tienen por qué ser todas para nosotros, pero se juegan así porque el grupo confía. (Burdisso)

-Guille, ¿cómo se complementan?
-Se armó una dupla linda. No somos iguales. Licha le da calidad a la defensa; es habilidoso, quiere salir jugando, la saca limpia. Y yo no me complico porque conozco mis limitaciones (risas). Juego cuando puedo, y si no, la reviento. Licha es más veloz, y por eso trato de sobrar. Quizás él no es tan ordenado o le gusta salir a romper; entonces, yo tengo que estar más ordenado por las dudas, por si él llega a fallar. Es lindo entrar a la cancha y saber que, si errás, tu compañero estará atrás. Eso provoca confianza para defender mejor.

-¿Qué deben mejorar todavía?
-Si no tuviese ningún error, ni nada por mejorar, sería el dos de la Selección y estaría en el Barça. Tengo 22 años y, pese a haber jugado una buena cantidad de partidos en Primera, aún no tengo la experiencia como para irme afuera y ser el dos de la Selección. (López)
-Mucho en lo físico, serenarme para salir jugando, no sé si algún día encontraré la velocidad, aunque la sigo buscando. Quizás no tenga un físico imponente a mis 23 años, por ser veloz, habilidoso o saltar dos metros; soy de los que tienen que hacer un partido excepcional desde lo táctico solamente para hacer un buen partido. (Burdisso)

-Guille, ¿Arsenal es un equipo molesto?
-Sí, y de visitante quizás somos peores, porque vemos qué propone el rival y a medida que pasan los minutos tratamos de imponer nuestro juego. Nos cuesta más de local porque queremos hacer todo a mil y ahí se nos complica, y más si nos hacen un gol. Lo importante es tener las líneas compactas. El objetivo es sumar la mayor cantidad de puntos posibles para salvarnos del descenso.

-Ya vistieron la camiseta de la Selección en amistosos, y tienen proyección como para empezar a estar allí. ¿Qué opinan?
-Alfaro me dijo que era de Selección cuando llegué. Jugar en la Argentina es lo más lindo que te puede pasar. Si le preguntás a cualquier chico que está en su pueblo, cuál es su sueño, te dirá jugar en la Selección. Y a mí me pasaba lo mismo. (López)
-La Selección es única. Y poca gente se puede dar el gusto de debutar con un gol. Sentí que cumplí algo. Después, me di cuenta de que no hice nada, en realidad. Puedo mejorar y quizás sí pelear un puesto. ¿Por qué no? Me gustaría hacerle frente a eso. Licha, igual, merece hoy más la Selección que yo. (Burdisso)

-Licha, ¿te impacienta irte a Europa?
-No me desespera. Sé que debo tener la mayor experiencia posible en el fútbol argentino porque, si tengo la suerte de irme, me gustaría quedarme diez años.

-Y a vos, Guille, ¿qué te sucedió en Roma?
-Estuve la temporada pasada. Jugué muy poco, solo entré en cuatro partidos: tres del Calcio y uno de Champions League. No fue un fracaso, sino una experiencia positiva. Me traje conceptos desde lo táctico, lo profesional y lo humano. Aprendí mucho en lo defensivo: a cerrar la defensa, a no salir a buscar y dejar un hueco, a hablar para ordenar. Le agradezco a Nico, en lo personal, porque me enseñó demasiado. El ganó 19 títulos por algo. Hay que copiar a gente tan ganadora como él.

“QUE ANCHOITA TE QUEDO”. La frase motivacional de Alfaro ya se torna un latiguillo del propio entrenador. El técnico la utiliza para pinchar a los suyos en plena práctica en la cancha auxiliar de Arsenal. El trabajo técnico-táctico consiste en que los futbolistas pasen por diferentes estaciones: toca defender, plantarse en el medio, realizar un preciso cambio de frente y definir. Ahí es cuando se escucha el grito. Lisandro López indica con un gesto que pretende picarla, aunque no se anima y le pega fuerte. Guillermo Burdisso, lejos de lo lírico, prepara el fierrazo. Luego, en la siguiente tanda, ambos están atentos a la segunda jugada en la zona caliente. Saben que hay un gol, en especial en sus cabezas. Son zagueros con alma ofensiva. Tienen capacidad para marcar tanto al hombre como en la red.

Por Darío Gurevich / Fotos: Hernán Pepe