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Niell: "A La Plata solo volví para jugar con Argentinos"

El delantero que salvó a Gimnasia del descenso acumula otros milagros en una carrera llena de obstáculos. Lo dejaron libre, superó una arritmia, fue marcador central y hasta jugó al básquet.

Por Redacción EG ·

29 de abril de 2011
Nota publicada en la edición abril 2011 de la revista El Gráfico

Imagen EL DELANTERO de 27 años,  es el séptimo jugador más bajo del Clausura 2011
EL DELANTERO de 27 años, es el séptimo jugador más bajo del Clausura 2011
Franco Niell juega contra la corriente: es el deportista salmón. Ahora son días de ruido mediático, en los que gambetea cada vez más seguido sus 162 centímetros y lleva convertidos de cabeza 10 de sus 25 goles en Primera División, pero el delantero liliputiense que en 2009 impidió el descenso de Gimnasia y que en 2011 lidera la doble aventura de Argentinos en la Copa Libertadores y en el Clausura ya desafiaba a la lógica desde sus sueños infantiles: en silencio, el pequeño Franco jugaba al deporte menos esperado, al básquet. Un Gulliver en musculosa y con pelota naranja.

Y cuando el aro le quedó demasiado alto y casi por decantación se dedicó al fútbol, su primera misión tampoco fue la que suponemos, la actual, la de infiltrarse entre defensores hercúleos para hacer goles, sino la contraria: era primer defensor central y tenía que frenar las corridas de delanteros veloces o, peor aún, resistir los arrebatos de números 9 mastodónticos. Las revoluciones se hacen desde el lugar más insospechado.

“Entre los ocho y los diez años jugué de base en el club Jorge Newbery de Salliqueló, adonde nos mudamos con mi familia por un tiempo. Y era bastante bueno”, sonríe Niell, el séptimo futbolista más bajo del Clausura 2011, después de Daniel Alberto Villalva (River; 1,52), Diego Buonanotte (River), Maxi Moralez (Vélez), Sebastián González (San Lorenzo), Nelson Carrasco (Lanús; todos con 1,60) y Emiliano Lencina (Huracán; 1,61). Y aunque amateur y embrionario, aquel básquet pueblerino le dejaría a Franco un legado fundamental para ganarse un nombre en el fútbol argentino: aprender a saltar.

Convertir un defecto en virtud, eso es talento. Y ya de vuelta en su Trelew natal, luego de aquel paréntesis en el lejano oeste de la provincia de Buenos Aires, Niell continuó su carrera basquetbolística en el Independiente local, aunque no por mucho tiempo: “Todo eso fue en categoría mini, pero cuando tuvimos que pasar a otro nivel, con los aros más altos, ahí dejé el básquet y me dediqué sólo al fútbol. Pero no es que nunca hubiera jugado a la pelota: en Jorge Newbery ya practicaba los dos deportes”.

En Trelew también resuenan tambores de clásico entre el Independiente y el Racing domésticos pero, a diferencia de Avellaneda, no es una herejía alternar entre un club y otro, y entonces resultó natural que Franco empezara a jugar al fútbol en la categoría infantiles de Racing, uno de los múltiples equipos del país que en honor a Alumni se visten con camisetas a rayas horizontales rojas y blancas.

-¿Y cómo eras como defensor?
-Más o menos. Me gusta más ser delantero.

Con un apellido que connota sus antepasados mallorquines, Niell cruzó el ecuador de mitad de cancha en una edad clave para la formación de un futbolista, a los 13. Fue en una época en la que pasó a Germinal de Rawson, el equipo más popular de la capital provincial, a 20 kilómetros de Trelew. Aquellos eran tiempos en que Franco no miraba mucho fútbol por televisión: sólo lo jugaba. “Todo el tiempo andaba con la pelota. Recién ahora me pongo frente a la tele para ver jugadas y copiarlas, pero antes no, solamente pateaba y pateaba”, recuerda. Y en ese acné futbolístico apareció Marcelo Pérez Alvarez, un ex jugador de Gimnasia y Tiro de Salta y Talleres de Escalada, y le consiguió una prueba en San Lorenzo. Sucedió en 1998 y, en el primer intento, Niell ya estaba dentro del fútbol grande de la Argentina. “Tenía 14 años y viví en la pensión del Bajo Flores, al lado de la cancha”.

Imagen EL BASQUET, fue uno de sus primeros deportes, jugó hasta los 10 años.
EL BASQUET, fue uno de sus primeros deportes, jugó hasta los 10 años.
Si se las había arreglado para jugar al básquet a pesar de su altura, el cambio de ciudad fue lo de menos: Niell cultiva el don de la adaptación. “Pasé de Trelew a Buenos Aires y desde el principio me encantó, aunque también me ayudó que mi hermano Fausto estuviera acá, estudiando psicología”. Pero enseguida Franco tendría que parapetarse, otra vez, ante una situación difícil: quedar libre. San Lorenzo le había dado la espalda. Le tocaba empezar de nuevo. “Después de la Sexta División me dijeron que no seguiría. El técnico que lo decidió fue Víctor Doria”.

Por supuesto, Niell volvió a gambetear la adversidad. Se probó en River y en Independiente, pero nada. Y por intermedio de Carlos Batista, el hermano de Sergio, el técnico de la Selección, consiguió una prueba en Argentinos Juniors: enseguida fue aceptado. Otra vez, esa extraña habilidad para convertir una desventura en un período de gracia: entre el Bicho y el Enano nacía una historia de amor.
Pero para eso faltaba. Primero había que eludir un susto mayúsculo: una arritmia cardíaca lo mandó al quirófano y lo mantuvo dos meses sin jugar. Y recién el lunes 29 de noviembre de 2004, ya con 21 años y medio (o sea en la edad en la que los jóvenes que no debutaron empiezan a dudar de su futuro en esta profesión), el técnico de Argentinos, Osvaldo Sosa, lo mandó a entrenarse por primera vez con el plantel profesional.

Ya faltaba un mes para terminar un año que terminaba sin alegría, con muchos partidos en la Cuarta División y algunos pocos en Reserva, pero aquella semana marcó un quiebre: el miércoles jugó unos minutos en la práctica de la Primera y el sábado 4 de diciembre, en el estadio Diego Maradona, hizo su estreno oficial.

Entró a los 41 minutos del segundo tiempo en lugar de Gustavo Oberman y su presencia terminó de desacomodar a Colón, que ya perdía 2 a 1. A los 42 desbordó a Ariel Garcé, envió un centro que el uruguayo Víctor Piriz Alves no alcanzó a conectar por centímetros y los hinchas empezaron a preguntarse qué tenía ese petiso. A los 43 recibió de Leonardo Pisculichi, quedó mano a mano con Laureano Tombolini y, aunque el arquero le ganó la pulseada inicial, el pibe ya era lo más novedoso de la tarde. Y a los 44, Pisculichi desbordó por la derecha y mandó un centro que Niell convirtió en el 3-1 con una definición de emboquillada, por encima de un arquero que mide 1,88.

Fue, por supuesto, con un cabezazo, su arma por entonces secreta, y provocó la ovación inicial de la muchachada de La Paternal: Enaaano, Enaaano. “Voy bien de arriba. Este año en la Cuarta hice cinco goles, y cuatro fueron por arriba. Tal vez los rivales, como soy chiquito, no me ven o pensaron que no iba a cabecear”, respondió por primera vez a la pregunta que más veces escucharía en su vida: ¿Cómo hacés para cabecear tan bien, con tu altura? En la tribuna estaba Carmelo Villalba, su técnico hasta entonces de la Cuarta División: “No me sorprendió su gol de cabeza, porque va muy bien arriba. Me hace acordar al Nene Commisso, que era bajito y un fenómeno cabeceando. No tengo dudas de que le va a dar satisfacciones a todo Argentinos”. Villalba fue un profeta.

Porque si bien en el Clausura 2005 apenas jugó tres partidos y no convirtió goles, para la temporada 2005/06 ya se transformó en un referente del ataque de su equipo: 27 presencias y seis festejos. Lo mejor fue en aquella taquicárdica Promoción contra Huracán (empates 1-1 y 2-2): a Niell le hicieron el penal con el que Cristian Ledesma convirtió el segundo gol de Argentinos en la revancha, ya cerca del final, y aseguró la permanencia en Primera. El Enano sacaba patente de cacique en situaciones límites: para un futbolista no hay nada más a trasmano que un partido por el descenso, pero Niell sabe cómo se juega contra la corriente. Por algo es el futbolista salmón.

Después le siguieron otros 18 partidos y dos goles en la temporada 2006/07 y otros nueve encuentros y un tanto en el Apertura 2007, pero ya era hora de otra mudanza: a Estados Unidos, al DC United de Washington. “Una linda experiencia desde lo personal, pero no desde lo futbolístico”.

Allí compartió plantel con dos argentinos, Marcelo Gallardo y Gonzalo Peralta, el defensor que venía de rasparse las rodillas en Almirante Brown y que hoy, cuatro años después de aquel paso por la Major League Soccer, volvió al Ascenso y juega en Barracas Central. “Era verano, así que recorrimos mucho con mi novia, Julieta. Fuimos a la Casa Blanca, al monumento de Washington y demás. No hablo inglés, pero en el día a día me hice entender.El tema es que no jugaba mucho y por eso decidí volver”, dice.

Imagen VOLVIO, a Argentinos a mediados de 2010 luego de estar en EEUU y Ecuador.
VOLVIO, a Argentinos a mediados de 2010 luego de estar en EEUU y Ecuador.
Con el número 34 al dorso de la camiseta roja y negra del DC United apenas sumó 279 minutos en siete partidos, aunque solo tres de ellos como titular, en los que no hizo goles, ni siquiera de cabeza. Más suerte tuvo en la Reserva, donde sí convirtió cuatro tantos en cinco presencias, pero su paciencia se había acabado. Era hora de volver a la Argentina pero no a Argentinos, sino a Gimnasia: los dos goles más increíbles de los últimos tiempos lo esperaban.

Algunas (pocas) historias en las que el deporte nacional se rebeló contra los límites: el nocaut sangriento de Víctor Hugo Galíndez a Richie Kates en 1976, el doble agonizante de Emanuel Ginóbili contra Serbia en los Juegos Olímpicos de 2004, la resistencia épica de Los Pumas ante Irlanda en el Mundial 1999 y, por qué no, los cabezazos estremecedores de Niell a Rafaela, el 12 de julio de 2009. No se compara el valor deportivo de cada una de estas gestas, sino su hilo en común: la lucha del deportista contra el tiempo.

La leyenda es conocida, pero repetirla no cansa jamás. Gimnasia empataba 0 a 0 con los santafesinos en la revancha de la Promoción y necesitaba ganar 3 a 0 para seguir en Primera. A los 18 minutos del segundo tiempo, cuando la cuenta regresiva ya asfixiaba, Niell salta del banco de suplentes y, sin que nadie esperara nada de él, entra por Rubén Maldonado. Arrastraba una racha patética: su último gol había sido en la fecha 3 del Clausura, a Huracán. O sea, llegaba a la media hora final de la temporada con un solo acierto en todo el torneo. A los 27, Diego Alonso convierte el 1-0, pero faltan dos goles más.

Era una misión imposible, pero lo nunca visto empieza a gestarse en el minuto 44: centro de Luciano Aued de izquierda a derecha y cabezazo asesino de Niell en el segundo palo. Dos a cero para Gimnasia, pero todavía insuficiente, y entonces el Enano, al volver presuroso a mitad de cancha, se persigna y se sienta en cuclillas: hay un rezo, un pedido místico. Y enseguida, a los 46, una jugada con papel de calcar: Juan Cuevas manda el centro y Niell, invisible por detrás de todos los defensores, hace un pacto con los dioses del fútbol y se tira de palomita para convertir el tipo de gol que todo delantero vive para convertir.

-¿Los hinchas de Gimnasia te hicieron alguna filial?
-Ja ja, no, no.

-Es casi una obligación. Te deben amar…
-¿Pero sabés que nunca más volví a La Plata después de ese partido? Es raro, ¿no? Yo sabía que se terminaba la Promoción y no me iban a renovar el préstamo, y fue así: después de Gimnasia me fui enseguida al Deportivo Quito de Ecuador. Bueno, a La Plata solo volví para jugar con Argentinos, este año. Me aplaudieron y me pusieron una bandera de agradecimiento: “Niell, un enano gigante”.

La aventura por Ecuador, que incluyó su primera vuelta olímpica, fue la antesala a su regreso a Argentinos, ya a mediados de 2010. En La Paternal no terminaban de festejar el Clausura 2010 cuando Pedro Troglio, que reemplazaba a Claudio Borghi, pidió que Niell dejara de ser un nómade de club en club: quería que se quedara en su patria chica, en La Paternal. Y en un partido amistoso contra Almirante Brown a puertas abiertas, un viernes por la mañana en el estadio Maradona, los hinchas redescubrieron al Enano, tres años después de su exilio a Estados Unidos. La historia de amor volvía y, en el arranque de 2011, los 162 centímetros de Niell sostienen la doble obsesión por la Libertadores y el Clausura.

-¿Cómo hacés para convertir tantos goles de cabeza?
-Los defensores me dejan solo. Me ven tan chiquito que no me marcan.

-¿Pero no te hacen marca personal?
-No, no, nunca. Yo busco en el área y a veces la pelota viene donde estoy.

-¿Y dónde aprendiste a saltar?
-Jugando al básquet, en la categoría mini.

-¿Y a cabecear?
-No sé, eso se da solo. Es más intuición que otra cosa.

-Te gustan las alturas: el año pasado le hiciste un golazo de chilena a Olimpo.
-Sí, fue bárbaro, pero también la pelota me vino a mí.

Niell es tan impredecible que, tal vez, la próxima bandera que le dediquen diga “NBA: Niell Bicho Argentinos“.


Por Andrés Burgo / Foto Jorge Dominelli