Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: Conventillos de La Boca

Los responsables de la profunda crisis de Boca siguen perpetrando de las suyas con una naturalidad escalofriante. Ya lo dice el refrán: el sentido común es el menos común de los sentidos.

Por Elías Perugino ·

31 de octubre de 2011
Nota publicada en la edición abril 2011 de la revista El Gráfico

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Apremiados como estábamos por el cierre de la edición, en este espacio podríamos haber reproducido íntegramente el Disparador de mayo pasado, titulado “Inacción y egoísmo”. Aquel texto hacía foco en la tempestad deportiva e institucional de Boca, por entonces sumergido en un fango que, comparado con el tembladeral actual, era algo así como “Aruba”, con perdón de José María Aguilar. Esos 6.000 caracteres, que radiografiaban 24 meses de desquicios dirigenciales y deportivos, podrían reproducirse sin necesidad de tocarles una coma y tendrían el mismo valor de entonces. Vean si no…

“Armar una estructura global, afirmarle la identidad, proyectarla en el campo y cosechar éxitos de manera sostenida no es tan sencillo como soplar y hacer botellas. Requiere una planificación inteligente y gran pericia en la ejecución. Pero tomar decisiones equivocadas como si fuera a propósito, o perder el rumbo hasta diluir suculentas porciones de prestigio, es una cuestión que puede resolverse en semanas. O en pocos meses, si ese edificio tenía los cimientos tan sólidos como el que había construido Boca (…).

Parece una odisea interminable, pero sucedió en un pestañeo y con todos los condimentos. Vacío de poder, cruces dirigenciales, peleas intestinas en el plantel, guerra de egos, espantosa política de incorporaciones, incineración de talentos juveniles, desvalorización de los propios recursos, protagonismo de la barra… Un gran equipo es como un edificio. Construirlo lleva su tiempo, pero desmoronarlo es sencillísimo. Es más: ni siquiera hace falta una maza. Con inacción y egoísmo es suficiente”.

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Ningún síntoma de la crisis alcanzó para que Boca reviera políticas y se encolumnara detrás de una coherente estrategia de salvataje. Devastador e implacable, el efecto dominó aceleró con fuerza huracanada y ya acumula impensables récords de negatividad. Tras el fallecimiento del presidente Pedro Pompilio, el 30 de octubre de 2008, y el logro del Apertura 08 luego del polémico triangular con San Lorenzo y Tigre, el gobierno quedó en manos de Jorge Amor Ameal, un hombre sin el imprescindible respaldo de una estructura partidaria. “Ameal heredó el liderazgo sin haber construido poder”, escribimos entonces sobre el hombre cuya máxima ingeniería dirigencial se había circunscripto a la coordinación de actividades de las peñas del club. Confeso ignorante de los manejos futboleros, tejió alianzas insulsas que derivaron en un desbarranco incontenible.

En apenas 27 meses, el plantel de Boca pasó por las manos de ocho entrenadores: Ischia, Basile, Borghi y Falcioni como titulares, más dos dobles interinatos de Alves y Pompei. Los ejercicios de compraventa de jugadores bailaron al ritmo de tan contradictorios cambios de timón. La famosa “mesa chica” fue un ring grande donde las manos tuvieron más vuelo que las ideas. Y el cartel de “Rey Mundial de Clubes”, que adorna la salida del equipo en el túnel de la Bombonera, cobró la estatura de un amargo epitafio. Una sentencia meramente estadística, divorciada a años luz de la realidad.

Con la energía puesta en sembrar poder y ganar espacio para las elecciones de fin de año, los dirigentes abandonaron algunas ecuaciones de la Década Dorada conducida por Mauricio Macri. El sencillo esquema de mantener un plantel base, inyectarle juveniles de categoría que permanecían tres temporadas en Primera antes de emigrar a Europa y comprar una discreta cantidad de refuerzos puntuales, fue sustituido por arrebatos espasmódicos. Algo así como un ataque compulsivo de shopping, que incluyó el desfile de especímenes como Luiz Alberto, Bonilla, Rosada o Prediger, amén de cambiar de técnico cada diez partidos sin una lógica aparente: del bianchismo de Ischia al romanticismo de Basile, de la impronta descontracturada de Borghi al supuesto blindaje táctico de Falcioni.

El patetismo reina desde enero y salpica a todos los flancos. Dirigentes que proclaman una inexistente tregua política hasta mitad de año, se valen de periodistas amigos para que tomen estado público diferencias que deberían mantenerse en la órbita interna. Con la irresuelta interna del plantel en estado de ebullición y la indudable movida política que significó la onerosa renovación de Riquelme y su rodilla maltrecha, echaron más nafta al fuego contratando a Falcioni, un entrenador de perfil conservador y poco afecto a la utilización de los enganches. En menos de veinte días, las inflamables diferencias entre el técnico y Román lo infectaron todo. Solo el cándido Ameal y sus bífidos vicepresidentes parecieron sorprenderse.

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“En Boca, hasta el técnico más vivo puede parecer muy tonto”, se viene escuchando en los pasillos de la Bombonera desde tiempos de La Volpe, el primero que chocó la Ferrari. Cumplido su trimestre bautismal, el Falcioni que en Banfield tenía bajo control hasta la fotosíntesis del césped del estadio Florencio Sola, parece arrastrado por la corriente de despropósitos. Fue y vino con los esquemas, dejó expuestos a futbolistas en posiciones que no les eran naturales y sostuvo a individualidades insostenibles por temor al costo político. Su Boca ni siquiera ha sido un equipo minimalista. Refuerzos, jugadores históricos y juveniles han despreciado la pelota como si fuera de lava volcánica.

Ahora que el promedio amenaza con nublar el cielo de la próxima temporada, los dardos se cruzan sin protocolo. Lejos de encriptar la crisis, los dirigentes se quitan las caretas y la amplifican con sus posturas públicas. Todos menos Ameal, cada día más candidato a huir en un helicóptero que a imaginarse reelecto. “La culpa es de quienes conducimos”, bramó Crespi cuando renunció de palabra. “Los jugadores se tienen que enojar y sacar esto adelante”, replicó Beraldi. Y dale que va…

Si algo les faltaba a los conventillos de La Boca era caer en teorías de brujerías y fantasmas. ¿Cómo evitarlos en medio de semejante anarquía? Que haber echado al pastor Juan Bosso fue un error garrafal. Que nunca se debió concentrar en una estancia tandilense tildada de mufa. Que Boca sufre con el descenso cada 31 años (1949, 1980 y 2011). Que fue una herejía aceptar en la camiseta el logo rojo y blanco de un sponsor…

Todo muy enroscado para un diagnóstico más sencillo y lineal. Boca está en la cornisa porque tomó decisiones políticas en vez de decisiones deportivas. Extendió ciclos acabados y compró espejos de colores, en lugar de profundizar el modelo que lo había catapultado al reinado internacional. Ahora es demasiado tarde para lágrimas. Ya fue. El proyecto está en ruinas y no hay indicios de que sus arquitectos de hoy vayan a ser capaces de construir los nuevos cimientos.


Elías Perugino

1-“River es Aruba”, dijo el ex presidente millonario para definir uno de los escasos buenos momentos de su ciclo.

2-De los 82 partidos jugados desde enero de 2009 hasta el 22/3/2011, Boca ganó 26, empató 20 y perdió nada menos que 36 (efectividad del 39,84%). En la Bombonera ganó 18, empató 9 y perdió 14.
“Lo llamé porque no sé nada de fútbol”, le dijo Ameal a Carlos Bianchi cuando lo convocó para ser manager.

3-El dirigente Marcelo London y Fabián Beraldi (hermano de José) se acusaron duramente en una reunión y las piñas casi llegan a destino.

4-Román menospreció el rendimiento del verano, se autoexcluyó con Racing y quiso volver con All Boys. Falcioni le marcó el territorio, lo congeló antes de la recaída de la lesión y luego volvió a decir que es fundamental.

5-La Volpe tomó a Boca puntero tras la salida de Basile, cambió el chip colectivo y perdió increíblemente el Apertura 06.

6-Cumplida la sexta fecha del Clausura, Boca figuraba en el puesto 15 en la tabla de promedios para la temporada siguiente, muy cerca de los lugares de Promoción.

7-En tiempos de Borghi, el pastor se acercó a Casa Amarilla para cortar la mala racha con sus bendiciones. Le impidieron ingresar y dijo: “No dejaron entrar al Señor. Dios está afuera de la Bombonera”.