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Con paciencia y a distancia, Vélez festejó un merecido título para volver a lo más alto

Horas después de vencer a Huracán por 2 a 0, el Fortín logró su octavo campeonato local tras la caída de Lanús ante Argentinos. Hay fiesta en el José Amalfitani.

Por Alejandra Altamirano Halle ·

12 de junio de 2011

Vélez salió campeón en un domingo atípico. Primero debió ganarle a Huracán en un Tomás Ducó vacío. Así, sin hinchas en las tribunas (exceptuando a los periodistas partidarios), el equipo de Gareca consiguió los tres puntos que obligaban a Lanús a empatar con Argentinos para llegar con chances a la última fecha. Fue un 1-0 durísimo, que se concretó gracias al gol de Santiago Silva, gritado a la distancia.

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Imagen EL URUGUAYO SILVA metió el primer gol ante Huracán. Su aporte goleador fue clave para el equipo de Gareca (AFP).
EL URUGUAYO SILVA metió el primer gol ante Huracán. Su aporte goleador fue clave para el equipo de Gareca (AFP).
Desde temprano, los hinchas del Fortín se presentaron en el Amalfitani para ver la definición en una pantalla gigante. Apenas comenzado el partido, Vélez se mostró más activo e inclinó la balanza a su favor basando su juego en la creatividad de Ricky Alvarez. En ese primer tiempo faltó fútbol y por eso, solo se puede rescatar una jugada entre Papa y Alvarez que no prosperó. Mientras tanto, los de Pompei se animaban con alguna contra de Zárate o Cámpora. Nada más que eso.

En la segunda mitad, los de Gareca salieron más decididos. La primera acción peligrosa la había tenido Tobio, pero el disparo se le fue cerca del palo derecho. A los seis minutos, después de un tiro libre, Gastón Monzón salió mal y Silva cabeceó la pelota para marcar el 1 a 0. Con ese resultado, Vélez ampliaba la ventaja a cuatro puntos sobre Lanús.             

Por su parte, Huracán seguía perdido y no hacía mucho para enmendar la situación. Vélez, en cambio, fue por más. Silva tuvo dos llegadas más y Alvarez estrelló un tiro en el palo. A los 30 minutos, hubo un forcejeo innecesario entre Sebastián Domínguez y Facundo Quiroga y ambos se fueron expulsados. Sobre el final, Alvarez encaró en busca del segundo gol, pero Matías Quiroga lo taló en el área chica y el árbitro Pompei cobró el penal, que se encargó de convertir el Mago Ramírez. Vélez hizo lo suyo y cumplió. Ahora la pelota estaba del lado de Lanús, que debía sumar –al menos– un punto para seguir en la lucha por el título.

Pero los de Schurrer no jugaron bien. Estuvieron poco precisos, se tiraron muy atrás y una jugada poco fortuita (la pelota rebotó en Goltz) le permitió a Blandi darle el triunfo a Argentinos 1-0, que dejó a Lanús sin oportunidades.

De inmediato, se desataron los festejos de los jugadores en la Villa Olímpica y de los hinchas que tuvieron que abandonar el Amalfitani (por orden del Gobierno de la Ciudad), pero se quedaron firmes en las inmediaciones para palpitar el desenlace. Celebraciones merecidísimas por lo que había mostrado Vélez a lo largo de este semestre. Porque este Vélez de buen toque y juego vistoso nunca bajó los brazos. Intentó ir por los dos frentes: el campeonato y la Copa, aún con las lesiones de sus pilares, como Cubero, Silva, el Burrito Martínez, Zapata y Moralez. Gareca se las arregló para buscar reemplazantes como Alvarez, Tobio y Canteros, que estuvieron a la altura de las circunstancias en momentos difíciles.

Después de la dura derrota en las semifinales de la Libertadores, ante Peñarol, el Fortín logró reponerse. A pocos días, alcanzó un triunfo clave ante Godoy Cruz. Dejó así a otro rival fuera del camino y ya se sentía dueño del Clausura, que consiguió a falta de una fecha para el cierre.

Hoy, acostumbrado a no perder la paciencia, Vélez no aflojó. Ganó y tuvo que esperar cuatro horas para ver la derrota de Lanús. Recién en ese momento, pudo gritar campeón de una buena y merecida vez.

Alejandra Altamirano Halle

Imagen EL SALUDO DE RIGOR, después del triunfo 1-0 ante Huracán. Sólo que en el Ducó no había hinchas. Salvo por los periodistas partidarios...
EL SALUDO DE RIGOR, después del triunfo 1-0 ante Huracán. Sólo que en el Ducó no había hinchas. Salvo por los periodistas partidarios...