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Scatolaro: "Quiero consagrarme en Primera"

Marcelo Scatolaro nació en Chile, pero desarrolló toda su carrera en el ascenso argentino. En la actualidad, es una pieza clave de San Martín de San Juan, animador del Nacional B.

Por Redacción EG ·

08 de octubre de 2010
Imagen POCHO. Recibió ese apodo en las inferiores de Platense, por el similar peinado que lo liga al ex Argentinos y Boca, entre otros, Federico Insúa.
POCHO. Recibió ese apodo en las inferiores de Platense, por el similar peinado que lo liga al ex Argentinos y Boca, entre otros, Federico Insúa.
“Un verdadero gusto, hacemos la nota cuando quieras”. Así, con la misma simpleza con la que toca y va a buscar en la mitad de la cancha, Marcelo Scatolaro se prende como magiclick ante la propuesta de El Gráfico.

Mayor de tres hermanos, volante dúctil para sacrificarse en defensa y regalar sutilezas en ataque, nació el 3 de agosto de 1985. Pasó por las divisiones inferiores de Estudiantes de La Plata, recaló en Platense, Comunicaciones, Atlanta, volvió al Marrón y hoy, brilla en San Martín.

-¿Fue duro cambiar de Buenos Aires a San Juan?
-Duro fue el viaje (risas). Para hacer la mudanza completa, a San Juan me vine en mi auto porque me gusta manejar en ruta. Además, quería traerme mis cosas y necesitaba tener movilidad en la ciudad. A pesar de que el Palio estaba en buenas condiciones, me había olvidado que la calefacción funcionaba cuando quería… Y me acordé cuando bajó el sol. Encima había una ola de frío polar en la zona de Cuyo, te hablo de quince grados bajo cero. Estaba con mi representante, el Potro Domínguez, y a pesar de que somos amigos, me daba vergüenza decirle que no funcionaba el aire acondicionado. Tuvimos que ponernos tres pantalones cada uno, buzos, bolsas en los pies, medias…. Yo pensé que me moría y no sabía si iba a llegar. El último trayecto, de San Luis a San Juan, fue de terror. Parábamos en todas las estaciones de servicio a calentarnos el cuerpo, a tomar un café. No quiero exagerar, pero estábamos congelados. Llegamos y pusimos media hora los pies abajo del agua caliente. Fue el peor viaje de la historia. Pero el buen desempeño del equipo suple todo…

-¿Y para qué están?
-Para luchar por el ascenso. Falta mucho y no nos podemos relajar. Hay equipos que van a dar pelea igual que nosotros pero soy un convencido de que somos serios candidatos, no los únicos. Hay que seguir así, enfocarse, no desviarse de este camino y mentalizarse. ¿Viste como arrancan los caballos que van para adelante? Bueno, Nosotros no tenemos que mirar ni para atrás ni para los costados, solamente debemos centrarnos y no desviar el objetivo. Si nos los proponemos todos juntos, estoy convencido que se puede dar.

-Estás jugando un poquito más adelantado, ¿te sentís cómodo?
-Cuando era chico jugaba de media punta o delantero y no de cinco, posición que ocupé a lo largo de mi carrera.  Ahora Darío (NdeR: Franco, su técnico en San Martín) me hace jugar de enganche, él lo llama volante mixto. En lo personal, me gusta más estar en la mitad de la cancha, marcar y ayudar arriba pero medido, con equilibrio. En San Juan, el entrenador me pide que vaya las veces que quiera y que el equipo lo necesite, tengo más libertades. Entonces voy más seguido y eso genera un poquito más de desgaste.

Sacó boleto de ida. Nació en Chile porque su padre –Rubén Darío Scatolaro, delantero que vistió la camiseta de Boca y Gimnasia LP, en Argentina- se desempeño en el ocaso de su carrera del otro lado de la cordillera. Cuando colgó los botines, la familia volvió a Chajarí, Entre Ríos. Por esos días, Marcelo tenía doce años. Y desde entonces, nunca más tuvo la posibilidad de regresar a su país de origen. “Los chicos, en inferiores, se dieron cuenta que era chileno una vez que mostré el documento, porque no conservo el acento cordillerano”, reconoce.

-¿Te sentís más argentino que chileno o más chileno que argentino?
Es una pregunta complicada, pero no porque me ponga incómodo sino porque no sabría que decirte si más uno o más el otro. Creo que mitad y mitad. Yo quiero a los dos países de la misma manera, el tema es que toda mi familia es de acá. Pero si me la tengo que jugar, hoy soy más argentino que chileno, esa es la realidad.

Y sabés que se rumorea que Bielsa te está mirando para la Selección de Chile…
Ahí sí sería más chileno que argentino (risas). Ojalá pueda estar en la Selección de Chile, me encantaría. Hay rumores y surge ese comentario, pero nunca tuve certezas ni vino alguien cercano al cuerpo técnico a decirme que me estaban mirando. Soy consciente de que esa posibilidad va a llegar, creo que para eso se de uno tiene que estar en primera o ascender. Estoy muy tranquilo, no me impongo esa presión, pero es una linda meta.

¿Influyó tu padre para que te dediques a jugar al fútbol?
Él nunca me exigió nada en realidad. Jamás me dijo que sea jugador ni nada, pero eso va en la sangre. Mi viejo influyó porque veía cómo era el día de un futbolista, cómo vive, la vida que lleva y me encantaba. Yo quería entrar a un vestuario, cambiarme, ponerme una camiseta, eso era lo que veía. Además, ya conocía el ambiente, lo mamé de chiquito. Después, de grande, te das cuenta que no solo es un simple juego. Todo se basa en el sacrificio, hay muchas presiones y tenés que dejar cosas de lado. Perdés vacaciones, no podés salir con tus amigos y estás lejos de la familia.

Imagen EN ACCION. Sostén del juego de San Martín, Scatolaro ya lleva dos goles con los sanjuaninos.
EN ACCION. Sostén del juego de San Martín, Scatolaro ya lleva dos goles con los sanjuaninos.
¿Cómo es jugar en la B Metropolitana?
Uh, esa es una categoría para hombres. Ahí hay que ir al piso, trabar con toda la fuerza. Cuando disputás una pelota tenés que ir con el alma, pero eso sirve mucho. Todo lo que rodea la categoría es un tema: la mayoría de las canchas son jodidas por el entorno, por el terreno y por los vestuarios, que algunos son de 3x3. Después tenés un Morón, un Chicago, que tienen buenas instalaciones.

Y ni hablemos de cobrar a tiempo…
En los clubes donde me ha tocado estar en ningún lugar me han quedado debiendo nada, pero sí en el ascenso, y es muy característico de la B, los clubes se suelen atrasar con los pagos. Te tenés que adaptar a eso y no es grato, no vivís tranquilo. Y ni te digo los muchachos que tienen una familia. Yo en este caso tengo mi novia pero vivo solo. A mi se me complicaba porque cuando cobraba un sueldo tenía que empezar a devolver, a tapar huecos… imaginate los que tenían familia. Pero por suerte en San Juan nos tienen al día.

¿Trabajaste de otra cosa?
Si, a los 18, el primer año que estuve en Platense. Vivía en una pensión que no era la del club, porque la institución no estaba en una buena situación como para ofrecerme un lugar. Mis padres me daban un dinero para movilizarme pero siempre me incomodó, más allá de que era chico y que entendía que estaba bien que me dieran una mano. Entonces, decidí preguntarle al encargado del restaurante donde yo comía si no le faltaba cubrir algún puesto. Así empecé a laburar los fines de semana desde la tardecita hasta las doce o una de la mañana. Hacía delivey, encima en bicicleta. Eso me permitía juntar un pesitos con la propina, como para hacer algo.

¿Con qué club te sentís más identificado?
Con Platense, y para eso tuvo mucho que ver la gente y Ricardo Kuzemka, el técnico que mejor me ubicó en la cancha. Pero en todos los clubes donde estuve me fue muy bien y en todos crecí. Comunicaciones me dio el envión para empezar a jugar, a sumar minutos. Era en la B Metropolitana, un club chico pero con una humildad impresionante y un grupo de gente espectacular. Luego vino el Tano Pasini, para llevarme a Atlanta. Ahí empecé a salir más en los diarios, algunos partidos los televisaban y los técnicos me empezaban a mirar con otros ojos. Todo eso me sirvió para volver a Vicente López con otra experiencia, con otro andar.

Cuando el Calamar asciende al Nacional en la 2005/2006 estuviste relegado, ¿Se aprende a ser suplente? Porque después te tocó ser siempre titular
Relegado en el sentido de que no participaba mucho. Del plantel siempre me sentí parte. La verdad que uno no se puede permitir aprender a ser suplente, si aceptarlo. Ningún jugador quiere ser suplente. Pero no tiene nada de malo serlo. Son situaciones o momentos. Por ahí te toca estar en el banco y entrás todos los partidos, otras no jugás nunca y otras ni siquiera te citan. A mi me tocó vivir todas, pero sabía que una vez que me deban la camiseta la iba a agarrar con uñas y dientes. Porque al que le tocó ser suplente o no estar citado y tener que correr y correr mientras los demás hacían fútbol, valora jugar.

¿Hay mucha hipocresía en el ambiente?
Sí, como en todos lados. Y no sólo hipocresía, hay de todo. En el fútbol y en todos los ambientes. Hay mucha gente que se te acerca cuando las cosas van bien y hay que manejarse con mucho cuidado, sobre todo cuando estás haciendo una buena campaña. Hay que ser frío y tener los pies sobre la tierra.

¿Qué esperás para el futuro?
Lo mejor, sabiendo y siendo consciente de que a veces las cosas salen como uno no las espera y que a veces hay piedras en el camino. Pero soy un convencido de que las cosas me van a salir bien, de que voy a llegar. Y la meta personal como jugador es jugar en primera y consagrarme.

Mauro Gurevich