Las Entrevistas de El Gráfico

Mauro Camoranesi, en primera persona

El fanatismo por el rock, la negativa a River y más vivencias de un campeón del mundo que volvió de Europa para jugar por primera vez en la máxima categoría del fútbol argentino.

Por Alejandra Altamirano Halle ·

28 de abril de 2011
 

Nota publicada en la edición abril 2011 de la revista El Gráfico
Imagen LA HISTORICA final del Mundial 2006: Mauro contra Zidane, que se iría expulsado.
LA HISTORICA final del Mundial 2006: Mauro contra Zidane, que se iría expulsado.
CUANDO ERA CHICO ME DECIAN EL LINYE. El apodo me lo puso mi abuela, porque yo andaba todo el día jugando a la pelota en la calle, sucio, lleno de tierra. Ella me decía la frase del tango: “Linyera soy, corro el mundo y no sé dónde voy, no tengo norte, no tengo guía, para mí todo es igual“. Y también me cantaba Yira Yira.

VILLA LAZA SIGUE CONSERVANDO SU PARTE ROMANTICA. Es el barrio de Tandil en el que me crié, y me gusta porque se quedó un poco en el tiempo. La parte linda es que en Villa Laza todavía siguen creciendo “los hijos de“: conserva ese ambiente familiar que tanto me gusta. Son personas que crecieron ahí, que tuvieron sus hijos ahí y ahora sus nietos también viven en ese lugar. Nosotros crecimos siendo cuatro familias en una casa, con muchos tíos y primos, entre ellos el tío que siempre estaba dispuesto: se llama David Gómez, le decíamos Agüita. Era uno de los tíos más jóvenes y, cuando estábamos en lo de mi abuela, siempre jugaba conmigo. El me motivaba mucho: fue futbolista profesional. Llegó a jugar en la Reserva de Independiente y en muchos equipos regionales de los buenos.

LA ESCUELA ME GUSTABA, PERO PORQUE ESTABA CERCA DE CASA. En la primaria era bastante vago. Como a la mayoría de los que somos inquietos, no me gustaba estudiar ni hacer las tareas. Y en la secundaria me salió todo mal: cuanto más tiempo pasaba, menos ganas de estudiar tenía. Tuve que buscar otro camino. Estuve algunos meses vendiendo pan lactal, en camioneta. Después trabajé con una persona que adiestraba perros, y yo los paseaba por la ciudad. No puedo decir que trabajé porque fue por muy poco tiempo, pero me dio la posibilidad de ganar algo de plata para mis gastos.

Imagen A LOS 35 AÑOS, se define como simple y directo.
A LOS 35 AÑOS, se define como simple y directo.
TENGO UN VINCULO MUCHO más fuerte, que la relación típica entre representante y jugador, con Sergio Fortunato. Nos conocimos en el 93, cuando llegué a Mar del Plata, y él era el técnico que dirigía a Aldosivi en el Regional. Con el tiempo, se convirtió en lo que se dice representante, pero yo lo considero parte de mi familia. Siempre estuvo a mi lado para aconsejarme y ayudarme cada vez que lo necesité. .

LOS REGIONALES FUERON MI BASE. Una experiencia que pongo a la par de las más lindas. Algunos pueden imaginar que es más importante jugar en Europa o en la Selección de Italia, pero para mí están a la misma altura. En los regionales formás tu temperamento y tu carácter. Vivís un montón de cosas que, si subís tu nivel, no volvés a vivir nunca más. Hacer catorce horas de viaje en un micro para jugar un partido en el norte, tomando mate con tus compañeros y jugando a las cartas, por ejemplo.

NUNCA FUI BOLICHERO, pero cuando ganábamos con Gimnasia salíamos de recorrida a festejar. Tenía 16 o 17 años e iba porque siempre me gustó mucho la música. Pero las giras fueron pocas: a los 18, conocí a Karina y se cortó todo. Con ella, crecimos juntos. Nos vimos por primera vez en Mar del Plata, cuando yo jugaba en Aldosivi. Desde entonces, hace ya quince años, tenemos esta historia tan linda. La mitad de nuestras vidas la pasamos juntos. Ella me acompañó siempre. Seguimos conociéndonos, es una etapa de crecimiento diario. Compartimos todas las experiencias positivas y negativas.

SIEMPRE FUI MUY ROCKERO. El recital de AC/DC en 1996 fue emocionante, único. Me quedó grabado. También vi a Megadeth en el 99; y me gustó un recital muy copado de Divididos, en Mar del Plata. Además de rock, escucho jazz, pero no me molesta la cumbia ni ningún tipo de música. Así como algunos me admiran a mí por ser futbolista, yo admiro a varios músicos. El año pasado fui a ver al bajista Marcus Miller a Milano, y me moría de ganas de saludarlo. Me pasó por al lado y yo le saqué fotos como un cholulo. Lástima que no hablo inglés y no me da para ir a presentarme. Creo que para los músicos sería incómodo, porque el ambiente del fútbol y de la música están un poco distantes.

PATRICIO HERNANDEZ CONFIO SIEMPRE EN MI. Me lo encontré un día en un aeropuerto, después de un año y medio sin vernos. Le conté que estaba jugando en Uruguay y él me propuso integrar el proyecto de Banfield en la B Nacional; me relanzó al fútbol que cuenta. Patricio fue uno de los mejores entrenadores que tuve. Me encontró de joven, en dos etapas diferentes, y me dio la chance de mostrarme.

Imagen LANUS es el noveno equipo de su carrera. Debutó en Aldosivi de Mar del Plata en 1995.
LANUS es el noveno equipo de su carrera. Debutó en Aldosivi de Mar del Plata en 1995.
EL FUTBOL MEXICANO ES BARBARO. Cuando llegué desde Banfield, me sorprendió. Los estadios están siempre llenos. Hace diez años era menos conocido, porque los equipos mexicanos recién empezaban a jugar la Libertadores, pero siempre fue así. La organización de Cruz Azul, por ejemplo, es increíble; está al nivel de los mejores de Argentina, y más también. Después del mal año que tuve en Santos Laguna, ellos me dejaron seguir creciendo. Jugué cuatro campeonatos en el club y sé que tienen un buen recuerdo mío, porque me lo hacen saber.

EL PASO POR EL VERONA ME MARCO MUCHO. Yo fui el primer extranjero transferido del campeonato mexicano a Italia. Cuando llegué, no lo podía creer: fue tocar el cielo con las manos. Y ni siquiera había jugado en la Primera de Argentina. Era en ese momento o nunca más. Por eso, el descenso con el Verona fue uno de los momentos más tristes de mi carrera. Es terrible ver cómo el trabajo de un año se tira a la basura. Cuando los hinchas se enteraron, prendieron fuego a cuatro o cinco autos de los jugadores. Les tiraron una especie de bombas molotov, y cuando llegamos ya estaban quemados.

LLORE UN MONTON DE VECES POR EL FUTBOL. No solo por aquel descenso con Verona. Lloraba, por ejemplo, cuando veía jugar a Maradona: siempre fue mi ídolo y no lo pude conocer personalmente, pero me emocionaban sus videos. Los mensajes que transmitía con su cuerpo, sus jugadas. Las cosas que hacía me llegaban y no podía evitar llorar.

FUE UNA LOCURA PASAR A LA JUVENTUS. En ese momento se rumoreaba que había interés de un club importante, pero no se sabía el nombre. Nunca imaginé que podía ser la Juve. Allá, en Torino, las personas son respetuosas, no son invasivas. Solo te piden un autógrafo o te saludan. El fútbol se vive con mucha pasión, pero no hay gente que te persigue. Respetan tu espacio.

YO LE DIJE A DEL PIERO QUE LO INSULTE. Cuando llegué a Juventus y lo conocí, le conté que se me habían escapado unas cuantas puteadas cuando le hizo el gol a River en la final de la Copa Intercontinental del 96. Todavía me acuerdo de ese partido: me había levantado como a las 5 o 6 de la mañana para verlo, muy ilusionado, y perdimos por culpa de él. Se lo tenía que contar.

PAOLO MONTERO ES EXTRAORDINARIO. Como compañero, es el que me quedó más grabado. Creo que no existen muchos jugadores ni personas como él. David Trezeguet y el Matador Salas son otros amigos que me regaló el fútbol. Cuando llegué a Torino me dieron una mano, y actualmente nos mantenemos en contacto. La estima recíproca que nos tenemos es grande. Otro gran amigo es Andrés Yllana; tenemos una relación especial. Nos conocimos de grandes, cuando él jugaba en Brescia y yo en Verona. Enseguida nos dimos cuenta de que todo funcionaba: teníamos la misma manera de pensar y nos gustaban las mismas cosas. Gracias a Dios mantenemos la amistad a pesar de la distancia. Y el resto de mis amigos son los de siempre, los amigos de la vida a los que conozco desde que tengo memoria.

LA COMIDA ITALIANA NO TIENE COMPARACION. Y nuestra cocina tiene mucho de la cultura de Italia. A mí me gusta mucho la bresaola. También los salamines de Tandil: existe mucha variedad y son todos muy ricos. Eso sí, yo no cocino nada. Lo hace Karina, que cocina bárbaro. Con el pasar de los años fue mejorando muchísimo. Las pastas, por ejemplo, le salen muy bien.

NUNCA ME GUSTO MI PELO. Hubo una época en la que lo tuve largo, me lo cuidaba más, y por ese motivo me lo corté. Una vez, un tipo me puso un producto que alisaba y me dijo que no se iba a inflar más. El objetivo era pasar ese momento crítico entre el largo y el corto, que es horrible. Pero me empezó a crecer mucho y no me lo podía atar. Yo quería tenerlo largo para hacerme los dreadlocks: pasé el proceso de tenerlo largo y me lo cortaron otra vez, pero no tengo más ganas de esperar. Ahora que venga lo que venga. Aunque parezca lo contrario, soy cero coqueto.

CUANDO ME CITARON PARA LA SELECCION DE ITALIA veía todo positivo. Había hablado con el entrenador, que fue el primero en llamarme, y me dijo que me quería. Cuando te dicen que te quieren, una frase tan cortita y directa, te sentís importante. El día del debut hizo un frío impresionante. Era pleno invierno. Fue el inicio de una historia que duró ocho años y que empezó muy bien, porque le ganamos 1-0 a Portugal con gol de Miccoli. Ese día marcó un poco lo que ahora se convirtió en una tendencia: un extranjero en otra selección. Había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que un argentino había jugado en la selección de Italia.

ME ROMPIERON MUCHAS VECES CON EL TEMA DEL HIMNO. En Italia querían crear una polémica. Era la pregunta espontánea: “¿Por qué no cantás el himno italiano?“. Yo ya me la veía venir, y con el tiempo pasó a ser una pregunta sin sentido. Primero había causado furor, pero después ya no tenía sustento. Y al final, salió todo mejor de lo que imaginaba con la selección italiana. Ahí coroné mi sueño: jugar un Mundial. Disfruté mucho, y les pedía la camiseta a mis compañeros para guardarlas de recuerdo. Me deben faltar las de pocos que hayan jugado conmigo. En Italia me quedó una cuenta pendiente: conocer el pueblo en el que vivían mis bisabuelos. Dicen que es muy lindo. En su momento quise ir, pero pasaron cosas en el medio que me sacaron las ganas. Ya va a llegar el día.

CUANDO GANAS UN MUNDIAL, te pasan un montón de cosas por la cabeza. Es concretar un montón de sueños. Estás ahí y no lo podés creer. Te preguntás por qué te tocó a vos, por qué estás ahí, y no le encontrás explicación: estás ahí y listo. Lo vas madurando con el tiempo, pero en ese momento estás ahí y festejás. Cuando pasa el tiempo te vas dando cuenta de la magnitud de las cosas que lograste. Es difícil de explicar. Van a pasar los años y lo voy a seguir disfrutando, porque de alguna manera es dejar una huella imborrable en el fútbol.

SENTI MUCHA CONFUSION CON LO DEL “CALCIOPOLI”. De un lado estaba el éxito que había alcanzado con la selección y, del otro, el caos del campeonato italiano, de los partidos arreglados. Es difícil aceptar que tenés que renunciar a un montón de objetivos por cosas externas al campo de juego. La verdad es que no sé si fue justo o no fue justo, pero fue duro renunciar al campeonato que ganamos y ver que los mejores jugadores se iban a otros clubes.

MI PERSONALIDAD ES SIMPLE Y VA de acuerdo con lo que fui como jugador durante mi carrera. No me molesta ir al frente. Cuando estoy convencido de lo que hago, voy para adelante y no me importa nada. Siempre fui bastante directo. Cuando tomás una decisión sabés que hay un riesgo, pero también que hay muchas cosas positivas en juego. Otro rasgo de mi personalidad es que siempre que llego a algún lugar nuevo, no sé cómo moverme, qué hacer. Si no conozco a las personas, me cuesta. Me presento tranquilo, aunque después me adapto rápido. Nunca hice terapia, pero mi mamá me ha dicho que me serviría.

ME DOLIO IRME DE ALEMANIA PORQUE HABÍA llegado a Stuttgart con mucho entusiasmo. Tenía planes de estar dos años y terminar mi carrera ahí. Fui para jugar y me encontré con un equipo que peleaba los últimos puestos y en el que yo no jugaba. No tener lugar en un equipo que iba penúltimo, sinceramente, me hacía sentir mal.
se aprovecharon de que dije que soy de river para inventar una negociación, pero el interés real de River nunca existió. Yo recibí la llamada, la oferta y los insultos posteriores. Eso me dejó un poco mal parado, porque nunca tuve la posibilidad de decidir nada. Al que tengo que agradecerle es a Matías Almeyda, porque se portó muy bien conmigo. Hablé con él para preguntarle por qué se metía mi nombre en un club que no tenía interés, y él me explicó cómo era la situación ahí. Entonces le aclaré que lo único que yo quería era jugar a la pelota, que no iba a dejar que se hiciera publicidad negativa con mi nombre.

LA UNICA OFERTA DEL FUTBOL ARGENTINO FUE DE LANUS. Me sentí feliz porque me llamaron y me dijeron que me querían en el equipo. Me tomé mi tiempo para decidir: regresar es la aventura de empezar todo de nuevo. Con mi familia, pensamos que era la forma justa de volver al país. Vine a la Argentina sin haber hablado con los dirigentes. Se arregló todo muy rápido, en una semana, casi no me di cuenta. Ahora estoy contento por sacarme las ganas de jugar en Primera y por lo bueno de volver: estar con la familia, los amigos y con gente que hace muchísimos años no veía. Todavía pienso como jugador, aunque está el deseo, de parte de Lanús y de mi parte, de trabajar en las Divisiones Inferiores cuando me retire. Me llena de orgullo que tengan en mente un proyecto para mí, pero todavía no pienso como entrenador: quiero jugar.

ALGUNOS INTERPRETAN QUE EL FUTBOLISTA NO HACE NADA, pero no es así. La profesión nos permite lograr objetivos por nuestra pasión, que después es un trabajo. La frase para los chicos es siempre la misma: “Hay que valorar las cosas”. A mis hijos les explico que tienen la suerte de tener padres que los bancan en todo sentido. Ahora que son un poquito más grandes, siempre tenemos charlas de familia, o de padre a hijo. Y siempre trato de explicarles que las cosas cuestan, que hay mucho sacrificio detrás de algo simple como decir “¿Me comprás?“ o “Quiero esto“. Las palabras nunca están de más.


Por Alejandra Altamirano Halle / Foto: Emiliano Lasalvia