Las Entrevistas de El Gráfico

José Pepe Romero, en primera persona

Como jugador de All Boys ascendió a Primera en 1972 y como técnico en 2010. Lleva 36 meses en el cargo de DT de los Albos. A los 59, confiesa intimidades y vivencias de su curtida trayectoria.

Por Redacción EG ·

20 de diciembre de 2010
Nota publicada en la edición noviembre 2010 de la revista El Gráfico

Imagen EL HOMBRE en su hábitat. Pepe en la mitad de la cancha del Islas Malvinas, el reducto de All Boys.
EL HOMBRE en su hábitat. Pepe en la mitad de la cancha del Islas Malvinas, el reducto de All Boys.
AL MARGEN DE LA PELOTA. Trabajé veinte años en el Colegio San José Obrero como preceptor. Lo lindo fue que en principio iba a ir por un año o dos y me quedé dos décadas. Era a dos cuadras de mi casa en Caseros, ahí también estudiaron mis hijos, yo en cambio cursé en el Ceferino Namuncurá que está cerca de allí. Igual, a la escuela la conocía muy bien. Como a la tarde tenía escuelitas de fútbol y la mañana me quedaba libre, me fui a anotar con la idea de tener más horas ocupadas. Por suerte quedé con un trabajo firme, que me permitía aportar para la jubilación y tener obra social, porque en definitiva era una suerte de docente. Además, después del mediodía podía hacer todo lo demás que había encarado siempre ligado al fútbol.

APRENDER, APRENDI. Ese trabajo de preceptor en una escuela secundaria me permitió el contacto con chicos adolescentes entre los que uno encuentra de todo y como yo era medio compinche de los pibes, muchas veces me llevaba los retos de los directores. Esa buena relación me permitió aprender muchísimo, teníamos buen feeling, hablábamos de muchas cosas, que después pude utilizar para el manejo de grupos en el fútbol. Mi labor fue generalmente en Inferiores y lo que hice en el colegio lo transporté para entender mejor a los que llegaban con una pelota en la cabeza. Las generaciones fueron cambiando y hoy no podemos pretender vivir como vivíamos nosotros. Hay que saber adaptarse y por suerte las experiencias me sirvieron para encarar cada época con una mayor comprensión, aunque claro que no es para nada fácil.

AQUELLOS SUEÑOS DE JUGADOR. Yo, como todos los que llevan el fútbol en la sangre y tienen la posibilidad de llegar a Primera, me ilusionaba con tener la chance de jugar en un equipo grande o hacerlo en Europa. Cuando me aparece la lesión en la columna, una hernia de disco, llevaba convertidos 12 goles, que era una buena cifra para un volante, por más ofensivo que fuera. Yo sabía que mucha gente me estaba mirando, incluso un representante, Angel Espiño, con mucho prestigio en España, me iba a llevar al Málaga. Tenía buena relación con él y la sigo manteniendo tanto que cuando estábamos formando el equipo para esta nueva etapa me ofreció algunos jugadores. En aquella época (1973/74), San Lorenzo y Vélez habían venido a verme y justo seis fechas antes de terminar el Nacional (antes se jugaba también el Metropolitano) tuve que parar por la lesión, sin saber si me iba a operar o no.

LOS ESPEJOS. Me gustaba cómo jugaban Miguelito Brindisi y el cordobés Willington, pero me atrapaba el juego de Ermindo Onega. Aunque yo era hincha de Boca de chiquito, no fanático, pero sí me tiraban los colores, lo de él me volvía loco, fue un monstruo. Tenía todo claro, con la pelota y sin ella, un panorama de juego sensacional y también sabía llegar al gol. El hijo de un compañero de él en River, Roberto Zárate, el Monito Zárate, que también jugó en All Boys, está trabajando acá en las Inferiores, creo que en la Octava porque hubo algunos cambios. Es un poco como recordar al bueno de Ermindo que lamentablemente murió muy joven.

LA MIRADA ACTUAL. De los futbolistas de hoy, me encanta Riquelme, un talento natural que se destaca apenas toma contacto con la pelota. Boca lo extrañó notablemente y es lógico porque no es fácil reemplazar a un jugador como él. ¿Messi? Me gusta, pero no lo veo como jugador cerebral, es más punzante, un media punta. En el fútbol de antes quizás podía ser wing, pero lógicamente tiene talento, eso es innegable. ¿Maradona? No, el más grande de todos. Yo pensé que me hablaba solo de los de ahora, Diego no tiene comparación con nadie, para mí fue único, difícil que aparezca otro igual que él.

Imagen POSTAL I. Abrazado a Valentín Sánchez (segundos desde la izquierda) en Huracán, 1972, el ascenso a 1a.
POSTAL I. Abrazado a Valentín Sánchez (segundos desde la izquierda) en Huracán, 1972, el ascenso a 1a.
¿GRAN JUGADOR, GRAN TÉCNICO? No, para nada, eso también lo aprendí en el recorrido por el fútbol. Todos, cuando somos jugadores, pensamos que sabemos todo. No necesariamente un genio en la cancha puede transportar esa condición al banco. Son veredas diferentes. Para ser técnico hay que saber un montón de cosas, conducir un grupo, plasmarlo en la cancha, dirigir y observar bien los entrenamientos, saber elegir, poner los jugadores, cómo y cuándo hacer los cambios. Hay que estar muy bien preparado para eso. Lo del jugador es innato. A uno, cuando juega, todo le sale natural. Por eso muchas veces tenés que repetir los conceptos con díscipulos que por ahí no te entienden y otra vez se lo decís a otro jugador y al toque te entendió. Ese es el tema que tiene que saber afrontar el director técnico, que no tiene nada que ver con que haya sido un crack. Dirigir es otra cosa.

BANCAR CONFLICTOS. Tengo una experiencia importante, pero viví una época en Primera cuando este mismo presidente, Bugallo, en 2003/04 me baja de la Primera faltando dos fechas porque había problemas con algunos jugadores y eso que yo los conocía, porque había agarrado el cargo que dejó Zielinsky, y con los resultados nos había ido bien o porque de siete partidos ganamos tres y empatamos cuatro. Bugallo me había dicho que después de la pretemporada el cargo era mío, pero a raíz de los problemas con algunos jugadores por defender posiciones, bancar a algún futbolista, me desplazaron y volví a las Inferiores. Yo creo que quizás no supe manejar esas situaciones por falta de experiencia, ahora sería todo muy diferente, porque tuve otros casos parecidos y los fui resolviendo sin problemas.

HABLANDO EN CHINO. El caso del Chino Zárate es atípico. No es que esté en el banco por algún capricho. Ocurre que nosotros pensábamos que él iba a dejar el fútbol, cuando ascendemos nos dice que iba a seguir un año más para disfrutar de la Primera División y le respetamos la decisión. Pero tampoco sabíamos si Pérez García se iba del club o no porque su pase no era de All Boys y su representante, Cyterszpiller, lo estaba negociando al exterior. Por eso ante la duda, pensamos en traer a otro jugador en ese puesto para no quedar desguarnecidos, y vino Grazzini. Al final contamos con tres jugadores para una posición. Pero quiero aclarar bien el tema, ojalá pueda darle la posibilidad de jugar. Es el típico enganche, Grazzini y Pérez García son media punta, pero el Chino es un enganche neto que a mí me gusta. Hace la pausa mete la pelota justa, por eso hoy (es 6 de octubre) está jugando en la Reserva contra Vélez un partido suspendido, para ir sumando minutos de fútbol que le vienen bien. Es todo un referente y no hizo problemas por nada. No hubo ni hay cortocircuitos y con la gente tampoco. La popular lo banca a muerte, los cuestionamientos suelen venir de la platea, cuyos habitantes suelen ser terribles, como en casi todas las canchas, bah...

PADRE POR DOS Y ABUELO. Estoy separado hace doce años, del primer matrimonio tengo cuatro hijos que a su vez me dieron seis nietos, que tienen entre 12 y 6 años. Con mi pareja actual tengo dos hijas, de 11 y 6 años, respectivamente. El mayor de mis hijos, Maxi Romero, jugó acá hasta Tercera, no llegó al primer contrato y se dedicó a otra cosa. No hay posibles futbolistas, los padres no les ven condiciones, pero eso sí, les gusta el juego y ven muchos partidos, entre ellos los que disputamos con All Boys. Sé que a esta altura tendría que estar disfrutando de los nietos, pero la vida y Dios lo dispusieron así y tengo que tratar de manejar las dos cosas a su tiempo. Con los nietos voy al cine; visito a mis hijos, voy a los cumpleaños. Yo puedo decir que segundas partes fueron buenas, estoy tranquilo, en un buen momento en lo laboral, porque nunca pensé que iba a llegar a este lugar, pensé que iba a estar siempre en Inferiores y sin embargo nos encontramos en Primera en un gran club. Se ve que el de arriba nos dio una mano.

CREYENTE, SÍ; CABULERO, NO. Alguna cábala tengo, como esa de entrar en el campo de juego con el pie derecho, pero no lo hago continuamente, no me persigo, vengo caminando y si me acuerdo, y el partido es muy importante, lo hago; si no, sigo como si tal cosa, hablando con el Profe. La fe mía está en el equipo y en Dios, porque soy muy creyente. Siempre voy a pedir a la iglesia, generalmente a la de Lourdes, en Santos Lugares. También soy de ir a Luján. Cuando ascendimos, me fui caminando yo solo hasta la Basílica para agradecerle a la Virgen. Arranqué a la mañana desde mi casa en Caseros con una mochilita  y llegué a las 9 de la noche. Estaba muerto, no podía levantar las piernas, menos mal que mi mujer me vino a buscar con el auto y volví descansado. Igual para mí fue un acto de fe importantísimo.

Imagen POSTAL II. Romerito en 1967, antepenúltimo abajo, en la vieja cancha.
POSTAL II. Romerito en 1967, antepenúltimo abajo, en la vieja cancha.
LOS CAMPEONATOS. El campeón tiene que ganar dos veces, de local y de visitante, por eso quiero los campeonatos largos, si no cualquier equipo arranca con una rachita positiva y puede dar la vuelta olímpica. Los promedios hacen que el interés se genere día a día, el periodismo acucia con la Promoción y el descenso directo. Para mí, en los torneos largos, lo ideal es que los tres últimos desciendan.

TOCANDO PITO. No hablo mucho de los árbitros, no me gusta. Hoy existen muchas cámaras que siguen las jugadas desde varios ángulos, pero yo veo jueces que no tienen mucha personalidad y eso me molesta. Me quedo con aquellos que cobraban y listo, sin vueltas. Ahora siempre tienen dudas y, por ejemplo, no cobran penales sobre la hora; a nosotros nos pasó con Fabbiani ante Tigre, acá en nuestra cancha. Hubo una mano clarísima que le pasó por encima al Ogro en plena área y no se cobró nada. El nivel no es bueno, yo creo que tendrían que haber mejorado los jueces como se mejoraron las canchas, los estadios, las pelotas y hasta el juego. El referato se quedó atrás, los árbitros se equivocan en cosas muy básicas.

EL DENTISTA QUE NO FUE. Si algo me quedó pendiente fue estudiar odontología. No lo pude hacer porque el fútbol me fue robando todos los tiempos y también algunos sueños como el de ser odontólogo. Alguien puede decir y por qué no lo hiciste después en forma paralela. No es fácil, para nada, son etapas muy diferentes. Igual siempre quise serlo porque me gustaba desde la época en que, de joven, trabajé ayudando a un dentista, eso me empujaba como para que pudiera hacerlo. Pero no se dio, igual estoy contento con lo que me deparó la vida, que a veces te da y otras te quita. En la balanza son más las buenas que las malas. Por eso estoy tranquilo. Y tener fe católica, fe en Dios, ayuda a llevar una vida más ordenada.

LA MAYOR ALEGRÍA. Después que ascendimos, jugamos dos torneos de la B Nacional, el primero, de 50 puntos, para mantenernos y en el segundo logramos el ascenso, cuando vencimos a Central en Rosario, por la Promoción. Este club no podrá vivir nunca más algo así, no lo digo por pedantería porque haya sido yo el que estuvo al frente del plantel, pero muchos pensaban que no podríamos lograrlo, porque un escenario como el estadio de Arroyito es muy complicado. Pero nos preparamos con mucha confianza. Interiormente tenía dudas en el primer partido en nuestra cancha porque no sabía qué podía pasar, porque uno juega con equipos de Primera que tienen mucha experiencia. Pero después, pese al empate, que fue tras una pelota parada desde el córner, me di cuenta de que se podía ganar. Por eso fuimos allá a tratar de sacar ventaja de movida, a ser protagonistas. Hice algún cambio, por ejemplo el de Campodónico por Torassa porque Mariano tiene más área, es más goleador, más ganador en el sentido del temperamento. También puse a Carlitos Madeo, que no venía jugando, y acerté, pero el gran mérito fue de todo el plantel que jugó un partido bárbaro, que, repito, será inolvidable porque ganar 3 a 0 en Arroyito es una hazaña que difícilmente pueda volver a repetirse, por eso nosotros y mucho más la  gente, lo disfrutamos de una manera increíble.    

EL PRIMER CICLO. Llegué al club a los 12 años. Era 1964, estaban el Colo Paladino, los hermanos Medina. Yo estuve en la tribuna del Viejo Gasómetro viendo la final que perdimos con Platense por 2 a 1, lo seguía mucho a All Boys porque jugaba bien. Ese año no me ficharon porque no había infantiles. Cacho Romero y Pascual Flores eran los que manejaban las divisiones menores y con 13 años ya podía jugar en la Octava División. Siempre fui volante ofensivo, un “10” de antes, no sé cómo compararlo con los de hoy. A los jugadores de mi puesto se les pedía algo distinto, que manejaran el equipo sin obligaciones, era el talentoso al cual se respetaba. Desde la Quinta Division salté a la Primera con 16 años y me consolidé a los 19, con experiencia para ser titular. Y en el 72 salimos campeones y logramos un festejado ascenso a la máxima categoría.

Imagen TODOS los detalles. Romero, en el vestuario y con el pizarrón donde explica cómo debe moverse su equipo.
TODOS los detalles. Romero, en el vestuario y con el pizarrón donde explica cómo debe moverse su equipo.
EL INTRODUCTOR. Un policía, Mario, que cuidaba Zodíaco, la disco de Juan B. Justo y San Nicolás, en Floresta, vivía cerca de casa en Caseros y era hincha de All Boys. El hizo todo para que yo llegara al club bien de pibe y el destino quiso que fuera mi segundo hogar.

LA MALA SUERTE. Como jugador estuve hasta el 75, me operaron y no andaba bien por el tema de la hernia de disco, que se alteró por un movimiento brusco, o un esfuerzo. Nunca se supo si fue en un partido, pero lo que sí sé es que en un entrenamiento estaba saltando con la rodilla en el pecho y cuando caí sentí un dolor tremendo. Seguí jugando, pero la dolencia continuaba y ahí mi carrera como jugador empezó a irse por el tobogán. El Vasco Ithurrieta, al que conocía, y Panizzo, que estuvo conmigo en All Boys, me llevaron a Temperley para cubrir un puesto que había dejado vacante un jugador de Estudiantes de La Plata que murió de paludismo. Después volví a Floresta, pero ya se complicaba firmar los contratos por la lesión. Entonces le dije a Pedro Lipara, el presidente del club por entonces, que me dejara libre. Así primero fui a Almagro y después a Almirante Brown, como ocho o como diez, pero ya veía que no caminaba bien la cosa y por eso decidí dejar de jugar a los 26 años.

TRABAJAR DESDE ABAJO. En 1981 empecé a trabajar en Inferiores, All Boys me dio un lugar, y en 1985 terminé el curso de técnico -el último que hizo la AFA dictado por el profesor D’Amico-, así que a partir de ese año comencé la carrera de entrenador. Me dieron dos divisiones para empezar, pero en el 89 me fui a Estudiantes de Caseros, para las Inferiores, y también dirigí la Primera División. Después, volví acá, en 2002 y 2003, con un selectivo; en primera estaba Caruso Lombardi. Por acá pasaron cualquier cantidad de entrenadores, ahora estamos en el paraíso. Bugallo, el actual presidente que ya estaba cuando regresé, superó un montón de problemas, como déficits y quiebras. Ahora vivimos un momento especial, que no sé bien cómo llamarlo; este era un club de violencia. Si había veinte tipos se peleaban los 20. Ya, no.

Por Carlos Rodriguez Musso / Fotos: Jorge Dominelli y Archivo El Gráfico