Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: Nadar con tiburones

El Checho Batista es uno de los personajes más subestimados por el ambiente futbolístico. Sin embargo, su ideología de juego se corresponde con lo que intenta el equipo

Por Elías Perugino ·

31 de octubre de 2011
Nota publicada en la edición marzo 2011 de la revista El Gráfico

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A veces da la sensación de que en la Argentina sucede en un mes lo que en Suiza solo podría ocurrir en todo un año. Una secuencia se come a la otra en un carrousel alocado y sin fin. Como si el zapping no fuese un hobby a la hora de desparramarnos en el sillón para desconectarnos del mundo, sino una engorrosa manera de vivir en la que todo ocurre y se olvida vertiginosamente, sin reflexionar por qué suceden las cosas, ni extraer conclusiones que nos permitan rescatar experiencias y enderezar el rumbo para crecer. Una vida pim-pum-pam, diría el doctor Carlos Salvador.

En un mismo bloque del noticiero de la noche se derrumban tres balcones de un edificio construido hace seis meses; el patrimonio de Jaime pasa de 271 mil pesos a 6.6 millones en seis años; la reinauguración de un estadio deportivo se transforma en un acto político; un humorista se lanza como candidado a gobernador provincial; un tren de Ferrobaires provoca una tragedia por falta de mantenimiento y deslices humanos; a la agencia oficial de noticias no le alcanzan los comunicados para disculparse por haber editado una biografía impublicable de la Presidenta; un apostador mendocino pierde 34 lucas en los tragamonedas y rompe una máquina a las patadas; un hombre se desmaya y muere destrozado porque su rottweiler no lo reconoció; la ciudad se cubre de agua una noche de sábado y los peces nadan por calles de Palermo; se ponen de moda las colectoras y no por lo que están pensando… ¡Y todo en un bloque de noticiero!

El fútbol argentino se deja arrastrar plácidamente por el alud de inmediatez. Y pone la pelota debajo de la suela no para debatir cuestiones esenciales, sino para enroscarse en chusmeríos superficiales. Interesa más juzgar si Barrientos es un mala leche profesional, que utilizar la lesión de Gio Moreno como disparador para considerar la implementación de una sólida línea arbitral que proteja a los que juegan a jugar. Importa más descular si a Bordagaray le da el cuero para ponerse la camiseta de River, que dimensionar la ingeniería financiera del presidente Passarella para reconstruir a un club en ruinas. Paga más detallar piña a piña un entrevero entre los dirigentes de Boca, que evaluar si el resultado global de la gestión se corresponde con semejante responsabilidad. Así es el reino del pim-pum-pam: lo accesorio cobra más relevancia que lo esencial.

Otro rasgo distintivo es subvalorar, menospreciar. Lo sabe bien Checho Batista, el técnico de la Selección. Hoy debe ser, por lejos, el personaje más subestimado del ambiente. Será porque habla bajo y no grita, será porque su perfil es más contemporizador que explosivo, será porque ha desarrollado una habilidad para que le resbalen los misiles y nadie se priva de tirárselos. Pero Checho cobra de lo lindo, y no hablamos de dinero, porque el entrenador nacional percibe honorarios inferiores a varios técnicos de Primera.

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A la hora de prejuzgarlo, cotizan mejor sus escasos antecedentes como entrenador de clubes importantes que el contenido de su mensaje futbolero y la línea que la Selección ha intentado plasmar bajo su conducción. José Pekerman, injustamente ninguneado por Julio Grondona días pasados, tampoco venía precedido de antecedentes rimbombantes y nadie puede ignorar la trascendencia y el legado de su gestión en juveniles y mayores. Tuvo que ganar varios títulos para lograr índices mayoritarios de aceptación, confirmando que en nuestro fútbol tanto ganás, tanto valés.

Desde que asumió, e incluso cuando condujo la presea dorada al equipo olímpico de Beijing 08, Batista bajó línea para revalorizar la técnica como principal herramienta de desequilibrio y refrendó esa idea a través de la característica de los jugadores que convocó. No se le subieron los humos por las victorias ante España, Brasil y Portugal. No menosprecia la próxima Copa América, un vicio de buena parte del ambiente periodístico que parece desconocer la fuerza de la historia. Mantiene un buen ida y vuelta con Messi y las demás figuras del equipo. No reniega de los especialistas.

Habló de frente con los jugadores más veteranos, que aportarán su experiencia aunque no lleguen al próximo Mundial. No se sumerge en polémicas estériles con antecesores que le faltaron el respeto y no obraron como él cuando le tocó mirar a la Selección desde afuera. Conserva una idea acertada del ciclo anterior –la Selección local– y sabe interactuar civilizadamente con los dirigentes sin perder poder de decisión sobre las cuestiones trascendentes del equipo. Se vale de la tecnología para mejorar la comunicación con sus jugadores y con el afuera. No se cierra al diálogo y habla constantemente con los demás técnicos del fútbol argentino. Empuña el mismo discurso hoy, que está adentro, que ayer, cuando esperaba su oportunidad como cientos de técnicos en la Argentina.

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Si ese rosario de cualidades fueran encarnadas por un Miguel Russo, un Julio Falcioni o un Tolo Gallego, la miel mediática nos taparía hasta el techo. A Batista nadie, o muy pocos, le reconocen virtudes. Y hasta le minimizan algún logro. En el reino del pim-pum-pam, garpa más fogonear la novela del paracaidista que transó con Grondona. Garpa más desempolvar el recuerdo del flojo Sudamericano Sub 20 en Venezuela y utilizarlo como eje de todos los razonamientos. Al pobre Checho, parece, no le dan ni el beneficio de la duda.

Para tener éxito mediático, Batista quizás debería aumentar su perfil, cambiar abruptamente la estrategia. Le convendría enfrentarse a Riquelme porque sí, tirarse en palomita para festejar un gol trascendente, aparecer en la práctica con un gran habano de marca reconocida, enfrascarse en pilchas estrambóticas de Versace, recurrir a muletillas extraídas de algún sketch de teatro de revistas, inventarse enemigos y mojarles la oreja con declaraciones cargadas de pimienta. Es una receta infalible para nadar con tiburones, para crecer en el increíble reino del pim-pum-pam. Por suerte, Checho sigue en la suya, no se cruza de vereda, apuesta a una idea bien madurada, la comparte cada vez que abre la boca, tiene la mira puesta en diseñar un equipo que quede en la historia y no se tienta con los atajos peligrosos que le propone el ambiente. Al reino del pim-pum-pam, Batista le contesta con un ¡Piff!


Elías Perguino

1-La frase “pim-pum-pam” es un viejo latiguillo de Bilardo.

2-Con la presencia de gobernantes oficiales y una multitud de militantes, en el estadio Ciudad de La Plata se vivió algo parecido a un cierre de campaña.

3-Checho fue ayudante de Ruggeri en San Lorenzo. Como primer DT estuvo en Tosu Futures, All Boys, Bella Vista, Argentinos, Talleres (C), Chicago y Godoy Cruz.

4-“Al Sub 20 le fue bien durante años porque tuvo a jugadores en un nivel muy alto y que tenían la capacidad de desnivelar. La diferencia nunca la marcaron los técnicos”, dijo el presidente de AFA, aludiendo al ciclo Pekerman.

5-Herido en su orgullo, Maradona le disparó con munición gruesa cuando Checho fue confirmado como su reemplazante. Batista, en cambio, había guardado un respetuoso silencio durante la gestión de Diego.

6-“Me gusta jugar con marcadores de punta y voy a hacerlo. Heinze es central, no lateral”, declaró Batista.

7-Tiene su sitio web (www.sergiodanielbatista.com), chatea “cara a cara” con los jugadores, les envía videos periódicamente, está en Twitter (@batistadt), da charlas técnicas con un pizarrón táctil.

8-“Cuando ganamos los Juegos Olímpicos, a nadie le importó. Ahora que quedamos afuera, se lamentan” (Batista dixit).

9-Argentina finalizó sexto y no clasificó para el Mundial de Egipto 09.