Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: Lenguas vivas

La nueva onda del fútbol argentino es destapar ollas y salpicar personajes con absoluta naturalidad. Tanto o más grave que las denuncias es la tibieza con que se responden las acusaciones. Y que nadie, o muy pocos, se interesen por investigar y profundizar.

Por Elías Perugino ·

31 de octubre de 2011
Nota publicada en la edición junio 2011 de la Revista El Gráfico

Imagen Javier Ruiz
Javier Ruiz
De pronto, el tsumani. La avalancha de denuncias salvajes e insospechadas. La credibilidad del sistema pendiendo de un hilo delgadísimo. Las quejas viscerales de personajes pesados. Las campañas desatadas a partir de intereses que generan tantas dudas como los propios episodios que se denuncian. Las acusaciones soltadas al viento con una naturalidad temeraria. El silencio inexplicable de personalidades salpicadas desde el pelo hasta las uñas de los pies. Las facturas del pasado exhumadas para fogonear el oportunismo más vil. Y un tufillo hediondo envolviéndolo todo, hasta asfixiarnos…

De pronto, en el fútbol argentino se expusieron toneladas de trapitos al sol. Escenarios de posibles sobornos, copiosos actos de corrupción y situaciones de doping se deschavaron con tanta frialdad y contundencia que en el ánimo del hincha común germinó una sensación de desencanto e indefensión muy difícil de cauterizar. ¿Cómo seguir adelante sin la imprescindible investigación y aclaración de cada denuncia? ¿Cómo avalar que la sentencia del viejo anillo del caudillo de Sarandí –“Todo pasa”– podrá sepultar semejante catarata de revelaciones y exabruptos? ¿Cómo convencer y convencerse de que la sanidad del fútbol argentino está garantizada?

Desde las páginas del diario Libre, el exárbitro Javier Ruiz descerrajó una andanada de denuncias de altísimo calibre. Que las haya formulado desde su confeso status de integrante del establishment de corrupción no significa que deban ser descalificadas y archivadas en el olvido. Todo lo contrario. ¿O acaso la Justicia ordinaria desestima las revelaciones de un ladrón arrepentido?

Ruiz habló de árbitros comprados y sobornos dirigenciales con nombre y apellido. Citó llamadas telefónicas fácilmente detectables con la tecnología vigente. Describió metodologías que llevaron al enriquecimiento ilícito. Metió en el baile a jueces internacionales, árbitros con menos vida útil que una cigarra, empresarios de los medios, personalidades del mundo artístico y dirigentes del ámbito local e internacional. Tiró una bomba atómica y del otro lado del mostrador no se escuchó ni un petardo, como para retroalimentar todavía más el pesado clima de sospecha.

Sumidos en estado de alerta, y acaso con intenciones loables, los representantes sindicales de los jugadores, de los directores técnicos y de las dos vertientes de los árbitros celebraron una reunión extraordinaria. Luego del cónclave, el titular del SADRA, Guillermo Marconi, señaló en La Red: “Decidimos que, a partir de ahora, los árbitros llamen a su vestuario a los capitanes y a los DT, como hacían antes, para advertirles que quien no cumpla la ley será pasible de las sanciones de la ley. El que avisa no traiciona”. ¿Hacía falta reafirmar eso? ¿Significa que hasta acá las cosas no circulaban por el carril correcto o que se hacía la vista gorda? No aclare que oscurece, le dirían en el campo.

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El intento golpista de Daniel Passarella en la AFA se presta a diferentes lecturas. El sanguíneo presidente de River reaccionó por el deficiente arbitraje de Patricio Loustau en el superclásico y exigió la renuncia de Julio Grondona por el camino menos aconsejable. La AFA tiene su mecanismo democrático para encauzar las sucesiones en el poder. Si Grondona es un buen o un mal presidente, si sus métodos o decisiones son admisibles o reprochables, si su prolongada secuencia en el poder es nociva o potable, es harina de otro costal y debe resolverse por su correspondiente andarivel estatutario.

Los ladridos de Passarella, 48 horas después del partido en cuestión, olieron más a una teatralización fríamente urdida que a un arrebato espontáneo. Parado sobre la arena movediza del promedio, el Kaiser pretendió instalar la insolvente idea de una campaña arbitral en contra de River -¿habrá clubes más beneficiados por los errores de los jueces que los cinco grandes, a lo largo de la historia?- y se le notaron burdamente los hilos en su intento para que la masa riverplatense focalizara en Grondona la culpabilidad de un supuesto descenso. El mandato de Passarella –es necesario remarcarlo– abarca el cincuenta por ciento de la campaña que debieron defender Jota Jota y su plantel. Ni Grondona, ni la AFA, ni los árbitros, ni los jueces asistentes tuvieron intervención alguna en la política deportiva del club en los últimos años.

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Enemigo público de Grondona desde que le soltó la mano en la dirección técnica de la Selección, Diego Maradona se posicionó como un inesperado aliado de Passarella, con quien transita veredas opuestas e irreconciliables desde hace 25 años. Luego de surfear con deleite la ola impulsada por el Kaiser, el presunto nuevo entrenador del Al Wasl, de Emiratos Arabes Unidos, enchastró la reputación de la Selección al dejar entrever que en el repechaje con Australia, disputado en 1993, no hubo control antidoping ni en la ida ni en la vuelta, disputadas en Sydney y Buenos Aires, respectivamente, porque si no “Argentina no llegaba al Mundial”. En su charla con Clarín, Diego no aclaró si esa licencia se otorgó para beneficiarlo a él, que integraba el plantel y por entonces luchaba por salir de la droga, o si ese handicap abarcaba a otros protagonistas. Pero sí lo hizo el diálogo con los periodistas del programa El Show del Fútbol, donde salpicó al plantel que capitaneaba y al cuerpo técnico de Basile con otra frase histórica.

Hasta el día que debió cerrarse este texto (martes 24 de mayo), casi nadie había reaccionado con la celeridad y la profundidad que ameritaban denuncias tan turbias y directas. Solo Marconi hizo una presentación para que la Justicia interviniera y deslindara o adjudicara responsabilidades. Solo Juan Carlos Loustau, el padre de Patricio, salió a defender en público la indudable honorabilidad de su apellido. El resto, poco y nada. Apenas alguna expresión perdida y evasiva, como si los denunciantes fueran dementes que hablan sin estar en sus cabales. Aunque haya sido mencionado hasta Marcelo Tinelli, esto no es una jodita para ShowMatch. Cuando están en juego la dignidad, el honor y la decencia, el que calla, otorga.


Elías Perugino

1-Ruíz admitió que recibió favores por su desempeño arbitral y que gracias a eso logró incrementar su patrimonio.

2-En sus denuncias, Ruiz mencionó, entre otros, a Bassi, Maglio, Laverni, Raffa, Vila, Tinelli, London, etc.

3-Se reunieron Marchi (por los futbolistas), Cocco (directores técnicos), Marconi y Toia (por los dos sindicatos arbitrales).

4-En su etapa de jugador, el Kaiser era famoso por sus codos filosos a la hora de saltar a cabecear. En Italia llegó a agredir a un chico alcanzapelotas que tardaba en cumplir su misión.

5-Hablando de teatralización, ¿recuerdan el corte en un pómulo de Julio Cruz en el Bolivia-Argentina de las Eliminatorias para Francia 98? ¿Adivinen quién era el DT argentino?

6-El promedio resulta de la división entre puntos conseguidos y partidos jugados en las últimas tres temporadas. En ese lapso, River estuvo tres torneos cortos bajo la conducción de Aguilar y tres con Passarella.

7-El distanciamiento comenzó en la previa al Mundial 86, cuando Bilardo decidió quitarle la capitanía de la Selección al Kaiser para dársela a Maradona.

8-“Nos dieron de tomar café veloz”, graficó Diego. Y agregó: “Al café le ponían algo y por ahí corrías más, la clavabas en un ángulo”.