Las Entrevistas de El Gráfico

Evander Holyfield, en primera persona

Se confiesa un grande del boxeo. Asegura que el incidente con Mike Tyson fue un suceso propio de su trabajo y que morder es un signo de impotencia.

Por Redacción EG ·

07 de septiembre de 2011
Nota publicada en la edición agosto 2011 de la Revista El Gráfico

Imagen
MI MADRE ME ENSEÑO CASI TODO. Es mi ídola. Ella me formó en muchos sentidos, mucho más allá de lo deportivo. Es por eso que la nombro tan seguido. Murió hace unos años, fue una gran pérdida para mí.

MI PADRE apareció cuando yo ya tenía como 21 años y había ganado mi primer millón de dólares. Sentí que ya no lo necesitaba.

CUANDO TENGAS hijos, me repetía mi madre, sabrás exactamente lo importante que es para ellos y para vos, pasar un tiempo juntos.

APRENDI A PELEAR en mi familia, porque yo soy el más chico de nueve hermanos; en realidad, son todas hermanas y tuve que saber defenderme desde muy chico. De hecho, todavía hoy nos peleamos, pero no en serio, claro.

SUPE QUE IBA A SER CAMPEON cuando tenía 8 años. Me lo dijo Carter Morgan,que por entonces era mi entrenador. Yo le respondí que apenas era un chico, pero su respuesta fue: “No siempre vas a tener 8 años” y le creí, porque... ¡Una semana después cumplí 9!

HAY QUE SER UN BUEN escuchador. Yo lo fui siempre. Escuchando se aprende siempre. En el colegio yo no era bueno, justamente, pero mi madre, que solo tuvo sexto grado, me enseñó que los que trabajan fuerte tienen grandes oportunidades.

ESCUCHAR, seguir una dirección y respetar el rumbo siempre, con convicción: esos son los tres componentes básicos en la ruta al éxito.
MI MADRE ME decía siempre que, si uno se va antes de insistir en algo, lo que está haciendo es enterrar toda su vida futura. Si yo no hubiera insistido, no habría sido cuatro veces campeón mundial.

TYSON ME ENSEÑO mucho también. Yo aprendí de él, y con seguridad algo habrá sucedido a la inversa. Mike, cuando me enfrentó, estaba acostumbrado a que sus rivales le temieran. Yo combatí el fuego con el fuego o sea que, en lugar de retroceder, lo ataqué. El estaba acostumbrado a pegar sin recibir, pero cuando comenzó a recibir mis golpes, sintió que algo cedía en él. El resto lo sabe todo el mundo.

NO HAY NADA PERSONAL en el boxeo. Cuando peleamos con Mike, peleamos. Hasta cuando me mordió fue algo, digamos, propio de nuestro trabajo; por eso nunca le tuve rencor alguno.

MORDER NO ES TAN RARO. Es un signo de impotencia, y por eso me mordió Tyson en nuestra pelea; pero yo, cuando era chico y me veía superado por mis hermanos mayores, también mordía, no vayan a creer que es tan extraño.

MENTE FRIA. Sobre todo, en el ring, pero en la vida también. Una vez, Mike y yo coincidimos en un ascensor. Cuando llegamos a la planta baja, una señora que viajaba con nosotros dijo: “Qué suerte que no empezaron a pegarse” y yo le respondí: “Señora, no tiene caso pelearse gratis, ¿no es cierto?”. Ella se rió y me dijo que sí, que tenía razón.

QUIERO VOLVER a ser campeón mundial, ese es mi objetivo. Si no se tienen objetivos, la vida no tiene valor. Yo quiero volver a ser campeón mundial. No me importa quién tenga los cinturones en ese momento, porque me da igual. Repito: no es nada personal, simplemente quiero volver a ser campeón.

VALUEV me ganó en las tarjetas, no en el ring. Yo me sentí muy mal, porque hubiera sido mi quinto campeonato mundial, el de la Asociación Mundial. Pero como decía mi madre, en la vida no hay excusas. Así que perdí, me dolió, pero aquí estoy, sigo en mi camino.

TODOS LOS GOLPES DUELEN, pero si alguien me pegó muy duro fue Riddick Bowe, con quien hicimos tres peleas. Era muy grandote y me metió manos muy buenas, muy duras. Dicen que era medio vago, y es posible, pero en el ring fue uno de los rivales que tuve.

TUVE MIEDO DEL BOXEO cuando yo era chico, y andaba por los 17 años. Empecé a ver nocauts en el ring, con algunos de mis compañeros, pero eso se me pasó, me di cuenta de que era parte del juego y que otra parte del juego era que el otro estuviera en la lona, no yo. Y para eso, había que aprender mucho.

SER NEGRO me perjudicó en el boxeo. Yo iba a los campeonatos y cada vez que peleaba con un blanco, ya me la veía venir. Y no me equivocaba, me daban perdedor. Pero nunca aflojé. Mi entrenador me decía que, fuera como fuera, la calidad se impone siempre. Y no se equivocó.

Imagen
LA EDAD NO TIENE NADA QUE VER. Hace veinte años yo peleé con George Foreman, que en ese entonces era un cuarentón. El hizo todo el show y “vendió” la pelea. Y la vendió muy bien. Para mí, en ese entonces él era un viejo. ¡Y ahora, con los años, el “viejo” soy yo! Y sin embargo, me siento tan bien como nunca.

HAY QUE TENER LA BOCA CERRADA, me decía mi madre. Yo dejé que Foreman hablara, hablara... antes de esa pelea, que fue en Atlantic City (abril de 1991), él se iba a la sala de prensa y hacía rondas informales con los periodistas. Hablaba, hablaba... Pero el que ganó fui yo; y me llevé como 22 millones de dólares, mientras que George ganó 12 o 13.

NO PIENSO EN LA PLATA. He ganado muchísimo dinero, eso se sabe, pero cuando llega una pelea, se piensa en la gloria, en el triunfo, en ser el mejor, no en el dinero. Eso viene solo.

DIOS ESTA EN NOSOTROS, yo siento que está en mí, que la fe es lo que me permite hacer todo lo que hago, escucho a Dios y siento que está junto a mí en todo momento.

MI CRECIMIENTO FUE ESPIRITUAL por sobre lo físico. Si uno no está bien consigo mismo, no está bien con Dios. Y si uno no está bien con Dios, no puede trabajar correctamente. Yo hago todos mis deberes –me cuido, me entreno, practico la técnica del boxeo– pero ante todo, y por sobre todas las cosas, estoy bien espiritualmente. Por eso puedo rendir como rindo.

LO APRENDI A LOS DOCE AÑOS: Un pibe de mi edad me había ganado no una vez, sino dos veces. Y cuando llegó la tercera pelea, definitoria porque era por un campeonato, sentí que no le iba a poder ganar, que se repetiría la historia. Entonces me acordé del consejo de mi abuela: “Tener a Jesús en uno mismo”. Y le pedí a Jesús que me ayudara; y eso me dio la confianza en mí mismo, que estaba perdiendo. ¿Y saben qué ocurrió? ¡Gané esa pelea! ¡La gané, y me di cuenta de que la cosa funcionaba, que la fe era la principal fuente de energía, la fe en Jesús y la confianza en uno mismo! Por supuesto que perdí no una, sino varias veces, pero eso es parte del boxeo, claro; en cambio, jamás subí a un ring pensando que podía perder, jamás perdí la confianza en mí.

ESCUCHAR A LOS QUE SABEN. Cuando se armó la pelea con George Foreman, yo estaba buscándolo a Tyson de cualquier manera. Pero mi manager de entonces, Shelley Finkel, me dijo: “Si peleás con Foreman, te van a pagar unos 20 millones. Y como seguramente le vas a ganar, cuando se haga el combate con Tyson, ganarás unos 30 millones, o sea un total de 50, pero si peleás con Tyson, nadie va a tener interés en verte luego con George”. Y tenía razón...

CASI ME MATAN. Fue cuando tuve un problema en el corazón. Me sobremedicaron y me dieron tanta morfina que hubiera matado a un caballo. Encima, me dieron como siete litros de agua, no sé cómo no me morí; haber vuelto a la vida fue todo un milagro, un verdadero milagro, pero como yo creo en los mandatos de Dios, sabía que iba a recuperarme.

COMER ES TODO PARA UN BOXEADOR, porque venimos de la pobreza. Entonces, cuando se gana una pelea, hay comida: cuando la familia es numerosa, la consigna es que el primero que se levanta a la mañana consigue comida. La comida es signo de felicidad. No se olviden de que los boxeadores a veces sacrifican alguna comida para dar el peso. Para el boxeador, la gente feliz es la que come.

EL MAS GRANDE FUE ALI, sin duda; eso no se puede discutir. Después de él, yo pondría a Mike Tyson y luego a Lennox Lewis, que fue un gran boxeador.

NO ME INTERESAN LOS RECORDS. Hoy, el boxeador que más viejo conquistó una corona mundial es Bernard Hopkins, que tiene 46 años; cuando yo logre mi próximo campeonato, seré mayor que él, obviamente, porque tengo 48. Pero no me motiva batir ningún récord, solamente recuperar mis coronas. Ese día colgaré mis guantes en paz.

Imagen
LOS BOXEADORES TIRAN EL DINERO, en general es cierto, pero también hay excepciones. De mi caso no pienso hablar demasiado, aunque todo el mundo sabe que gané casi 300 millones de dólares. También es cierto que uno, como viene de muy abajo, trata de ayudar a la familia, y a veces no hay límites.

CUANDO LE COMPRE su primera casa a mi madre, elegí lo mejor, pero no fue lo mismo para ella. “Es un barrio muy lindo, pero ¿dónde paran los ómnibus? Si no puedo tomar un ómnibus, deberé depender de vos para que me vengas a buscar”, dijo. Así que hubo que buscar otra casa, en un barrio más popular, menos exclusivo. Entonces eligió una casa con 8 habitaciones. ¿Para qué tantas? “El día que seas padre te vas a dar cuenta: quiero tener muchas habitaciones porque el día que mis hijos necesiten un cuarto, yo se los voy a poder dar”, me respondió ella. Y ahora que soy padre, me doy cuenta de que tenía razón...

YO COMPRE UNA MANSIÓN también, quizás inspirado en mi madre. Con 11 habitaciones, 17 baños, una sala de cine, una cancha de bowling. Me costó como 20 millones de dólares. Quería darme ese gusto y me lo di.

QUERIA SER PAYASO cuando era chico. Mi madre me decía: “Esa no es la clase de atención que en realidad deberías tener, sino algo que mueva más al respeto de la gente hacia vos”, y tenía razón, una vez más. Como boxeador logré otro efecto.

NO HAY QUE LLORAR, me decía mi entrenador. Cuando perdés, levantá la cabeza. Y si te robaron con un mal fallo, menos todavía. Hay que alzar la cabeza. Tu rival y vos saben quién fue el verdadero ganador, es lo que importa.

CUIDADO CON EL FALSO ORGULLO. Riddick Bowe siempre fue más grandote que yo, así que cuando lo enfrenté por primera vez, cometí el gran error de ir a pelearlo en su terreno. Mi ego me llevó a movimientos tácticos equivocados, no era cuestión de demostrar que yo era “más hombre” que él, o “más macho”, la cuestión está en ser más inteligente. Bowe había sido mi sparring y yo sabía que se cansaba, entonces cuando peleamos cometí el error de pensar que se iba a cansar. ¡Pero esa vez no se cansó! Y, por supuesto, terminó ganándome.

ADMIRO A RAY LEONARD. El también cometió el error de ir a pelearlo a Roberto Durán en su propio terreno, o sea la pelea franca, la primera vez que combatieron; quiso demostrar que era macho, y terminó perdiendo.

HE TENIDO GRANDES momentos en la vida. Cuando debuté como profesional, fue nada más ni nada menos que en el Madison Square Garden de Nueva York, en la noche de los olímpicos, ya que ese año, 1984, se hicieron los Juegos de Los Angeles. Estuvieron Meldrick Taylor, Virgil Hill, Pernell Whitaker, Tyrrell Briggs… Estaba lleno, fue una gran noche, sin duda. Me tocó un tipo muy duro, Lionel Byarm, así que no pude lucirme mucho.

TENGO ARREPENTIMIENTOS, pero no demasiados; siempre me hice cargo de las cosas que realicé. Cuando tenía once años y perdí mi primera pelea, fue por descalificación, porque agarré al rival, lo tiré al suelo y le empecé a pegar. Ese día aprendí que nunca hay que perder la cabeza. Me arrepiento de lo que hice, pero por suerte, lo hice cuando era un chico y aprendí la lección...

Por Carlos Irusta / Fotos: AFP