Las Entrevistas de El Gráfico

Hernán Rodrigo López, en primera persona

Sus raíces, su posición en la cancha, el encuentro con Francescoli, su experiencia en Grecia y más vivencias del delantero uruguayo, campeón dos veces en Argentina.

Por Redacción EG ·

15 de junio de 2011
Nota publicada en la edición mayo 2011 de la revista El Gráfico

Imagen Festejo en la Santander Libertadores. Le metió 3 goles a Guaraní, en el estadio Ciudad de La Plata. Estudiantes y Vélez fueron los únicos equipos argentinos que superaron la fase de grupos.
Festejo en la Santander Libertadores. Le metió 3 goles a Guaraní, en el estadio Ciudad de La Plata. Estudiantes y Vélez fueron los únicos equipos argentinos que superaron la fase de grupos.
LAS RAICES. Mi nombre es Hernán Rodrigo, pero en casa me llaman Rodrigo. El fútbol es el deporte principal en Uruguay. A los niños les dan una pelota de entrada.

EL BALON, EL ELEMENTO. Empecé en el barrio Capurro, que es del club Fénix, a los seis o siete años. Tuve la suerte de vivir sobre una calle cerrada, en la que jugaba con mi hermano más grande, Gonzalo. Como no pasaban autos, estábamos todo el día con la pelota. No sé si pintaba bien. No pensaba en jugar en Primera. Como todo niño, jugaba porque era una manera de divertirme. Era lo que más me gustaba en ese entonces.

DE INFERIORES A PRIMERA. Me inicié en las categorías menores de Fénix. Luego pasé a River, de Uruguay. Cuando estaba en la Quinta, el técnico de Primera, Jorge Fossati, me citó a practicar y no fui porque tenía un poco de vergüenza por cambiarme en el vestuario del plantel profesional. Mi hermano mayor, que integraba el grupo como jugador, me retó por mi ausencia. El entrenador había preguntado por mí. Al otro día, fui.

EL SACUDON DE FOSSATI. Fui a pedir la ropa y Jorge me llamó al vestuario de los técnicos. “Bueno, pibe, de ahora en más vas a practicar acá, te vas a cambiar en el vestuario de Primera, y que sea la última vez que no me hacés caso”, me aclaró. Fue un tanto en serio y un poco en broma. Siempre me acordaré de que él me hizo debutar en Primera. Me echó el ojo y apostó por mí.

LA POSICION EN LA CANCHA. Arranqué como volante. Jugaba de ocho o de diez. Nunca pensé que iba a ser delantero. Víctor Púa, incluso, me utilizaba en el medio en las selecciones juveniles de Uruguay.
HERMOSA ADOLESCENCIA. Jugué en las Selecciones Sub 17 y Sub 20 de Uruguay. Significaba iniciarme en el camino profesional, por más que uno esté en Inferiores. Mi mamá no estaba muy contenta, porque empezaron los viajes y dejé la secundaria. Con la Sub 20, disputé el Sudamericano de Chile 1997 y el Mundial de Malasia, también en ese año, en el que perdimos la final contra la Argentina de Riquelme, Aimar y Cambiasso. Fue la etapa más linda en el fútbol durante mi adolescencia.

EL ENCUENTRO CON FRANCESCOLI. Era fana de Enzo; el máximo ídolo para muchos uruguayos. Recuerdo que el diario El País, de Uruguay, premió al mejor jugador de América y a la “Selección del continente” en 1995, año en el que debuté en River. Me invitaron como revelación del fútbol uruguayo. Mi viejo y mi abuelo salieron a comprarme una camisa, una corbata y un saco, porque tenía que ir bien vestido. Ahí me encontré con Chilavert, Ayala, Francescoli, Gamarra y Cafú. Y yo estaba metido ahí, con esos monstruos.

MOLDEARSE. Pasé de River, de Uruguay, a Torino, que estaba en la Serie B. Todo mal. “¿Cómo puede ser que me hayan transferido a un equipo en el que no juego?”, me reprochaba. Después iba a otro equipo y no tenía continuidad. Y así sucesivamente. Tomé confianza en mí mismo a partir de que me fui a Paraguay, por la continuidad que me dieron. Me sentía seguro de lo que hacía a los 24 años. Todas las experiencias anteriores, Kavala -de Grecia-, Colo Colo, Danubio y Racing -de Uruguay-, fueron positivas, más allá de haber jugado poco. En Olimpia, empecé a afianzarme en lo profesional. Hasta disputábamos torneos internacionales. La doble competencia es importante.

LA EXPERIENCIA EN GRECIA. Fui a préstamo junto a otro uruguayo, de agosto a diciembre de 1999. Jugué en Kavala, equipo de Primera. Salió todo mal, pero sirvió la vivencia. Conocí Atenas, las ruinas... Pero uno está contento cuando juega, y no cuando va de turista.

NO AL DESCENSO. Nunca bajé de categoría, pero me tocó hacer una mala campaña de medio año con Racing, de Uruguay. De ahí salté a Olimpia. Y, por eso, no me quedé. Me había ido bien en lo personal, porque anoté una buena cantidad de goles. Y Racing descendió al otro año. Eso fue lo más cerca que estuve.

SIEMPRE MAS. No me cambió el documento haber ganado la Copa Libertadores y la Recopa Sudamericana, ambas en 2002. No me quedé con eso, y nunca lo hago. Fueron importantes en su momento, pero hay que ganar otra cosa o hacer otro gol clave. Siempre se debe mirar hacia adelante.

DE OTRA GALAXIA. Disfruté de ir a Japón a jugar la Copa Intercontinental. Nos enfrentamos al Real Madrid, nada menos. Era un equipo de estrellas galácticas, con Zidane, Ronaldo... Estuvimos cerca, pero perdimos 2-0. Cuando empecé a jugar en la calle, en aquellos tiempos en Uruguay, ni imaginaba disputar un partido en Japón. Y Ronaldo me impactó. Un jugador espectacular.

Imagen PADRE de tres mujeres, aquí con una de ellas. Rodrigo asegura que necesita dormir la siesta y tomar mate dos veces por día, como buen uruguayo.
PADRE de tres mujeres, aquí con una de ellas. Rodrigo asegura que necesita dormir la siesta y tomar mate dos veces por día, como buen uruguayo.
GUIAS. Si bien habla poco, el Tata Martino es un excelente estratega. Te enseña en lo táctico, en cómo mirar a los rivales. Lo tuve en Libertad, de Paraguay. Fue uno de los entrenadores que más me marcó, al igual que Nery Pumpido, a quien tuve en Olimpia.

INCOMODIDAD. No me adapté a México, por la manera de vivir. Con el América empezábamos a entrenarnos a las 11 y terminábamos a las 3 de la tarde. Me cortaban la siesta, no la podía dormir. Y almorzaba a las cuatro. Encima, cuando estaba en Pachuca, se jugaba de local a las 12 del mediodía, porque era el horario oficial del club. Una locura. Encima, hay inseguridad y el tráfico es tremendo. La experiencia fue al revés que en Paraguay. Practicábamos a partir de las 8, por el calor, y llegaba a mi casa a las 11. Entonces, almorzaba, dormía la siesta y tenía el resto de la tarde por delante.

PERSEVERANCIA Y CORAJE. Si bien no estaba bien en lo futbolístico, recién me conocían. No entendía el apuro. Al semestre siguiente, pasé de estar out, porque parte de la dirigencia quería que me fuera, a jugar de titular. Gareca me respaldó y me dio confianza. Así me solté y rendí como esperaba. Venir al fútbol argentino, estar seis meses e irme no me lo iba a permitir. Fue una linda revancha haberme quedado y mantenerme en este fútbol difícil.

LA CONFIANZA DEL TIGRE. Cuando Ricardo Gareca asumió en Vélez, yo estaba pasando un semestre atípico al jugar en Reserva. Lo hacía junto a Santiago Silva. El Tigre armaba reuniones personales de media hora. “¿Qué te pasa? ¿Por qué no jugás?”, me preguntó. Le comenté algunas cosas y me dijo: “Quiero que te quedes. Considero que sos bueno y te veré en la pretemporada”. Me dio confianza solo con esas palabras. Convertí goles en la pretemporada y arranqué el campeonato como el nueve titular, algo impensado. Fue el torneo que coronamos con el título. Mirá lo que es que un entrenador genere confianza en uno.

MALA PATA. La liberación de la rótula derecha fue la lesión más complicada que tuve. La operación, sencilla. Pero se complicó la recuperación. Y se dio justo en el traspaso de Vélez a Estudiantes. Apuntaba a estar un mes de la pretemporada e iniciar el campeonato. Pero tuve dos recaídas. Hice un clic en la segunda. Ahí me dije: salgo o dejo. Y lo saqué adelante.

EL APOYO. Mi familia, mis amigos, mis compañeros y el cuerpo técnico de Alejandro Sabella actuaron como sostén. Siempre traté de ser positivo. Era una lesión de la que tenía que recuperarme. Le puse garra. El partido más difícil que me tocó jugar fue ese: reponerme de la lesión y estar bien en una cancha.

PSICOLOGO DEPORTIVO, PULGAR ARRIBA. Fui al psicólogo y me ayudó a superar un mal momento. Somos jugadores de fútbol, pero tenemos una vida fuera de la cancha. Como todos, también debemos resolver problemas. No hay que estar loco para hablar con un psicólogo. En un principio, lo tomé con pinzas y después me di cuenta de que me servía.

DOS TITULOS EN LA ARGENTINA. Ambos significaron grandes satisfacciones. En Vélez, fui de menos a más. Y en Estudiantes, aparecí tras la salida de Mauro Boselli, delantero que dejó una marca registrada en el club. Tenía expectativa por mostrar lo mío. Pero me lesioné y esa era la espina. Afronté la lesión, demostré que estaba vivo y colaboré con mis compañeros. Sabía que me podía pasar eso de estar en el banco y jugar 20 minutos en los últimos partidos. A veces, se produce lo que uno sueña.

EL FUTBOL ARGENTINO. Se vive de una manera intensa, como en pocos países. El delantero que llega ya tiene que hacer diez goles en el primer partido, y si no, no sirve. Y no es así. El juego es rápido.

LA CELESTE. Hubo grandes delanteros en los procesos de 2002 y 2006 de la Selección de Uruguay. Por eso,
no me tocó estar. Oscar Tabárez me citó para cuatro partidos, dos de Eliminatorias y dos del Repechaje ante Costa Rica. No me convocó para el Mundial de Sudáfrica 2010. Hubiese sido importante jugarlo. Integré un proceso que apuntó mucho más a un grupo que a cambiar de nombres. Ingresar era difícil porque se venía de cuatro años de trabajo. Y lo logré. Hoy, se mantiene la misma filosofía. Se intenta seguir con un grupo estable y no modificar mucho los apellidos. Los resultados están a la vista. Hacía mucho que Uruguay no estaba en los primeros planos a nivel mundial.

LA ILUSION, INTACTA. Todavía estoy en carrera. Si mantengo un buen nivel, puedo tener una oportunidad en la Selección. Lo que sí se debe cuestionar es que el Tanque Silva no tenga su oportunidad. Santiago viene de dos o tres años de gran rendimiento.

Imagen Rorro de civil, en la plata baja de su departamento. El uruguayo fue campeón en Argentina en los últimos dos años, con dos equipos distintos.
Rorro de civil, en la plata baja de su departamento. El uruguayo fue campeón en Argentina en los últimos dos años, con dos equipos distintos.
SOMOS POCOS, PERO MUCHOS FUTBOLISTAS. Uruguay es un país de escasa población, pero es el tercer exportador de jugadores en Sudamérica detrás de Argentina y Brasil. Siempre cada jugador uruguayo, más allá de las condiciones físicas o técnicas, dejó muy bien parado a nuestro fútbol, como lo hicieron Francescoli, Rubén Sosa y otros tantos.

SENTIDO DE PERTENENCIA. Me considero parte del cuarto puesto de Uruguay en el Mundial de Sudáfrica 2010, porque estuve en el proceso. Fueron 23 jugadores a la Copa del Mundo, pero otros integramos el grupo durante el recorrido.

ENSEÑANZAS. Aprendí a valorar, respetar y cuidar mi profesión. Es fundamental lo que se hace en el día a día, sin tener una obsesión que roce la locura. Me convertí en profesional con errores y aciertos.

CONCLUSION. Uno no es jugador dos horas por día. Esto la gente no lo sabe. Nosotros vivimos las 24 horas al razonar como futbolistas. Desde la comida, el descanso, el entrenamiento… Cada paso que damos es pensando en amigo y uruguayo, me alegra que le vaya bien. Jugamos juntos en River. Yo volvía de Torino y me paraba de ocho o de diez, y él, que se iniciaba en Primera, era punta. Nos entendíamos bien. Después, jugamos juntos en Vélez como delanteros. Me debe una visita para tomarse unos mates. Nuestra amistad trasciende el fútbol.

GUALICHO. Es una anécdota fea. Erré dos veces un mismo penal en un partido. Fue en México. Jugaba para América ante Morelia. Estaba por patear y viene un argentino, Mauricio Romero, ex Lanús, y me grita: “¡Carlos Saúl!“. No entendía nada. Le pegué y lo atajó el arquero, que se había adelantado. Por eso, el juez lo hizo ejecutar de nuevo. De caprichoso, agarré la pelota nomás. Cuando acomodo, escuché otra vez a Romero: “¡Carlos Saúl!“. Y fallé. El balón dio en el travesaño y se fue afuera. Después, le pregunté a Sebastián Domínguez, compañero mío, qué significaba “Carlos Saúl”. Yo no sabía. “¡Nooo! ¿Te dijo eso?”, me contestó. Y me explicó que Romero me quiso mufar nombrando al expresidente argentino.

COSTUMBRES. Necesito dormir la siesta y tomar mate dos veces por día, durante la mañana y la tarde, aunque en Estudiantes dicen que no soy uruguayo porque muchas veces no llevo el mate. Que no suene a reproche, pero ya les regalé varios a los muchachos. Disfruto, además, de estar con mi familia, con mis tres hijas, Nahiara, Sofía y Sol. Soy de mirar películas y bastante fútbol, sea de la Argentina o del exterior. Trato de hacer cosas normales en los momentos libres. No es fácil encontrarlos en medio de tantas concentracioness tan vertiginoso que el público luego se olvida. Espero que no me pase.


Por Dario Gurevich / Foto: Emiliano Lasalvia