¡Habla memoria!

Peñarol 66

El equipo de Roque Máspoli, arquero campeón del Mundial 1950, se consagró campeón de América en un partido inolvidable ante River. Luego, ganó la Copa Intercontinental ante Real Madrid.

Por Alejandra Altamirano Halle ·

08 de febrero de 2011





La Libertadores del 66 fue distinta a sus versiones anteriores. Como novedad se presentaban los subcampeones de cada país participante. Los equipos brasileños optaron no presentarse ya que opinaban que esa decisión desnaturalizaba la competencia. Esa determinación no impidió que casi se cuadruplicara la cantidad de enfrentamientos. De 27 partidos de la edición anterior (en la que Independiente se consagró campeón), la nueva versión de la Copa tuvo 95 encuentros.

Imagen LA FORMACION de Peñarol en el primer partido ante River, en Santiago.
LA FORMACION de Peñarol en el primer partido ante River, en Santiago.
La primera fase contó con 16 equipos divididos en tres grupos. El primero, compuesto por seis equipos: los argentinos River y Boca, Universitario y Alianza Lima de Perú, y Deportivo Italia y Lara FC de Venezuela. El segundo, integrado por Universidad Católica y Universidad de Chile y los paraguayos Olimpia y Guaraní. Mientras que en el tercero estaban Peñarol y Nacional, junto a los bolivianos Wilstermann y Deportivo Municipal, al igual que los ecuatorianos 9 de Octubre y Emelec.

En la fase de grupos, Peñarol arrancó muy mal al sufrir una goleada por 4 a 0 ante Nacional, en el Estadio Centenario. En su segunda presentación, en Cochabamba, tampoco repuntó el nivel irregular que había mostrado en Montevideo y cayó ante Jorge Wilstermann (1-0). Recién el 6 de febrero en el estadio Modelo de Guayaquil, sumó su primer triunfo ante 9 de Octubre por 1-2, con goles de Pedro Rocha y Alberto Spencer. Tres días después, siguió la buena racha ante Emelec, por el mismo resultado (esta vez Julio Cortés y Juan Joya fueron los autores de los goles de la victoria). Y en la altura de La Paz, repitió el 2-1 ante Municipal, con goles de Julio César Abbadie y el ecuatoriano Spencer.

Ya en la segunda vuelta, nuevamente en Montevideo, el equipo uruguayo se presentó ante Wilstermann y logró un triunfo con dos goles de Silva. Después fue el turno de Municipal, sumó dos puntos más para ir asegurando la clasificación a semifinales; tras el 3-1, con goles de Silva, Spencer y Joya. Siempre en el Centenario, volvió a ganarles a 9 de Octubre (2-0) y a Emelec (4-1). Luego llegó el turno de la revancha ante Nacional, y se vengó con un gol del peruano Joya y un doblete de Rocha. Así cosechó los 16 puntos que lo clasificaban, al igual que Nacional que había acumulado 15, a las semifinales junto a Universidad Católica de Chile. Por su parte, River, Boca y Guaraní iban a definir el próximo cuadro junto a Independiente, el último campeón de la Copa.

Ya en semis, Peñarol cayó el 30 de marzo frente a la Universidad Católica por 1-0 en Santiago, pero logró vencer a ese mismo equipo el 19 de abril en el Centenario. Después, volvía a burlarse de Nacional al ganarle gracias a un gol de Cortés. De ese modo, los manyas alcanzaron las finales, que no iban a ser nada fáciles. Del otro lado, River contaba con jugadores estrella como los hermanos Onega, Matosas, Cubilla, Carrizo y otras tantas figuras.

El 14 de mayo, en el Centenario, los de Máspoli vencieron a River por 2-0. Con goles de Abbadie y Joya. En el segundo encuentro de la final, Peñarol cayó 3 a 2, en el Monumental.

Imagen LOS FESTEJOS tras la consagración. Empezaron cuando caía el sol y terminaron de noche.
LOS FESTEJOS tras la consagración. Empezaron cuando caía el sol y terminaron de noche.
El partido de la definición

La gran final fue el 20 de mayo en el Estadio Nacional de Santiago. Peñarol salió a la cancha con: Ladislao Mazurkiewicz; Juan Lezcano; Nelson Díaz, Pablo Forlán, Néstor Gonçálvez, Omar Caetano; Pedro Rocha, Julio Cortés, Julio Abbadie; Alberto Spencer y Juan Joya. Mientras que River formó con Carrizo; Matosas y Vieytes; Sainz, Sarnari, Grispo; Cubilla, Solari, Daniel Onega, Ermindo Onega y Mas.

Peñarol vivió un partido único. Ganó en forma sorpresiva: porque perdía por dos goles (el primero de Onega y el otro un derechazo cruzado de Solari) que podrían haber sido cinco o seis, hasta que terminó ganando por 4-2. River perdió el encuentro impensado, porque cuando ya tenía todo para quedarse tranquilo y sentir que la Copa era suya cometió errores muy graves.

Después de un gran primer tiempo de River, con buena circulación de la pelota y juego fluido entre todas las líneas, llegó la pesadilla para los de Renato Cesarini. Carrizo, jugador experimentado, tuvo una actitud demasiado infantil. Paró de pecho una pelota  fácil, en vez de tomarla con las manos. Spencer la voleó de zurda y marcó el descuento. Lejos del lujo, esa jugada “cambió el partido”, según las palabras del presidente Antonio Liberti, quien no ocultó su enojo con el arquero estrella de River cuando finalizó el partido. Tenía razón. Esa acción desencadenó la ofensiva de Peñarol, que sintió que lo podía dar vuelta y que todavía tenía mucho con qué pelear. Hasta ese momento, tanto Spencer como Joya no habían generado mucho peligro. Prácticamente no habían inquietado el arco rival. Pero, después de la fanfarroneada, aprovecharon para ir a buscar el partido. Está claro que no se le puede atribuir toda la culpa de la derrota a Carrizo.

Spencer era la estrellita del partido. Su equipo se agrandaba y el rival era cada vez menos. Por eso, seguían poniendo a prueba la resistencia de un equipo que nada tenía que ver con el que había brillado en el primer tiempo. Un remate de Abbadie pegó en el hombro de Matosas, con tanta mala suerte que terminó entrando en el ángulo opuesto al que se dirigía Carrizo. Ese gol fue el final del equipo de Cesarini y la gloria de los de Roque Máspoli.

El alargue sirvió para dilatar el sufrimiento de los hinchas de River. A pesar de lo mucho que atacaban, en busca de lo que habían tenido servido en las manos (pero que también se les había escurrido demasiado fácil), Peñarol transformaba todas las amenazas sufridas en ataques imparables. Y otra vez, Spencer marcó a los 13. Cinco minutos después, convirtió Rocha. Luego llegó el final, el oficial, porque hacía rato que estaba todo terminado. Peñarol había ganado una definición imposible.

Imagen SPENCER sobre Carrizo. Una imagen imborrable para los hinchas de Peñarol.
SPENCER sobre Carrizo. Una imagen imborrable para los hinchas de Peñarol.
La prueba más difícil

El Peñarol legendario, el que había logrado la hazaña ante River, iba por más. Tras salir campeón del fútbol uruguayo con un récord de 17 victorias en 18 partidos, se medía ante Real Madrid. La ida se jugó en el Centenario y Alberto Spencer fue la figura. El ecuatoriano metió los goles del 2-0 que le dieron al equipo una tranquilidad para la vuelta. El 27 de octubre, en Madrid, ante el fervor de los locales, los de Máspoli repitieron el 2-0. A continuación, el relato de la gran final.

Fue Spencer quien movió la pelota para iniciar el partido ante la orden del árbitro italiano Concetto Lo Bello. Mientras tanto: 75 mil espectadores que alentaban al Real Madrid que atacó desde el inicio frente a un Peñarol que apostaba al contraataque. A los diez minutos, el juego se hacía cada vez más rápido. Spencer, el goleador incansable, generó el primer intento serio del equipo uruguayo con un fuerte disparo suyo fue tapado por el arquero Betancourt, que volvió a salvar al Real a los 22 de una arremetida de Cortez y Joya. Cuatro minutos después, el italiano anuló el gol de Peñarol por la mano de su autor, Joya. Los españoles intentaron abrir el juego por las puntas, pero los marcadores uruguayos estuvieron atentos para contener los ingresos de Serena y Gento. Clavada la media hora, Peñarol se ponía en ventaja. Cortez había llegado por el lateral izquierdo y antes de rematar al arco, el dos del RM, Calpe, le cometió falta. El delantero rodó por el suelo y el árbitro concedió el penal, que ejecutó Rocha, a la derecha del arquero Betancourt. Lo Bello fue cuestionado por los jugadores e hinchas del equipo español. A los 35, Amancio intentó ir por la igualdad con un cabezazo que se fue muy arriba. Spencer, cuándo no, tomó la pelota dejando atrás a Zoco, se la pasó a Joya -que engañó a la defensa con un amague a la izquierda- y se la devolvió de taco. El nueve la desvió hacia la red y festejó con locura el 2-0 parcial. Peñarol estaba encaminado hacia el trofeo, pero todavía debía batallar otros 45 minutos.

Ya en el complemento, los de Máspoli decidieron probar con un juego más conservador. La defensa se hizo compacta para evitar nuevas llegadas a Mazurkievicz. A los 15, el gran Ladislao desvió al corner un tiro potente de Gento y Caetano intervino en un ataque de Amancio. De contragolpe, Peñarol intentó por intermedio de Rocha, que mandó un remate cerca de un palo, después de una asistencia de Spencer. El Real, mucho más ofensivo, intentaba atacar pero sin ningún tipo de suerte. Los ánimos de los jugadores y de los hinchas se iban caldeando.

Y antes del final, cuando las posibilidades del Madrid eran cada vez más lejanas, la situación se ponía complicada. Los espectadores habían lanzado todo tipo de proyectiles al campo de juego. Los uruguayos trataban de protegerse. El miedo duró poco, unos instantes después festejaban una conquista única. No importaba llevarse alguna herida de guerra.

Equipo: Mazurkiewicz; Lezcano, Varela; González, Gonçálvez, Caetano; Abbadie, Cortés, Spencer, Rocha y Joya. DT: Roque Gastón Máspoli.

Alejandra Altamirano Halle