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Belgrano, un merecido regreso

El Ruso Zielinski se hizo cargo del equipo cuando estaba último en el Nacional. Logró el ascenso tras superar, ni más ni menos, que al histórico River Plate, que descendió por primera vez en su historia.

Por Redacción EG ·

26 de junio de 2011
Imagen El equipo de Belgrano, de regreso a Primera.
El equipo de Belgrano, de regreso a Primera.
“Estamos preparados para ganarle a cualquiera”, fueron las palabras del entrenador del Pirata, antes de afrontar la difícil Promoción. Y así fue. El DT agarró el equipo cuando ocupaba el último puesto en el Nacional B, pero lo llevó al cuarto lugar que le permitió jugar la Promoción, instancia en la que venció al gigante River Plate. El David cordobés venció, finalmente, al Goliat de 110 años de historia en el profesionalismo, aunque nadie pueda creerlo aún. Belgrano, a base de un juego colectivo envidiable, dio el batacazo, igualó 1 a 1 en la vuelta y ya es de Primera.

Juan Carlos Olave se transformó, sin dudas, en el estandarte de un equipo que, a fuerza de solidaridad conjunta, se metió en la historia grande del fútbol argentino. El arquero incidió directamente en el resultado; le contuvo el penal más importante de su carrera, en el Monumental, a Mariano Pavone, que había puesto antes el 1 a 0.

Belgrano tuvo también a un gran guerrero en la mitad de la cancha. Ribair Rodríguez, tanto en el 2 a 0 en Córdoba como en el empate en cancha de River, se hizo cargo del círculo central con gran oficio y dedicación. Tomó a Lamela, en quien recaían las esperanzas riverplatenses de mantener la categoría, y no lo dejó actuar con plena libertad. Que haya sido amonestado en ambos partidos no es una casualidad. El uruguayo fue clave en la serie. La serie de su vida.

A él se le sumó en el medio Guillermo Farré, quien ayudó, más que nada, en la recuperación y entrega rápida de la pelota. Su oportunismo significó el gol del empate tras un grosero error en la defensa de River.

Tampoco hay que menospreciar la capacidad de ataque de Belgrano, claro. Pese a pararse con un 4-4-1-1 (terminó con un 4-1-4-1), el conjunto del Ruso Zielinski cuenta con más de un jugador de punta. El Picante Pereyra, un delantero como pocos hoy en día en Primera, es inteligente para moverse a lo ancho del frente de ataque. No va al choque, no busca la verticalidad. Sino todo lo contrario, abre la cancha, despega a los centrales del fondo y espera el momento oportuno para acelerar y lastimar. Como en el mano a mano que tuvo en el arco de Carrizo, pero que desperdició al picar la pelota por encima del travesaño.

Y si de crear fútbol se trata, es ahí donde aparece el Mudo Vázquez. El 10 del equipo de Córdoba intentó, buscó, la pidió, recibió y generó. Fue el punto más alto en la producción de un momento histórico en el profesionalismo. El momento en que Goliat, de 110 años de historia, finalmente, sucumbió ante el inmenso David de Córdoba.

Por Pablo Amalfitano