Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: "No somos nada"

Creerse lo que uno no es, resulta un pecado capital en el mundo del deporte. A la Selección le viene sucediendo hace un largo rato. Y las consecuencias están a la vista. Apartarse de ese camino fue responsabilidad de la dirigencia, pero también de varios protagonistas.

Por Elías Perugino ·

20 de septiembre de 2011
Nota publicada en la edición agosto 2011 de la Revista El Gráfico

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No somos los mejores del mundo. La Selección no obtiene un título desde hace 18 años. No da la vuelta olímpica en un Mundial desde 1986. No llega a la final desde 1990. No pasa de los cuartos de final desde aquel torneo de Italia. Soportó el cachetazo hiriente de quedarse afuera en la primera ronda de Corea-Japón 2002. Se volvió del 2010 con una oprobiosa goleada ante Alemania. Ya se ubica en el décimo puesto del ranking de la FIFA –y descendiendo…- y peligra su habitual status de cabeza de serie para la Copa de 2014, siempre y cuando clasifique…

No somos defensores ejemplares de los proyectos y de los ciclos de trabajo, como ocurría hasta no hace tanto. Desde 1974 hasta 2004, la Selección tuvo cinco técnicos en treinta años, ganó dos títulos y arribó a una final, recorrió un camino de seriedad y ambición, generó una sana envidia en el ambiente futbolero regional. Desde 2004 hasta 2011, Argentina empleó a cuatro técnicos en siete temporadas, cambió de estilos sin sonrojarse, dilapidó la valía de una generación de jugadores y comenzó a ensayar una parábola fantasmagórica, que amenaza con depositarnos en el lúgubre escenario anterior a 1974, cuando reinaban el caos y el desconcierto, cuando los jugadores preferían no ser convocados para vestir la camiseta celeste y blanca porque eso les serruchaba el prestigio.

No somos respetuosos de los contratos. Se borra con el codo lo que se firmó con la mano. Se eyecta a los profesionales de sus cargos como si hubieran sido nominados por la Divina Providencia. Se desestiman por insolventes aquellas ideas que se defendieron como fundacionales en el mismísimo instante de ungir a quienes las propusieron. El cargo de entrenador nacional queda desprotegido e indefenso, minado de credibilidad, bastardeado desde diferentes flancos, azotado como una hojita en medio de un temporal.

No somos el semillero del planeta. Mendigamos un arquero confiable desde hace tres décadas. Conseguir laterales con el doble oficio de marca y proyección es una aventura más incierta que atravesar un desierto sin cantimplora. Marcadores centrales como el Ratón Ayala ya son candidatos a un monumento, de tanto que se extrañan sus prestaciones dentro y fuera del campo. A los volantes con presencia por los laterales solo los detectamos en el imaginario de la PlayStation… Apenas si contamos con un puñado de delanteros de elite y también con el mejor jugador del mundo, aunque los boicoteamos al apoyarlos sobre una estructura de vigas crujientes, donde el estilo y la identidad se han diluido con una celeridad alarmante.

Imagen FRACASO. El resultado en la Copa América se resumen en la desazón de Messi.
FRACASO. El resultado en la Copa América se resumen en la desazón de Messi.
No somos leales ni solidarios. Cuando la mano viene cambiada, cuando entra agua por la proa y se necesitan brazos para evitar el hundimiento, saltamos del barco antes que nadie, ensuciamos gratuitamente, ponemos la culpa en el otro, aunque ese otro nos haya tendido una mano. Carlos Tevez es un caso testigo. Al verse fuera del proyecto de Batista para la Copa América, el Apache utilizó los medios para proclamar su intención de estar. Se valió del cariño que le profesa la gente para enturbiarle la existencia al entrenador, silbado en cada estadio por no convocar al Jugador del Pueblo. Acudió hasta a la influencia del propio presidente de la AFA para que lo incluyeran con fórceps en la lista final.

Una vez en la cancha, donde se cocina la verdad, su prestación fue escuálida, incluso sin exhibir los espasmos temperamentales que tanto conquistan al hincha. ¿Y entonces qué hizo? Salió por los medios a criticar a la cabeza del grupo, al técnico que se tragó el sapo contra su voluntad. Pasó de estar dispuesto a jugar de lo que fuera, a exigir que se lo juzgara por la función que no se le asignó. Otro caso testigo es Julio Grondona. Comenzó a soltarle la mano a Batista cuando la indescifrable Selección Sub 25 trastabilló en los amistosos con Nigeria y Polonia. “Estos amistosos los pide Batista, no son para juntar plata. No se puede rifar así el prestigio de la Selección”, castigó al Checho, como si él no hubiera tenido responsabilidad en la aprobación de esos amistosos.

No somos consecuentes con nuestras convicciones. Batista, primero que nadie. De tan contradictorias, algunas decisiones finales detonaron el recuerdo de la repetida frase de Groucho Marx: “Tengo mis convicciones, pero si no les gusta… ¡tengo otras!”. Tevez no entraba en el proyecto, pero entró de titular. Su nueve era Messi, pero fue Higuain. Banega era innegociable, pero lo dinamitó al segundo partido. Trabajó seis meses con Rojo como lateral izquierdo, pero lo desmaterializó en 45 minutos. Proclamó la intención de trabajar con jóvenes con la mira en el 2014, pero armó una defensa con tres integrantes mayores de 30…

No somos dueños de un estilo. Lo tuvimos en una ráfaga angelada, hasta que lo dejamos escurrir entre los dedos. Lo disfrutamos cuando Pekerman y su equipo diseñaron una estrategia de docencia que puso primera en Qatar 95 y chocó contra la pared que los dirigentes, insólitamente y en nombre de vaya uno a saber qué, le cruzaron luego del Mundial 2006. Hoy el estilo es una utopía, un bosquejo de dibujo animado. Hasta el descabezamiento de Batista, la Selección mayor jugaba con una legión de “bajitos”, anhelaba índices de posesión similares al Maldito Barcelona, apostaba a la pausa y al ritmo cadencioso, le ponía fichas al desequilibrio genial de Messi. La Sub 20 de Perazzo está poblada de jugadores altos y ensaya una búsqueda más vertical. La Sub 17 de Garré mostró un estilo incalificable en el Mundial de México y perdió tres partidos de cuatro, ganándole solo a Jamaica. Y la Sub 15 de Lemme parece que defiende con línea de tres…

No somos capaces de capitalizar la historia. La bendita Generación 86 desbarrancó por una conjura de egoísmos personales, odios cruzados e inoperancia devastadora. Aunque en tiempos de inestabilidad, les llegó la oportunidad que reclamaban y la realidad los atropelló con la fuerza de sus limitaciones. ¿Para eso pedían cancha? ¿Ni en nombre de la leyenda que supieron construir fueron capaces de armonizar ideas y ejecutarlas en conjunto?

No somos los mejores del mundo, ni defensores ejemplares de los proyectos y de los ciclos de trabajo, ni respetuosos de los contratos, ni el semillero del planeta, ni leales ni solidarios, ni consecuentes con nuestras convicciones, ni dueños de un estilo, ni capaces de capitalizar la historia. En fin… No somos nada.


Por Elias Perugino


[1] Encabeza España (1871 puntos), seguido por Holanda (1661), Alemania (1417), Inglaterra (1146), Brasil (1130), Italia (1059), Portugal (1046), Croacia (1033), México (1007) y Argentina (979).

[2] 1974-82: César Luis Menotti. 1982-90: Carlos Bilardo. 1990-94: Alfio Basile. 1994-98: Daniel Passarella. 1998-2004: Marcelo Bielsa.

[3] 2004-06: José Pekerman. 2006-08: Alfio Basile. 2008-10: Diego Maradona. 2010-11: Sergio Batista.

[4] Con Checho Batista se llegó al colmo. Lo despidieron de su cargo a los dos meses de haber firmado el contrato.

[5] “No soy once, quiero que se me juzgue como nueve”, dijo Carlitos al ser excluido del equipo titular. Antes había dicho que, con tal de estar en la Selección, jugaba “hasta de arquero”.

[6] En Abuja, Nigeria goleó por 4-1 a Argentina, mientras que Polonia venció 2-1 en Varsovia. Mussacchio, Ansaldi, Fazio y Perotti, entre otros, conformaron el plantel.

[7] La relación entre Maradona, Batista, Bilardo, Ruggeri y Brown, entre otros, navegó en conflictos permanentes durante los últimos dos años, ya sea por confrontaciones directas o veladas.