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Los Castellano: herencia naranja

Con ese color, los autos de Oscar se consagraron tres veces consecutivas campeones de TC a fines de los 80. Ahora, su heredero Pinchito se afirma en la categoría y aspira a crecer.

Por Redacción EG ·

06 de febrero de 2011
Nota publicada en la edición agosto 2010 de la revista El Gráfico.

Imagen JONATAN está donde siempre quiso estar, disfrutando de su condición de piloto de TC.
JONATAN está donde siempre quiso estar, disfrutando de su condición de piloto de TC.
LA COMBINACION parece sencilla: rojo más amarillo deriva en naranja. Y ese color, por su vivacidad y porque siempre está visible más allá de la distancia, se convirtió en una clara identificación de los autos con un Castellano al volante. Primero fue papá Oscar, más conocido como Pincho o por su astucia como el Zorro de Lobería, quien escribió una página dorada dentro del Turismo Carretera, con la conquista de tres títulos consecutivos (1987 y 1988 con Dodge y 1989 con Ford). Y la presencia de la familia en la categoría continúa con su hijo Jonatan, que el 5 de marzo último cumplió 25 años, a quien se conoce como Pinchito o el Patón de Lobería, y cada vez se afirma más como piloto y aún tiene mucho por crecer. 

No es frecuente encontrar un corredor como Jonatan, de 1,95 de estatura, 93 kilos y 47 de calzado. Por eso, a simple vista parece más un jugador de básquet o de vóley que un desafiante de la velocidad. Sin embargo, es natural que por el hábitat donde se crió él tuviera bien claro su destino: “Siempre quise ser piloto, desde que arranqué en kartings a los 10 años no se me ocurrió otra cosa. Y si bien en su momento estudié ingeniería, lo hice pensando en que me serviría para aportar algo en el taller y en mi campaña como piloto”.

–¿En algún momento la estatura te resultó un impedimento?
–Y sí, me jugó en contra sobre todo en kartings y en los autos de fórmula, porque por mi condición física siempre estaba pasado de kilos; y además, por ser grandote me costaba acomodarme y después de cada competencia quedaba lleno de moretones. La verdad es que estaba incómodo dentro de los kartings y los fórmula Renault, pero como era el camino que tenía que seguir, debía resignarme. Después, por suerte, llegaron los autos con techo en el TC Pista y en el TC y se acabaron los problemas de kilos y la estatura dejó de ser un inconveniente. 

–Desde que se implementó el sistema de playoffs en el TC, siempre lograste la clasificación entre los 12 mejores...
–Sí, aunque este año me veo mejor perfilado que en el 2008 y 2009, por el hecho de ya tener una carrera ganada. Si bien todavía no estoy clasificado, porque aún falta un par de carreras, logré en lo que va de la temporada muy buenos puntos. Ahora, si me comparo con el puntero del campeonato, Ponce de León, evidentemente él está más firme, con cinco podios en ocho carreras y no hay manera de correrlo. Pero vamos a ver cómo le caen los kilos de lastre y cómo defiende su condición de candidato en la Copa de Oro.

–Sin embargo, en la definición no parece influir demasiado el hecho de terminar primero en la clasificación a los playoffs. 
–Para mí, influye, más allá de que en las dos últimas experiencias al Pato Silva y a Norberto Fontana no les alcanzaron para ser campeones los siete puntos de ventaja con que arrancaron los playoffs. En 2009, Moriatis venía lejos y faltando tres fechas para la Copa de Oro, en su equipo encontraron el auto y después se consagró campeón. Me gusta el sistema de playoffs, porque les da la posibilidad de pelear por el campeonato a varios pilotos; creo que resulta beneficioso también para el espectáculo y obliga a que el título se tenga que definir sí o sí en las últimas fechas.

–Te convertiste en el abanderado de Dodge en esa instancia decisiva. 
–En 2008, temporada en la que se puso en práctica el sistema de playoffs, entré yo solo con Dodge; al año siguiente ya éramos dos porque también se clasificó Fontana; y en este 2010, por ahora nos estaríamos metiendo entre los 12 finalistas tanto yo como el Tati Angelini. Es claro que para conseguir ese objetivo tendremos que alcanzar un rendimiento muy bueno en las tres finales de Río Cuarto (1º de agosto), Salta (15 de agosto) y Nueve de Julio (5 de septiembre), porque varios pilotos de renombre se están quedando afuera y seguramente en esas carreras van a presionar por entrar.

Imagen DESAHOGO para el Patón de Lobería, que en Rafaela alcanzó ese primer éxito tan anhelado.
DESAHOGO para el Patón de Lobería, que en Rafaela alcanzó ese primer éxito tan anhelado.
–¿Cómo se inició esa tradición familiar de pintar el auto de naranja?
–Surgió porque un amigo de mi papá, Carlitos Peirano, que era el encargado de pintar el auto, convenció a todos de que el naranja era un color vivo y que se iba a ver desde todos lados. Así empezó y terminó siendo algo simbólico para nosotros, porque mi viejo fue campeón con Dodge y Ford y en ambas marcas ese color precisamente lo identificaba. Ahora es muy difícil que lo vayamos a cambiar, ya todos estamos acostumbrados a vernos de naranja, e incluso cuando yo empecé en el TC Pista y después cuando pasé al TC no hubo dudas en cuanto al color que iba a usar en el auto.

–¿A qué atribuís que tu primera pole position y victoria se hayan dado en Rafaela?
–Fundamentalmente, porque se trata de un circuito muy rápido que le cae muy bien al Dodge. De haber estado sentado en un auto de otra marca, no creo que hubiera conseguido en Rafaela esa primera pole (2008) y la primera victoria (2010).

–Justo que mencionás la primera victoria, ¿por qué se hizo desear tanto?
–Y sí, hubo que armarse de paciencia. El tema es que en tres oportunidades estuvimos muy cerca, pero siempre aparecía algún imprevisto y nos quedábamos con las ganas. Fijate que ya había logrado victorias en series, podios y no podía cristalizar el buen rendimiento con una victoria. Pero el tener que esperar hasta la carrera 69 me terminó convirtiendo en ganador en una fecha emblemática, porque justo Rafaela coincidió con todos los actos del Bicentenario.

–El triunfo te premió con encabezar la caravana del Bicentenario...
–Imaginate. Lo que viví ese día en la avenida 9 de Julio y durante todo el recorrido no me lo voy a olvidar jamás. Como vencedor en Rafaela me tocó ser primero y ver que tanta gente nos estaba esperando y nos expresaba su cariño fue algo muy emocionante, algo que a mí nunca me había pasado. El TC es muy popular y me ha tocado correr con una multitud presente en el circuito, pero esto de ir por las calles de la ciudad y todo embanderado, tenía un gusto diferente. Además, como decíamos entre los pilotos, esta fiesta no se va a repetir hasta dentro de 100 años.

–¿Y cómo fueron los festejos en Lobería?
–La gente, como siempre, respondió de una manera increíble. Debido a la fiesta del Bicentenario, yo demoré en llegar a Lobería y al final lo hice el martes, a eso de las once de la noche. Pero no les importó la demora y me estaban esperando igual. Desde el domingo al mediodía que gané la carrera hasta el martes a la noche creí que la alegría tal vez había disminuido, pero me equivoqué, todos seguían felices y me pasearon con la autobomba. Ya había vivido un momento muy lindo así cuando salí campeón de TC Pista (2005), pero esto de ganar en TC, como se hizo desear tenía un gustito especial.     

–¿Vos no alcanzaste a disfrutar de los momentos de gloria de tu papá en el TC?
–Es que era muy chico, porque yo nací en 1985 y mi viejo fue campeón 87, 88 y 89. Lo que sí recuerdo mucho es cuando mi papá se retiró, en 1991. La gente quería que siguiera y gritaba “El Pincho no se va, el Pincho no se va”. Eso sí me quedó grabado. Todo lo demás sobre su campaña deportiva, con sus triunfos y la gran rivalidad que tuvo con Roberto Mouras, la conozco bien porque vi videos y fotos.

Imagen ESTE AÑO en Rafaela con su Dodge N°9, Pinchito logró su primera victoria en Turismo Carretera.
ESTE AÑO en Rafaela con su Dodge N°9, Pinchito logró su primera victoria en Turismo Carretera.
–¿El respaldo familiar fue clave para vos?
–Si bien me crié en el ambiente automovilístico, acompañando a mi papá, toda nuestra familia siempre estuvo relacionada con este mundo. Ellos me apoyaron en todo momento e incluso cuando las cosas no me salían para nada bien y hasta puse en duda mi continuidad como piloto, sólo me transmitieron tranquilidad y confianza. Mi viejo creyó en mis condiciones para andar muy bien en una categoría tan competitiva como el TC, pero después la responsabilidad de ir buscándome un lugar es exclusivamente mía.     

–¿Qué autos preparan con el Castellano Power Team?
–En el taller de Lobería estamos con los autos de Tomás Urretavizcaya (Dodge N° 175) y el mío, que tienen motores de mi viejo, y Daniel Uranga es el responsable de los chasis. Además, se trabaja con Cristian Di Scala (Dodge N° 101) que compite en el TC Mouras. Y en el TC también mi papá se encarga de los motores del auto de Juan Marcos Angelini (Dodge N° 36), que se prepara en Tandil, con el chasis de Uranga y Romera.

–¿Por qué no competís en otra categoría?
–En realidad me gustaría correr en otra categoría, pero estoy muy enfocado en el Turismo Carretera. Al tener estructura propia aparecen muchas cosas por hacer y no se puede descuidar nada. Correr en TC fue el sueño de toda mi vida y por eso concentramos todos nuestros esfuerzos en que nos vaya bien en estas competencias. Tengo claro que como piloto profesional surgen compromisos con los sponsors y a veces el tiempo entre carrera y carrera no alcanza para cumplir con todas las obligaciones. Por ahora estamos bien así, pero no descarto que en el futuro analicemos la incorporación a otra categoría.    
Jonatan, como los hermanos Di Palma, Aventin, De Benedictis, Altuna, Urretavizcaya y Alaux, lleva sobre sus hombros el peso de un apellido con predicamento en el mundo teceísta. Y como marca la historia de esta categoría, los Castellano mantienen encendido ese fuego sagrado de poner manos a la obra en su propio taller, lo que obliga a Pincho como preparador a un esmero extra, porque el potencial de sus motores serán, en gran parte, los que catapulten o no a su hijo a la victoria. Herencia naranja y mucho más

Por Walter Nápoli / Fotos: Jorge Dominelli