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Los empetrolados

Epoca navideña donde abundan los descuentos y los jugadores en sale: son los que rajaron al exterior sin estar preparados.

Por Martín Mazur ·

23 de diciembre de 2010
El fenómeno pasa dos veces por año, casi religiosamente. Tiene las características cíclicas de la naturaleza misma pero no se transmite por National Geographic, sino por los canales y las páginas deportivas. Se trata del rescate de los jugadores empetrolados, aquellos que dejaron el fútbol argentino como figuras consagradas o jóvenes promisorios, hicieron el viaje “overseas” ilusionados con esa cuenta bancaria burbujeante y chocaron, de frente, contra la pared del desamparo futbolístico. A los seis meses, cuando el hidromasaje de los dólares pasa a ser secundario y las luces de sus carteles se fueron apagando de a una, son los mismos que claman por volver a toda costa, desesperados por ponerse la camiseta para algo más que entrenar.

Veamos, por ejemplo, el caso de Mauro Boselli, de suplente de Palermo en Boca a goleador de lujo del Estudiantes más vistoso de los últimos años, subcampeón del Mundial de Clubes, pieza irremplazable del equipo de Sabella. Su venta al Wigan osciló los 10 millones de dólares, sin contar lo que deberán desembolsar los ingleses por su contrato de cuatro temporadas. Hoy, a menos de medio año, su nombre es acercado a San Lorenzo como si se tratara de una oferta navideña, porque “no encontró la continuidad que esperaba”, según se lee en las crónicas. ¿Tanta necesidad tenía Boselli de elegir el Wigan? ¿Tan desesperado por irse estaban los dueños de sus pases? ¿Tanto le habrá llenado la cabeza su representante, aun a costa de mandarlo a un campeonato de difícil adaptación para los argentinos? Claro que la irresistible oferta para un Ciclón que busca refuerzos, como casi todas las que tienen letra chica, al final no termina siendo tal. ¿Qué inversor está dispuesto a resignar lo que desembolsó? ¿Y qué futbolista acepta resignar lo que va a desembolsar? Hay olor a humo y no por quema de pastizales.

Sigamos con otro ejemplo (hay demasiados): ahora empezamos a escuchar el nombre de Marcos Angeleri, el lateral o líbero de ese mismo Estudiantes, que cayó como un paracaidista en el Sunderland, después de que su círculo haya usado –sin suerte– la bomba mediática como estrategia: cuando parecía firme el interés de un club categoría C, aparecía el interés de un club B; y después, de la nada, se metía en la “pelea” un club A. Lo quería el Palermo, después lo pretendió la Lazio y por último, el Inter de Mourinho con un interés tan cierto que hacía trepar su cotización imprevistamente. Hmmm. También, cuando lo seguía el Sevilla, lo terminó queriendo el Real Madrid. Hmmm. Se perdió el Mundial por la lesión en los ligamentos cruzados de la rodilla y recaló en el norte de Inglaterra sin saber una palabra de inglés. “Fue otra de las complicaciones, me tuve que poner a aprender al llegar”, reconoció hoy en una nota de Olé. Imposible no recordar al galés Ian Rush, que cuando se fue a la Juventus, dio una nota a un medio británico y dijo que “Italia era como un país del exterior”. Ahora, a este Angeleri en emergencia lo quieren River, Boca y San Lorenzo. Le sobran condiciones, ¿pero cuánto hay de cierto y cuánto vuelve a ser bomba mediática?

Tercer y último caso, para no aburrir. Matías Defederico le jura amor incondicional a Angel Cappa y a Huracán, pero se niega a presentarse a entrenar después del subcampeonato, recibe las críticas de Carlos Babington pero logra salirse con su idea de escapar. Cae en el Corinthians, para emular a Carlitos Tevez. Juega poco y terminó en el Timao B. Ahora lo quieren, aparentemente, todos los clubes del fútbol mundial. De All Boys a Gimnasia, Independiente, Universidad de Chile y siguen los nombres. Daría la impresión de que impera la sensación de regreso a la primera eventualidad. En caso de mínima emergencia, +5411 y a esperar el rescate. La mancha en la carrera no interesa. Son los que se fueron sin estar preparados. Muchos vuelven con el mismo nivel del que se fueron (Carrizo en River), pero otros vienen con el lastre de la larga inactividad (¿recuerdan a Prediger en Boca?) y también sufren acá.

Pocos (jugadores y representantes) entienden que la desesperación por irse les termina jugando más en contra que a favor. Si se hubieran quedado en el fútbol argentino, Defederico, Boselli y Angeleri ahora podrían estar a punto de ser transferidos a equipos mucho más importantes. Y sin bombas mediáticas mediante.