¡Habla memoria!

La figura del campeón

Juan Román Riquelme superó los obstáculos y condujo al Boca de Falcioni hacia el título, ese que se le negaba desde el Apertura 2008. Ahora irá por la Copa.

Por Redacción EG ·

22 de noviembre de 2011
Imagen Riquelme
Riquelme

No es un jugador desconocido ni mucho menos. Los que saben de fútbol, dicen que quedan pocos como él. Claro, no debe haber demasiados jugadores en el mundo que puedan hacer la diferencia necesaria aún sin estar al cien por cien físicamente. O sacar campeón a un equipo sólo jugando poco más de la mitad de los partidos.

Juan Román Riquelme inició este campeonato con una ilusión incomparable. “Quiero ver si soy capaz de darle a Boca un título más”, dijo antes del arranque, como si todavía no le hubiera dado suficientes alegrías. Es que el Xeneize no festejaba desde el Apertura 08, aquel campeonato que definió en un histórico triangular final con San Lorenzo y Tigre.

@ContRelI@Román quería festejar. Y Falcioni lo entendió. Más vale tarde que nunca, dicen -demoró siete meses y todo el Clausura-. Luego de haberlo sacado en un partido ante All Boys del torneo pasado, comprendió que el enganche iba a ser indispensable en el circuito de juego para poder pelear en los puestos de arriba. Le dio la responsabilidad de ser el que siempre fue y él lo aprovechó. Sobre todo porque se “adueñó” completamente del liderazgo del equipo, ya que Martín Palermo se retiró de la actividad profesional en junio. Tanto se había hablado de la división que ambos ídolos generaban en el vestuario que, una vez descomprimida la situación, el 10 supo que tenía que tomar el mayor protagonismo por el bien de Boca. Y así fue.

A Riquelme le alcanzó con jugar poco más de medio Apertura (tantos partidos) para otorgarle a Boca la diferencia que se necesita establecer desde el principio. Más allá de los vaivenes físicos con los que tuvo que lidiar a lo largo del certamen, actuaciones como las que mostró frente a Unión (4-0), Tigre (1-0), Estudiantes (1-0) y Lanús (2-1) hicieron que recuperara la confianza y se sintiera cómodo como nunca en tres años. Aportó pausa, tenencia, pegada y condujo un equipo hecho a su medida hacia el título.

Fue determinante y cumplió con su cometido, el de volver a gritar campeón con la camiseta de sus amores. Pero Riquelme, ahora, tendrá un objetivo aún más importante, un desafío de los que más le gustan, de los que más disfruta: la Libertadores 2012.

Por Pablo Amalfitano