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Valeri, el Diego de Lanús

Para el pueblo granate es un crack con sello maradoniano. A los 25 años y tras un breve paso por Europa, el nuevo capitán de Lanús habla de la amplitud mental que logró gracias a la psicología, de su nuevo rol en el Grana, el sentido de pertenencia que le inspira el club y las expectativas que le genera la Selección local.

Por Redacción EG ·

06 de junio de 2011
Nota publicada en la edición de mayo 2011 de la Revista El Gráfico

Imagen Diego Valeri, 25 años, capeón del Apertura 2007 con Lanús.
Diego Valeri, 25 años, capeón del Apertura 2007 con Lanús.
LE RESULTA tan sencillo taquear la pelota para el retrato de El Gráfico, como jugársela limpia a un compañero. La imagen viva del deporte, aquí y ahora, al menos, es “El Diego de Lanús”, aunque al protagonista le parezca un tanto exagerada la combinación entre su nombre de pila y lo que implica en su segunda casa. Uno de los hijos pródigos del Granate regresó renovado al pago después de un año y medio en Europa.

Diego Valeri, que conserva su alma intacta, potenció sus capacidades al acumular experiencias. Gabriel Schurrer, ídolo del Grana que se transformó en entrenador de Primera, se encandiló con sus características y no dudó en entregarle la cinta, el mando delante de propios y extraños. “Nos juntó a los referentes y nos comunicó que yo iba a representar al equipo en la cancha, pero que los capitanes éramos todos. Schurrer cree que soy un referente para los más chicos. Se puede guiar afuera del campo de juego, pero otra cuestión es adentro. No me lo esperaba. Nunca había sido capitán. Me encanta”, explica.

-Entonces, ¿tenés otra responsabilidad?
-Sí, adentro y afuera de la cancha. Pero uno no debe hacer grandes cosas ni aspaviento. Uno tiene que seguir entrenándose y demostrarle al compañero desde el servicio, el trabajo y el esfuerzo que le toca ser capitán. Pero acá hay muchas vigas en las que se sostiene la estructura, como Pelletieri, Hoyos, Caranta y Camoranesi. Debo asumir el rol desde el compañerismo al estar cerca de mis pares. Si no sos capitán, eso se diluye un poco. Y si lo sos, hay que intentar estar cerca de las necesidades de cada uno. Ese oficio no lo tengo tan bien aceitado, pero acá existen amigos que colaboran y lo sacamos adelante entre todos.

-¿Te sentís referente?
-Puede ser que la situación me ponga en ese lugar. Asumo la responsabilidad con dedicación. Es lindo disfrutar de cada momento.

-¿Sos de hablar con los más pibes?
-Tengo muy buen trato con todos mis compañeros. Dicen que el buen consejero no aconseja. Se charla de ciertos temas que se generan a diario y nada más.

-Fenómeno, ¿pero de qué se conversa?
-De aspectos futbolísticos y de cuestiones fuera del fútbol, que muchas veces son más importantes. Los jóvenes necesitan ser escuchados. Así ellos vuelcan todo lo que piensan. Trato de oírlos, porque la vida está llena de cosas.

-¿Qué se te vino a la cabeza cuando reapareciste en el club?
-Recordé a mis amigos, a mis compañeros, a los hinchas. Fue hermoso haber salido campeón, pero los títulos quedan en las vitrinas. Lo que tiene vida es lo que me interesa: la gente. Nunca perdí contacto, pero estar cerca físicamente es un regalo. Y el cariño es mutuo. El club me pertenece a mí, así como yo le pertenezco al club.

-¿Ese sentido de pertenencia falta en el fútbol argentino?
-Y sí. Se perdió a este nivel y en otros aspectos sociales de la vida.

Imagen Valeri metió 5 goles en los primeros 10 partidos del campeonato, incluído uno genial ante Boca.
Valeri metió 5 goles en los primeros 10 partidos del campeonato, incluído uno genial ante Boca.
-¿Cuán beneficioso es mantener esa pertenencia en el lugar de trabajo?
-Un montón. Uno está cómodo y puede explotar su vocación con mayor confianza y sentimiento. A mí me toca adentro de la cancha, pero los ves a los muchachos de prensa y pasa igual. Lo mismo con aquellos que manejan al club. Lanús tiene esa particularidad y es una ventaja.

-¿Tomaste la real dimensión de lo que significó la consagración en el Apertura 07?
-No, no tenemos todavía mucha conciencia sobre eso. Cuando pase el tiempo y si no se logra otra cosa, quizás sí se le dará el valor que se merece. Pero es difícil, porque el presente es lo único que existe en el fútbol. Si bien el título lo guardo en mi corazón, quiero continuar haciendo historia.

-¿Atravesás el mejor momento de tu carrera?
-Sí. Me siento muy bien, en una linda edad (25 años). Estoy tranquilo, seguro y cómodo.

-¿Sos de dialogar con los árbitros?
-Intuyo que no influye lo que puedas hablar, quizás alguna vez. Pero no creo en eso. Creo en jugar al fútbol. Y el futbolista está sometido a las decisiones del árbitro. Lo importante es que un equipo juegue bien, más allá de hablar de modo constante con el referí. El juego tiene mucho de emoción, de pasión, y a veces se te escapa algo por el impulso. Pero tiene que ser con respeto. El árbitro está apuntado y, si encima el jugador le está atrás, hasta lo puede afectar a él y al partido.

CAPITALIZO LA TRAVESIA europea, por más que no tuvo la continuidad que anhelaba en la campaña 2009-2010 con el Porto y en el segundo semestre de 2010 en Almería. Creció como persona, más allá del juego. Fue clave haberse cruzado con un profesional de la salud vinculado al deporte. “El psicólogo de Porto era muy bueno. Se llama Luís André. Nos juntábamos tres o cuatro tardes por semana y charlábamos. Entendí que las decisiones que no le corresponden a uno, hay que aceptarlas. No sufrirlas, ni razonarlas. Si el técnico decide que uno no juega, listo. Y cuando llegue la oportunidad, a dar lo mejor. No hay que pedir explicaciones, ni preguntarse por qué. Las decisiones se deben aceptar. Sí se tienen que analizar las cuestiones que dependen de uno. Las decisiones de otro, no”, revela.

-¿En qué otros aspectos maduraste?
-Me encanta aprender de todo y de todos. En Porto, me encontré con gente que me enseñó mucho. En lo futbolístico, mejoré en la orientación del cuerpo, la recepción del balón y la ubicación para estar cerca del compañero. Jugué con diferentes esquemas y en distintas posiciones. A veces, de volante por afuera, como si fuese un wing que se cerraba para adentro. Y otras, de volante interior, puesto en el que más me utilizaron. Ahí me paraba pegado al cinco en un 4-3-3. Entonces, empezás a conocer otras formas de juego, más por afuera, con más atacantes. Mi función no era terminar la jugada, sino empezarla.

-¿Cómo entró el psicólogo deportivo en ese contexto?
-Es que no era solo un psicólogo. Me ayudó mucho en cuanto al fútbol: cuestiones de atención, del juego en sí mismo, a no preocuparse por la pelota que pasa, y a saber que lo único que importa es el momento, ya que después del partido se analiza. Es interesante; además, la mentalidad durante el encuentro. Hay que olvidarse de lo que pasó y pensar en lo que ocurre. Son muchas cosas que acá no tenés con quién aprenderlas porque te manejás solo.

-¿Qué te voló la cabeza en lo social?
-Cambia un montón el respeto, el orden y la seguridad. Si bien estuve en Porto y Almería, dos lugares que no son capitales de países, se basan en el respeto con el ciudadano. Y eso les da una calidad de vida diferente. Si en la Argentina se consiguiera seguridad y respeto, el país sería el más lindo para vivir.

-Ganaste la Copa y la Supercopa de Portugal el año pasado, aunque estuviste poco en cancha tanto en Porto como en Almería. ¿Cuál es el balance?
-Positivo. Siempre necesitás un período de adaptación. En cuanto a la contención, mi familia estaba ahí. Disfruté de la experiencia junto a mi mujer y a mi hija. Pero fue una frustración en lo deportivo. Necesitaba y quería jugar más, apostaba por eso. Igual, fui por dos años a préstamo. No es que me compraron, firmé contrato por cuatro años y me volví. Son situaciones distintas. No mido mi trayectoria por éxito o fracaso. Son contados los jugadores que van a clubes grandes del exterior y permanecen mucho tiempo. Sí se da que hay futbolistas que no logran destacarse en la Argentina y construyen carreras largas en clubes de afuera, que quizás no son los más importantes. Mi carrera es un privilegio, ya es un éxito porque puedo ser futbolista. Soy un agradecido a la profesión, por más que a veces vivas frustraciones.

Imagen VALERI, en la Fortaleza, su segunda casa. Arrancó muy bien y se ilusiona con la Copa América.
VALERI, en la Fortaleza, su segunda casa. Arrancó muy bien y se ilusiona con la Copa América.
-Regresemos a Lanús. ¿Les falta creer en el potencial de ustedes?
-Necesitamos explotar y que llegue el momento en el que creamos que podemos. De a poco, lo lograremos. Tenemos material. El rendimiento en el campeonato es regular, parejo.

-Al margen de tus goles, ¿el golpe lo dieron en el triunfo ante Boca?
-Fue muy importante. Nos fortalecimos de local y empezamos a sentir esa confianza entre nosotros de que puede pasar cualquier cosa.

-¿A qué juegan?
-Buscamos ser protagonistas y agredir al rival. A eso se llega de diferentes maneras. A veces, se espera para lastimar. Aunque imponerse con el dominio de la pelota, generar volumen de juego, crear situaciones de riesgo, es la idea. Somos un equipo parejo. Cuando jugamos bien, ganamos. Pero hay que buscar lo otro. Cuando no estamos bien, debemos rescatar algún punto. Entonces, no nos afectará jugar mal.

-¿Cuál es el objetivo?
-Clasificarnos a la Copa Sudamericana. Apuntamos a metas cortas, que nos lleven también a pelear el campeonato. No nos pesa luchar por el torneo. Y más por cómo está.

-¿En qué no deben dormirse?
-Sabemos que tenemos una idiosincrasia de juego, pero el fútbol argentino está parejo y no podemos relajarnos. Tampoco nos sobra nada.

-Lanús es modelo en cuanto a instituciones. ¿Trabajar aquí es como realizarlo en un club europeo, aunque en la Argentina?
-Sí, sin dudas. O mejor que en Europa. Porto tiene la infraestructura de un equipo fuerte de verdad, pero Lanús cuenta con casi lo mismo en relación a las herramientas que le brinda al jugador para que todo funcione. Y Almería tiene poco y nada. Solo es un equipo de fútbol. Entonces, ahí valoraba lo que es el club. Lanús tiene mejor estructura que muchos clubes europeos. Se basa en el trabajo y en la calidad humana. Eso fue acompañado con resultados en los últimos tiempos.

-¿Ahora sos goleador? Ya anotaste cinco en diez fechas.
-Me encanta convertir. Es lo más lindo del fútbol porque se abrazan todos. Y lo mismo pasa en la hinchada, en la que se abraza gente que ni se conoce. Es un momento único. Igual, los goles tienen que servir para que el equipo gane.

EL RETORNO al país no solo lo acercó a sus afectos. Sergio Batista lo convocó a la Selección local y Valeri exhibió credenciales. “No es que me ilusione con la Copa América. Sí lo hago con esta posibilidad de mostrarme en los amistosos, por si puedo ganarme un lugar. Si el técnico decide elegirme, uno debe conocer su idea. Cuando veo la cantidad de jugadores argentinos trascendentes desparramados por el mundo y en clubes importantes, pongo los pies sobre el suelo”, enfatiza.

Imagen Luchando con el uruguayo Rodríguez, de All Boys.
Luchando con el uruguayo Rodríguez, de All Boys.
-¿Seduce la apuesta de juego de Batista?
-Se nota que va al frente. Tiene una idea clara, la expone y va a muerte con eso. Y al jugador le da muchísima confianza y tranquilidad. Me beneficia su idea porque es de posesión de pelota. No solo se trata de jugar a dos toques, sino que se intenta cuidar mucho la pelota, queriéndola, amándola. Eso no significa que camines cuando no la tenés. Hay que recuperarla rápido para jugarla. La intención es muy buena, porque se dan pasitos en bloque, como en Europa. Se juega con líneas cortas, achicamos y nos movemos en conjunto para atacar y defender.

-¿Te manda videos por correo electrónico?
-No (risas). Los vemos en la concentración.

-¿Pero nunca un correíto con alguna consigna para cumplir?
-No. Una vez me citó solo al predio de la AFA para observar videos de acuerdo a lo que pretende en ciertas posiciones. Y con el pizarrón táctil. ¡Muy bueno! Fue alucinante. Te podés quedar toda la tarde. Está bárbaro también disfrutar del predio, de las comodidades que te brinda la Selección, de ponerse la ropa, de conocer a colegas. Se armó un lindo grupito.

LECTOR INCANSABLE, cristiano practicante, jamás sacará chapa, ni se creerá más que otro por el oficio que desarrolla. Fiel a su filosofía, desnuda sin histerias su sencillez. No exterioriza su calidad, excepto en la cancha. Ahí, se escapa de la vaina al aportar soporte técnico. Sin embargo, baja decibeles afuera. Predica con el ejemplo.

Por Darío Gurevich / Foto: Emiliano Lasalvia