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Cvitanich: "No me considero un 9"

Su nombre apareció vinculado a todos los grandes cada vez que se abría un libro de pases. El delantero concretó su deseo y se metió en el Mundo Boca.

Por Redacción EG ·

05 de septiembre de 2011
Imagen DARIO CVITANICH. Con 27 años, llegó a Boca después de su paso por Europa y México.
DARIO CVITANICH. Con 27 años, llegó a Boca después de su paso por Europa y México.
La salida del vestuario de Boca es un estrépito, y ni siquiera se trata de un partido. Acaba de terminar uno de los entrenamientos previos al comienzo de la temporada 2011/12 y algunos jugadores caminan como si fueran Rolling Stones. Casa Amarilla parece un desfile de celebridades: hay empleados del club que ponen cara de importantes, gruñen y aprovechan al máximo su gajito de poder. Drácula se sentiría intimidado.
Darío Cvitanich, que lleva pocas semanas como futbolista en Boca, prefiere un poco de calma y avisa por mensaje de texto que está en el estacionamiento. “Acá podemos hablar más tranquilos”, dice con una sonrisa, mientras firma un par de autógrafos y los entrega por la hendija de un portón de hierro a un grupo de hinchas que se pasaron toda la mañana en la calle, en la intersección de Del Valle Iberlucea y Aristóbulo del Valle, encantados de saber que su equipo estaba practicando del otro lado de una pared de ladrillos. Ellos no necesitan ver para creer ni para querer.

“Ya desde el primer día te das cuenta de que en Boca, todo el tiempo, hay muchos hinchas y muchos periodistas. Yo extrañaba eso, la pasión de la gente. Cuando salí campeón con el Ajax, en Holanda, los jugadores fuimos a la plaza central de Amsterdam en un colectivo y estábamos todos sentaditos. No es lo mismo”, explica Cvitanich, y se acomoda en las mesas de picnic que rodean el quincho y la pileta del club, detrás de la popular local de la Bombonera. Boca puede ser el fin del mundo y la redención.

El nuevo delantero de Boca tiene ahora 27 años y un apellido, aunque difícil de pronunciar, con buena reputación en el ambiente. No será famoso entre las mujeres que solo se prenden en los Mundiales, pero el futbolero que va a la cancha, aunque no sea de Boca ni de Banfield, lo conoce. Y no solo lo conoce, también le teme. Cvitanich, rápido, con instinto asesino y buena técnica, es de esos delanteros que todos quieren.

Pero la mayor curiosidad de su biografía es que, durante su adolescencia, se probó en cinco equipos y nada. Ningún gurú de las Inferiores le dijo quédese, usted puede ser un fenómeno, lo queremos: así estuvo de paso unas pocas horas por San Lorenzo, Independiente, Racing, Chacarita y, sorpresa, Banfield. “Nos llevaban con otros chicos que prometían desde Baradero, mi ciudad. Fuimos a varios clubes, pero la verdad es que no le poníamos tanta energía al tema. Muchas veces nos tenían que probar un lunes y el domingo a la noche salíamos a tomar algo. No llegábamos muy bien”, se ríe.

Darío se especializa en frustrar arqueros desde su niñez en los potreros de Santa Coloma, un pueblo de la periferia de Baradero. A los 5 años se puso la camiseta de Ateneo San José, después pasó algunos meses por Fundición Fútbol Club y a los 7 llegó a Rivadavia, su club preferido en el pago chico, donde se quedaría varias temporadas seguidas. Fue en ese lapso cuando empezó a probar suerte en los equipos grandes de la Ciudad de Buenos Aires, pero en uno solo sería aceptado. Fue en River.

-¿En serio jugaste en las infantiles de River?
-Sí, en la prenovena, que vendría a ser la décima división. Fue en 1997, categoría 1984, con Maxi López, Pellerano, Federico Higuain, el Chino Coudannes y Pablo Ledesma, que después jugó en Boca. Iba dos veces por semana.

-¿Y por qué te fuiste? ¿Te dejaron libre?
-Sí.

Cvitanich tenía 13 cuando, a comienzos de 1998, volvió a jugar en Baradero, en Atlético, donde ganó varios títulos a nivel local. Todavía faltaban dos años para que otro club de Buenos Aires lo quisiera, aunque en realidad no sería uno de Primera División, sino uno que por entonces participaba en la B Nacional: Banfield. “Llegué en el 2000. Me probaron Miguel Jerez y Silvio Marzolini, esta vez quedé, y desde entonces soy hincha fanático. Enseguida empecé a ir a la tribuna y siempre me acuerdo del día en que le ganamos a Quilmes en 2001 y ascendimos a la A. Estaban Garrafa Sánchez, Rubén Forestello, el Gato Leeb, Pablo del Río…”.

Darío dejó de saltar en la tribuna porque tuvo que empezar a saltar adentro de la cancha. Debutó en Primera con 19 años, el 20 de octubre de 2003, ante Olimpo de Bahía Blanca, y en cinco temporadas jugó 91 partidos y convirtió 38 goles, más otros dos festejos en los seis encuentros que sumó en torneos internacionales.

Pero los hinchas de Banfield recuerdan un momento bisagra: cuando el runrun del verano decía que Cvitanich podría pasar a préstamo a un club de la B Nacional. Fue entre diciembre de 2006 y enero de 2007 y Patricio Hernández, en el mayor acierto de su segundo ciclo como director técnico del club, pidió que no lo dejaran ir. Un año y medio después, el Ajax pagaba 11 millones de dólares por el goleador del Clausura 2008, con 13 impactos.

-¿Cómo fue aquel pase?
-El día después de que le ganáramos 5 a 0 a Lanús, como visitantes, en marzo de 2008, me reuní con dirigentes holandeses. Al mes, me volvieron a ver jugar en un partido contra Boca y enseguida se acordó todo. Me fui en junio de 2008.

Imagen BUSCADO. Todos los grandes le pusieron el ojo en todos los libros de pases de los últimos años.
BUSCADO. Todos los grandes le pusieron el ojo en todos los libros de pases de los últimos años.
Ajax. La escuela de Johan Cruyff. El legado de aquel equipo de Louis van Gaal. Marco van Basten como técnico. Vivir en Amsterdam. Todo un sueño. Pero el primer entrenamiento llegó con una sorpresa: cómo pasan la pelota los holandeses.

“Empezamos la pretemporada y un compañero, al lado mío, me tira un pase super fuerte. Yo pensé que me lo estaban haciendo a propósito, para perjudicarme, pero Luis Suárez (el delantero uruguayo, elegido el mejor jugador de la Copa América 2011) me dijo que no, que era el sistema de ellos. Es típico de la escuela holandesa. Allá se trabaja más con la pelota y la técnica. Se hacen los pases fuertes pero la controlan enseguida, ganan un tiempo. A mí me costó un poco al comienzo”, dice.

-¿Qué otra diferencia viste con el fútbol argentino?
-Que acá es más físico y se juega más al pelotazo. Allá no tiran pelotas tan largas.
Stop. Otra voz que advierte que el fútbol argentino le da la espalda a la técnica. Stop.
Cvitanich también se tuvo que acostumbrar al sistema 4-3-3 que rige en Holanda, lo que supone una incomodad para delanteros que pueden jugar como 9 pero que no lo son.

-Jugás más por el vértice del área que adentro. ¿Te considerás un 9?
-No, no soy 9.

-¿Y entonces en el Ajax tenías que jugar como si fueras el Lucas Viatri del Boca 2011/2012?
-Claro. El tema es que me gusta ir por los costados y entonces me chocaba con los wines.

Los números de Cvitanich en Ajax son, de todas maneras, intimidantes: casi un gol cada dos partidos, 13 en 30. “Pero después de Van Basten llegó un entrenador, Martin Jol, que no me quería. Hacía goles y me reemplazaba igual. Un día hice tres y me sacó faltando 20 minutos, no lo podía creer”, se sigue lamentando. A fines de 2009 llegó un interés desde México. Darío, entonces, dejó Amsterdam por los alrededores del Distrito Federal.

“Me costó mucho, porque en Holanda la pasaba muy bien. Me había adaptado enseguida a la calidad de vida de allá y a veces hasta andaba en bicicleta por las calles. Pachuca es muy distinto: está en la altura y queda a 80 kilómetros del DF, pero depende del día puede ser una hora o cinco de viaje”, se resigna, aunque enseguida aclara que su flamante equipo lo sorprendió con una infraestructura de primer mundo: “En el Pachuca están muy bien organizados, es un club bárbaro”.

Y justamente fue en el Pachuca donde Cvitanich, que ya está en la terna de futbolistas más famosos de Baradero junto a Miguel Angel Mori y Miguel Angel Giachello, dio su primera vuelta olímpica oficial: campeón de la Liga de Campeones de la Concacaf 2010.

Ese título significó el pasaporte a la Copa Mundial de Clubes que se jugó en Abu Dhabi en diciembre pasado, pero el debut sería un golpe fortísimo: derrota contra el Mazembe, el equipo de la República Democrática del Congo que después también eliminaría a Internacional de Porto Alegre. El partido por el quinto puesto contra el Al-Wahda de Emiratos Arabes, en cambio, fue una bendición: Cvitanich jugó diez minutos y convirtió dos goles.

Fue una causalidad, las cosas del fútbol, porque yo no iba a jugar ese día. Estaba definido que no seguiría en Pachuca, y entonces arreglamos con el técnico, Pablo Marini, para que jugaran otros muchachos. Era lo más lógico porque él tenía que armar el equipo para el siguiente torneo en México, que empezaba a los 10 días. Entonces estaba mirando el partido detrás de un arco, con el resto de los suplentes, hasta que me avisan que tenía que ingresar. Perdíamos 2 a 0 y ni siquiera había entrado en calor, pero entré, hice dos goles, fuimos a los penales, convertí el mío y ganamos.

Cvitanich, que en cada apertura de pases sonaba para River, Boca o Racing, volvió a cruzar el Atlántico en enero de 2011. Después de un año en México, otra vez el Ajax, otra vez Amsterdam. Y ahora sin Jol como técnico sino con Frank De Boer. Fueron días de gracia, en los que de paso reafirmó su hábito de lector cotidiano: La Conspiración, de Dan Brown, y Verónika decide morir, de Paulo Coelho. Y el 15 de mayo de este año, justo el día en que Boca le ganaba 2 a 0 River y le daba un golpe del cual no se iba a recuperar, Darío volvió a salir campeón: Ajax venció en la final al Twente y ganó la liga holandesa después de una sequía de siete años.
-Sí, gané dos títulos en menos de un año, pero en cuanto apareció el interés de Boca, no lo dudé.

-¿Por qué un futbolista deja Europa y vuelve a la Argentina?
-Tenía muchas ofertas de Europa, pero acá estaba Boca insistiendo. Y pasó a ser mi prioridad. Para un futbolista argentino, después de la Selección, Boca es lo máximo. Ya había estado cerca en enero, me había hecho muchas ilusiones y, cuando el pase se cayó, me puse mal, me fue difícil cambiar el chip. Ahora no quería que se repitiera.

-Tu regreso a la Argentina se da en un momento muy extraño, con River descendido y clubes chicos que salen campeones. Jugar en Boca o en otro grande ya no es tan fácil como antes.
-Sí, pasó lo de River, pero Boca y River siempre van a ser lo mismo. Y es cierto que se achicó la brecha, y que ahora Vélez, Banfield, Lanús y también Godoy Cruz son grandes equipos, pero la presión de Boca siempre será la misma, y tendremos que pelear arriba.

-¿Cuándo fue la última vez que jugaste con un 10 clásico, como Juan Román Riquelme?
-En Pachuca estaba Damián Manso, pero Riquelme es de esos jugadores que podés pasar muchos años en el fútbol y no encontrar ninguno como él.

-¿Y cómo se hace para aprender a jugar con Riquelme?
-La clave es marcarle el pase. Si lo hacés, te llega la pelota seguro.

-Pero cada vez hay menos espacios.
-Tenés que hacer el movimiento y buscar el espacio. Con Riquelme la pelota te llega.
A Cvitanich, por lo pronto, le llegó la oportunidad de su vida. Detrás de la pared, en la calle, todavía hay hinchas que buscan su autógrafo. La pasión que quería reencontra.

Por Andres Burgo / Fotos: Emiliano Lasalvia