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Cellay: "Sabemos jugar con línea de tres"

Siempre tuvo que lucharla, pero nunca perdió de vista sus objetivos. Esa personalidad le permitió superar obstáculos y crecer en un puesto clave de la defensa. Sus inicios, las sensaciones agridulces en Huracán, los cortocircuitos con Babington, la cosagración en Estudiantes y la gigantesca ilusión que le genera Boca.

Por Redacción EG ·

18 de octubre de 2010
Nota publicada en la edición septiembre 2010 de la revista El Gráfico.

Imagen TIEMPISMO y personalidad, dos atributos que hicieron crecer a Cellay en un puesto complejo.
TIEMPISMO y personalidad, dos atributos que hicieron crecer a Cellay en un puesto complejo.
SU PRESENCIA transmite seguridad en la última línea. Sus movimientos delatan que entiende el juego. Su repertorio combina rusticidad y algunos chispazos de prestancia, según qué exija la maniobra. Jamás se pondrá colorado por revolearla o ir al piso con vehemencia. Nunca hará alarde de un quite puntual, de un pase preciso o de un cabezazo al gol. Su modo de correr la cancha denota solvencia en una posición -stopper por derecha- en la que no abundan garantes. Si bien su puesto natural es “dos“, la necesidad de supervivencia dentro de un once inicial lo convirtió en un especialista en el costado diestro. Perfil bajo, es un futbolista de rol, que aporta más para el equipo que para la estética del juego. Christian Cellay se ganó el reconocimiento público en el Estudiantes dominante de Alejandro Sabella y se sumó al Boca en formación de Claudio Borghi para otorgar solidez defensiva. “Me sorprendió que una institución tan importante se fijara en mí. Todo jugador, cuando es chico, sueña con vestir la camiseta de Boca. Me llegó en el momento justo. Son varias las cuestiones que seducen del equipo. Tenemos un plantel con potencial. La propuesta del Bichi es interesante. Habrá que ponérsela como desafío y desarrollarla bien porque no todos jugaron con el esquema que pretende”, reconoce.

La cosecha de un punto sobre seis en el amanecer del Apertura 2010 activó la polémica en Casa Amarilla. En consecuencia, se instaló un debate insolvente, que cuestionó un esquema con línea de tres en el fondo, cuatro volantes en el medio, un enganche y dos centrodelanteros. Sin embargo, el dibujo, un sello en relieve de los conjuntos de Borghi, no es el inconveniente. “Los integrantes del fondo sabemos jugar con línea de tres. Solo dimos ventajas desde el conocimiento. Frente a Godoy Cruz, el equipo jugó su tercer partido, y es poco para arrancar un campeonato -anticipa-. Hay buen material, pero debemos plasmarlo en la cancha. Nuestra búsqueda apunta a encontrar el funcionamiento. Estamos en una etapa de conocimiento. Hicimos una buena pretemporada, aunque la gira que se realizó en el medio nos complicó porque el grupo se separó. Tenemos que seguir conociéndonos para mejorar en los movimientos”.

-¿Cuáles son los pro y los contras al parar una línea de tres atrás?
-La intención es tener más gente en el medio, manejar el balón y llegar con más jugadores al área rival. Quizás quedemos un poco expuestos, pero si nos ordenamos, si sabemos quiénes atacan y quiénes defienden, encontraremos el equilibrio, que es lo más difícil de conseguir en el fútbol. 

-¿Cuál es la estrategia de juego?
-Desplegar buen fútbol y ser protagonistas. Arriesgaremos a conciencia. Este es un equipo con variantes. Tenemos que entrar tanto por adentro como por afuera. Nosotros, desde el fondo, debemos entregar la pelota limpia.

QUIZAS haya sido una sorpresa para sus padres. La expresión de deseo le explotó a los seis años en su querida Pompeya. La confesión no rozó elementos lógicos que rondan en la mente de un niño que apenas cruzó su media década de vida. No había chiches nuevos de por medio. Su razonamiento asoció dos pasiones redondas. “Un día les dije a mis viejos que quería jugar al fútbol y en Huracán. Ellos me llevaron a la escuelita y arranqué en el baby, en el Globito. Después, seguí en cancha de once e hice el recorrido hasta llegar a Primera. Se volvió difícil por los horarios, pero terminé mis estudios, un tema importante”, afirma. Simpatizante del Quemero por herencia, debutó en Primera en 1999, cuando los de Parque de los Patricios salieron a escena en el Nacional B. Saboreó la miel del ascenso en la campaña 1999-2000, pero padeció los encontronazos con Carlos Babington, ayer técnico, hoy presidente. “Me entrenaba de lunes a miércoles con la Selección Sub 20 que dirigía José Pekerman y era sparring de la Mayor. Al volver al club, no hacía fútbol. El técnico era Babington, que me bajó a Reserva. Luego, él no me quería hacer jugar ni en Reserva. Al tiempo, asumió Miguel Brindisi y reaparezco en Primera. Ni bien se va Brindisi, continúa Babington. Ahí me separó del plantel sin motivos; lesionado, sin nadie a cargo, sin ropa, sin agua caliente, sin elementos. Fueron nueve meses de sufrimiento -asevera-. Hacía doble turno: iba a entrenarme a la mañana a la Quemita y a la tarde, al gimnasio de la sede y corría en el parque. Jorge Célico, coordinador de Inferiores, vio mi esfuerzo y ni bien se hizo cargo del equipo me llevó a Primera otra vez. Ahí volví a sentir cosas lindas por el fútbol. Nunca pensé en dejarlo, pero fue una etapa jodida”. 

Volante central en el baby, zaguero en cancha grande, quien paseó por diversas posiciones en el fondo y en el medio, siempre en el club de sus amores, sufrió el descenso en 2003 y recibió un cachetazo en 2004. “Me dejaron libre en junio de ese año, pero le devolví mi pase al club a cambio de nada. Tuve la posibilidad de mostrarme. Después, exploté con Mohamed y le demostré a Babington que se equivocó al decir que no podía jugar en Huracán”, señala.

Bajo la lupa del Turco, a Cellay le volvió el alma al cuerpo en 2007. “El ascenso fue una revancha por lo mal que la había pasado antes. Me había quedado en Huracán porque mi obsesión era devolverlo a Primera”, enfatiza. No obstante, su relación con el Inglés no tuvo retorno a fines de ese año. “No quería que firmara el contrato. A la gente le decía que yo me oponía a firmar, pero después, cuando se juntaba con mi representante, era lo contrario. En ese momento, no hablé para no romper la relación con Huracán. Me quería quedar. Pero él tenía otra intención: dejarme seis meses inactivo. Me sentí muy mal porque un día no me dieron la ropa para entrenarme. No es una manera de manejarse con un jugador que estuvo 20 años en el club, que es hincha, que se brindó al máximo, que nunca se quejó. Me sentí poco valorado, bastardeado y manoseado”, dispara el defensor, que terminó perdonándole al Globo una deuda de años. 

Imagen EL SAMURAI llegó a Boca tras una gran etapa en Estudiantes, donde dio el salto de calidad.
EL SAMURAI llegó a Boca tras una gran etapa en Estudiantes, donde dio el salto de calidad.
“NO SABES lo que es para mí esto”, expresó emocionado, con lagrimas en sus ojos, en la intimidad de la fiesta de Estudiantes campeón de América. Cellay, subcampeón de la Copa Sudamericana 2008, acarició la gloria hace un año. “Desde mis comienzos fue todo difícil. Después de lucharla tanto, de comprometerse con uno mismo, de matarse entrenando sin que nadie te viera, a sentirte valorado, contento porque hiciste buenas actuaciones, y lograr algo tan grande como una Copa Libertadores, es inigualable. Mi salto de calidad se produjo en Estudiantes. Sabella dice que el club es una familia y tiene razón”, detalla.

Su imagen lo colocó en ganador en el epílogo del año pasado, pese a la derrota. Lejos del falso exitismo argentino, se marchó con la frente alta del Mundial de Clubes, certamen en el que finalizó subcampeón. “Fue una alegría y una tristeza. Jugamos un gran partido. Nadie esperaba un encuentro de igual a igual con Barcelona, más allá de que ellos manejaron más la pelota, en especial en el segundo tiempo. Mucha gente ni se imaginaba que Estudiantes iba a estar en ventaja a tres minutos del final. Se nos escapó de las manos”, sentencia.

EL MUNDO BOCA no lo impactó tanto como a otros compañeros que recién pisaron Brandsen 805. La mentalidad y la manera de sentir que arrastra desde La Plata no mutaron. Sin embargo, existe una diferencia. “Esto es más popular”, advierte. Tanto en la cancha como en sus declaraciones, jamás exhibirá dos caras. Sincero, desnuda objetivos: “Quiero afianzarme, ganarme un puesto y salir campeón. Quizás ésa sea mi deuda a nivel local. No es una presión, ni me vuelve loco, pero me ilusiono con gritar campeón”.

La filosofía de juego y el modo de trabajo que pregona Borghi, entusiasman a propios y a extraños. “Piensa distinto que varios técnicos. Me sorprendió. Su mensaje es claro. Al jugador lo convence por la confianza que le brinda. El Bichi quiere ganar, pero a base de una idea. Y eso es mucho mejor. Los entrenamientos son alegres, algo que sirve un montón”, confiesa. 

-¿Qué te genera que Borghi junte a los referentes para dialogar cara a cara, sin misterios, en un costado de la cancha, a puertas abiertas?
-Es bárbaro. Se habla de los problemas o de las circunstancias que pasan. El nos manifiesta qué ve y qué siente, y nosotros damos nuestra opinión. Es el dialogo que el jugador siempre quiso. Así el Bichi nos hace participar y nos responsabiliza. Cada uno argumenta lo que le parece. Es una muy buena manera de manejarse.

-Si nos guiáramos por los nombres, Boca es uno de los máximos candidatos al título. ¿Coincidís?
-Hay un gran plantel, pero existen equipos que mantuvieron la base. Si bien Estudiantes tiene posibilidades, se le fueron muchos jugadores. Vélez y Lanús conservaron el grupo y corren con ventaja. Nosotros somos un equipo en crecimiento, con muchos jugadores nuevos, con un cuerpo técnico nuevo, y todavía debemos conocernos más. Hay movimientos buenos, otros por corregir.

-Sin faltarle el respecto a nadie, ¿Palermo tiene el mismo liderazgo en Boca que  Verón en Estudiantes?
-Quizás cumple la misma función. A Martín lo conozco hace poco, aunque lo veo con un perfil parecido. Tal vez Sebastián tenga más participación. La Bruja me marcó por el trato con los jugadores, por su conducción. Me ayudó a crecer en mi visión de juego, en cómo cerrar, en cómo hablar dentro de la cancha, en la actitud.

Imagen CELLAY en su visita al Museo de Quique, un reducto bien boquense.
CELLAY en su visita al Museo de Quique, un reducto bien boquense.
-¿Tranquiliza contar con Juan Román Riquelme?
-No voy a descubrir cómo es Román. Es una pieza importante, un excelente jugador. Deseamos que se ponga bien lo antes posible para tenerlo. Seguro marcará la diferencia.

PADRE DE KEILA, de 5 años, y de Tahirah, de seis meses, disfruta del tiempo libre junto a su familia. Fanático de los autos, apegado a la música electrónica y al rock nacional, avala que el xeneize posee tanto material como aparenta. Christian Cellay, remador compulsivo si los hay, comprende que el tiempo le dará la razón. La ilusión de triunfar en azul y amarillo no se la sacará nadie en la línea. Su impronta no pasará inadvertida. Juega a pedir de la mitad más uno. El guerrero ya está preparado para dejar su marca en La Boca.

Christian, a un toque

-¿Por qué el apodo de Samurai? Me lo puso Salgueiro en Estudiantes. Algunos me decían Chris. Pero él me cargaba, decía que no me podían llamar así por ser defensor, que los delanteros se iban a reír: “A vos te tienen que decir Samurai, por tu corte de pelo, porque pegás alguna patadita extra”. Y me quedó.
-¿La Selección? Es el deseo de cualquiera. Estoy tranquilo porque hay muy buenos jugadores en mi puesto. Debo hacer las cosas bien en Boca para tener una chance.
-¿Qué técnicos te marcaron? Brindisi, por su manera de ser y su línea de juego. Mohamed, por el día a día; desdramatiza el fútbol, nos dio una lección de vida por todo lo que le ocurrió. Y Sabella nos hizo ver la historia de un club, qué representa Estudiantes en el fútbol argentino, qué significó la Libertadores en su momento para el Pincha. Es una persona excepcional y muy inteligente para plantear los partidos.
-¿Qué delantero te hizo transpirar más? Ariel Carreño. Recién comenzaba como lateral y él me pasaba como quería por su velocidad.
-¿Quién era tu referente? Cuando era chico, siempre veía a Maradona. Pero Roberto Ayala era el futbolista a seguir, el espejo en mi puesto.

Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia