Las Entrevistas de El Gráfico

Leonardo Madelón: usar en caso de emergencia

Es un DT codiciado en situaciones extremas, porque responde con eficiencia notable. Cultor de libros de autoayuda, el nuevo técnico de San Lorenzo ya se ganó un lugar en Primera.

Por Redacción EG ·

23 de noviembre de 2011

Nota publicada en la edición abril de 2009 de la revista El Gráfico.

Imagen LEONARDO MADELON, 48 años, uno de los tantos técnicos con experiencia en situaciones límite. Realizó buenas campañas en Rosario Central, Gimnasia y Olimpo. Con el equipo de Bahía, ganó ambos campeonatos en la B y ascendió directo.
LEONARDO MADELON, 48 años, uno de los tantos técnicos con experiencia en situaciones límite. Realizó buenas campañas en Rosario Central, Gimnasia y Olimpo. Con el equipo de Bahía, ganó ambos campeonatos en la B y ascendió directo.
ANTES QUE NADA, una cuestión de tildes: su segundo nombre se pronuncia Caról y no Cárol.

“Es de origen francés y se acentúa en la última sílaba, pero quedó así y no voy a andar corrigiendo a todos. Mi viejo era Carol y mi hijo, Augusto Carol, se mantiene”, explica, resignado.
Después de nada, un personaje cálido, de esos que hacen de cualquier charla un momento ameno, un chacarero que ha caminado los pueblos del Interior del país y que convence con su verba cargada de enseñanzas. Un entrenador que desde hace 11 años oficia de bombero, salvador profesional en situaciones extremas, y que es capaz de ir a comprar un mapa gigante de la Argentina para colgarlo en el vestuario de Olimpo con el objetivo de que sus dirigidos, al menos si no incorporaban conceptos de fútbol, aprendieran un poquito de geografía. Un docente con todas las letras.

Leonardo Carol Madelón, 46 años, dueño de un recorrido como futbolista que no deslumbra aunque tiene para exhibir un par de hitos impactantes como un ascenso en San Lorenzo y otro en Unión con gol a Colón incluido ¡en la final!, ha comenzado finalmente –después de pelearla desde abajo sin padrinos ni apellido rutilante– a asomar la cabeza como entrenador. Tras ascender a Olimpo y mantener a Central en Primera, hoy está sacando a Gimnasia de un pozo que parecía no tener fondo.
Su historia, sus vivencias, su método. De eso habla Madelón, mientras ceba mate con limón en su casa del barrio de Flores.

Cafferata, un pueblo de 1.500 habitantes del sur de Santa Fe, es el punto de partida.

“Mi esposa y yo somos de ahí. En Cafferata no hay río, ni mar, ni industrias, sólo ganadería y agricultura, imposible de promocionar como destino turístico, pero es mi lugar en el mundo. Cada vez que podemos, vamos para allá: yo, mis hijos, todos. Se descansa mucho y bien. Allí me crié. Hasta que me sumé a San Lorenzo sólo había venido dos veces a Buenos Aires, con viajes de estudio. Mi mamá era maestra de escuela y me traía. La recorrida era: Palermo, Planetario, cancha de River, de Boca, Obelisco y Luna Park. El que volvía con todo eso visto podía decir que conocía Buenos Aires, chapeaba con eso”.

La llamada clave, siempre hay una circunstancia que sella a fuego el destino.

“Al principio, la pasé mal en San Lorenzo. Vivía en lo de mi tío César y extrañaba horrores. No había internet ni celular, sólo mandaba cartas. Escribía los martes y esperaba desesperado la respuesta toda la semana. Terminé en sexta división y me fui a Cafferata con la idea de no volver. Ese año había sido goleador y mejor compañero. Pero extrañaba y a mi viejo se le complicaba mantenerme. De vacaciones en mi pueblo, un día me llama el ayudante de Lorenzo. El Toto tenía buenas referencias mías y quería verme. Era el último cartucho. Vine, practiqué una semana, me llevó a la pretemporada y a los 10 días debutaba contra Gimnasia por la primera fecha de la B, en una cancha de Ferro que explotaba con 25 mil cuervos. Las cosas del fútbol: se dio así porque San Lorenzo descendió y acudió a varios pibes. A lo mejor, si no existía aquel llamado no habría sido jugador y hoy no sería técnico, sino un simple chacarero”.

Malvinas siempre estuvo cerca y la baja se negocia por una camiseta.

“Fui titular tres partidos y después la Chancha Rinaldi se ganó el lugar, fue el gran artífice del ascenso. Encima, justo entré a la colimba: fueron 33 días de instrucción, no podía salir ni para entrenarme. Era época de Malvinas y quedábamos acuartelados, sin franco. Perdí terreno, engordé mucho y en cualquier momento nos llamaban para ir a la guerra. No a luchar, sino como apoyo logístico. Todos queríamos ir, pensábamos que era un juego, un partido de fútbol. ¡Qué locura! Al final, no fuimos. Terminé haciendo cinco meses de colimba. Eran 14 pero me agarró un suboficial de San Lorenzo y me dijo: ‘Si me traés una camiseta firmada te doy la baja’. Salí corriendo a buscar una. Ya con Yudica como DT, iba al banco, entraba seguido, y jugué los partidos decisivos. En esa época no tenía auto y con el premio del ascenso me compré un Fiat 128 año 76, un lujo”.

Crecer en la adversidad, una vivencia que forja el carácter.

“Pasó el ascenso y vino una época durísima que nos fortaleció para toda la vida. Trabajar en semejantes condiciones te dejan un mensaje. Ahí las pasamos todas. Había presidentes interinos por tres meses y cuando ibas a reclamar el pago ya estaba otro: lo hacían para bicicletearte tres meses más. Nos entrenábamos en la Ciudad Deportiva y no había agua. A veces estaba clausurada y teníamos que ir a Español: te prestaban la cancha pero no el vestuario, entonces nos volvíamos sucios en nuestros autos, porque no había micro. Practicábamos con ropa rota y les poníamos cinta adhesiva a las camisetas para armar los números. No teníamos concentración y nos juntábamos en varias casas antes de los partidos. Yo vivía en un monoambiente en Boedo y traía a los de La Plata: Marchi, Malvárez, Gugnali, Rifourcat; Perazzo se llevaba a otros. En mi casa comíamos pizza, veíamos películas y nos dormíamos a las cuatro de la mañana. Carotti nos citaba a las tres en el estadio y así salíamos a jugar. Hicimos un campañón y nos caímos al final, en 1987. En la Libertadores llegamos a semi y tuvimos que entrenarnos ¡en la cancha de Lugano! Esas cosas nos fortalecieron y aprendimos a contagiar para el futuro el amor por la camiseta, el mensaje de que no todo es plata en la vida. Por eso San Lorenzo le agradece tanto a esa camada. A veces, cuando hay que poner un ejemplo, les cuento estas cosas a los chicos que dirijo, aunque sin abusar, porque al jugador no le gusta que los técnicos les hablen mucho del pasado”.

Mirando se aprende.

“Me retiré en el 94 en Unión, después de un paso por Central y estuve casi tres años para arrancar como DT. Fue la etapa más difícil: no es fácil ocupar el espacio. Empecé con cursos y fui a entrenamientos. Vi a Bianchi en Vélez, a Veira en San Lorenzo, y al Toti Iglesias en Tigre. Me invitaban a entrar pero prefería ver desde un costado, me interesaba observar la figura del DT, cómo se comunicaba. El que más me impactó fue Bianchi: su sencillez, el orden, la disciplina y la claridad de conceptos. Vi que tenía 3 o 4 trabajos de cabecera muy buenos y los anotaba. De los entrenadores actuales, me gusta el perfil de Cagna y Garnero y admiro a Mourinho y Pellegrini. El ingeniero es un grande, me encanta. Cuando todos te hablan bien de alguien, es porque ese alguien es bueno”.

Imagen DICE LEO: "Soy un tipo alegre, me gusta la buena onda. El jugador respira como vos, maneja tu semblante. Si sos temeroso para vivir, se da cuenta. Y si sos corajudo, también".
DICE LEO: "Soy un tipo alegre, me gusta la buena onda. El jugador respira como vos, maneja tu semblante. Si sos temeroso para vivir, se da cuenta. Y si sos corajudo, también".
El punto de inflexión: Bahía Blanca.

“En Olimpo pegué el salto, antes la tuve que remar por varios años. Pero remás y aprendés. Cuando arrancás bien de abajo, llegás arriba con los pies firmes, más armado. De Central me tuve que ir porque no había confianza: ellos no querían que me quedara y yo no me sentía cómodo con ellos. No me lo dijeron abiertamente pero lo olfateaba. Si terminás de hacer un campañón y ni siquiera te dan la mano para agradecerte es porque algo raro pasa. Cuando asumimos, Usandizaga nos dijo: ‘Hay que salvar a Central, si desciende nos matan a todos. Si lo sacan adelante, le hacemos un monumento’. Cero peso en la caja, equipo fundido. Y al final vendés a Tomy Costa y Cristian Alvarez por nueve millones de dólares, el equipo se salva y te preocupás por si el profe sí o no, por si juego o no con enganche. Insólito. Esa misma noche le dije a mi cuerpo técnico que nos íbamos. ‘¿Por qué?’, me preguntaban. ‘Porque a la tercera fecha esta gente nos echa’. Y pasó así: a la sexta fecha, Vitamina afuera. Para mí es claro: cuando el dirigente es dirigente está todo bien; cuando quiere ser técnico, empiezan los problemas. Ahí está el error. Lo lamento porque amo a Central, es un club tremendo, y me apena por su gente”.

En La Plata asume un reto bravo: paciente en coma cuatro, peor que Central.

“Encontré lo que imaginaba: un plantel dolido pero no muerto, aplastado anímicamente. Esos son los desafíos más lindos. Muchos amigos me dijeron que estaba loco, pero apenas llegué sentí que la gente me apoyaba, como si dijera: es la última chance que tenemos, vamos a darle una mano a este tipo que viene de Central y ahí le fue bien. El hincha de Gimnasia es uno de los más nobles, porque no ganó ni un campeonato y sólo va por su camiseta. Y en una ciudad donde el rival eterno tiene varias Copas. Igual, no hay que envidiar al vecino, hay que tratar de copiarle las cosas buenas y superarlo. No podés vivir de la desgracia ajena, es de mediocres. Gimnasia tiene que ser grande por mérito propio. Yo lo tomé como una oportunidad de la vida: si a este club lo sacás para arriba, quedás en la historia. Desde que llegamos hubo un cambio anímico muy grande, pero también futbolístico. El equipo trabaja mucho en cancha. Fabián García, mi ayudante, tiene trabajos tácticos en defensa impresionantes y eso aportó mucho para que nos metieran pocos goles”.

EL MANUAL del Gran DT no se consigue en Clarín, se arma sobre la marcha. Hay que saber mirar, saber elegir, saber nutrirse, saber transmitir. El Manual Madelón ofrece perlitas de autor que pueden sintetizarse en este decálogo.

1) “Leo libros de autoayuda y superación. Con ellos trabajo el subconsciente y la capacidad mental. El ser humano desarrolla sólo el 5% de su capacidad mental. Bora Milutinovic me marcó ese camino cuando fue mi DT en San Lorenzo. Yo renegaba por todo. ‘Estás bloqueado, llevate este libro y en 15 días te regalo otro’, me dijo. Era Tus zonas erróneas. Me encantó. El siguiente fue La actitud mental positiva. Un camino al éxito. Y luego muchos más. Al final, con un solo libro, Bora me marcó para toda la vida”.

2) “Mi vieja decía que de chico tenía algo de líder, que mis amigos me seguían y hacían las cosas como yo quería. Soy un tipo muy alegre, me gusta la buena onda. El jugador respira como vos y maneja tu semblante. Si sos temeroso para vivir, se da cuenta. Si te ve corajudo y seguro, está tranquilo y tiene confianza. Creo mucho en el gesto del entrenador. El jugador espera a ver cómo el DT lo desafía todos los días, cuál es el mensaje. El entrenador debe ser mesurado y saber de fútbol”.

3) “No creo que haya una fórmula para llegarle al jugador. A mí me gusta preguntarle por su origen. El sureño es más introvertido, el clima lo hace así: va del trabajo a la casa y no tiene vida social, tiene poco diálogo y enseguida quiere pelear. Al norteño, el calor lo hace más extrovertido. Y el santiagueño anda a gas”.

4) “Me gusta ayudar a los chicos, porque en las casas hay muchas carencias. Rinaudo me manda mensajes y me dice que le cambié la vida a él y a su familia, pero no porque es titular sino porque siente que le sirve lo que le digo. Yo les destaco la hombría de bien y la honestidad, que con esos valores se llega siempre lejos”.

5) “Intento que mis jugadores crezcan culturalmente. Hoy manejan 30 palabras por día, no se puede vivir así. Ese jugador va a España y a los tres meses se vuelve. En Olimpo, jugábamos contra la CAI y pregunté dónde quedaba. Uno me contestó que cerca de Bariloche. Me preocupé. Fui al Instituto Geográfico Militar, compré un mapa gigante de la Argentina, mi señora lo plastificó y lo puse en el vestuario. Algunos no sabían dónde quedaba San Juan. A partir de ahí, cada vez que viajábamos preguntaba dónde íbamos y fueron conociendo. Esas cosas te las agradecen”.

6) “Lo más importante de un equipo, para mí, es la actitud de partido. No acepto que un profesional me diga que el que se levanta mejor, gana. No. Esto es un trabajo y cuando reclamamos algo, vamos al convenio colectivo de trabajo de Agremiados, ¿no? Entonces, ¿cómo? ¿Ahí sí somos trabajadores pero cuando vamos a jugar depende de cómo nos levantamos? Hay que disfrutar el partido pero trabajarlo también”.

7) “En la cancha, lo más importante es el orden. Si en una casa un tipo pierde el orden y se corta la luz, no sabe por dónde arrancar. Mi casa está ordenada y cuando se corta la luz yo sé dónde está cada cosa. En la cancha es lo mismo: te pueden hacer un gol, podés estar mal con la pelota, pero no te podés desordenar, cada uno debe mantener su posición, porque en algún momento se jugará bien”.

8) “Quiero tipos corajudos y audaces para ir al arco de enfrente. Cuando los volantes hacen goles, ese equipo pelea arriba. Coraje es que no importa la cancha ni el rival, hay que intentar. Lo más difícil del fútbol es trasladar el entrenamiento al día del partido. En las prácticas son todos fenómenos: la clavan al ángulo y hacen lo que vos decís. El día del partido, los muñecos están ahí adentro, solos, y se acabó el DT. Les pido actitud y confianza, porque tienen el respaldo del entrenador. Si les sale bien, es mérito de ellos y si sale mal, culpa del DT”.

9) “Me propuse ser un gran director técnico. Es clave tener un buen equipo de trabajo. Uno a veces cree que lo sabe todo, pero los ojos de seis colaboradores ven más. Así, el técnico tiene la mente más tranquila para pensar y elegir”.

10) “Pienso en Gimnasia, aunque muchos me dicen que dirigiré a San Lorenzo. Yo también tengo esa sensación, estuve 10 años en el club, mis hijos son hinchas de San Lorenzo, pero hoy no me desvela. En algún momento iré porque pienso tener un recorrido largo como DT. Y el día que me toque será para hacer ruido grande”.

# BONUS TRACK: “El DT es el piloto del avión: si hay turbulencia y el piloto está todo transpirado, ¿cómo pueden sentirse los pasajeros? Como cabeza tenemos que irradiar tranquilidad y seguridad”.

Por Diego Borinsky.