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Cappa: ciclo cumplido

River sigue sin jugar a nada. No está convencido, no lastima y necesita un cambio de aire.

Por Diego Borinsky ·

18 de octubre de 2010
El estrepitoso yerro de Federico Beligoy (a partir de ahora, Federico Novelgol), que no se apoya en el juez asistente que está justamente para asistirlo en situaciones como éstas y cobra mano de Funes Mori por presunción o por portación de antecedentes (algunos minutos antes se había llevado la pelota de manera similar ante la protesta masiva de los jugadores de Godoy Cruz), provocó con absoluta lógica la ira de toda la comunidad riverplatense por privar al equipo de un triunfo que no se celebra desde hace cinco jornadas (en el medio hubo una derrota y cuatro empates consecutivos). Pero al mismo tiempo servirá para alimentar el debate sobre el pésimo nivel del arbitraje argentino, bastante acorde, por otra parte, al que muestran domingo a domingo los futbolistas que le corren al lado. Para un fútbol paupérrimo; árbitros paupérrimos. A la ecuación no le falta sustento.
 
Sin embargo, seguramente poco se hablará del funcionamiento de River. Para sintetizar lo ocurrido en Mendoza podría decirse lo siguiente: estuvo muy cerca de conseguir un triunfo complicado (fue dos veces adelante en el resultado y le terminaron empatando en el minuto 33 del ST), mereció perderlo claramente por concepción y elaboración de juego, y se sintió estafado porque le robaron el éxito en el tercer minuto de descuento. Lo que el hincha de River, y sobre todo el dirigente que toma decisiones, no debe perder de vista es que antes de esa corrida de Funes Mori, Godoy Cruz había desperdiciado tres situaciones clarísimas para convertir, destacando una de César Carranza que con Carrizo volviendo del otro sector, la tiró al lado del palo casi desde el punto del penal. Increíble.
 
River sigue sin saber a qué juega. Sus futbolistas se pasan la pelota sin convicción ni confianza. Avanzan hasta media cancha y ahí se nublan, no tienen la más mínima agresividad y sólo intentan no perder la pelota, tenerla un rato para que pase el tiempo, pero River no penetra, no acelera, no cambia el ritmo, no lastima, sobre todo. Si bien es cierto que en las dos últimas presentaciones de local (ante Quilmes y Gimnasia) creó muchas situaciones de peligro, fueron más por arrestos individuales, corajeadas solitarias y pelotazos cruzados que por otra cosa. Y también es cierto que Quilmes y Gimnasia son los dos peores equipos del campeonato y que ambos tuvieron la chance muy clarita de ganarle el partido a River sobre el final.
 
Las mejores presentaciones del River de Cappa fueron la primera y la tercera, ante Godoy Cruz de local (2-1) y ante Vélez (2-1), ambos por el torneo pasado. Desde entonces, y a pesar de sumar figuras de renombre, cada vez parece más confundido. Un caso de notable involución. El mensaje ya no llega y se advierte, justamente por esa falta de impulso motivador y de ideas que no se renuevan ni influyen positivamente en el conjunto, que el ciclo de Angel Cappa está concluido. Y nada tiene que ver aquí que decida hablar o no con la prensa, porque al hincha ese rubro no le interesa en lo más mínimo, aunque muchos periodistas no le perdonan semejante desaire y le pasen facturas.
 
Está bien que el técnico, si piensa que hablando genera una crispación nociva para el club, decida llamarse a silencio por un tiempo para atenuar la locura y brindarle paz a su plantel. No hace falta conocer demasiado a fondo a Cappa para darse cuenta de que es una buena persona, generosa a la hora de hablar de fútbol y transmitir sus conocimientos, con una vocación pedagógica infrecuente por estas tierras. Está lejísimos de creérsela, como su mentor intelectual, el Flaco Menotti.
 
Cappa es simple, sabe de fútbol, pero la situación lo ha superado y ha tomado decisiones erróneas. Sacó a Ferrero y la defensa es un tembladeral; le dio la titularidad vitalicia a Arano y basta encararlo por su pierna derecha para entrar por el medio con una comodidad absoluta; le sigue dando pista a Ortega, y el jujeño no puede levantar la pelota en los centros; dejó sentado en más de la mitad de los partidos de este torneo a Buonanotte, y aún rengo, el Enano es uno de los más desequilibrantes del equipo e insiste con dos carrileros (Affranchino y Pereyra) que no están para cargar con semejante responsabilidad. Pero lo peor es que su idea de juego no logró prender en el grupo y River exaspera por su tibieza y su falta de instinto asesino para liquidar los partidos. O al menos para transmitir la sensación de que avanzando con la pelota puede hacer algo importante.
 
Daniel Passarella no es uno de esos personajes timoratos, que se asustan ante las bravas. Ya hizo cirugía mayor con Astrada, aunque fuera contra sus principios y declaraciones. Da la sensación de que con Cappa ocurrirá lo mismo: esta semana, la próxima o la próxima. River necesita un cambio ya, antes de que sea demasiado tarde.